Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

sábado, 29 de octubre de 2011

Querido Gregorio

Sábado, 29 de octubre 2011

Francesc de Carreras - La Vanguardia
Catedrático de Derecho Constitucional de la UAB

Querido Gregorio

Cada día aquí alguien dice que se quiere separar de España, pero no digas lo contrario, es una ofensa

En qué lío te has metido, querido Gregorio Peces-Barba! Quizás no lo calculaste, estabas en Cádiz, ciudad liberal, te contagió el ambiente. Pero cuando hables de Catalunya no utilices la ironía, ni siquiera haciéndola explícita, porque te van a machacar.

Hace unos años, Manuel Jiménez de Parga, amigo tuyo y maestro mío, como sabes nacido en Granada y con gran arraigo en Cataluña, donde vivió más de dos décadas, se le ocurrió decir más o menos que hace mil años, mientras en el norte de España apenas sabían qué era lavarse, en su tierra de origen había fuentes de mil colores, refiriéndose al esplendor de la civilización musulmana en Andalucía. Tenía más razón que un santo pero ¡la que se armó! Lo interpretaron como un ataque a los catalanes: "¡dice que aquí no nos lavamos!". Nadie del norte de España se sintió ofendido, como es natural. Sólo los catalanes, mejor dicho, sólo algunos catalanes o, con más precisión, la Catalunya oficial y la Catalunya mediática. Ahora te va a tocar a ti.

Ya sé que alegarás tus innegables méritos. Tus lejanos tiempos en Cuadernos para el Diálogo, con la puerta siempre abierta a la autonomía de Catalunya, a sus obvios rasgos diferenciales, en especial la lengua. Aquellos Cuadernos en los que tanta influencia ejercía el añorado Josep M. Vilaseca Marcet, tan amigo de Ruiz-Giménez, tu querido maestro. También pensarás en tus esfuerzos para introducir el término "nacionalidades" en la Constitución, para que Catalunya se viera reflejada en ella. También recordarás tu defensa de España como "nación de naciones", junto a Roca Junyent y Solé Tura. "¿Qué he hecho yo para merecer esto?", te estarás preguntando.

Permíteme que responda: no has dicho nada inconveniente, has hecho una broma de forma explícita, ni siquiera sería insultante aunque hablaras en serio. "Yo siempre digo en broma –refiriéndote coloquialmente a hechos históricos del siglo XVII– qué hubiera pasado si nos quedamos con los portugueses y dejamos que se vayan lo catalanes: igual nos hubiera ido mejor". Y siguiendo en lenguaje irónico has añadido: "Bueno, hubiera habido un problema gordísimo: que no hubiera habido los partidos de fútbol Madrid-Barcelona y esto, claro, es siempre muy importante". Aquí el único ofendido puede ser el Oporto porque también has dicho que "jugar contra el Oporto hubiera sido muy aburrido".

Durante unos días tendrás que aguantar el chaparrón. Cada día aquí alguien dice que se quiere separar de España y está en su derecho al proclamarlo. Pero no digas lo contrario: es una ofensa. Quizás te creíste a José Ferrater Mora que establecía como uno de los rasgos propios de los catalanes, además de la continuidad, la mesura y el seny, también la ironía.

Ahora las cosas han cambiado: ruptura, desmesura, rauxa, hosquedad. Piel fina, muy fina, victimista y politizada.


Poca España y menos Europa: Croacia vasca

Por Jose Antonio Zarzalejos
Publicado en El Confidencial (29/10/2011)

El “cese definitivo de la actividad armada” –del terrorismo—declarado por la banda criminal ETA el pasado 20 de octubre busca un efecto político de muy profundo calado: legitimar en un futuro inmediato el planteamiento de un proyecto de secesión respaldado por una mayoría nacionalista. ETA “cesa” de matar y, en consecuencia, la tacha de ilegitimidad de la iniciativa secesionista decae y resulta perfectamente democrático que sea discutida a todos los niveles institucionales y sometida a referéndum para que los vascos ejerzan su “derecho a decidir”, o sea, la autodeterminación. Los etarras, que ya proclamaron haber “ganado la batalla política de la ilegalización” de la izquierda radical abertzale tras la sentencia del Tribunal Constitucional sobre las listas electorales de Bildu, dan un paso más para obtener por medios distintos a los criminales los objetivos que no han alcanzado durante décadas de asesinatos, destrucción y extorsión. Es lo que muchos analistas han sintetizado en tres palabras: perder para ganar.

La declaración de ETA del 20 de octubre se produce después de comprobar que su franquicia política –Bildu— lograba en las elecciones forales y municipales del 22-M un resultado extraordinario: se impuso como segunda fuerza política en el País Vasco con 276.000 votos (26,03%), a sólo 50.000 sufragios del PNV; a los que hay que sumar los más de 47.000 que obtuvo en Navarra. Estos registros serán mejorados con seguridad el 20-N por la coalición Amaiur, que es la resultante de Bildu y Aralar, de tal forma que toda la izquierda radical abertzale queda reagrupada. Si toda esta fuerza electoral se coordina con la del PNV, el nacionalismo en el País Vasco, con fuerte presencia en la Comunidad Foral Navarra, alcanzará entre el 55% y el 57% de los votos. El ascenso del PP, enorme, no compensará, sin embargo, la caída del PSE que será muy pronunciada.

Puestos estos datos en perspectiva, en las elecciones autonómicas que deben celebrarse en 2013 Amaiur –quizás entonces ya subsumida en Sortu— y el PNV obtendrían una victoria incuestionable y en 2015, según el calendario anunciado por Iñigo Urkullu, se plantearía un proyecto de secesión más radical que el que aprobó el Parlamento Vasco el 30 de diciembre de 2004, el llamado Plan Ibarretxe, respaldado por los nacionalistas y los batasunos y rechazado el año siguiente en el Congreso de los Diputados que nunca debió admitir su tramitación parlamentaria. Aquel plan fracasado y el que preparan ahora los nacionalistas será una nueva versión del Pacto de Estella-Lizarra en el que participaron también, y lo harán ahora, los sindicatos nacionalistas ELA y LAB.

Tanto Ibarretxe, como en 1986 José Antonio Ardanza, a través del excéntrico “informe de los expertos” encargado a la agencia “Control Risk” (páginas 181 y siguiente de “Pasión por Euskadi”, autobiografía política del que fuera presidente del Gobierno vasco), propugnaban una “Euskadi como Estado asociado al Reino de España”, suponiendo que tal fórmula integraría la “dualidad vasca” –los vascos nacionalistas y los vascos españolistas— y permitiría la emergencia de la nación vasca soberana. Los dos presidentes peneuvistas creían que un modelo como el de Puerto Rico –y así lo relata en sus memorias Ardanza— era posible antes o después. En los años ochenta, el PNV guardó en el cajón el “informe de los expertos” (ETA asesinaba entonces a mansalva), pero en 2004, Ibarretxe lo desempolvó. Ahora, Iñigo Urkullu vuelve por donde solía su partido y anuncia que el modelo para Euskadi sería “próximo al de Croacia”, ya que el de Kosovo no resulta demasiado estético y el de Puerto Rico es, a estas alturas, insuficiente.

De aquí a 2013 –elecciones autonómicas— y luego hasta 2015, el nacionalismo en su conjunto tratará de legitimar de forma total y absoluta su propuesta independentista alegando la inocuidad terrorista de ETA. No obstante, la banda seguirá planeando sobre el País Vasco y el resto de España porque la izquierda abertzale jamás requerirá a la banda su disolución y entrega de las armas y, mucho menos, que haga un acto de contrición y pida perdón a las víctimas y las repare. La legitimidad de la ETA se conecta con la legitimidad del proyecto independentista que ya está en embrión en el imaginario nacionalista de este octubre de 2011.

Por esa razón, el PNV no asistió al “Día de Euskadi” el pasado 25 de octubre, fecha en la que se celebra el aniversario del Estatuto, y ofreció al nacionalismo una alternativa más jugosa: desde la Casa de Juntas de Guernica, su presidente anunció para el futuro inmediato un proceso constituyente que cambiaría el actual estatus jurídico-político. Mientras tanto, en Ajuria Enea era condecorado Carlos Garaikoetxea, que constataba en la sede institucional que el actual Estatuto es ya “demasiado angosto” para las aspiraciones nacionalistas. Bildu, por su parte, pasó de feriar el día, abrió las oficinas de las administraciones municipales y forales y se desentendió de cualquier vinculación con la legislación estatutaria.

España frágil y la UE sin credibilidad
Toda esta agitación y propaganda era magnificada por la torpe ronda de conversaciones del lehendakari López con los partidos vascos y de Zapatero con Urkullu, y las peticiones en cascada para que el Gobierno y el Estado “muevan ficha” tras la declaración etarra. Ayer Bildu fue concreta en sus peticiones al lehendakari: mesa de partidos extraparlamentaria, “abrir relaciones con Navarra” (¿), reconocer a “las víctimas por ambas partes” y, por supuesto, abordar de inmediato la cuestión de los presos. O sea, lo que quiere ETA que se haga. Habría que preguntarle al presidente del Gobierno vasco si para publicitar estas obviedades ha montado esta impúdica pasarela en Ajuria Enea.

En las elecciones autonómicas que deben celebrarse en 2013 Amaiur –quizás entonces ya subsumida en Sortu— y el PNV obtendrían una victoria incuestionable y en 2015 se plantearía un proyecto de secesión más radical que el llamado Plan IbarretxeEste planificado ataque a los fundamentos constitucionales y estatutarios del autogobierno vasco y este deterioro de la integridad de la lucha contra el terrorismo se nutren de una doble debilidad: la de España y la de la Unión Europea. Los dos mandatos de Rodríguez Zapatero han fragilizado la cohesión nacional hasta extremos peligrosos y desprestigiado la solvencia política de España. Nuestro país, ninguneado tanto en la UE --¡desastrosa negociación del Gobierno!-- como en el espacio iberoamericano, ha roto el suelo de su peor cotización, alcanzando la vertiginosa cifra de 4.978.000 parados. Por otra parte, el hundimiento de la credibilidad del liderazgo político de la UE alimenta de nuevo la ensoñación de que sería posible una alteración del actual estatus quo de las fronteras estatales en Europa, que no ha sido capaz ni siquiera de ponerse de acuerdo en el reconocimiento de la independencia de Kosovo y observa sin mover un músculo el desgarro de Bélgica. Cuando hay poca España como proyecto de éxito y menos Europa de la que pensamos habría hace sólo unos años, la verosimilitud para los nacionalistas de obtener sus objetivos se incrementa.

En el caso del País Vasco, todo este proceso que ahora comienza sigue tutelado por la sombra alargada de ETA, que no se disuelve para persuadir desde la posibilidad del regreso a las pistolas; que no se rinde porque cree legítima su “lucha” de décadas; que no entrega las armas porque está dispuesta a “perder” en el ámbito de lo que ellos llaman “militar” pero de “ganar” con su brazo político al que ampara con la fuerza bruta si necesario fuera de nuevo; que no pide perdón a las víctimas porque la suya ha sido una “lucha armada”, no terrorismo; que no delega la tutela sobre el nacionalismo vasco porque es en la organización criminal y en su extensión “civil” en las que reside la primogenitura sabiniana. Por eso, Arnaldo Otegi nos tacha de “inmaduros” al reclamar la disolución de ETA, porque es obvio que ETA sigue teniendo un papel protagonista en el proyecto político secesionista de Euskadi.

La respuesta del Estado no puede ser otra que la negativa. Muy a diferencia de Cataluña –que plantea su autogobierno desde presupuestos diferentes, esencialmente financieros, competenciales y cultural-lingüísticos--, la Comunidad Autónoma Vasca es un auténtico “fragmento de Estado” según la teoría de George Jellinek en la medida en que cuenta con Haciendas Forales propias; una Policía integral distinta y autónoma a las Cuerpos y Fuerzas de Seguridad; un volumen competencial que replica al del propio Estado y una ausencia absoluta de control sobre la ciudadanía vasca respecto del contenido de derechos y obligaciones de los demás ciudadanos españoles.

Este acervo de poder político propio sitúa al País Vasco más allá de la autonomía y un poco más acá de la soberanía. De tal modo, que nada se debe al nacionalismo, nada a la izquierda abertzale, nada a ETA. Por el contrario, el único ajuste que queda pendiente no es el de un proceso constituyente en Euskadi sino el alternativo de imponer allí la ley, aplicársela a los terroristas y hacer vigente en toda su extensión el Estado de Derecho, la Constitución y el Estatuto de 1979.

Quizá sea hora de entender que con poca España y menos Europa, existe un riesgo cierto de una Croacia en el Cantábrico. Ni España ha estado a la altura de sí misma en estos últimos años, ni la Unión Europea –acabamos de comprobarlo en la cumbre del pasado miércoles— es la solución orteguiana a nuestros problemas. Avisados estamos de que los acontecimientos pueden precipitarse si no se cambia al Gobierno socialista y el nuevo del PP, con firmeza, inteligencia y serenidad, no encara el todavía irresuelto problema del modelo de Estado conectado –digan los que digan las lágrimas emocionadas de estos y aquellos— con la pervivencia de la amenaza terrorista de una ETA que “cesa” pero persiste a modo de advertencia y amenaza. Como ha escrito Fernando Savater “la perpetuación del miedo forma parte del plan” porque, en palabras de Antonio Elorza, “son los de siempre y siguen buscando la victoria”. Por eso Otegi, desde la cárcel de Logroño, terminaba su misiva: “Sonreír y…a ganar!”

lunes, 24 de octubre de 2011

Balance provisional de la catástrofe

Por Cesar Molinas

Reportaje publicado en El País (23/10/2011)

No hay remedio pacífico conocido para la crisis de endeudamiento que aflige a las economías occidentales. Las burbujas inmobiliarias en EE UU y en España alimentaron otra burbuja crediticia global en la que los bancos de Occidente llegaron a apalancar más de cuarenta veces su capital para dar crédito. Hasta que todo estalló. En la actualidad, no hay crecimiento económico porque no hay crédito, y no hay crédito porque los bancos están dañados, y los bancos no se sanean porque no hay crecimiento económico.

No hay remedio pacífico conocido para la crisis de endeudamiento que aflige a las economías occidentales. Las burbujas inmobiliarias en EE UU y en España alimentaron otra burbuja crediticia global en la que los bancos de Occidente llegaron a apalancar más de cuarenta veces su capital para dar crédito. Hasta que todo estalló. En la actualidad, no hay crecimiento económico porque no hay crédito, y no hay crédito porque los bancos están dañados, y los bancos no se sanean porque no hay crecimiento económico.

Lo poco que se sabe de este tipo de crisis es que son de digestión muy lenta. Hay tres precedentes históricos: la crisis japonesa de 1921, la Gran Depresión de 1929 y la crisis japonesa de 1989. Las dos primeras terminaron mediante ese supremo achatarramiento keynesiano que es la guerra: la de Manchuria en 1934 y la II Guerra Mundial en 1939. La tercera, dos décadas después de su comienzo, aún no se sabe cuándo y cómo terminará. Estas tres crisis dejaron algunas enseñanzas, pero aún no hay doctrina establecida sobre cómo salir de este tipo de situaciones por las buenas.

Hasta que Occidente no crezca, España no lo hará. Pero cuando Occidente empiece a crecer, España tampoco lo hará, a menos que haya introducido las reformas necesarias para adaptarse a la moneda única europea y a la economía globalizada. Somos tantos los que hemos escrito reclamando estas reformas, lo hemos escrito tantas veces y nos han hecho tan poco caso -excepto, un poquito, en materia de pensiones-, que lo que pide el cuerpo no es ponerse otra vez a escribir, sino ponerse a gritar. Pero seguiremos escribiendo. En lo que sigue de este apartado pasaré revista a las reformas pendientes, apoyándome en tres cifras: cinco millones de parados, deuda exterior del 160% del PIB y déficit público del 9% del PIB.


- Cinco millones de parados

España aporta el 10% del PIB de la eurozona, el 14% de la población y el 31% de los parados. ¡Sí, uno de cada tres parados de la eurozona es español! Los cinco millones de parados españoles y la tasa de paro del 21,2% son una anomalía aberrante en Europa: la tasa de paro media de la eurozona es el 10%, menos de la mitad que en España, y tan solo otros 3 de los 17 Estados miembros tienen tasas de paro de dos dígitos: Bélgica (11,7%), Portugal (12,3%) y Grecia (16,7%). ¿Acaso somos más holgazanes que los demás? ¿Más tontos? ¿Sufrimos un castigo divino? ¡No! Simplemente, tenemos un mercado de trabajo anómalo, disfuncional, que condena a la temporalidad precaria al 30% de los empleados, que genera bolsas millonarias de parados cada vez que viene una crisis...

Las estructuras básicas de nuestro mercado laboral y de la negociación colectiva siguen siendo las que se heredaron del franquismo en 1975: fueron diseñadas para una economía autárquica y corporativista. Las elevadas indemnizaciones por despido, causa importante de la temporalidad y del miedo empresarial a contratar, responden al paternalismo de un régimen para el que no existía el concepto de desempleo y, por tanto, no lo aseguraba. Ahora sí se asegura. La negociación colectiva, con su estructura jerárquica de convenios, tiene sus raíces en los antiguos sindicatos verticales y sigue siendo terriblemente eficaz a la hora de conseguir que los incrementos salariales no tengan nada que ver con los aumentos de productividad.

Así no hay economía que pueda funcionar. En 1986, España se integró en la Unión Europea, no en la Unión Soviética, mal que les pese todavía a algunos. Debemos ser consistentes en el entorno en el que estamos obligados a competir, y para eso no hace falta inventar nada: basta copiar lo que está funcionando bien en los Estados miembros que tienen tasas de desempleo de un solo dígito. En esa dirección van la propuesta de un contrato laboral único con costes de despido crecientes con la antigüedad, y la propuesta de flexibilización de la negociación colectiva para dar protagonismo a la negociación en el ámbito de la empresa. El Gobierno no se atrevió a enfrentarse a los sindicatos y no planteó la reforma del mercado laboral en estos términos. Los cambios resultantes han sido mayoritariamente cosméticos, y los que no lo han sido, como el fortalecimiento del poder sindical en la negociación colectiva de las pequeñas empresas, empeoran las rigideces del mercado de trabajo. Todo queda sobre la mesa del Gobierno que salga de las urnas en noviembre. Sin una reforma decidida, que reduzca la incertidumbre de las empresas a la hora de contratar, seguiremos siendo la anomalía de Europa y el paro seguirá aumentando.


- Una deuda exterior del 160% del PIB

La burbuja inmobiliaria ha dejado a España con una deuda exterior bruta del 160% del PIB. Esta ratio es una de las más elevadas del mundo y ha sido antesala del desastre en muchos países que la han alcanzado. ¿Podrá España pagar su deuda? Esto es lo que quita el sueño a nuestros acreedores.

Para poder pagar una deuda externa de estas dimensiones, un país tiene que tener un crecimiento económico vigoroso, superior a los pagos de intereses y devoluciones de principal. ¿Cuánto crecerá España en, digamos, la próxima década? El servicio de estudios del BBVA estima que el crecimiento potencial en este periodo será inferior al 2% en términos reales. Esta cifra es más baja que en décadas anteriores, pero puede acabar siendo optimista porque supone un crecimiento de la productividad del 0,9% anual, tasa que no se observa en España desde hace mucho tiempo. Añadiendo un 2% de inflación, se obtiene un crecimiento nominal teórico de, aproximadamente, 4%, que es bajo para garantizar con certeza el pago de la deuda. También es bajo para generar la confianza necesaria para refinanciarla, puesto que los analistas internacionales estiman un crecimiento inferior, incluso, al 4%.

¿Qué hacer? La respuesta es tan obvia que merece ser gritada, otra vez: ¡reformas estructurales! Según el BBVA, el paquete de reformas que deberían adoptarse (mercado de trabajo, de la vivienda, de la energía, educación, Administración Pública, justicia, etcétera) subiría el crecimiento potencial de la economía un punto porcentual, hasta el 3% en términos reales. Los efectos sobre el crecimiento se harían sentir solo a medio plazo, pero el efecto balsámico sobre la confianza de nuestros acreedores sería inmediato y eso llevaría a una mejora de nuestras condiciones de financiación.

El razonamiento del párrafo anterior es puramente teórico. Cuenta la anécdota que un analista le estaba explicando a George Soros un argumento de este tipo cuando el financiero le interrumpió: "Oiga, joven, todo eso está muy bien, pero ¿va a haber crédito?" "Ah, pues no, crédito no", respondió el analista. "Pues, entonces, no siga: la economía no va a crecer", terminó Soros.

¿Va a haber crédito en la economía española? No, crédito no va a haber durante mucho tiempo. Y no lo va a haber por cómo el Gobierno y el Banco de España han abordado la reestructuración del sistema financiero tras el estallido de la burbuja inmobiliaria.

Había dos opciones. En primer lugar, se podía haber respetado la ortodoxia del Banco de España, elaborada a partir de la experiencia de varias crisis bancarias durante las cuatro últimas décadas. Esto implicaba obligar a las entidades de crédito a reconocer las pérdidas latentes para, después, y en caso necesario, recapitalizar, fusionar, vender o liquidar. Esta opción hubiera tenido la ventaja de que las nuevas entidades, al estar saneadas, habrían podido dar crédito sin dilación; y hubiera tenido el inconveniente de incrementar el déficit público en varios puntos del PIB, y hubiese sustraído a la inmensa mayoría de las cajas de ahorros, ahora bancos, de la tutela de los políticos regionales.

La segunda opción, que fue la que se eligió, hace tabla rasa de la ortodoxia del Banco de España. La estrategia consiste en obligar a las entidades a cumplir unas ratios de capital elevadas para garantizar su solvencia, pero dejando las pérdidas en estado latente. Tiene la ventaja de afectar poco al déficit público, y la desventaja de que el sistema financiero, al no haber sido saneado, queda en estado zombi: no hay holgura en el balance para dar nuevo crédito al sector real de la economía. Esta opción ha permitido, además, mantener un número significativo de cajas bajo control de los políticos.

Si el Gobierno y el Banco de España no rectifican esta estrategia, en España no habrá crédito durante años y, por tanto, no habrá crecimiento económico. Arreciarán, inevitablemente, las dudas sobre la capacidad de pago de la deuda. Aún hay tiempo para rectificar. Se debería aprovechar la circunstancia de que Europa está discutiendo fondos para un nuevo rescate bancario masivo para solicitar financiación para el saneamiento de los balances de las instituciones que lo necesiten, que son muchas. Mejor tener la cara roja una vez que amarilla toda la vida.


- Un déficit público del 9% del PIB

Con los datos que se conocen del año en curso, el déficit público no se ha reducido nada desde 2010: sigue estando en el 9% del PIB. Mal asunto, porque el objetivo para 2011 es el 6%, y este objetivo ha sido tan irrenunciable para el Gobierno que le ha sido sacrificado el hacer una reestructuración eficaz del sistema financiero. ¿Se acabará consiguiendo? La mayoría de los analistas opinan que no, que el déficit será, al menos, el 7%, y muchos apuntan ya el 8%.

El problema estriba en que el presupuesto público español se ha dimensionado a la burbuja inmobiliaria y no es financiable en condiciones normales de la economía. Si el déficit acaba siendo del 7% a final de año, el presupuesto tendría un déficit estructural del 5%, ya que dos puntos son achacables a la situación cíclica recesiva en la que nos encontramos. Estos 5 puntos del PIB son los que hay que eliminar para equilibrar estructuralmente el presupuesto.

Se pueden subir ingresos: nuevos aumentos del IVA, IRPF y especiales, copago sanitario y judicial, peajes en las autovías libres, etcétera. Todo eso va a ocurrir, pero será insuficiente. No va a haber más remedio que reducir gastos, y se van a tener que reducir de manera estructural, es decir, eliminando o reformando programas de gasto.

No basta con hacer recortes. Hasta ahora, las Administraciones han dejado de pagar, no de gastar, que no es lo mismo. Se ha llegado a una situación tan crítica que, por ejemplo, cuando se dice que la sanidad se paga a 600 días, lo que se quiere decir es que hace 600 días que no se paga. Son tácticas dilatorias, a la espera de que vuelvan los buenos viejos tiempos -los de la burbuja-, pero no volverán. Lo que hay que hacer, inevitablemente, es redimensionar el Estado. Pero eso son palabras mayores que nos llevan, sin solución de continuidad, al epígrafe siguiente.

2. La crisis político-institucional
Escribe Francis Fukuyama en The origins of political order, su último libro: "Cuando el entorno cambia y aparecen nuevos retos, surgen con frecuencia incoherencias entre las instituciones existentes y las necesidades emergentes. Estas instituciones están apoyadas por legiones de intereses atrincherados que se oponen a cualquier cambio fundamental. El declive aparece cuando los sistemas políticos no consiguen ajustarse a las nuevas circunstancias".

El régimen político que emana de la Constitución de 1978 nació con dos grandes retos que afrontar: la reconciliación y democratización del país, tras la larga dictadura franquista, y la integración en Europa. Ocho años más tarde, en 1986, quedaban pocas dudas de que ambos retos se habían superado de manera irreversible. No hubo mucho tiempo para dormir en los laureles, porque el mundo cambió de manera muy rápida planteando nuevos -e inesperados- retos. En 1989 cayó el muro de Berlín, abriendo paso a un vertiginoso proceso de globalización cuyas consecuencias siguen sorprendiendo. En 1992 se firmó el Tratado de Maastricht, y la moneda única comenzaba en 1999. En 1993, los retos que se le planteaban a España eran muy distintos a los de 1978: había que adaptarse a una economía planetaria y había que prepararse para el euro.

Las reformas exigidas por uno y otro retos tienen denominadores comunes: flexibilización de los mercados de factores, bienes y servicios. Vaya por delante que, en estos casi veinte años, se han hecho progresos en la liberalización de los servicios (farmacias, funerarias...) y que en estos años las grandes empresas españolas se han globalizado como nunca. Pero España, condicionada por su mercado laboral, no ha conseguido superar su patrón cíclico tradicional de crecimiento -expansión, recesión, devaluación de la peseta, recuperación- y no encuentra la manera de reducir su déficit público. Esos dos problemas surgen de rasgos clave del régimen político actual. La solución puede acabar exigiendo cambios importantes.

La Constitución de 1978 tuvo un respaldo político y social amplísimo. El consenso -ese conjunto de renuncias mutuas, que diría Miquel Roca- no se fraguó solo entre partidos políticos, sino que también incluyó a los sindicatos y a la patronal, conocidos a partir de entonces como los "interlocutores sociales". Esto fue así tanto por el prestigio que los primeros alcanzaron durante el franquismo tardío -recuérdese el Proceso 1001- como por la necesidad de encontrar una salida pactada a la terrible crisis económica de la época: las negociaciones de los Pactos de la Moncloa transcurrieron en paralelo al proceso constituyente.

El éxito en la salida de la crisis, por una parte, y en los objetivos democratizador y europeo, por otra, contribuyeron a consolidar a los interlocutores sociales, de modo que estos acabaron disfrutando de una representatividad de facto que iba mucho más allá de la de sus meros afiliados, que es lo único que reconoce la Constitución. Gobiernos de izquierda y de derecha han otorgado a los sindicatos una tutela y un veto implícitos sobre todo "lo social". A ello se debe, por ejemplo, el enorme retraso en la reforma de las pensiones y el fracaso de cualquier intento de reforma en profundidad del mercado laboral. Como escribió un comentarista, los sindicatos se han convertido en la columna vertebral del establishment contrario a la reforma estructural.

Es urgentísimo hacer una reforma profunda del mercado de trabajo, y es muy probable que haya que hacerla contra los sindicatos. Pues bien, hágase. Sí, conllevará un cambio en nuestro sistema político, pero un cambio en la buena dirección: la de dar plena soberanía al Parlamento en temas que, hasta ahora, le llegaban filtrados, cuando le llegaban.

El consenso de 1978 tuvo el gran acierto de integrar los nacionalismos históricos. Era, por aquel entonces, un tema peliagudo -y lo sigue siendo-. La vía elegida para hacerlo fue el Estado de las autonomías, versión café para todos. A lo largo de tres décadas, la descentralización del Estado ha sido muy grande. Salvo en las comunidades forales, que recaudan sus propios tributos, el gasto público se ha descentralizado mucho más que los ingresos y se han producido disfunciones entre las decisiones de gastar y las de recaudar.

La crisis actual ha tenido efectos devastadores sobre los presupuestos autonómicos: los ingresos se han desplomado y las principales partidas de gasto -educación, sanidad, dependencia, justicia...- son muy rígidas. Hay varias comunidades autónomas de régimen común en situación suspensión de pagos parcial. La tentación que tendrá el Gobierno que salga de las urnas el mes que viene de culpar al Estado autonómico del descontrol del gasto será muy grande. Argumentos no le faltarán, aunque las culpas están muy repartidas -recuérdese, por ejemplo, la centrifugación del déficit que produjo la Ley de Dependencia.

En cualquier caso, a mí me parece muy probable que el péndulo comience a moverse en sentido contrario y que se inicie un movimiento recentralizador, basado, también, en la filosofía del café para todos. Esto traerá consecuencias muy graves en lo que respecta a Cataluña. La Generalitat, previendo el movimiento pendular contrario, ha tomado ya rumbo de colisión con el futuro Gobierno central recortando el gasto en aquellas partidas que, como la sanidad, más gente movilizan en la calle, al tiempo que reclama el pacto fiscal. En otras palabras, Cataluña reclama la gestión de sus propios ingresos, asimilándose al régimen foral.

Esto pone en cuestión otro aspecto clave del actual régimen político: el café para todos. La gestión de esta situación va a ser muy delicada y compleja. Vaya por delante mi opinión de que, esta vez, Cataluña no se va a conformar con alguna cesión de competencias o con algo más de dinero: lo que está buscando es un encaje distinto dentro del consenso constitucional.

3. La crisis de moral y de valores
Escribí hace algún tiempo en este periódico que la acumulación de derechos sin contrapartida por el lado de los deberes embrutece a las masas. Esto, más por ignorancia que por otra cosa, escandalizó a algunos, que lo consideraron una ocurrencia mía provocadora y deleznable. No es así: este pensamiento tiene firmes raíces en Ortega y en Kant. Lo ilustraré con un ejemplo. El derecho a no ser despedido del trabajo arbitrariamente tiene que tener como contrapartida el deber de ir a trabajar. Si eso no ocurre, se produce el absentismo laboral, que es una verdadera plaga en las empresas españolas.

Nuestra democracia ha puesto mucho más énfasis en publicitar derechos que en reclamar deberes, y así no puede funcionar bien: ya dijo Montesquieu que la democracia se basa en la virtud, es decir, en el cumplimiento de las obligaciones. La clase política se ha dedicado a adular a las masas para conseguir votos, haciéndoles creer que tienen derecho no solo a recibir algo a cambio de nada, sino de recibirlo a perpetuidad. Todo el mundo tiene derecho a un AVE y a un aeropuerto cerca de su casa, sin ir más lejos. Hay unos Reyes Magos o un Papá Noel implícitos en la democracia española: nunca se menciona quién paga los regalos, quién financia esos derechos sin contrapartida.

En ese caldo de cultivo, la burbuja inmobiliaria empeoró mucho las cosas. Hay pocas cosas tan corruptoras como una burbuja inmobiliaria. Probablemente, el narcotráfico a gran escala que sufren algunos países de América Latina sea peor, pero no se me ocurren más ejemplos. En España, la burbuja ha corrompido a las Administraciones Públicas, muy particularmente a las territoriales, que son las que acaban teniendo la capacidad de decisión sobre dónde y sobre qué se construye; ha corrompido a los partidos políticos sin distinción de credo; ha corrompido a los empresarios en busca de recalificaciones o de permisos de edificación; ha vaciado las escuelas en beneficio del ladrillo o de la hostelería, causando un fracaso escolar masivo y creando grandes bolsas de jóvenes sin ninguna cualificación y con un futuro laboral muy incierto, y ha potenciado un sobredimensionamiento del Estado que ahora resulta financieramente insostenible. El paisaje después de la burbuja es desolador.

Lo ocurrido con las cajas de ahorros es muy ilustrativo de la crisis de moral que nos aflige. Hay una máxima en finanzas que establece que la mejor manera de robar un banco es tener uno. Eso es precisamente lo que ha ocurrido en nuestro país. Las cajas no tienen dueño y nunca han estado gestionadas por angelitos, pero cuando se descentralizó su tutela, pasando esta a corresponder a las comunidades autónomas, la situación cambió a peor. A partir de ese momento, los políticos territoriales no solo decidían dónde y qué se construía, sino, además, quién construía, es decir, qué proyectos tenían financiación y cuáles no.

Todos los partidos políticos, sin ninguna excepción, han intentado controlar las cajas de sus territorios y casi siempre -con alguna grandísima y honrosísima excepción- lo han conseguido. El resultado ha sido catastrófico: de las 45 cajas que había al principio de la crisis no queda hoy en día mucho más allá de media docena de instituciones viables.

Los medios de comunicación han recogido con profusión el saqueo de algunas cajas por parte de sus directivos y de los Gobiernos autonómicos a cuya tutela estaban encomendadas. No están todas las que son, pero es bueno que estas cosas se publiquen.

Mientras ocurría todo esto, ¿por qué no actuaba el Banco de España? Solo se me ocurren tres posibles respuestas: porque no sabía; porque no podía, o porque no quería. Cualquiera de las tres da pie a preguntas muy incómodas. Por razones de salud democrática, creo que estaría bien que el próximo Congreso de los Diputados hiciera estas preguntas.

4. Posdata
Las crisis son tiempo de tribulación, pero también tiempo de oportunidades. La España de 2011 no es la de 1978: no solo ha progresado mucho, sino que tiene potencial para mejorar mucho más. Algunas de las mejores empresas del mundo son españolas. Algunas empresas españolas son líderes tecnológicos mundiales en su sector. Las empresas españolas están compitiendo en los mercados globales y ganando cuota de exportación.

Hay que liberar el potencial de la economía para acabar con las lacras del desempleo, de los subsidios permanentes y de la corrupción. Para ello hay que tratar a los españoles no como menores de edad, sino como ciudadanos. En vez de adularles, hay que razonarles por qué son necesarias las reformas estructurales. Y hay que ponerlas en práctica. La campaña electoral que ahora empezará es una buena ocasión para el debate.

sábado, 22 de octubre de 2011

Punto final a la pesadilla

Editorial El País (21/10/2011)

La democracia española ha triunfado contra los fanáticos que, arrogándose una representación que los ciudadanos vascos jamás les concedieron, asesinaron a más de 800 personas. ETA ha anunciado que abandona la violencia, la pesadilla ha terminado.

Los asesinatos de la banda terrorista sumieron en el desconsuelo a miles de hijos condenados a crecer sin el amor y la protección de sus padres, a los que nunca volverían a ver vivos después de un día fatídico en que salieron de sus casas, y violaron, en fin, el elemental derecho, no ya de cualquier ciudadano, sino de cualquier ser humano, a una vida cotidiana y sin miedo. Esa y no otra es la cosecha de los 43 años de historia criminal de ETA; esa y no otra es la responsabilidad que, al margen de la que incumbe a las leyes, han asumido los terroristas ante quienes padecieron su azote y quienes solo el azar libró de padecerlo, pero también ante ellos mismos. Porque son ellos, mejor que nadie, quienes saben que necesitan exhibir un impostado orgullo de patriotas revolucionarios para no verse reflejados cada mañana en el espejo como lo que son, hombres y mujeres con las manos manchadas de sangre.

Aseguran en su comunicado de renuncia al crimen que un tiempo nuevo se ha abierto en Euskadi, y tienen razón. Pero se cuidan mucho de decir que se ha abierto ese tiempo nuevo porque ellos, y solo ellos, han decidido no seguir manteniéndolo cerrado recurriendo a la mayor indignidad en la que ha incurrido desde siempre la violencia que se quiere política, y que consiste en elogiar el mal además de perpetrarlo. Si la democracia española ha triunfado es porque, gracias a su inquebrantable resistencia, ha llevado a los terroristas al punto en el que hoy se encuentran, y es que, como no se atreven a elogiar el mal, tampoco se atreven ya a perpetrarlo. Podrán decir que en estos interminables años de sufrimiento, también la democracia perpetró el mal en contadas ocasiones de furia y extravío. Y es verdad que lo perpetró, para vergüenza de los demócratas. Pero también para su honra, la democracia nunca lo elogió y nunca lo dejó impune, aplicando las mismas leyes, exactamente las mismas, con las que los terroristas eran enjuiciados por sus crímenes.

Crímenes inútiles
El tiempo nuevo que se ha abierto en Euskadi no es resultado de que la democracia se haya acercado a los terroristas, sino de que los terroristas, enfrentados a la inutilidad de sus crímenes, han decidido acogerse a ella. Podían haberlo decidido hace un año, una década, dos décadas o, incluso, más tiempo todavía. Por ejemplo, cuando la frágil democracia que ellos querían poner en jaque, provocando la reacción de los reductos todavía activos del franquismo, tuvo el inmenso coraje de concederles una amnistía completa y de ofrecerles la ocasión de publicar un comunicado exactamente en los mismos términos que el de ayer. Aquel sí era un tiempo verdaderamente nuevo para todos, no como este, que solo lo es para quienes, obstinándose en el crimen durante 30 años más, han terminado por convencerse de que nunca, nunca, conseguirían sus propósitos mediante el terror, y tratan ahora de salvar sus conciencias diciendo que abandonan porque el mundo a su alrededor ha cambiado, no porque ellos han asumido finalmente su derrota ante una democracia que es la misma de entonces, solo que con inconmensurable lastre de dolor.

La conferencia internacional a la que han recurrido los terroristas para solemnizar su final no merece ser enjuiciada, puesto que no ha sido otra cosa que un capítulo de su liturgia para anunciar lo único que, en definitiva, importaba, que es la renuncia al terror. La presencia de personalidades internacionales no pudo ocultar, sin embargo, que en esa ceremonia no se presentaron dos partes para firmar ninguna paz. La supuesta guerra, el supuesto conflicto cuyo final anticipaba era tan solo la guerra, el conflicto de una secta fanática que, entregada a un juego macabro, se erigió en ejército alucinado y se inventó otro enemigo, compuesto de ciudadanos que desarrollaban sus oficios ateniéndose a las leyes democráticas. Si alguna paz se ha firmado con el comunicado de ayer, es la de los terroristas consigo mismos. Y esa paz, tan unilateral como lo fue la supuesta guerra y el supuesto conflicto, no sirve para lo que, en último extremo, pretendían y pretenden los terroristas: para dotar de un sentido a sus crímenes, para convencerse ellos y convencer a quienes hasta ayer podían ser sus víctimas de que tanta muerte y destrucción ha servido para algo.

El mérito de todos
Se acerca una campaña electoral, la primera en la historia de la democracia española en la que los terroristas no estarán presentes. Lo estarán, en cambio, quienes durante todos estos años han defendido idénticas ideas a las que invocaban los terroristas y sin, además, rechazar sus execrables métodos. Si la democracia ha triunfado contra quienes asesinaban y extorsionaban, no hay razones para temer que sucumba a manos de quienes, sin armas, se han plegado a aceptar sus reglas. El triunfo de la democracia española sobre el terrorismo es el mérito de todos. Pero pocos responsables políticos españoles han trabajado más y mejor para arrinconar a ETA que Alfredo Pérez Rubalcaba. En sus cinco años como ministro del Interior, obviamente, pues ha sido la peor y definitiva época para la banda. Pero también en su participación como representante del PSOE en la firma del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. A partir de ahora es también la responsabilidad de todos hacer que la renuncia de los terroristas sea irreversible, que las instituciones democráticas sigan demostrando su fortaleza y que las víctimas de esta interminable locura no sufran, ahora que la violencia no les acecha, el oprobio que no logró mientras estuvo presente.

El más trágico problema que ha padecido la democracia española ha desaparecido, no porque haya llegado la paz, sino porque una secta de fanáticos ha desistido cuando esperaban que fuera la democracia española la que desistiera. Es la más poderosa razón para el orgullo, pero también para el recuerdo y el duelo por tantos ciudadanos que hoy no pueden contarse entre los que forman un país que quiere enfrentarse a sus muchas dificultades, sabiendo que la discrepancia no se volverá a pagar con la vida.

jueves, 20 de octubre de 2011

Acabar con las agencias de rating

Por Ignacio de la Torre
Publicado en Cotizalia (19/10/2011)

¿Se imaginan que en el mandato de un fondo de inversión de bolsa estuviera recogido que el fondo sólo podrá comprar acciones en las que Goldman Sachs tenga un “buy” como recomendación? ¿Que una aseguradora tuviera que construir su cartera de bolsa con idéntico requisito? O lo que es aún peor ¿Que el mismísimo Banco Central Europeo o la misma Reserva Federal asumiera su papel de prestamista de última instancia sólo mediante garantías correspondientes en acciones con un “buy” de Morgan Stanley?

Para los que hemos trabajado en el mundo de la renta variable, dichas ideas semejan locuras. Un gestor de bolsa comprará las acciones que estime adecuadas después de haberse informado sobre los fundamentales, pero en ningún caso podrá estatutariamente derivar su responsabilidad sobre un tercero porque éste recomendaba una acción.

En el mundo de la renta fija, la triste realidad es muy diferente. Muchos reglamentos de fondos de pensiones y de inversión limitan el tipo de papel a adquirir basándose en el rating otorgado por una de las tres agencias de calificación, a veces, la pérdida de un rating provoca una venta masiva del bono en cuestión, ya que el gestor está forzado a venderlo aunque el precio no refleje su fundamental, y la ausencia de fondos habilitados a comprarlo en el escalón por debajo provoca valoraciones de derribo. En ocasiones dichas valoraciones espolean el debate entre reguladores, auditores y banqueros, ya que estos últimos estiman que no deben de realizar un marktomarket en estas situaciones donde se da un desalineamiento del “valor fundamental” (que ellos estiman subjetivamente) y el valor de mercado. Sobre este asunto ya escribí hace un par de años (Cuánto vale la mansión de un alcohólico).

En otras ocasiones es el propio banco el que invierte una porción nada relevante de sus activos en papel avalado con un cierto rating por una de las tres agencias. Esta situación a veces alcanza niveles de surrealismo total, ya que hay bonos gubernamentales con rating que computaban con riesgo cero a efectos de capital regulatorio, es decir que el banco puede acumular bonos gubernamentales ad infinitum sin exigir el regulador capital a cambio, lo que generaba un perverso incentivo para que los bancos concentraran sus carteras en bonos de gobierno aumentando su apalancamiento y acentuando su riesgo sistémico (riesgo que ignorantemente ignoraba el regulador y que ha seguido ignorando, como el reciente “aprobado” de Dexia en el enésimo test de stress ilustraba) y estrangulando el préstamo al sector privado. La situación se hace aún más tragicómica al contemplar cómo los emisores pagan por dichos “ratings”, y cuando no es así, como en los productos estructurados, es el banco de inversión que vende estos productos el que paga por el rating.

Para terminar este castillo de despropósitos, el viciado castillo de naipes es coronado por una situación en la que los bancos centrales aceptan como garantía de sus préstamos al sector bancario papel avalado con un cierto rating por parte de las tres mayores agencias de calificación, generándose de hecho un obsceno oligopolio avalado por precisamente los que deberían asegurar la estabilidad última del sistema financiero.

¿Qué tienen en común estos episodios? Todos los agentes “ganan” porque externalizan el riesgo, e interiorizan los beneficios de dicha exteriorización. Veamos.

El gestor de renta fija, el tesorero del banco o el inversor de una aseguradora compra los bonos que permite su reglamento, en ocasiones está incentivado a comprar AAA que por extraños motivos rinde más que el AAA gubernamental aburrido (como Alemania), episodio que explica por qué muchas instituciones alemanas están cargadas de activos tóxicos, muchos de ellos generados en los EEUU.

Como decía Greenspan no hay que preocuparse por la proliferación de activos financieros que financian a los EEUU, si van mal el que pierde siempre es la aseguradora europea. El decisor ha externalizado su decisión en el rating, los años buenos, en los que la cartera rinde más que su benchmark, se beneficiará de un viciado sistema de incentivo (mediante un bonus), en los años malos el fondo perderá su valor, o el banco será intervenido y en este último caso el contribuyente tendrá que recapitalizarlo. En estos casos se echará la culpa al rating, pero por su parte la agencia de rating esquivará toda responsabilidad escudándose en el hecho de que sus informes están amparados por “la libertad de opinión”, los ratings no son más que eso, “opiniones” y por eso no aceptan responsabilidades. Imagínense que las opiniones en un país sólo las pueden emitir tres periódicos avalados por el propio Estado. Dantesco.

Lo peor de este viciado sistema no es que como otras veces los seres humanos hayan respondido a incentivos mal empleados, sino que todo el sistema viene bendecido precisamente por el banco central, que es el primero que externaliza su función de evaluación del riesgo descansando sobre un sistema oligopolístico que sistemáticamente ha fallado y que ha añadido mayor inestabilidad financiera al mundo. Los oligopolios no funcionan, como tristemente hemos aprendido durante siglos, y como tal se han generado leyes para intentar suprimirlos. En este caso se han generado leyes para espolearlos.

Para desmontar este sistema hará falta una reforma de raíz que evite el oligopolio, eso pasará por cambiar las normativas de los bancos centrales y prohibir cláusulas en los reglamentos de los fondos que externalice su política de inversión al rating de un tercero sin responsabilidad.

El capitalismo consiste en afrontar riesgos y experimentar recompensas y fracasos. Si se externaliza el riesgo, y el agente externalizado deniega toda la responsabilidad, se pervierte el capitalismo, generando un sistema amorfo como el actual en el que el contribuyente o el partícipe acaban pagando.

Ha llegado el momento de acabar con este sistema corrupto. Ha llegado el momento de que las agencias paguen por sus responsabilidades.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Trucos del Santander para financiarse barato, barato

Por S. McCoy

Publicado en El Confidencial (19/10/2011)

Se trata de una parte residual de su financiación pero suma. El Santander, y otras entidades que otorgan líneas de prefinanciación bancaria para proyectos de I+D+i aprobados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, están haciéndose con los créditos blandos de los beneficiarios –que disfrutan de elevados periodos de carencia y son concedidos a tipo cero o residual- a cambio de una contrapartida que supone alrededor del 20% del total concedido al investigador/innovador en operaciones a 10 años. De este modo abarata el coste de su pasivo en un momento en que la captación de recursos propios o ajenos en el mercado es extraordinariamente cara. Cualquier alternativa más asequible se convierte en prioridad. Este es un buen ejemplo.

El origen de este mercado de compraventa de financiación preferencial se halla en la exigencia por parte de la Administración de un aval necesariamente bancario al solicitante de ayuda pública para Investigación, Desarrollo e Innovación (VER MODELO AQUI). Persigue que cubra las responsabilidades financieras derivadas de su obtención. Se trata de una garantía ejecutable a primer requerimiento que afecta al 100% del importe subvencionado. Como es sabido, existe escasa predisposición de la banca para responder subsidiariamente, en el entorno actual, de proyectos de riesgo y ventura como los que son objeto del programa. Su negativa a avalar podría condenar al ostracismo a numerosas propuestas si no fuera porque el mismo banco que ahoga al emprendedor con su negativa, le lanza el chaleco salvavidas en forma de otra figura prevista por el regulador: la “asunción de deuda”. Opción escasamente usada en el pasado que ha cobrado extraordinario vigor (VER MODELO AQUI).

Regulada por la Orden CIN/1559/2009 de 26 de mayo en su artículo 41, va más allá del mero adelanto de fondos de las líneas a las que hacíamos referencia al comienzo del post. Estas son, en líneas generales, préstamos hasta el 75% del total, con amortización única, sin comisiones y pago trimestral/semestral de un interés limitado a Euribor 6M + 0,5%. Por el contrario, la asunción de deuda supone una verdadera subrogación del banco en el 100% de la posición del deudor cuyo riesgo queda limitado al cumplimiento del objeto de la financiación al que se condiciona el subsidio: el proyecto de I+D+i de que se trate.

La entidad mete gustosa en su pasivo el importe del crédito a favor de la Administración (por ejemplo, un millón de euros), que sale del balance de un cliente al que, además, genera un beneficio contable por el diferencial entre el nominal adeudado y el equivalente financiero al plazo previsto asumido por el banco (Valor Actual Neto del préstamo). Una suma que puede suponer alrededor del 20% en operaciones a una década y que es una suerte de pago por la transmisión (la asunción se hace por 800.000 y obtiene una plusvalía teórica de 200.000). ¿Por qué? Sin asunción no hay ayuda para el solicitante y sin ayuda no hay recurso barato en carencia (plurianual) y tipo (simbólico) para la institución financiera. Al final, todos tan contentos: uno puede lanzar su iniciativa a la vez que obtiene un resultado positivo ex ante y el otro logra su objetivo de obtención de fondos a bajo coste.

La prioridad bancaria ha cambiado del mayor ingreso por operaciones de activo al menor coste financiero. Antes que dar dinero, el sector prefiere deberlo en condiciones preferenciales, visto como está el patio. Firmas como el propio Santander o La Caixa han creado departamentos especializados en identificar ayudas públicas, buscar potenciales interesados para las mismas, crear consorcios cuando así resulte conveniente y conseguir de este modo una línea adicional de captación de fondos que le permita, además, fidelizar al cliente. Así está el patio.

Una oportunidad que nace de una concepción errónea de las propias ayudas, que niegan a sus potenciales perceptores la posibilidad de responder personalmente del cumplimiento de las obligaciones, como en pura lógica cabría exigir. Pero es lo que hay. En la procelosa ruleta de la economía financiera siempre gana… la banca. Valiente novedad.

lunes, 17 de octubre de 2011

Regeneracionismo ¡¡ya!! No al realismo político puro y duro

Publicado en El Confidencial (15/10/2011)

¿Presente? ¿Esperanza? ¿Futuro? Anda el personal, a través de la escritura con la 'Inoxcrom del Siglo XXI', entre concienzudos (o desde la simple y libre opinión) análisis y propuestas, enzarzado en interminables debates entre lo divino y lo humano, en busca del 'fierabrás', que cure nuestros males.

La gran mayoría se decanta entre la teorización, lo filosófico, lo retórico. Se hacen loas desde el optimismo, el idealismo, lo utópico. ¡Lo que se tenga a mano con tal de encontrar una salida a tan largo y tenebroso túnel! ¿Y por qué no? Pues también tienen razón.

Luego están (no se crean que tantos) los que consideran (estoy apuntado) que sí, que vale, que todo eso no está mal, pero como que “para tiempos de paz”. Estaríamos desde los supuestos y situaciones del: “Hoy paz, y mañana gloria”.

Por desgracia para nosotros, lo que tenemos es algo que requiere mucho más. Algo más contundente, definitivo, rompedor. Algo que no se nos quede en el “pan para hoy, hambre para mañana”.

Lo que tenemos instalado, para colmo de nuestras desgracias, y no sólo a nivel nacional sino en el 'mundo mundial', es lo que se ha venido en denominar pragmatismo. Es decir, el realismo político puro y duro, que por supuesto nada tiene que ver con la utilización del mismo en aras a conseguir un bienestar común.

¡Tranquilos! ¡Tranquilos! No les voy a traer a colación los seis principios de Morgenthau sobre la materia. Ni el tan seguido e influyente realismo cristiano de Reinhold Niebuhr, ni cualquier otra teoría. Lo decía al principio: son malos tiempos para la lírica.

Permítanme sólo este apunte que hago como aportación para mejor conocimiento del término. “El realismo político no requiere de ideales políticos o principios morales y exige una nítida diferenciación entre lo deseable y lo posible. Como lo deseable no siempre es posible sin hacer cambios en el sistema, el realismo político mantiene el control de los cambios y por ende del desarrollo social”.

La solución a nuestros males se supone que, al ser comunes, debería conllevar otras prácticas distintas a las de ese realismo vigente. Pero no es así. Y de ahí ese "sálvese quien pueda". Individual, nunca colectivo (la supervivencia nacional). El concepto de interés nacional, tanto en la toma de decisiones de política interna como externa, es lo que define su razón de ser y de ostentar el poder. Lo estamos comprobando en nuestra cotidianidad. EEUU y sus protectores aranceles en su día, Alemania y Francia decidiendo por 27 países, porque sus intereses nacionales están más que en peligro.

Dejemos ese bosquejo internacional, que aunque nos atañe está lejos de ser “nuestra guerra”. Entre otras poderosas razones porque ni se nos tiene en cuenta a la hora de cualquier decisión ni somos país soberano en materia económica, y sí en cambio somos quienes aportamos una gran losa económico-laboral que aporta mucho de lo negativo de la actual crisis de la UE. ¡Ríanse del “problemilla” griego!

El 20N nos jugamos mucho, muchísimo. Me atrevería a decir que todo. Hasta el punto de considerar esas elecciones generales como las elecciones más importantes habidas en España desde aquel lejano 1977. Nos estamos jugando, simplemente, nuestro futuro.

¿Les suena “el fin justifica los medios? ¿Les suena eso de lo perverso y lo astuto en política? ¿Les suena?: “El control de una parte de la sociedad por otra, es la esencia de la política?" ¿Les suena?: “Los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar?"

Eso que han leído son algunas de las esencias en las que se basa tan “idílica y democrática” manera de ejercer “eso” de la política. Es el maquiavélico realismo político en su estado natural. Esencias que hemos visto aplicadas en nuestro entorno nacional. Por exponer dos ejemplos más que significativos:

“Dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre”.

“La justicia hay que aplicarla, según la jugada”.


O aquel axioma que algún partido político lleva en el frontispicio de su devenir político y que utiliza como hoja de ruta: “No importa que el gato sea blanco o sea negro, lo que importa es que cace ratones”.

Efectivamente. Así es. Y en eso es en lo que estamos instalados. Dinamitados los idealismos, lo ético, lo digno, lo honrado, el interés colectivo, la filosofía humanista en nuestras vidas, nos hemos visto abocados (por la fuerza del 'poder maquiavélico', nunca por la fuerza de la razón democrática) a que nuestro presente y nuestro futuro estén al albur de lo pragmático y del realismo político en su más pura y dura esencia.

¿Pero alguna opción nos quedará? Sí, la que demostramos cada día y que se queda en el eterno, sosegado, sumiso y claudicante lamento. ¿No hay nada más? Pues me temo que no. Las rebeliones y foros cívicos han sido maquiavélicamente aniquilados. Se torpedean y boicotean los emergentes, y los que siguen al 'pie del cañón' se debaten entre la voz que clama en el desierto y el hacemos cuanto podemos pero no llegamos. El pragmático realismo político 'nacional-canovista' se ha adueñado de todo. Hoy por ti, mañana por mí.

“Los fierabrás, las pócimas, los mejunjes” existentes se ha comprobado por activa y por pasiva, que no son curativos. El afianzamiento, el asentamiento de nuestros males, es de tal calibre que se duda haya remedio que erradique sus devastadores resultados. Estamos abocados, por nuestra inanidad, sumisión y claudicación a que el mal acabe necrótico. ¿Por qué ese dejar hacer? ¿Por qué mirar hacia el otro lado? Quizás, porque nuestra cultura democrática es inexistente. No estamos acostumbrados a exigir nuestros derechos y libertades. Siempre hubo quien resolvió por nuestra cuenta. Lo nuestro es esconder nuestras cobardías y miserias entre la multitud. Lo nuestro es el: ¡que nos lo arreglen ellos!

Se nos condena al 'mal menor' o al “es lo que mejor que tenemos a mano”. Y eso me temo va a quedar siendo nuestro sino. La resignación cristiana (los laicos la llevan en vena) como única salida ¡Pues qué bien! Y lo entiendo. ¿Eso es todo a lo que podemos aspirar? Claro que 'en la otra trinchera', en todo un detalle (¿sabrían que iba a escribir sobre la materia?), recogen en el documento marco de la Conferencia Política que han celebrado estos días, toda una tesis doctoral en la que poder comprobar eso del realismo político. ¿Maquiavelo a su lado? Un becario.

Mira que si en vez de esta actitud nos da por sacar la dignidad personal y ciudadana a pasear, y acabamos por decir que no estamos dispuestos al 'vuelva Vd. mañana', a servir de coartada de golfos y vividores. Mira que si nos da por decirles a quienes nos quieren vender su mercancía que sí que puede que se la compremos, pero que como que preferimos nos muestren los contenidos, toda vez que los envases que los envuelven, tienen pinta de estar caducados. Que puede que les compremos cuanto nos ofrecen, pero que de pago por adelantado como que no.

Se dice que el PP gobernará España a partir del 2012. Se juegan, nos jugamos mucho. Nos jugamos disipar el futuro tenebroso, lúgubre y de imprevisibles consecuencias, que se atisba en el horizonte. Nos lo jugamos todo. ¿Recordarán este espíritu?:

“Cuando hemos dado batallas las hemos ganado, cuando no hemos dado la batalla, nos han ocupado el terreno. Cuando hemos salido a ganar el partido lo hemos ganado, y cuando hemos salido a heredarlo, nos quedamos sin nada.”
Y dicen que quien hizo este discurso ejerció desde lo moral, lo ético, la ideología desde el bien común. Mucho de razonamiento y sentido de Estado, con casi nada de 'maquiavélico realismo político'. ¡Eran otros tiempos! Eran tiempos en que se estaba por lo democrático, por lo digno. Lo deseable.

El círculo vicioso del euro

Por Andreu Missé

Publicado en El País 16/10/2011)

Europa está apurando su ingenio e imaginación para romper el bucle infernal. El bucle diabólico en que se encuentra atrapada su economía. Es el círculo vicioso que empezó con la crisis financiera en 2007, en Estados Unidos -con más implicación de los bancos europeos de la que se quiere reconocer-, que luego ocasionó una gran crisis de deuda soberana y en el que ahora vemos cómo la depreciación de esta deuda pública en algunos países vuelve a ser la causa de un nuevo deterioro de los bancos. El problema se agrava por las expectativas de un nuevo estancamiento de la economía.

La secuencia es bien conocida: bancos insolventes a los que los Estados deben rescatar, lo que agrava la situación fiscal de las haciendas públicas, de ahí la deuda soberana se devalúa y penaliza los balances de los bancos, que necesitan un nuevo rescate. Ese bucle se ha convertido en un círculo sin solución de continuidad que tiene atenazada a la economía europea. El mercado estima que los bancos vuelven a ser frágiles por el peso en sus blanaces de la deuda pública, un activo que según las normas contables es el más seguro y que, ahora, sin embargo, es la causa de sus mayores desvelos. Y, al mismo tiempo, los Estados ven cómo se deprecia su deuda cada vez que asoma el riesgo de que deberán volver a inyectar más ayuda a sus bancos. En Francia hay verdadero pánico porque una nueva oleada de ayudas públicas suponga mayor endeudamiento del Estado y, en consecuencia, la pérdida de la máxima calificación de triple A por las agencias de rating.

"La situación es más complicada que hace cuatro años porque ahora la deuda de los Estados es 20 puntos de PIB superior y, por tanto, tienen menos margen de maniobra", señala Cinzia Alcidi, investigadora del Centre for European Policy Estudies (CEPS). En su opinión, la situación se deterioró "cuando se atascó la solución del segundo rescate de Grecia y empezó el contagio a Italia y a España. Entonces", explica, "los mercados se dieron cuenta de las nuevas magnitudes del problema. No es lo mismo el volumen de deuda de Grecia que el de Italia y España, que es muchísimo mayor", en conjunto seis veces más.

Alcidi señala la estrecha interdependencia existente no solo entre Gobiernos y bancos sino con todo el sistema financiero. "Los Gobiernos precisan de los bancos para colocar su deuda y estos de la protección de los Gobiernos ante futuras insolvencias", explica. "Ahora", añade, "estamos hablando de potenciar el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) a través de algún tipo de apalancamiento, pero si Italia tiene problemas con su deuda todos los demás países deberán aumentar sus garantías". La realidad es que "Gobierno y bancos son muy vulnerables y todos están muy interconectados". La solución es difícil porque hay que actuar en un doble frente: "Recapitalizar a los bancos y al mismo tiempo reducir el peso de la deuda de los Gobiernos, lo cual no es nada fácil".

Lo cierto es que la inversión de la banca europea en la deuda soberana de Italia es de 443.000 millones, de los que unos 252.000 corresponden a los bancos domésticos. En España los bancos nacionales tienen en sus balances 229.000 millones de deuda española, mientras que el resto de entidades europeas poseen 81.000 millones, según un trabajo del economista de Bruegel, Zsolt Darvas. El autor indica que la exposición en Grecia de los bancos europeos es "relativamente pequeña" y asciende a 54.000 millones de euros. Está claro que si Italia precisa ayuda, los recursos de 440.000 millones del FEEF resultarán claramente insuficientes.

Las cifras de deuda solo son un indicador de una parte del balance de un banco. Hay muchos otros activos de los que se desconoce su calidad. "Nadie sabe realmente cómo están los bancos", confiesa espontáneamente en un impulso de sinceridad una alta fuente comunitaria, conocedora del sector financiero. Una posición que contrasta con la posición oficial de la misma comisión que sostiene que el sector financiero europeo es mucho más sólido de lo que piensa EE UU.

La realidad es que el aumento de la tensión en los mercados financieros, por la entrada de Italia y España en el escenario de la crisis, se vio espoleado por las presiones procedentes del otro lado del Atlántico. Primero fueron las advertencias de la directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, señalando que la banca europea tenía necesidad de aflorar más pérdidas y, por tanto, precisaba más capital. Sus servicios cifraron después estas necesidades en unos 200.000 millones de euros y estalló la polémica.

El segundo toque de atención vino del secretario del Tesoro de EE UU, Tim Geithner, acudiendo a una reunión del Eurogrupo, en Wroclaw a mediados de septiembre. La insólita presencia del alto cargo estadounidense en Polonia sirvió para que los ministros europeos fueran tomando conciencia de los efectos de la crisis del euro en la otra orilla atlántica, aunque no se tradujo en acuerdos formales concretos.

La preocupación de EE UU por la debilidad de la banca europea no es gratuita. Nicolas Véron, investigador de Bruegel, profundo conocedor del sector financiero señala en un reciente trabajo que "Europa ha estado en un continuo estado de fragilidad bancaria desde agosto de 2007". Asegura que esto "contrasta con EE UU, donde la fase de crisis bancaria sistémica terminó en 2009". Cita como prueba de esta mayor fragilidad europea que el apoyo de liquidez extraordinaria suministrada por el BCE, e introducida en octubre de 2008, permanece activo todavía hoy. Mientras que, por el contrario, el programa similar que puso en marcha la Reserva Federal (Federal Reserve's Term Auction Facility) fue gradualmente reducido y se extinguió en marzo de 2010.

El economista subraya que, a diferencia de EE UU, el sector bancario europeo ha registrado una modesta reestructuración. Entre las principales instituciones, solo el Halifax Bank of Scotland (HBOS) en Reino Unido y Fortis, en Benelux, fueron desmantelados o forzados a fusionarse. En cambio en EE UU, la lista de entidades reestructuradas o fusionadas por la fuerza es mucho mayor e incluye firmas de largo historial como Bear Stearns, Lehman Brothers, la aseguradora AIG, Washington Mutual, Wachovia y Merrill Lynch".

Para Véron, "las interacciones entre los problemas de deuda soberana y los problemas bancarios son resultado del contagio gradual a más países y a más tipos de activos". Y subraya que "la crisis bancaria y de deuda soberana se ven agravadas por la crisis de las instituciones financieras". A su juicio la solución pasa por "el federalismo fiscal, el bancario y una profunda revisión de las instituciones de la UE y de la zona euro".

Sony Kapoor, director gerente de Re-Define, considera prioritario que para "romper el bucle entre la crisis de la deuda y la crisis bancaria, la UE debe dotarse cuanto antes de un mecanismo de resolución de crisis de las entidades financieras". En su opinión, los ejemplos existentes en Reino Unido, Dinamarca y Suecia pueden servir como referencia. El comisario de Mercado Interior y Servicios, Michel Barnier, trabaja en una iniciativa legal para crear un mecanismo de resolución de crisis y de gestión ordenada de la insolvencia de una entidad financiera.

El guante lanzado a Europa por las autoridades estadounidenses fue recogido el pasado 5 de octubre por la canciller alemana Angela Merkel, que asumió finalmente que la única manera de disipar las dudas exteriores era mostrar la disposición para reforzar los bancos. "Alemania", dijo, "está preparada para avanzar hacia la recapitalización". Fue la señal del giro. Todos a favor de recapitalizar los bancos.

La repentina segunda crisis de Dexia contribuyó a aumentar las dudas sobre la solvencia real de las entidades europeas. La necesidad de volver a comprometer ayudas al banco franco belga por otros 100.000 millones volvió a coger por sorpresa a reguladores y políticos. Y confirmaba, de nuevo, la sincera valoración de los funcionarios que aseguran desconocer el estado real de la banca.

Ya asumida la nueva realidad de que seguramente habría que inyectar más capital a las entidades financieras, el pasado lunes Merkel pactó con Sarkozy un paquete de medidas para asegurar el saneamiento de los bancos. Todo debería estar listo para antes de fin de mes.

Todo fue tan precipitado que el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, se vio obligado a aplazar el Consejo de los próximos 17 y 18 hasta el 23 de octubre para poder urdir un acuerdo mínimo sobre qué se entendía por recapitalizar a unos bancos que en su inmensa mayoría habían pasado con buena nota las pruebas de resistencia el pasado julio, hace tan solo tres meses.

Acto seguido, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, presentó un documento con la hoja de ruta para la recapitalización de la banca europea. La Comisión negocia contrarreloj con la Autoridad Bancaria Europea (EBA) y el BCE los nuevos criterios para analizar a la banca. Circulan propuestas de que se tenga en cuenta toda la deuda en los balances de los bancos valorada a precios de mercado y se fije un nuevo criterio de capital básico de un 9%, muy por encima del 5% exigido en julio, pero que ya cuenta con el apoyo de Francia expresado por su ministro de Finanzas, François Baroin.

El Consejo Europeo del próximo domingo tiene otros asuntos espinosos. Autorizar el sexto tramo de ayudas a Grecia por una cuantía de 8.000 millones y sobre todo deberá intentar un acuerdo sobre la polémica participación del sector privado en el segundo rescate a Grecia, integrado por 109.000 millones de ayudas públicas y una participación del sector privado de unos 50.000 millones hasta 2014. Esta participación implicaba una quita del valor de la deuda griega estimada en un 21%. Desde julio la situación se ha deteriorado tanto en Grecia y en los mercados financieros que existe una creciente convicción de que será precisa una quita mayor, que algunos sitúan en torno al 50%.

Esa participación de los bancos fue siempre motivo de especial conflicto entre el BCE y Alemania. El presidente saliente del BCE, Jean-Claude Trichet, aceptó finalmente esta participación a condición de que fuera "voluntaria". Pero este frente también se agrieta. Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo, y presidente del Eurogrupo -que ya fue de los primeros en apuntar que debería procederse a una "reestructuración parcial"- en Grecia, ha manifestado que "los bancos privados deben saber que si una participación voluntaria de los acreedores no es suficiente, y que si los Gobiernos estamos de acuerdo con los bancos, entonces habrá que considerar llegar a participaciones no voluntarias".

Habrá que esperar al próximo domingo para ver si Europa puede romper su círculo endemoniado a que le han llevado los desafueros de los bancos. -

martes, 11 de octubre de 2011

Permitan ustedes que me despida

Por Félix de Azúa
Artículo publicado el 3 mayo de 2010.
Han sido tres años y medio, si no me descuento, los que he pasado junto a mis estimados lectores de El Periódico de Cataluña. Tras un repaso a las viejas columnas, me he percatado de lo mucho que ha cambiado, no sólo el país, sino el aire social que respiramos en común. Hace cuatro años la amenaza de ruina era tan sólo eso, una amenaza, de manera que el presidente Zapatero se podía permitir, con su habitual desenvoltura, acusar de antipatriotas a quienes hablaban de crisis económica. Esa fue la expresión que empleó. Tres años más tarde la ruina es absoluta y a día de hoy los más optimistas hablan de "recuperación" dentro de seis años. Seis años de política española son un siglo. Del actual elenco dramático, Zapatero, Rajoy, Montilla, Carod, no quedará nadie. Las quiebras traen cambios lentos, pero inevitables. El cuadro de actores que nos representa es de escasa calidad y será sustituido, quizás por chulos tipo Chavez, pero con un poco de suerte por gente sensata, esos técnicos que tanta falta hacen y que han sido despreciados por políticos ebrios de ideología. No hay nada peor que un político cargado de ideología y sin educación.

La ruina ha ido oscureciendo la vida en común hasta el punto de que la próxima campaña electoral está derivando nada menos que en un simulacro de guerra civil. De un lado los insensatos que usurpan el nombre del socialismo, del otro los corruptos que dicen ser populares. Ambos puro monigote, títeres sin cabeza, una densa necedad que pagaremos muy caro. En el caso catalán las cosas son aún peores y no merece la pena ni mencionarlas. Bastaba con leer los titulares de la prensa catalana tras la consulta independentista. No soy adulador, pero debo decir que el único diario que tituló con respeto de la verdad ("Pinchazo soberanista", decía) fue éste en el que escribo. Todos los demás mentían de un modo tan estúpido que uno se daba cuenta de que los editores consideran a sus lectores unos perfectos idiotas.

El estropicio es ya casi insalvable. Como he dicho otras veces, la deriva de España hacia el modelo italiano se acelera. En Italia votar es obligatorio y no se nota el hartazgo de los civiles, pero aquí falta ya muy poco para que la abstención iguale al número de votantes. Da lo mismo, porque los políticos seguirán llenándose la boca con palabras que nunca han entendido como "democracia", "nación" o "libertad". Y no las han entendido porque nuestra clase política no es demócrata. No tiene ni la menor idea de qué quiere decir "democracia". Por eso no respetan a los partidos adversos sino que se empeñan en triturarlos y no creen estar en el poder para resolver los problemas de la gente sino para creárselos porque así lo exige la Causa. Sólo trabajan para su propio partido, como los empleados japoneses trabajaban para su empresa y la yakuza asociada. Así le ha ido al Japón.

El deterioro es supino. Ver cómo Montilla, un gris escalador de la burocracia de partido, condecora a los fiscales que calumnian a sus propios colegas de tribunales superiores es una imagen que remite a los tiempos de Franco cuando la lealtad al Régimen era lo único que contaba. Porque la desdicha es que este país ha regresado a su ser ancestral. La ruina económica nos está devolviendo al lugar de siempre en el tercer mundo. La ruina moral nos devuelve al escenario de toda la vida, el esperpento, la pornografía política, la canallada.

El sueño ha durado unos años, digamos que de 1982 a más o menos el cambio de siglo. Durante veinte años parecía que España podía convertirse en un país europeo. La gente olvidó los delirios señoritiles del desprecio al trabajo y, con la excepción de los liberados sindicales, comenzó a tomarse en serio la vida. De pronto ya no daba vergüenza trabajar e incluso querer trabajar más horas o más días. Los fondos europeos y una ola de optimismo que ilusionó a los españoles lograron un despegue prodigioso, mientras en el terreno político, con jefes de gobierno adultos como Suárez, González o Aznar, los adversarios no eran enemigos. La oposición podía ser dura, pero no era una chusma despreciable. La diversidad de ideas y opiniones, como en Europa, mantenía viva la libertad. En la actualidad la libertad es una excusa para sacar las navajas.

Este ambiente tabernario, que a mi modo de ver repugna a casi todo el mundo menos a los partidos políticos y a aquellos que viven de sus privilegios y subvenciones, tiene aspecto de ser duradero. No me imagino yo a los actuales padres de la patria preocupándose por los votantes, esos parias que han venido al mundo para pagar sus sueldos, viajes, negocios, comidas, amantes, coches, parientes, sobornos y trajes.

En estas circunstancias, la verdad, es inútil tratar de influir en la vida pública, así que me voy a los cuarteles de invierno a ver si logro hacer algo de provecho. Mil gracias por su atención y por su amabilidad.

domingo, 9 de octubre de 2011

Siempre Zapatero

Editorial El País (07/10/2011)
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció el miércoles en Bruselas que España albergará el componente naval del escudo antimisiles. Zapatero, que había viajado por sorpresa a la reunión de la OTAN, aseguró que esta iniciativa es defensiva y que no va dirigida contra nadie, al tiempo que justificó la participación comprometida con los aliados en la posición estratégica de España "como puerta de entrada al Mediterráneo". El Ministerio de Defensa añadió a los argumentos ofrecidos por el presidente el del positivo impacto económico del escudo antimisiles en el entorno de la base de Rota.

El escudo antimisiles defendido por Obama tiene poco que ver con el auspiciado por el Ejecutivo de George W. Bush, que estaba concebido contra cohetes de largo alcance y que provocó de inmediato los recelos de Moscú. Que Europa se proteja, a través de este nuevo sistema de defensa, de eventuales ataques de Irán y Corea del Norte podría justificar la decisión de comprometerse con una iniciativa en la que ya están implicados Polonia, Rumanía y Turquía, y en la que también pretenden participar Holanda y Francia. Pero Zapatero ha decidido seguir siendo fiel a sí mismo hasta el último día en que permanezca en La Moncloa y, de la misma forma que improvisó una reforma de la Constitución en las últimas semanas de su mandato, ahora lleva a cabo un giro de la política exterior con las Cámaras disueltas, desentendiéndose de las consecuencias diplomáticas de la decisión y sin comprobar siquiera su compatibilidad con el acuerdo que desde 1988 rige la gestión de Rota. Al margen, por otro lado, de que no se sabe dónde quedaron aquellas solemnes declaraciones al inicio de esta legislatura en las que la búsqueda de la paz adquirió el rango de objetivo de la política exterior española.

Por diferente que sea a la concebida por Bush, Rusia ha vuelto a expresar su temor de que esta iniciativa norteamericana, ahora apoyada también por España, acabe afectando al equilibrio desde el que habría que ir avanzando en el desarme nuclear. La situación internacional no es la más adecuada para comprobar si Rusia solo hará declaraciones contra el escudo antimisiles o si utilizará sus bazas en otros terrenos de confrontación, como el del programa nuclear iraní. Impedir que Teherán se haga con el arma nuclear, un objetivo difícil de alcanzar sin el apoyo de Rusia, ofrecería infinitamente más seguridad que el escudo antimisiles. Otra cuestión, por tanto, que habría que haber discutido y analizado es si ese apoyo resulta ahora más difícil de conseguir que antes del acuerdo alcanzado en Bruselas.

Mariano Rajoy fue consultado por Zapatero antes de anunciar el compromiso sobre el escudo antimisiles. Quizá lo menos relevante sea que Zapatero vuelva a dejar en difícil posición al candidato de su partido, Pérez Rubalcaba. Lo peor es que ha decidido privar de nuevo a los españoles del imprescindible debate parlamentario al que deberían obligar decisiones que pueden alterar el rumbo de la política exterior.

jueves, 6 de octubre de 2011

Cómo meter mano en la Caja (con todas las bendiciones)

Por Elisa de la Nuez, abogada del Estado, consejera delegada de Iclaves y coeditora del blog jurídico ¿hay derecho?

Publicado en El Confidencial (06/10/2011)
Dice el gobernador del Banco de España que el caso de la CAM es “lo peor de lo peor” . Y efectivamente, vemos que ejemplifica de forma espectacular todos los males posibles en la gestión de una Caja de Ahorros: burbuja o/y pelotazo inmobiliario, mala gestión, falta de profesionalidad, amiguismo, conchaveo con los políticos de turno (muchos de de ellos con problemas judiciales), tolerancia y permisividad por parte de la Comunidad Autónoma supuestamente encargada de supervisar la Caja a cambio de financiación de proyectos faraónicos y de favores varios (comprar pagarés autonómicos dos días antes de ser intervenida) desfachatez de los gestores salientes (que se han embolsado cantidades estratosféricas en forma de prejubilaciones, “pensiones vitalicias” de 370.000 euros), créditos concedidos a los amigos o a los propios Consejeros de la Caja al 0% de interés…

En definitiva, inexistencia de control alguno por parte de los órganos internos de control de la Caja (sí, aunque sea increíble, los tenía) y por último, actitud cuanto menos complaciente del Banco de España con los desmanes cometidos, que tenían que ser conocidos desde hacía tiempo al haber dado la voz de alarma sus propios inspectores…

Pues resulta que esta Caja, en contra de lo que pudiera parecer de la descripción anterior, no se rige por la libérrima voluntad de sus gestores. Por lo menos sobre el papel tiene una regulación bastante estricta, contenida en el Decreto Legislativo 1/1997 de 23 de julio del Gobierno Valenciano por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre Cajas de Ahorro de la Comunidad. Lástima que esta norma solo sea papel mojado porque nadie se ha preocupado de su cumplimiento.

Veamos por ejemplo el art.35.1 sobre la obtención de créditos por los Vocales del Consejo de Administración y su parentela:

“1. Los vocales de los Consejos de Administración, así como sus cónyuges, ascendientes o descendientes y las sociedades en que dichas personas participen mayoritariamente en el capital, bien de forma aislada o conjunta o en las que desempeñen los cargos de presidente, consejero, administrador, gerente, director general o asimilado, no podrán obtener créditos, avales ni garantías de la Caja de Ahorros respectiva o enajenar a la misma bienes o valores de su propiedad o emitidos por tales entidades, sin que exista acuerdo del Consejo de Administración de la Caja de Ahorros y autorización del Instituto Valenciano de Finanzas. Esta prohibición no será aplicable a los créditos, avales o garantías para la adquisición de viviendas concedidas por la Caja de Ahorros con aportación por el titular de garantía real suficiente y se extenderá, en todo caso, no sólo a las operaciones realizadas directamente por las personas o entidades referidas, sino a aquellas otras en que pudieran aparecer una o varias personas físicas o jurídicas interpuestas. Tampoco será de aplicación respecto a los representantes del personal, para los cuales la concesión de créditos se regirá por los Convenios Laborales, previo informe de la Comisión de Control.

2. La transmisión de cualquier bien o valor, propiedad de una Caja de Ahorros, a los vocales del Consejo de Administración, así como a las personas vinculadas que se citan en el apartado anterior, deberá contar con la autorización administrativa del Instituto Valenciano de Finanzas.”

Pero es más, el Instituto Valenciano de Finanzas tiene además otras funciones importantes según el art.55.1. “Sin perjuicio de las facultades que corresponden al Ministerio de Economía y Hacienda y al Banco de España y en el marco de la legislación básica del Estado, el Instituto Valenciano de Finanzas ejercerá las funciones de disciplina, inspección y sanción respecto a las actividades realizadas en su territorio por las Cajas de Ahorros. En particular, el Instituto Valenciano de Finanzas velará por el cumplimiento de la normativa en materia de transparencia de las operaciones financieras y protección de la clientela de las Cajas de Ahorros”.

¿Y qué es el Instituto Valenciano de finanzas que tantas funciones de inspección y control tenía y que tan poco las ejercitó? Pues nada menos que una entidad pública dependiente de la Generalitat a través de su Consellería de Hacienda. En fin, otro organismo público autonómico más, de dudosa independencia y profesionalidad. Para contrastarlo, además de a su actuación en relación con la CAM (mejor dicho, a su falta de actuación) me remito a su página web cuyas noticias de prensa “propagandística” son muy reveladoras. Este es el organismo que nos dicen ahora que se limitaba a “autorizaciones administrativas”, vamos, que ponía sellos pero sin mirarse los papeles. Pues para hacer solo eso, resulta bastante lujoso, consulten su organigrama.

Pero no solo estaba el IVF. Resulta que también había una Comisión de Control (art.38) cuyo objeto es “cuidar de que la gestión del Consejo de Administración se cumpla con la máxima eficacia y precisión, dentro de las líneas generales de actuación señaladas por la Asamblea General y de las directrices emanadas de la normativa financiera”. Dedica además varios preceptos a regular sus funciones, que evidentemente no desempeñó.

Y en materia de responsabilidades de los gestores, no es cierto que no existieran o que no se pudieran exigir. Lo que ha pasado sencillamente es que la propia Caja primero, la Generalitat Valenciana después, y el Banco de España por último, no han hecho nada. Vean si no el tenor literal del art. 56:

“1. Incurrirán en responsabilidad administrativa las Cajas de Ahorros cuando por acción u omisión infrinjan las normas imperativas de ordenación y disciplina emanadas del Estado o de la Generalitat Valenciana. En todo caso, la entidad de crédito en cuestión podrá ejercitar las correspondientes acciones de naturaleza civil o penal contra las personas individuales que realicen funciones de dirección o administración.

2. Incurrirán, también, en responsabilidad administrativa sancionable quienes ostenten cargos de administración o dirección, cuando en su conducta se aprecie ánimo doloso o negligencia directamente determinante de la infracción grave o muy grave cometida por la entidad.”

Sigue un catálogo de las infracciones muy graves, graves y leves que se pueden cometer por los órganos de gestión. Por no alargar este post hasta el infinito, se las dejo aquí….pero les puedo asegurar que así, a ojo, los gestores parecen haber incurrido prácticamente en todas las infracciones posibles.

Por último, y como broche de la regulación, el art.68 recuerda que se pueden adoptar medidas cautelares sin necesidad de esperar al Banco de España:

“Sin perjuicio de las facultades correspondientes al Banco de España, cuando una Caja de Ahorros se encuentre en una situación de excepcional gravedad que ponga en peligro la efectividad de sus recursos propios o su estabilidad, liquidez o solvencia, podrá acordarse de oficio o a petición de la propia entidad, la intervención de la misma o la sustitución provisional de sus órganos de administración o dirección hasta que sea superada tal situación”.

En cuanto a la competencia, no cabe duda. Dice el art.69 que “La intervención o sustitución prevista en el artículo anterior será acordada, en su caso, por el Conseller de Economía, Hacienda y Administración Pública, previa audiencia de la Caja de Ahorros afectada. Dicha audiencia no será necesaria, sin embargo, cuando haya precedido petición de la entidad o el retraso que tal trámite previsiblemente originaría comprometa gravemente la efectividad de la medida o los intereses económicos afectados.”

Además esta responsabilidad administrativa es independiente de la que pudiera corresponder por la concurrencia de delitos o faltas penales, que también se puede -y a mi juicio- se debe exigir.

En conclusión, normas haberlas haylas. Incluso demasiadas. Pero todas se incumplieron. Especialmente por la Generalitat Valenciana (gobernada por el PP durante todo este tiempo) a la que tantas iniciativas políticas de relumbrón financiaba la CAM, tan complaciente siempre con los deseos de los políticos de turno. Claro que esto no era gratis y que los gestores se cobraban bien los favores.

Pero la reflexión más importante es la que nos tenemos que hacer como ciudadanos. ¿Es España un Estado de Derecho de verdad o solo sobre el papel? Porque si lo es de verdad no nos podemos conformar. Hay que exigir responsabilidades. Jurídicas, a todos los que incumplieron sus obligaciones, empezando por los gestores. Y políticas, a los que incumplieron las suyas. El ordenamiento jurídico tiene previstas las acciones jurídicas. Y dentro de nada hay elecciones.

lunes, 3 de octubre de 2011

Esa extraña alianza entre banqueros y poder político

Por Carlos Sánchez
Publicado en EL Confidencial (03/10/2011)
Merece la pena recordarlo. Pero fue el historiador económico Van Klaveren quien situó el concepto de “administración honesta” sólo a partir de la revolución francesa. Durante el antiguo régimen, la corrupción y el fraude eran asunto cotidiano que convivía con los gobernantes. Pero a partir del estado moderno surgido de la Ilustración, son los propios gobiernos quienes tienen especial interés en acabar con el fraude. Por supuesto que en defensa propia. Los estados necesitaban dinero para financiar tanto sus guerras como un aparato administrativo y burocrático con tendencia natural a engordar, como demostró la llamada ley de Wagner.

El economista alemán observó que el tamaño del Gobierno tiende a crecer a medida que prospera el nivel de vida de los habitantes, lo que en principio puede parecer una contradicción. Se supone que los ciudadanos de un país ‘rico’ tenderán a depender menos del Estado que los habitantes de una nación en vías de desarrollo. No es así. Wagner lo vinculó a una constatación. Al hacerse las sociedades más complejas, las necesidades de gasto público son mayores. Y, por lo tanto, hay que aumentar el tamaño del Estado. En países muy pobres, por el contrario, no hay demanda de bienes públicos simplemente porque falta casi todo.

El caso español es, en este sentido, paradigmático. En 1975, la renta per cápita en términos de paridad de poder compra representaba el 75,7% de la media de la eurozona, mientras que el gasto público apenas alcanzaba el 25% del PIB. Treinta y cinco años después, la renta per cápita supone el 101% de la media europea, pero el nivel de gasto público también ha subido de forma intensa: el 45% del producto interior bruto el año pasado. Parece evidente la relación entre gasto público y riqueza relativa, al menos en Europa. Aunque lógicamente con límites. La atrofia del estado aparece cuando no es financiable, que es lo que ocurre actualmente en España.

No es, desde luego, ninguna novedad. Lo mismo sucedió en Europa en los 80 y lo 90, pero ingleses, suecos y alemanes supieron hacer las reformas necesarias. No para desmontar el Estado de bienestar, sino para garantizarlo sobre bases más solventes. Hoy el gasto público representa alrededor del 50% del PIB en la media de la eurozona, cinco puntos más que en España. Pero mientras que los ingresos suponen el 44% del producto, en España alcanza un ridículo 35%, lo que explica negro sobre blanco que el actual tamaño del estado sea simplemente insostenible.

Claro está, salvo que el sector público encuentre 50.000 millones de euros debajo de las piedras. Y no sólo una vez, sino de manera recurrente. El aumento del gasto público, en todo caso, explica la avidez del Estado a la hora de recaudar.

Como ha puesto de manifiesto la profesora Cárceles de Gea*, a partir de esa necesidad real de recaudar fondos públicos, el fraude comenzó a ser considerado delito, toda vez que atentaba “contra los intereses de la Corona”. El delito, sin embargo, tenía un fuerte componente económico, pero no de carácter moral o ético, por lo que el fraude históricamente siempre se ha asociado a comportamientos de índole pecuniario. Sólo delinque quien defrauda dinero, pero no quien con el engaño o la mentira favorece el deterioro de la cosa pública y degrada la actividad privada.

Y así es como el mundo se ha rodeado de mentiras cada vez más gordas que, como no puede ser de otra manera, pasan inadvertidas para el código penal, agujereado hasta límites insoportables. El desprecio por la honestidad intelectual, la incompetencia burocrática, el nepotismo, la patrimonialización de la función pública, la corrupción de las ideas, la demagogia política en periodo electoral (y fuera de él) se han apoderado de la vida pública, y nada indica un cambio de tendencia.

Una enfermedad de la política
La corrupción, en su sentido más amplio y no meramente de raíz económica, se ha convertido de esta manera en una patología política basada en el abuso del poder, en la violación sistemática del espíritu del sistema jurídico y en la ausencia de instrumentos de control, como bien ha puesto de relieve la Gran Recesión iniciada en 2008.

No ha fallado la economía, ha fallado la política. Y hasta el propio Fondo Monetario Internacional reconoce en su último informe de estabilidad financiera que la crisis actual es política. Ya ni siquiera económica.

Ocurre, sin embargo, que el sistema político se ha emponzoñado con mentiras. Algunas de mucha enjundia. Como la que ha denunciado recientemente el economista Martin Feldstein, quien ha recordado lo obvio. Los bancos alemanes y franceses están fuertemente expuestos a la deuda del gobierno griego. Y, por lo tanto, retrasar la suspensión de pagos sólo implica ganar tiempo para que las instituciones financieras francesas y alemanas aumenten su capital, reduzcan su exposición a los bancos griegos mediante la no renovación del crédito a su vencimiento, y vendan los bonos griegos al Banco Central Europeo. Es decir, en última instancia una socialización de las pérdidas.

Feldstein, uno de los economistas más influyentes del mundo, apunta una segunda razón. Lo que realmente temen franceses y alemanes es que una suspensión de pagos precipitada prenda en otros países, principalmente España e Italia. El problema no son los países periféricos, sino los bancos que de manera irresponsable han prestado dinero a gobiernos manirrotos, y que sin duda merecen el castigo y hasta el ostracismo por parte de la opinión pública.

Otras mentiras son aparentemente de menor enjundia; pero, sin embargo, abren en canal la credibilidad del sistema. Por ejemplo, la pantomima que ha hecho el Banco de España con la reforma de las cajas de ahorros. Durante años ha negado lo evidente, que un número de entidades financieras están quebradas, pero en aras de mantener una realidad virtual sobre la imagen del sistema financiero, ha sacrificado el crédito de las familias y las empresas sólo para mantener un decorado de cartón piedra.

Si el sistema financiero no es capaz de dar crédito -y de manera un tanto impúdica lo ha reconocido el Santander en Londres-, es que no cumple su función económica. Y, por lo tanto social. El hecho de que el Estado se quede con el crédito privado (efecto crowding out) y hasta pida prestado a la banca, como ha publicado en este periódico Eduardo Segovia, para mantener vivas unas cajas de ahorros que están muertas, no es más que el reflejo de una deshonestidad moral e intelectual sin paragón que expulsa a los gobernantes del paraíso de la razón. Sin duda que el gobernador Fernández Ordóñez irá al infierno de las ideas.

El crédito es la arteria por la que circula el sistema económico, y mientras éste no fluya, el país no saldrá adelante. Y sólo hay un camino, pinchar lo que queda de burbuja y provocar una reevaluación de los activos, principalmente inmobiliarios.

Bancos y crédito hipotecario
Es curioso que la banca argumente que no hay crédito porque no hay demanda solvente (por el desempleo); pero oculta, precisamente, que la tasa de morosidad más baja (apenas el 2%) tiene que ver con el crédito hipotecario, lo que desmonta esa teoría. Como les gusta decir a los banqueros cuando las cosas van bien, lo último que dejan de pagar los propietarios es la casa. No se da dinero simplemente porque es más rentable colocarlo en deuda pública, aunque ello conlleve poner al sector al pie de los caballos por una caída de precios que devora los balances. La alianza entre poder económico y banqueros es, en este sentido, de aurora boreal.

Mentiras, muchas mentiras aventadas, en todo caso, por la existencia de un sistema político atrofiado y endogámico cuya única aportación a la teoría del pensamiento es el célebre ‘y tú más...’. Como se sabe, un fino análisis de la realidad. El espectáculo de los recortes es digno de pasar a la borgiana historia universal de la infamia.

*Beatriz Cárceles de Gea. Fraude y Administración Fiscal en Castilla. Estudios de Historia Económica. Banco de España.