Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Si los políticos actuaran por razón de estado

Publicado en La Voz de Cádiz, 10 de septiembre de 2010
Por Juan Gualberto Pemán Medina, miembro consejero de La Voz

En estos días aparecen con profusión noticias sobre el proyectado pacto de Zapatero con el PNV para obtener el apoyo del partido nacionalista en la votación de los Presupuestos Generales del Estado para 2011. No se trata de discutir el contenido de dichos Presupuestos, sino simplemente de cambiar el voto favorable del PNV, sin siquiera conocerlos, a cambio de nuevas y graves concesiones políticas a favor del autogobierno vasco, referéndum sobre los enclaves de Burgos y Cantabria en Euskadi, fraccionamiento de la Caja Única de la Seguridad Social, e incluso el resurgimiento del plan Ibarretxe. El pacto sería la mayor demostración por parte del presidente del Gobierno, en términos ya verdaderamente bochornoso, de que lo único que le importa es mantenerse en el poder «cueste lo que cueste», aunque para ello tenga que dar una vuelta más de tuerca a la desmembración del Estado español en que viene enfrascado desde el comienzo de sus mandatos.
Está claro que la política de Zapatero no obedece a ninguna razón de Estado, sino a sus propios intereses y los de su partido; en resumen, para mantenerse en el poder.
Pero esta falta de razón de Estado no es mal solamente del partido gobernante sino también de los demás partidos. Todos ellos, sin conocer su contenido, han manifestado ya su intención de votar en contra de la ley de Presupuestos (me pregunto para qué sirven las discusiones parlamentarias y tantos diputados como pagamos los españoles).
Por lo que al PP se refiere, entiendo que es ahora el momento de que Rajoy ofrezca a Zapatero una negociación sobre los PGE, ya que acuciado por las exigencias de la UE, el Gobierno viene obligado a elaborar unos Presupuestos que no se apartarán en gran medida de los que pudiera proponer el PP. El acuerdo entre ambos partidos, si lo desvinculamos de sus particulares intereses políticos, se antoja relativamente sencillo. En general todos están de acuerdo en la austeridad que debe presidir la elaboración de los nuevos presupuestos. En materia de ingresos hay poco que discutir, porque es irremediable la subida de los impuestos, sobre todo los indirectos, que son los de mayor efecto recaudatorio. Ninguno quiere decirlo porque saben que es impopular y resta votos, pero insisto en que son conscientes de que ello es inevitable. En materia de gasto es cuestión de que el PP insista en la necesidad de que el recorte incida en los gastos no productivos, tales como eliminación de los consabidos ministerios vacíos de contenido por causas de las transferencias a las Autonomías, así como de numerosos cargos públicos, o de tantas subvenciones inútiles a ONG que no tienen más objeto que ser un modo de vida para sus dirigentes, todo ello con lo que se malgastan los fondos públicos a favor del clientelismo. La oferta de negociación sobre los PGE debería venir acompañada de otros pactos, especialmente en materia laboral y educativa.
Seguramente en el partido de la oposición se piensa que ello sería echarle una mano al enemigo cuando está a punto de hundirse definitivamente. Pero no se trata de salvar o hundir al enemigo sino de salvar el país. En democracia no deben existir enemigos sino opositores o contrincantes y todos los partidos deberían tener como meta, no la victoria sobre otros, sino el bien de sus ciudadanos, en definitiva, lo que los mismos políticos llaman a menudo «actuar por razón de Estado». También se pensará en el partido de la oposición que si hay que tomar medidas impopulares, con su consiguiente coste de votos, que sea el partido gobernante quien las tome, que por otra parte es el gran responsable de la situación en que nos encontramos. Sin embargo, Rajoy se equivoca si es este su planteamiento. En todo caso debería dejar bien claro cuáles serían, a su entender, las líneas básicas de los nuevos Presupuestos y en base a ello ofrecer una negociación con el Gobierno para obtener la ayuda del PP en su aprobación parlamentaria. Este ofrecimiento, independientemente de que se haga previa y personalmente al presidente del Gobierno, por obvias razones de cortesía, deberá hacerse de forma pública exponiendo lo que se ofrece con precisión y claridad, para que los ciudadanos puedan entenderlo bien.
Si las negociaciones llegaran a buen fin, además de evitar nuevas dramáticas concesiones a los nacionalistas, y conseguir unos Presupuestos que sirvan de instrumento para salir de la actual crisis, el Partido Popular habría dado un ejemplo de anteponer los intereses de los españoles a los suyos propios y en el momento de las elecciones estos se lo pagarían con sus votos.
Si por el contrario las negociaciones no llegan a buen fin por la sinrazón del Gobierno, este no podrá escudarse como tantas veces lo hace en la falta de apoyo de la oposición y será el único responsable de las graves consecuencias que traerán nuevas concesiones a los nacionalistas. Pero habrá quedado patente la buena disposición del PP a sacrificarse por la gobernabilidad de este país.
Sabida es la pésima calificación que hacen los ciudadanos españoles de los políticos y no les faltan motivos para ello. La ausencia absoluta de siquiera un intento de acuerdo entre los dos grandes partidos nacionales, de cara a algo tan fundamental para el buen gobierno de la nación como son los Preupuestos Generales del Estado. No hace sino confirmar que nuestros políticos se mueven por razones egoístas.
¡Ay!, si los políticos actuaran por razón de Estado, cuántas cosas cambiarían.

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