Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Tutulo III

Un poco de humor...


Por Francisco García Pérez (27/04/2006)


La profesora echó un vistazo por el ventanuco desde el que se divisaba una esquina de La Caleta de Cádiz. Daba clase en un colegio de la pro­vincia, y, aunque era sevillana cerra­da, los gaditanos le encantaban. Enci­ma de la mesa de su estudio, unos cien exámenes para corregir. No se dejó invadir por la pereza, se sirvió un té frío y se sentó a la tarea. Antes, una última ojeada a la luz inmensa sobre el mar.

Los ejercicios, 4 ° de la ESO, trata­ban sobre las lenguas peninsulares y alguna cuestión de cultura general que había conseguido ir metiendo con calzador a los chavales: un poco de arte, unas pinceladas de historia... Leyó el primero: «Los versos utiliza­dos en España antes del Renacimien­to eran, mayormente, el dodecaedro y el octoedro». ¡Virgen Santa del Rocío! Tachó la respuesta, pero incorporó un «jajajá» con el rotulador rojo en el margen. No se desmoronó. En el tercero de los folios, se afirma­ba literalmente: «El euskera es una lengua bilingüe». Se quitó las gafas, se masajeó las sienes: no podía ser cierto. Pero lo era, porque, según otro alumno: «El euskera se cree que llegó del Cáucaso (sic) con una familia de inmigrantes». Y todo ello, claro, escrito en lo que quería ser un anda­luz fonético. Por ejemplo: «El gallego es de origen griego derivado del latín», que aparecía como «er gayego e dorihen jriego deribao der latín»...

De pronto, una respuesta le hizo fijar su atención de modo especial: «Tululo III». Allí estaba, como con­testación a la pregunta número 12.

«Tululo III». ¿Tululo Tercero?, se preguntó, ¿pero cuándo hablé yo de un Tululo Tercero? ¿Qué habría entendido aquella alma cándida? Preocupada, repasó la lista de reyes, de papas... ¿Tululo Tercero? ¿Acaso había querido decir Tululo Tres? Es posible... pero ¿quién es Tululo Tres, en todo caso? Ya está, pensó, este elemento metió aquí a algún cantante de moda o a algún personaje de «Gran hermano», a algún Camilo Sesto moderno, armándose un taco. Se preparó otro té, más frío aún. Son­rió recordando aquel gazapo de un periódico que puso como pie de foto «Inocencio Diez» bajo una reproduc­ción del retrato velazqueño del Papa Inocencio X.

Ahí fue cuando se le encendió la bombilla. Recordaba, en efecto,

haber explicado algo de pintores famosos en una de las clases. Recor­dó enseguida que había insistido mucho en que prestaran atención, que aquello iba a ser asimismo mate­ria de examen, que guardaran silen­cio. Sí, incluso había llevado diaposi­tivas al aula... La intuición le fue creciendo dentro como un irresistible golpe de mar. Algo tenía que ver el «Tululo III» de los demonios con aquella jornada. Algo, pero qué. Agi­tada, fue en busca de la cartera donde guardaba las preguntas del examen que había puesto. Encontró la de marras y aún quedó más perpleja. La había formulado así: «Escribe el nombre de algún pintor francés famoso». Y Tululo III ¿qué tenía que ver con eso? Ella misma fue repasan­do en su memoria los artistas france­ses: Monet, Manet, Pissarro... Sisley, Morisot... Delacroix, Renoir... Cézanne, Gauguin...

Cuando cayó en la cuenta, hubo de sentarse de golpe en el sofá. Aquella clase se le vino al punto, imagen tras imagen, palabra tras palabra: «A ver, niños, hoy vamos a estudiar a un pintor muy bohemio y muy bueno que se llama Toulouse Lautrec», Y, claro, ¿cómo pronuncia esa frase una sevillana adoptada por Cádiz? Muy sencillo: «Vamo a estu­dia a un pintó mu bohemio y mu güeno que ze yama Tululotré». Y el niño, sabedor de Felipes III, de Car­los III, de Abderramanes III, de tanta gente que ha sido III en la historia, no tuvo duda al copiar en su cuader­no el nombre del artista: «Tululo III». ¡Ole y ole, chaval!

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