Rafael Sánchez Saus en el Diario de Cádiz el jueves 25 de Junio de 2015
EL último descendiente de los vikingos instalados en Groenlandia murió en algún momento de la segunda mitad del siglo XV. Unos navegantes que exploraban las costas árticas lo encontraron dos siglos después, tendido en el patio de su granja, donde cayó cuando le llegó la hora en completa soledad. La primera presencia escandinava en aquel continente isla se clausuró tras una larga decadencia impuesta por el enfriamiento del clima y el consiguiente hostigamiento de los hielos, de los osos y de los esquimales, todos ellos tan simpáticos a la sensibilidad europea actual. Mucho antes habían dejado de nacer niños.
Comprendo que es un ejemplo extremo, tal vez único en la historia por su agudo dramatismo, pero me vino espontáneamente a la cabeza cuando oí los repiques de campana con que los medios de comunicación han saludado y convertido en noticia importante el hecho de que en España nacieron en 2014 algo así como quinientas niños más que el año anterior. Apenas una gota en el mar que se necesita para frenar la caída demográfica y, lo que es mucho más grave que la pérdida neta de población en un país de 46 millones de almas, su envejecimiento galopante. Pero hay que saludar como se merece que los creadores de opinión empiecen a considerar que es noticia, buena noticia, que hayan nacido unos cientos de españolitos más, porque hasta hoy mismo esta era cuestión que a nadie conmovía ni preocupaba lo más mínimo.
Si quinientas criaturas más, nos dicen, es una buena noticia, ¿qué no sería digamos cincuenta mil para empezar a resolver nuestro principal problema a la vista? Tal vez sea el momento de recordar, si el señor Rajoy no se ofende, que en España se practican anualmente más de cien mil abortos a mujeres que, en muchos casos, querrían y podrían tener y criar a sus hijos si se les ofreciera una verdadera oportunidad de hacerlo.
El envejecimiento de la población está llamado a convertirse en el primer problema de Occidente, y en especial de países como Italia o España. A esta generación que tanto le gusta disfrutar de la vida no le vendría mal dedicar algo de energía a intentar propagarla antes de que la futura ingeniería social aborde la cuestión como puede preverse: declarando insostenibles para tan pocos jóvenes a tantos amables y carísimos viejecitos y propiciando una rápida e indolora despedida. Y hasta lo llamarían progreso.
Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.
domingo, 28 de junio de 2015
domingo, 7 de junio de 2015
FUERZAS ARMADAS
Enrique García - Maíquez en el Diario de Cádiz el sábado 6 de Junio de 2015
HOY, día de las Fuerzas Armadas, más que una fiesta, lo de nuestra Armada y nuestros Ejércitos es una gesta. Bogan contra viento y marea. Un profesor me contaba el estupor de sus alumnos al enterarse de que el dulce Garcilaso era un hombre de armas. Si ni eso, ¿quién entenderá al fiero Baudelaire: "Sólo existen tres seres respetables: el sacerdote, el guerrero, el poeta"? ¿O la dimensión vocacional de la milicia?
Pocos, porque el pacifismo beligerante arremete contra el nervio estético y emocionante de lo castrense. Y eso que ha sido, desde Homero hasta Hollywood, un continuo. "Arma virumque cano", arranca la Ilíada y es un hilo que puede seguirse hasta nuestros días. En esta línea, el vídeo que se ha marcado el Ministerio de Defensa, tan cinematográfico, resulta más que oportuno. Es poético (versión épica, naturalmente).
No sólo en lo estético, también en lo afectivo nuestros militares van contra corriente. Una nación donde se pita a lo bestia el himno nacional y en la que después los que no chiflan apenas chistan tiene un problema grave de identidad. Las Fuerzas Armadas están (y eso las honra) en primera línea en defensa de esa identidad. En consecuencia, han de aguantar, firmes, la desafección de amplias capas sociales, que se traduce automáticamente en unos recortes presupuestarios demasiado fáciles, porque no tienen coste electoral. Que será el único coste que no tengan.
Esa desafección es muy irracional. Los ejércitos, en un mundo complejo, inestable y peligroso, son los cimientos de una sociedad próspera y libre. Existe la tentación de echarse a dormir diciendo "Que nos defiendan ellos", señalando a los norteamericanos. O sea, una variante del "Que inventen ellos"; y tan absurda y dañina. Por supuesto, en un mundo globalizado, donde los retos y amenazas son comunes, la cooperación internacional es básica, pero hay que aportar lo nuestro al esfuerzo común si se quiere ser un país con vigor, voz y voto. Podría parecer este un problema de la guerra fría o de la ampliación de las bases de Morón y Rota, pero ya Diego de Saavedra Fajardo, en el siglo XVII, redactó unas páginas claves explicando la importancia capital de que cada nación se haga cargo de su propia defensa.
"Cada día, miles de militares en España y lejos de nuestros hogares, trabajamos por tu seguridad, tu libertad y por tu futuro en paz", recuerda el vídeo conmemorativo. Les damos las gracias.
HOY, día de las Fuerzas Armadas, más que una fiesta, lo de nuestra Armada y nuestros Ejércitos es una gesta. Bogan contra viento y marea. Un profesor me contaba el estupor de sus alumnos al enterarse de que el dulce Garcilaso era un hombre de armas. Si ni eso, ¿quién entenderá al fiero Baudelaire: "Sólo existen tres seres respetables: el sacerdote, el guerrero, el poeta"? ¿O la dimensión vocacional de la milicia?
Pocos, porque el pacifismo beligerante arremete contra el nervio estético y emocionante de lo castrense. Y eso que ha sido, desde Homero hasta Hollywood, un continuo. "Arma virumque cano", arranca la Ilíada y es un hilo que puede seguirse hasta nuestros días. En esta línea, el vídeo que se ha marcado el Ministerio de Defensa, tan cinematográfico, resulta más que oportuno. Es poético (versión épica, naturalmente).
No sólo en lo estético, también en lo afectivo nuestros militares van contra corriente. Una nación donde se pita a lo bestia el himno nacional y en la que después los que no chiflan apenas chistan tiene un problema grave de identidad. Las Fuerzas Armadas están (y eso las honra) en primera línea en defensa de esa identidad. En consecuencia, han de aguantar, firmes, la desafección de amplias capas sociales, que se traduce automáticamente en unos recortes presupuestarios demasiado fáciles, porque no tienen coste electoral. Que será el único coste que no tengan.
Esa desafección es muy irracional. Los ejércitos, en un mundo complejo, inestable y peligroso, son los cimientos de una sociedad próspera y libre. Existe la tentación de echarse a dormir diciendo "Que nos defiendan ellos", señalando a los norteamericanos. O sea, una variante del "Que inventen ellos"; y tan absurda y dañina. Por supuesto, en un mundo globalizado, donde los retos y amenazas son comunes, la cooperación internacional es básica, pero hay que aportar lo nuestro al esfuerzo común si se quiere ser un país con vigor, voz y voto. Podría parecer este un problema de la guerra fría o de la ampliación de las bases de Morón y Rota, pero ya Diego de Saavedra Fajardo, en el siglo XVII, redactó unas páginas claves explicando la importancia capital de que cada nación se haga cargo de su propia defensa.
"Cada día, miles de militares en España y lejos de nuestros hogares, trabajamos por tu seguridad, tu libertad y por tu futuro en paz", recuerda el vídeo conmemorativo. Les damos las gracias.
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