“Detenido un joven marroquí por presunta relación con el terrorismo”, noticia aparecida en el Diario de Cádiz del domingo 29 de agosto en su página 40, en un pequeño recuadro, casi imperceptible.
Se refiere la noticia a la detención efectuada por la Guardia Civil, en un pequeño pueblo de Alicante, de un joven marroquí de 27 años, que llevaba, nada menos que siete años, empadronado en la pequeña localidad.
La detención ha sorprendido a sus pocos vecinos, escasamente 2.400 habitantes, dedicados fundamentalmente a la agricultura, cuyo crecimiento demográfico en los últimos años, se debe fundamentalmente a la llegada de emigrantes marroquíes.
El joven en cuestión estaba “plenamente integrado”, incluso pertenecía como voluntario a “Protección Civil”. El Juez de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, ha enviado a prisión a Faiçal Errai, que así se llama el detenido, acusado de crear una Web para reclutar yihadistas, los más radicales y violentos de entre los terroristas islamistas. Errai pertenece, según el juez, a la Red Ansar al Muyahideen (RAAM), es decir, un terrorista durmiente.
El término, perfectamente aplicable, tiene su origen en otros activistas muy frecuentes durante la llamada “guerra fría”, desarrollada, hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, entre el Pacto de Varsovia y la OTAN.
Agentes de los Servicios de Inteligencia de ambas partes, pero fundamentalmente del servicio militar soviético GRU y del conocido y temible KGB, pasaban años enteros en un determinado país, creando incluso una familia y adquiriendo la nacionalidad de conveniencia, perfeccionando el idioma y, en una palabra, confundiéndose con el paisaje, para, cuando fuese requerido, pasar a la acción. Se llaman agentes durmientes y su misión durante esos a veces largos años, no es otra que el mimetismo.
Así actúan hoy los más terribles terroristas de cualquier signo. Así actúo recientemente el terrorista que en Afganistán mató a dos Guardias Civiles y un Intérprete españoles, era, nada menos, que el chofer de uno de los mandos del destacamento español, un hombre de confianza.
Fernando Reinares, una de las autoridades mundiales en yihadismo, vicedecano de la Universidad Rey Juan Carlos y asesor del Ministerio del Interior y de los servicios de inteligencia, acaba de escribir, junto con Ignacio Cembrero, especialista en el Magreb, como el miembro de Al Qaeda, Amer Azizi, con residencia legal en España, regresó a nuestro país a principio del verano de 2001, tras una estancia de entrenamiento en Afganistán, para cometer atentados de gran envergadura.
El 11 de septiembre de ese año se cometieron los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, pero no fue hasta tres años mas tarde, el 11 de marzo de 2004, cuando se cometieron los terribles atentados de Madrid.
Amer Azizi permaneció en España como terrorista durmiente, hasta que, tras los atentados de Madrid, y la desarticulación de su célula por la policía, huyó a Irán y más tarde a Afganistán, donde murió en 2005 alcanzado por un misil estadounidense.
Atentados como los mencionados, o a la Casa de España de Casablanca en mayo de 2002, o el metro de Londres de julio de 2005, no son fruto de la improvisación, ni de la reacción violenta y brutal a cualquier supuesta o real agresión occidental, obedecen a un metódico, estructurado, paciente y meticuloso plan de mentes asesinas y fanáticas, que, para nuestra desgracia y preocupación no está concluido.
El joven marroquí al que nos referíamos al comienzo del artículo, no estaba en España tratando de buscar una mejora en su situación social o económica, estaba como uno de los muchos terroristas durmientes que están entre nosotros tratando de no levantar sospechas, colaborando con la sociedad de acogida, haciendo amigos, todo con un solo fin: inmolarse en un brutal atentado que cause el mayor número de victimas infieles.
La Guardia Civil, la Policía y los Servicios de Inteligencia, que conocen esta amenaza, trabajan sin descanso por nuestra seguridad y evitan, ya han evitado, muchos atentados, aunque solo alguno, como el grupo desarticulado en Barcelona que preparaba un atentado al metro, trascienda a la opinión publica. Podemos estar relativamente tranquilos. Es decir, no vivir obsesionados, pero si atentos a cualquier señal de alarma.
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