Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

jueves, 28 de junio de 2012

PREDICANDO CON EL EJEMPLO

( Enrique García-Máiquez en el Diario de Cádiz el 27 de Junio de 2012)

EL primer acto de la iniciativa Reconversión ha sido enviar una carta a Rajoy instándole a emprender la reforma de un sistema político y social que o no ha funcionado o ha sido superado por la crisis. La carta no tiene desperdicio, aunque ustedes, que tienen el detalle de leerme, podrían pasarse sin ella. Dice cosas que aquí hemos repetido mucho: la necesidad de reestructurar el Estado, de meter en cintura a los partidos políticos, de reformar la educación, de favorecer un cambio moral, etc. No quiero decir que yo haya sido precursor de nada, sino sólo que Reconversión recoge un clamor a gritos de la gente común.

Aunque no les haga falta, recomiendo que la lean. Está en www.reconversion.es y explica muy bien todo lo esencial. Además, predica con el ejemplo. Enumero, rápidamente, sus ejemplos en un decálogo:

1) No tienen problema en usar en su logo los colores de la bandera española, ¡y sin hablar de fútbol! 2) Los abajofirmantes pertenecen a casi todas las sensibilidades políticas, menos a las refractarias, naturalmente. 3) Algunos firmantes pertenecen a partidos políticos, pero han sido capaces de salirse de la foto fija que impone el aparato. 4) Y eso que la iniciativa detecta claramente que los grandes interesados en no cambiar nada son los partidos, ¡como tontos, siendo los que sacan tajada de esto! 5) Hay víctimas del terrorismo, las grandes depositarias de la autoridad moral de los años de democracia. 5) La carta alaba las reformas ya realizadas para sugerir que, sin una en profundidad del Estado, serán para nada. 6) Sin adoptar un tono profético, son capaces de sintetizar en unas pocas líneas los graves males que aquejan a nuestra nación. 7) Su optimismo radica en dos fundamentos muy serios: saben que tienen a la mayoría silenciosa de su parte, y 8) no ignoran que, a diferencias de otras dimensiones de la crisis más técnicas, la solución de ésta depende de un acto firme de voluntad política, nada más…, y nada menos. 9) Son tan democráticos como para pedir unos acuerdos como los de la transición, pero además proponen que, si ésos devinieran imposibles -como se temen-, se recurra a un plebiscito. 10) Por último, se ha dicho mucho que en España la sociedad civil no tiene vitalidad, pero esta iniciativa nace de la sociedad civil y a ella apela con viveza.

Que la crisis nos tiene todo el día quejándonos de todo, se quejan los que se quejan de todo; pero aquí hay unos que cogen el toro por los cuernos. Aunque sólo sea por lo reconfortante que resulta ver a un puñado de españoles de todas las ideas, edades, ámbitos y regiones de acuerdo, merece la pena atenderles.

miércoles, 27 de junio de 2012

Por un renovado pacto constitucional para la reconversión del Estado


http://www.reconversion.es/

Carta abierta al Presidente del Gobierno

Madrid, 25 de junio de 2012,

Señor Presidente:

La extrema gravedad de la situación económica, moral, social e institucional de España en el momento presente nos mueve a dirigirnos públicamente a Vd., como Presidente del Gobierno. Al hacerlo, partimos del reconocimiento de su voluntad de emprender sucesivas reformas para enfrentarse a los muy diversos problemas de nuestro país. Pese a ello, nos es obligado constatar la imperiosa y urgente necesidad de que el Gobierno plantee a las fuerzas políticas con representación parlamentaria, y muy especialmente al principal partido de la oposición, un programa integral, coherente y sistemático de reformas, cuyo debate y negociación ofrezca como resultado un gran acuerdo nacional para lograr la “reconversión del Estado”, puesto que en la presente crisis se han hecho enteramente patentes los defectos y carencias de nuestra actual organización política, social y económica, que no derivan sólo de una gestión ineficiente, sino de clamorosos fallos de estructura.



Esta “reconversión” no trataría sin más de corregir y perfeccionar el actual sistema, sino de redefinirlo y reorientarlo a la vista del resultado de su desarrollo, una vez transcurridas tres décadas y media desde su puesta en marcha, y ante las nuevas circunstancias surgidas a lo largo de ese período, en particular, nuestra pertenencia a la Unión Europea y a la Unión Monetaria Europea, con los consiguientes acuerdos y tratados sobre la estabilidad fiscal y presupuestaria plasmados en el recientemente reformado artículo 135 de nuestra Constitución.



Creemos que para ser útil a los intereses nacionales este nuevo pacto de Estado debería restaurar el espíritu del “consenso constitucional” imperante durante la Transición, abordando de modo completo las cuestiones básicas pendientes de solución. Por tanto, ese gran acuerdo ha de referirse a las reformas de la estructura económica de nuestro país y del sistema educativo en todos sus niveles para restablecer la competitividad de la sociedad española en el contexto global, al funcionamiento y composición de los órganos constitucionales (Senado, Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Constitucional), a la organización, competencias y financiación de los poderes públicos en sus tres niveles territoriales (Estado, Comunidades Autónomas, Corporaciones Locales), a la extensión y financiación de los servicios públicos, a los instrumentos de participación y representación política de los ciudadanos (partidos políticos, sistema electoral y control parlamentario) y a la posición de España en las instituciones comunitarias en relación al debate sobre el futuro de la unión política, fiscal y financiera, superando así en definitiva lo que ya se reconoce por una amplia mayoría de ciudadanos como el agotamiento de nuestro modelo constitucional.



Es evidente que sin lograr un acuerdo de esa profundidad y amplitud los avances que suponen las reformas en curso serán limitados y, desde luego, no resolverán los muy graves problemas que tiene hoy España, problemas que se agudizarán en el inmediato futuro por la ofensiva “soberanista” que ya se plantea en el País Vasco y en Cataluña y que pondrá a prueba la supervivencia del Estado constitucional.



Sin embargo, el mero planteamiento de un pacto político de esta naturaleza, por necesario que sea, no basta para conseguir sus objetivos. Es desgraciadamente posible que, a la vista de las divergencias entre las fuerzas políticas con representación parlamentaria, y sobre todo de las posiciones que separan hoy a los dos grandes partidos, no se llegue a ningún acuerdo. De ser así, ni el Gobierno ni el Partido Popular debieran quedarse cruzados de brazos. Además de continuar las reformas necesarias en el ámbito de las competencias del Gobierno de la Nación, existe otra vía para superar esa parálisis: la apelación directa al pueblo español durante esta legislatura mediante la celebración de un referéndum consultivo.



Esta consulta debería versar sobre una trascendental decisión: la reordenación y la racionalización de nuestro sistema político y autonómico y de nuestra estructura institucional para fortalecer la unidad nacional y conseguir la eficiencia y la viabilidad del Estado.



Sr. Presidente, estamos seguros de que su patriotismo y su alto sentido de la responsabilidad le harán considerar las ideas que le hemos expuesto. Confiamos, por tanto, en que ello le anime a adoptar las iniciativas políticas correspondientes para garantizar la unidad, estabilidad y prosperidad de España en esta hora difícil de su Historia.



Reciba, Sr. Presidente, el testimonio de nuestro aprecio y nuestros mejores deseos de éxito en su comprometida misión.

martes, 26 de junio de 2012

EL HUEVO DE LA SERPIENTE

(José Aguilar en el Diario de Cádiz el 25 de Junio de 2012)

QUÉ es lo que hace que tengan tanto éxito los Hermanos Musulmanes en Egipto, los fundamentalistas violentos de Hamas en Palestina o los neonazis griegos? Creo que tres cosas básicas: la miseria de muchos -estructural o sobrevenida-, la corrupción de la política y de las instituciones y el valor del ejemplo.

El radicalismo fanático suele penetrar a través del estómago y de la cabeza. Mucho voto de los Hermanos Musulmanes egipcios ha salido de los estómagos agradecidos de populosos barrios marginales de los que el Estado, en sus diversas formulaciones, no se ha acordado durante décadas, cuando no siglos. Los imanes reparten aceite, arroz y mantequilla, atención sanitaria y enseñanza gratuita a millones de personas no ya desatendidas, sino olvidadas.

Los mismos votos, u otros diferentes, salen también de cerebros convenientemente cultivados por una prédica constante y muy eficaz cuyos agentes suelen ser, precisamente, los mismos que ayudan a la gente a subsistir. A la vez son honrados y austeros. Se trata de una prédica antisistema, forzosamente atractiva en sitios en los que el sistema no proporciona nada. Sitios en los que bastan ideas simples para comprender y explicar problemas complejos. Y si el cliente no queda satisfecho se le agrega la promesa de una vida mejor tras la muerte, incluso paradisíaca si esta muerte llega mediante el sacrificio propio que sirve para liquidar herejes.

El mismo mecanismo, aunque a otro nivel, ha funcionado parcialmente en Grecia a favor de Aurora Dorada, el inefable partido neonazi que engatusa a los pobres colocando a los inmigrantes como asequible chivo expiatorio y formando patrullas ciudadanas para proteger a los ancianos y desvalidos que tienen miedo a salir a una calle y ser víctimas de la rapiña y el atropello. Acaparan mucho más éxito que sus compadres neofascistas de Francia, una sociedad más estructurada y sólida.

Nos equivocaríamos si creyésemos que en el origen de estos fenómenos de negación de la libertad sólo se encuentran la pobreza y la indigencia mental. Eso es el contexto, el clima que favorece la eclosión del pensamiento totalitario y la acción violenta. Pero el desencadenante radica en la impotencia de las instituciones para combatir la pobreza, la corrupción de la política, la inutilidad de los liderazgos tradicionales, la insensibilidad de los poderes económicos afanados en hacerse cada vez más fuertes a costa de los cada vez más débiles. La barbarie florece allí donde la civilización fracasa para dar respuestas a la incertidumbre y enfrentar al caos con el orden.

El huevo de la serpiente madura gracias a las condiciones ambientales, pero sus genes vienen de fábrica. De la fábrica del sistema.

jueves, 21 de junio de 2012

EL REY EN LA FRONTERA OLVIDADA

(Rafael Sánchez Saus , el jueves 21 de Junio de 2912, publicado en el Diario de Cádiz)

LA frontera olvidada. Así llaman los historiadores de los siglos XVI a XVIII a Gibraltar y sus amplios márgenes marítimos, a ambos lados del Estrecho. Frontera olvidada, de tierras mal pobladas y costas sometidas al continuo merodeo de piratas. Nudo gordiano de todas las rutas que hacían posible un Imperio que se imaginaba universal y, sin embargo, rincón abandonado casi a su suerte, último eslabón en la infinita cadena de compromisos de una Monarquía que abarcaba más que apretaba, esclava de lo que el conde-duque de Olivares llamaba la "reputación". Luego, ya se sabe, Inglaterra se aferró al Peñón con toda la tenacidad y la firmeza que a nosotros nos falta. La llave y el mundo cambiaron de dueño. Hasta hoy.

Don Juan Carlos ha estado unas horas en Algeciras para dar aliento a quienes una y otra vez deben dar la cara para que otros puedan seguir con las manos en los bolsillos, a menudo bien repletos. La Guardia Civil es el mejor testigo de la errática, confusa y cobarde política seguida con Gibraltar en los últimos treinta años. Hoy se la obliga a medirse con la Royal Navy como ayer se la invitaba a ser complaciente, a hacer la vista gorda ante el enorme tinglado criminal que se refugia bajo el glorioso pabellón británico. No ha habido autoridad local, comarcal, autonómica o nacional que no haya especulado con las ventajas de la connivencia, que no haya intentado jugar su bastarda diplomacia. Y de ahí, hacia abajo: empresarios, traficantes, evasores de impuestos, logreros, turistillas, empleaduchos… ¿Quién puede lanzar la primera piedra? Nadie, en una sociedad, la andaluza, que convive en armonía sólo rota por eventuales desplantes con la infamia de albergar en su suelo la última colonia de Europa. Nadie, en una nación que ve las cosas de Gibraltar con más distancia e indiferencia que si sucedieran en las Malvinas, aquel problema "distinto y distante" del ínclito Calvo Sotelo, don Leopoldo, que Dios perdone.

Ha venido el Rey a Algeciras unas horas. Se agradece. No ha seguido hacia Ceuta, como hiciera su antepasado Enrique IV, hace más de 550 años, con el noble propósito de montear leones. Tampoco se ha decidido a plantarse ante los muros de Gibraltar dispuesto a todo, como el gran Alfonso XI en 1350, hasta que la Peste Negra le arrancó el propósito y la vida. Don Juan Carlos ha venido a Algeciras para hacerse una foto con el Peñón al fondo.

Bien mirado, ¿qué más da? Los problemas de Gibraltar donde hay que empezar a arreglarlos es en Madrid. Si es que alguien cree que hay algo que arreglar.

sábado, 16 de junio de 2012

LOS AGOTES

 (Editorial del programa Sin Complejos del domingo 6/5/2012. Luis del Pino)


Los agotes o cagotes constituyen un auténtico misterio histórico. Eran una minoría que habitaba en toda la costa oeste francesa, desde Bretaña hasta Burdeos, y en zonas del País Vasco y Navarra.
Los agotes carecían de cualquier derecho político o social ; tenían prohibido mezclarse con el resto de la población; se les obligaba a menudo a vivir en guetos separados, alejados del centro urbano; no podían entrar en las iglesias por la puerta principal, sino por una puerta lateral, y durante los oficios religiosos se los mantenía separados de los restantes fieles mediante una valla. En muchos lugares, los agotes tenían prohibido ejercer cualquier profesión que no fuera la de carpintero o cordelero, y estaban obligados a vestir ropas especiales o a llevar colgada una pata de ganso o de pato, para identificarlos como agotes.




En general, el contacto con los agotes se consideraba indeseable. En las iglesias, se usaba una pila de agua bendita separada para los agotes. En misa, el sacerdote les daba la comunión sosteniendo la Sagrada Forma con una cuchara, para no tocar su boca. En muchos pueblos, los agotes tenían prohibido caminar descalzos por la calle o beber de la misma copa que alguien que no fuera agote. Por supuesto, los matrimonios entre agotes y no agotes eran impensables. Al morir, los agotes eran enterrados en cementerios separados o en secciones separadas del cementerio.


En muchos sentidos, los agotes eran el equivalente, en la costa del Golfo de Vizcaya, a los parias de la India.
¿Y qué era lo que diferenciaba a los agotes del resto de la población, querrán saber ustedes? Pues la respuesta es: nada de nada. No tenían ni la más mínima diferencia con sus vecinos; ¡por eso constituyen un misterio histórico! Étnicamente, no eran distintos del resto de la población; su idioma era el mismo que el de los otros habitantes de la zona donde vivían y su religión era la de todo el mundo.


Compartían raza, religión y lengua con el resto de la población. Entonces... ¿cómo podía saberse quién era agote y quién no lo era? Pues muy sencillo: según la familia a la que pertenecieras. En muchos pueblos franceses, a los niños se les hacía memorizar poesías con los apellidos de las familias de agotes, para que supieran desde pequeños quiénes eran los vecinos malditos.


Ya desde el siglo XVI, las autoridades eclesiásticas y políticas intentaron remediar la situación de los agotes. El Papa León X publicó una bula en 1514 ordenando que fueran tratados como cualquier otro creyente; diez años después, Carlos V ordenó también que cesara en su reino cualquier discriminación contra los agotes. Pero la población y el clero locales hicieron caso omiso de esas órdenes en muchos lugares de Francia y de Navarra, continuando la discriminación de esa minoría.


En 1709, el navarro Juan de Goyeneche, que fue tesorero de Isabel de Farnesio, fundó en Madrid el pueblo de Nuevo Baztán, trayéndose a numerosos agotes navarros, en lo que se cree que fue un intento de liberarlos de la discriminación que sufrían. En Francia, esa discriminación contra los agotes sólo finalizaría con la Revolución Francesa.


La historia de los agotes resulta curiosa por lo que tiene de misterio y porque plantea claramente que, en cualquier sociedad, las costumbres absurdas pueden pervivir durante siglos y más siglos, sin que nadie sepa citar una sola razón lógica para que pervivan. La marginación de los agotes era una costumbre que nadie sabía explicar, pero que todo el mundo aplicaba a rajatabla.


Viene todo esto a cuento de que la crisis económica ha desatado en España un debate que hace solo un par de años hubiera sido impensable: el del necesario desmantelamiento del estado autonómico.


Desde hace tres décadas y media, los españoles estamos presos en una situación absolutamente delirante e inexplicable, en la que se nos fríe a impuestos para mantener a los nacionalistas, en la que se nos multa por rotular un establecimiento en nuestro propio idioma, en la que se nos niega el derecho a enseñar en español a nuestros hijos, en la que se nos obliga a convivir con una banda ultranacionalista que nos asesina selectiva o indiscriminadamente, en la que tenemos que aguantar insultos y desplantes continuos, en la que se nos impide expresar nuestro orgullo nacional, en la que se queman y menosprecian nuestros símbolos...
Como si fuéramos agotes, los españoles somos apestados dentro de nuestro propio país, privados de derechos de los que, sin embargo, los nacionalistas gozan.


Con una diferencia: los agotes eran una minoría, mientras que en España es la minoría la que nos impone a los demás la discriminación.


Y lo gracioso es que, como en el caso de los agotes, nadie sería capaz de citar ninguna razón lógica para que tengamos que aguantar semejante trato. No hay ningún argumento racional que justifique que el 92% de los españoles tengamos que dejarnos humillar y arruinar con el fin de contentar a ese 8% de nacionalistas que, de todos modos, jamás van a darse por satisfechos. No hay ningún argumento racional que justifique que tengamos que soportar que nos prohíban usar nuestro propio idioma en nuestro propio país. No hay ningún argumento racional que dicte que tengamos que avergonzarnos por ser españoles.


Como los agotes, aguantamos la vulneración de nuestros derechos por simple inercia, porque así se lleva haciendo treinta y cinco años.


Así que, puesto que se trata de simple inercia, ¿qué tal si detenemos el rumbo suicida del vehículo autonómico y empezamos a vivir con normalidad nuestra vida?


¿Qué tal si esa inmensa mayoría que somos los españoles nos empezamos a sacudir el yugo de la discriminación y ponemos en su sitio a quienes nos discriminan y a quienes consienten esa diferencia de trato?


Yo es que, personalmente, estoy harto de vivir como un agote sin que haya un buen motivo para ello. ¿Y ustedes?

lunes, 11 de junio de 2012

MANIAS DE GRANDEZA

(Ignacio Martinez, publicado en el Diario de Cádiz el lunes 11de Junio de 2012)

EL rescate de la banca española, decidido por el grupo de países del euro el sábado, supone el definitivo aterrizaje de España en la realidad. Ha tenido aspiraciones de gran potencia y el que su banca sea rescatada como las de Irlanda, Grecia y Portugal la devuelve al furgón de cola del club del euro. Ya cuando entró en la Comunidad Europea en los años 80 se le dio a elegir entre ser un país grande en número de votos en el Consejo de Ministros o en número de comisarios. Los cuatro grandes tenían entonces diez votos en el Consejo y dos comisarios. Y España no fue el quinto grande, sino un intermedio destacado, que optó por quedarse con ocho votos en el Consejo y tener dos comisarios como Alemania, Francia, Reino Unido e Italia.

Con ese complejo ha estado siempre dentro de la UE. Un país subsidiado, porque su PIB per cápita estaba por debajo de la media comunitaria. Esa espina clavada en el orgullo nacional se puso de manifiesto en un espectacular arranque del curso del presidente Zapatero el 11 de septiembre de 2007 ante el grupo parlamentario socialista del Congreso, cuando ya había estallado la crisis bancaria en Estados Unidos.

Su declaración no tiene desperdicio: "Exceptuando el crecimiento de China, España supera a todas las principales potencias mundiales. En los últimos cuatro años el PIB nacional ha crecido el doble que el alemán, el triple que el italiano, un 50% más que el del Reino Unido y un 25% por encima del de Estados Unidos. Se han creado más empleos que en Alemania, Francia y el Reino Unido juntos. España juega la Champions League de la economía mundial; es el equipo que más goles mete y el menos goleado. Este país está más preparado que nunca ante una posible recesión, por la fortaleza de su economía, el dinamismo de la inversión, la solvencia de las empresas, la eficiencia de su sistema financiero y la acumulación de disponibilidades de las familias".

No dio una. Las familias y las empresas debían en torno a tres billones de euros, el crecimiento del PIB y el empleo los aportaba un sector inmobiliario especulador y el sistema financiero tenía un grave problema de solvencia. Lógicamente, Zapatero tardó meses en admitir que teníamos una crisis extraordinaria. Como ahora Rajoy tardará en familiarizarse con la palabra rescate.

El presidente intentó ayer hacerse perdonar su clamorosa incomparecencia del sábado, con una rueda de prensa peculiar. Se atrevió a decir que nadie le ha presionado, que ha sido él quien ha presionado. Sonó como la frase de Woody Allen en una película, en la que explicaba en ganador cómo le habían dado una paliza: golpeé con mi ojo en su puño y con mi boca en su rodilla. El orgullo nacional sigue a flor de piel. Lo que hay que hacer es trabajar, emprender, ahorrar, investigar… y admitir que somos un peso medio. Las manías de grandeza, ya sean las de Aznar o las de Zapatero, no nos han traído nada bueno.

viernes, 8 de junio de 2012

DINERO PUBLICO

(Pilar Cernuda en el Diario de Cádiz el 7 de Junio de 2012)

EN España se tira con pólvora del rey. No se debe generalizar, pero la alegría con la que se ha utilizado el dinero público está directamente relacionada con la situación que sufrimos ahora, y si encontramos escasas simpatías en los países que podrían echarnos una mano es porque mientras ellos hicieron las cuentas antes de tomar determinadas decisiones, aquí hemos actuado con una alegría económica impropia de un país que piensa en el futuro.

Tenemos la red de alta velocidad con más kilómetros de Europa y el triple de aeropuertos que Alemania, un país que nos dobla en número de habitantes; no hay pueblo de pocos miles de habitantes sin polideportivo con piscina olímpica, el número de museos dedicados a personas que apenas son conocidas más allá de su provincia es disparatado, los organismos ligados a administraciones autonómicas y municipales multiplican por diez las que existen en los países de nuestro entorno, y el dispendio en almuerzos, cenas, cócteles, viajes y festejos a menudo rozan -o han rozado- lo obsceno, por exagerado y desbordante.

El presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo está obligado a explicar cómo gastaba sus dineros y con quién, independientemente de que pueda haber ajuste de cuentas interno en el seno del Consejo. Es inadmisible que Carlos Dívar se niegue a dar explicaciones y demuestre así que le importa poco el daño que hace a la institución que representa. Pero también es inadmisible que Chaves y Griñán se nieguen a dar cuenta de sus actos, porque las informaciones sobre los ERE hieden, por no hablar del despilfarro producido durante sus mandatos. Y poner en cuestión los informes de la juez Alaya o el realizado por la Guardia Civil es impropio de quienes han ostentado o todavía ostentan importantes responsabilidades de gobierno.

El PSOE incurriría en una hipocresía de libro pretendiendo que Dívar comparezca ante el Congreso y negando al mismo tiempo una comisión parlamentaria sobre los ERE andaluces. Esta periodista no cree en las comisiones parlamentarias de investigación, absolutamente instrumentalizadas por los partidos, pero si se piden explicaciones a un personaje público, hay que pedirlas a todos, no vale amparar a los que pertenecen al partido. Y si no se cree en las investigaciones políticas, pues se debe acudir a los tribunales.

No está España para amparar actuaciones poco ejemplares de nadie, y mucho menos de personajes de gran relevancia pública. No está tampoco para mantener la línea anterior de derroche a manos llenas y de gastos injustificados; ni tampoco se puede volver a la situación de decir sí a cualquier proyecto gigantesco sin hacer un estudio previo de las consecuencias de dedicarle tantos fondos, que impiden que se pongan en marcha iniciativas que quizá son de primera necesidad

lunes, 4 de junio de 2012

ABORTO FALLIDO


26 Mayo 12 - - Cristina L. Schlichting

Que aborte o intente abortar una mujer, no es noticia. Que falle el aborto, tampoco, porque todo lo humano es falible. Que una paciente demande a su médico está a la orden del día y que un juez condene al galeno, ni les cuento. Pero que la manutención de un niño se pague con la indemnización por no haberlo eliminado, me parece una contradicción. Mi mente no da para tanto. Ha ocurrido con una joven de nombre Tamara, cuya demanda ha sido atendida por el juzgado de primera instancia de Palma, que ha condenado a su médico a pagarle 420.000 euros por un aborto fallido.
             La joven acudió hace dos años a la clínica y la eliminación del feto por aspiración se realizó incorrectamente. Cuando, meses después, comprobó que estaba embarazada, pensó que se trataba de una segunda preñez y acudió de nuevo a abortar. Entonces supo que se encontraba de 22 semanas del primer embarazo y, por lo tanto, fuera del plazo legal admitido. Así pues, se vio obligada a aceptar al crío y demandó.
             La sentencia contempla la reparación por «daños morales y los gastos de alimentación, vestimenta, sanidad, educación, manutención y formación del niño hasta los 25 años de edad». Todo ha discurrido tal y como prevé la ley. El intento de aborto, la prohibición fuera de determinado plazo, la denuncia por negligencia sanitaria y la sentencia según lo que ordena el texto legal. Y, sin embargo, todo chirría. ¿Cómo se puede sentenciar una indemnización por una vida conservada? ¿Cómo se educa a un niño que se alimenta del dinero de su propia eliminación fallida? ¿Se imaginan a los supervivientes de Auschwitz cobrando una cantidad por el fallo de la empresa encargada del zyklon B?
             El caso y la sentencia ponen, cuando menos, de relieve en qué medida pretender equiparar el aborto con una operación de apendicitis es engañoso. Con el aborto no se corrige una enfermedad, se elimina una existencia. De ahí que un fallo en la «operación» no sea una baja laboral del paciente, una discapacidad o una muerte… sino una persona viva. El juez se ha visto en la obligación de tasar los daños y perjuicios, no de una malformación o un deceso ¡sino de una existencia! Nadie, sin embargo, podrá arreglar ni apoyar la psique de un chaval que crecerá con la noticia de haber sobrevivido a su propio holocausto. Todo apostó por su muerte: la ley, la clínica, el médico, su madre. Y ha sido una negligencia, una falta de responsabilidad, una mala praxis, un error en definitiva, lo que ha permitido que viviese, contra la voluntad del sistema entero. Nadie quería que ese niño naciese.
            Todos lamentaron que el embarazo prosperase ¿Alguien calculará alguna vez lo que esta circunstancia puede pesar, lo que podría valer la indemnización necesaria para compensar a este crío de esta terrible sociedad que hemos construido entre todos y que le tenía reservado tan sólo un puesto en un cubo de basura? 

sábado, 2 de junio de 2012

EL I.B.I. DE LA IGLESIA CATÓLICA

(José Joaquín Castellón en el Diario de Cádiz el sábado 2 de Junio de 2012)

YO tengo la firme convicción de que los intereses de la Iglesia no los debemos defender los que, empleando toda nuestra vida a su servicio, recibimos una remuneración económica a cambio. Creo que no es sensato que ni sacerdotes, religiosas, religiosos ni obispos defendamos, ante la opinión pública, los intereses económicos de la Iglesia. No quedaría clara la distinción entre la defensa de los propios intereses personales y el velar por los medios necesarios para la tarea de la evangelización. Son los laicos cristianos los que, valorando el interés general, pueden y deben, si así lo ven, defender los legítimos intereses de la Iglesia como una institución más de nuestra sociedad. Por eso, esta pequeña reflexión no va encaminada a opinar si la Iglesia católica debe pagar el IBI, ni de qué inmuebles; simplemente quiere aportar un poco de claridad ante este debate público.

No me voy a detener mucho en señalar el evidente interés de mercadotecnia electoral de la propuesta del PSOE. Aunque sí creo que hay que pensar los motivos de que haya una base tan significativa de nuestra sociedad con una sensibilidad tan hostil a la Iglesia, tan tarda a reconocer su aportación a la construcción de nuestra sociedad y tan pronta a apalearla ante situaciones ambiguas o abiertamente negativas que en ella se dan, como en cualquier otra institución -¿estaremos haciendo algo mal?-. Las mociones en los ayuntamientos no tendrán efectividad alguna porque se oponen a una ley de rango superior. Pero, como ministro del Evangelio, no me preocupa la viabilidad legal de la propuesta, ni siquiera su oportunismo, ni tampoco de la ausencia del más mínimo pudor democrático de quien la hace, sino si es justa o no.

En un clásico de la Ética de nuestro tiempo, Teoría de la Justicia, John Rawls hace un análisis interesante y muy acertado de las condiciones que han de tener las decisiones políticas y económicas para ser consideradas justas. Su reflexión es de inspiración kantiana, por tanto no de orientación religiosa sino secular, y con una evidente sensibilidad hacia los problemas de injusticia y desigualdad social. Quizás su experiencia en la II Guerra Mundial, donde presenció las secuelas de la bomba de Hiroshima, orientó la sensibilidad filosófica que desplegó en la universidad de Harvard.

Rawls tiene como punto de partida de su propuesta ética la radical imparcialidad que exige la justicia. El punto de vista de ningún grupo social ha de privilegiarse sobre los demás. Propone que la elección justa ha de tratar a todos los ciudadanos y grupos sociales por igual, sin contemplar ninguna de sus diferencias por el lugar social que ocupan, habilidades o dotes naturales, concepción del bien o sentido de la vida, sin contemplar, tampoco, su religión. En una sociedad justa todos hemos de ser iguales. Esta imparcialidad radical puede dejar en desprotección a los más débiles; por ello la perfila apuntando que la igualdad ha de abarcar la satisfacción en todos sus miembros de los bienes primarios (alimentación, vivienda, educación, cultura, posibilidad de realización personal, etc.). Además este principio de la igualdad, según Rawls, necesita un complemento: el principio de la diferencia. Según nuestro autor, son asumibles algunas diferencias en el trato a personas o instituciones sólo "si esas diferencias benefician a los menos aventajados y es compatible con el justo ahorro".

Por tanto, desde esta perspectiva, la cuestión no es si hay instituciones sobre las que puede haber un trato diferente a los demás miembros de la sociedad, sino si esa diferencia beneficia al conjunto social y, en especial, a los más favorecidos. La aplicación de este segundo principio de la justicia claramente invita a sacar de la exención del IBI a más de uno de los organismos que se benefician de ella. ¿También a la Iglesia? Como les decía, no voy a ser yo quien opine sobre esta cuestión. Valoren ustedes si la labor de la Iglesia católica puede merecer esa diferencia y si es compatible con el justo ahorro. Sopesen los sueldos de los "altos directivos" eclesiales y de sus "consejeros de administración", compárenlos con los de los otros agentes sociales; tengan en cuenta cuántos edificios históricos siguen en pie gracias a que unas monjitas los habitan y los conservan; y la capacidad de transmitir valores humanos y trascendentes de la institución eclesial. Valoren la labor y la vida del conjunto de los religiosos y religiosas que conocen.

Hacia dentro en la Iglesia, también hemos de preguntarnos si estamos usando debidamente la diferencia con que se trata a nuestra institución. Si no habremos caído, en algún momento, en falta de racionalidad económica o en gastos suntuarios, que en nada benefician a los más desfavorecidos. Si ciertamente estamos trabajando ejemplarmente por promocionar en el hombre su dignidad de hijo de Dios, o si nuestra jornada laboral es más corta que larga. Nada puede estar más en contra de la evangelización que el que caigamos en la tentación de defender nuestros intereses institucionales y no el bien común. Si se tiene con nosotros alguna diferencia hemos de asumirlo no como un privilegio, sino como una gran responsabilidad. Porque nadie, en una sociedad democrática, tiene derecho a privilegios.