Juan Roig cada vez se encuentra más cómodo hablando de los problemas del país y, como a Miguel de Unamuno, parece que le duele España. Ayer lo volvió a demostrar en la presentación de resultados de Mercadona, la cadena de supermercados familiar con la que disputa a El Corte Inglés el trono de la distribución nacional. Su discurso llano y sencillo abunda en pocos principios que repite machaconamente, convencido de que sólo con trabajo y esfuerzo se puede salir adelante, bien como empresa o como país.
Su progresión como empresario de éxito le ha conferido un papel protagonista entre los principales agentes económicos del país. Por un lado, forma parte del lobby de grandes empresas recién constituido para apoyar la imagen y la competitividad de España. Por otro, ya se codea entre los más ricos tras ingresar en la lista Forbes como una de las mayores fortunas nacionales. Entre medias, fue el único empresario de los invitados a La Moncloa por el presidente Zapatero que no asistió al acto.
Si además de enarbolar la bandera del ¨trabajar más y mejor¨, Roig sostiene la tesis de que ¨lo único bueno de 2011 es que será mejor que 2012¨, el empresario valenciano puede no ser la persona indicada a la que pedir un consejo de ánimo, aunque igual sí para preguntar por un empleo. Su discurso como agente de la sociedad civil es muy crítico con el país y con el conjunto de los españoles, a los que llama a la reflexión y a los que se ofrece como ejemplo, desde el trabajo, para poder crecer.
A partir de este punto, Roig pone el caso de Mercadona como ejemplo práctico de lo que se puede hacer. En 2008, su compañía dio un ¨gran volantazo¨, que pasó por asumir una caída de los beneficios a la mitad y por reducir el surtido de sus tiendas, en aras de una mayor eficiencia y racionalidad. Como él mismo explicaba ayer, ¨eran medidas impopulares y molestas¨ para proveedores y clientes, que convirtieron a la cadena valenciana en el protagonista de todas las críticas.
El contexto apremiaba. Durante la primera mitad de 2009, Mercadona notó de forma negativa el impacto de estas decisiones, con meses como febrero y marzo, en los que registró pérdidas operativas netas. Esta deriva se corrigió en el segundo semestre, aunque los resultados se vieron claramente afectados, ya que el beneficio final de ese ejercicio cayó hasta los 270 millones. Era el momento decisivo de la crisis y la deriva exigía tomar decisiones, aunque pudieran no ser aceradas.
Antes de entrar en los detalles del balance de Mercadona, las palabras de Roig tuvieron constantes alusiones a la situación de España. Para ello citó incluso unas recientes declaraciones de Felipe González, para quien todavía ¨necesitamos adoptar las malditas reformas necesarias¨. Una tesis que suscribe el valenciano, que incidió en dos síntomas, el absentismo laboral y la economía sumergida, como ejemplos de pequeñas grandes cosas que el país necesita cambiar de base.
Apuesta por un cambio del modelo cultural
Sin embargo, su reclamación personal pasa porque España asuma la necesidad de un cambio cultural. Si, como sostiene, ¨la crisis aún no ha acabado¨, ¨lo peor está por llegar¨ y formamos parte de ¨un país mucho más pobre¨, su discurso apeló a la necesidad de mantener un alto grado de competitividad, acorde con el nivel de vida, para salvar nuestro estado del bienestar. Después de que el petróleo inmobiliario se haya agotado, nos hemos dado cuenta que no se puede ganar dinero sin trabajar.
En esa reflexión, Mercadona sigue pertrechado en la pelea del céntimo como eje de su filosofía. La guerra de los precios que avivó la crisis ha demostrado que su modelo ha sabido ajustarse de manera exitosa. Sus números de 2010 así lo demuestran: 398 millones de beneficios y 15.242 millones de facturación neta, cifras que le dejan por delante de Carrefour en España y mejor parado en algunos puntos que El Corte Inglés sobre la base de 2009, ya que su año natural acaba en febrero.
Igual que demuestra Mercadona, su fundador cree que el sector privado ha tomado ya las medidas necesarias para afrontar la crisis, ¨porque si no lo haces tienes que cerrar¨. Sin embargo, no está convencido de que lo haya hecho aún el sector público, por las complejidades políticas que implica. Tal vez por eso, recalcó Roig, seguimos con una mala imagen internacional, ¨como si todavía estuviéramos de borrachera¨. Y si después llega la resaca, su previsión para 2012 es que seguirá doliéndonos la cabeza.
Hasta que nuestros empresarios y sindicatos no cambien "la cultura" del trabajo, en el sentido que dice Juan Roig, no lograremos contruir un tejido productivo competitivo y hasta que eso no se logre no hay salida de crisis ni creación de empleo...ya se convencerán. Esperemos que no sea demasiado tarde.
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