Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

viernes, 25 de septiembre de 2015

EL DÍA DESPUES

Rafael Sánchez Saus. Publicado en el Diario de Cádiz el jueves 24 de Septiembre de 2015


LA Historia es así. Pasados los años nuestros hijos o nietos nos preguntarán cómo ese día, que luego se supo decisivo, pudimos apurar tranquilamente uno de los últimos paseos por la playa, irnos al fútbol o a comer un arroz con la familia. Y cómo no sentimos vértigo ante lo desconocido ni angustia por lo que se perdía. Y no sabremos qué decir, excepto que no había nada mejor que hacer, puesto que todo lo que podía y debía haberse hecho en su momento, nadie quiso ni fue capaz de hacerlo. Y que tal vez, de todos modos, hubiera sido inútil. 

Este fin de semana será malo, pésimo para España ocurra lo que ocurra en Cataluña, pero lo peor en realidad ha ocurrido ya: la herida que nos hemos infligido va a tardar muchos años en sanar y el daño a la nación, a su quebradiza moral y a sus vacilantes instituciones, es ya decisivo. Para llegar hasta aquí ha hecho falta tal constelación de ineptos y de traidores, tanta dejación, cobardía e irresponsabilidad que no es extraño que, ahora sí, seamos el asombro del mundo por este episodio que, pasado el tiempo, nos parecerá tan inexplicable y ridículo como la fiebre cantonal y tan desastroso como los tiempos rotos de Enrique IV. 

Cómo terminará todo esto, nadie puede saberlo, pero sí sé que se engañan los que creen que las cosas van a poder seguir siendo las mismas con un poco más de cosmético, con una reformita constitucional, con algunos trucos contables y el entierro definitivo de la perdida e incómoda dignidad. Preparémonos para nuevas amarguras, nuevas afrentas, permanentes exigencias e intolerable ausencia de respuesta proporcionada hasta el previsible final. Y lo peor, la terrible mediocridad de esta hora: España no va a ser deshecha por un Luis XIV, un Napoleón o un Stalin, sino por una cuadrilla de señoritos provincianos, de pequeños burgueses y prófugos de la tiza o del andamio que se han encontrado, para su propia sorpresa, con una nación que ha renunciado del todo a su ser y a su historia, aculada en las tablas, pidiendo el descabello. 

Este sábado a mediodía, en la Plaza Nueva de Sevilla, unas beneméritas asociaciones cívicas y vecinales han convocado un acto para mostrar su amor a la esquiva Cataluña y reivindicar su españolidad. No sé de ninguna otra iniciativa semejante en parte alguna. Ciertamente, Cataluña está muy enferma, pero no nos engañemos: la que está muerta es España

martes, 28 de julio de 2015

PERIODISTA DIGITAL - 28 JULIO 2015

OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Federico Quevedo: "El PP tiene información sensible sobre Artur Mas para trastocar sus planes secesionistas"

Para Bustos, la nueva izquierda "se figura que ha llegado al poder en 1975 y que tiene que desandar el calendario hasta 1931"

El Fumador, 28 de julio de 2015 a las 07:03
 Sostres explica el retroceso de Podemos porque "la gente vuelve a tener dinero"
Encuesta¿Perjudican a Podemos los alcaldes de Madrid, Barcelona y Cádiz?
Echaba de menos las columnas de Salvador Sostres en favor del Gobierno y contra la chusma de los melenudos, como los editoriales del Arriba y de La Vanguardia entonces Española. Este 28 de julio de 2015 el escritor catalán vuelve a escribir un texto que de haber aparecido en El Mundo habría provocado espumarajos de rabia en Lucía Méndez, Carmen Rigalt y Pedro Simón.
Veo el título, 'Lo peor ha sido la gente', y dejo el ABC unos segundos para encender el primer cigarrillo y disfrutar de la lectura.
El PP ha aprendido la lección, se ha puesto al día, la transparencia ha llegado a sus estructuras y se ha demostrado capaz de hacer frente a las situaciones más dramáticas, tal como en su día lo hizo, brillantemente, Felipe González, el presidente más liberal que ha tenido España. No hay política más vieja que la que no resuelve los problemas y Podemos naufraga con su retórica venezolana y Ciudadanos está colapsando de narcisismo en sus divanes ultrapuros.
No me diga que no es un placer leer que Felipe González, el que quitaba y ponía directores de periódicos y el que diseñaba fusiones bancarias, fue el presidente más liberal que ha tenido España. ¡Ni Juan Prim! Y en los siguientes párrafos, palos a los votantes populistas (¿incluimos en ellos a los de Mas?) a los que Sostres llama hasta "afeminados".
Por graves que hayan sido los defectos y las debilidades de los partidos tradicionales, nada ha sido tan lamentable durante este tiempo como la sensación de vivir en un país entregado a toda clase de charlatanes. Nada ha sido tan deprimente como esta masa vulgar, preintelectual y afeminada, entusiasmada con vendedores de pócimas milagreras. La nota más baja de la crisis la ha dado el grueso de la tropa quejica y victimista, sin consideración alguna con los que con nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio les continuábamos pagando la sanidad y la escuela de sus hijos, acribillados por una fiscalidad impagable, y teniendo que soportar que encima nos insultaran.
El PP ha hecho bien renovándose, pero el auténtico atraso es la izquierda, y el socialismo es el cáncer. Es dulce que los políticos escuchen a la gente, pero la gente tiene que saber hacerse digna de su condición ciudadana, y un poco más de contención, de prudencia y de virilidad no sólo sería lo deseable sino que es lo exigible.
El populismo retrocede porque la gente vuelve a tener dinero. Bien está. Pero también cuando no nos compran la muñeca tendríamos que comportarnos como ciudadanos y no este humillante desparramarnos mitad peronista, mitad venezolano, totalmente indigno de una democracia culta y civilizada.
Después de esta columna, sólo puedo decir:
ESPADA: UN FANTASMA RECORRE EL MUNDO, LA ESTUPIDEZ
Otro columnista catalán, Félix de Azúa, también se apunta a la bronca al populismo y a la fe en el individuo. ¿Será a una reacción al colectivismo que propone Artur Mas, sacando a cientos de miles de catalanes a la calle a golpe de silbato y de telediario de TV3? Azúa hace un experimento: comparar una novela negra de Petros Márkaris con otra de Francisco González Ledesma, y concluey que los españoles y los griegos de 2015 estamos muy lejos de Hernán Cortés y de Leónidas, respectivamente.
Los españoles somos hermanos gemelos de los griegos y necesitaremos una enorme inyección de individualismo osado, de iniciativa personal, de amor propio, si queremos dejar de ser una masa gregaria de lloronas subvencionadas y enanos gruñones. Y eso te incluye, Pablo.
En una imagen acertada, a los podemitas se les reprochaba que quisieran vendernos unicornios. Jorge Bustos (El Mundo) pone en su columna bisontes, pero de los de la cueva de Altamira.
Enternece que se les llame nueva izquierda cuando sus primeros dos meses de poder los retrotrae aproximadamente al estadio magdaleniense de la evolución, cuando nos empoderábamos pintando bisontes en el techo de Altamira. Y no nos referimos ahora a lo rupestre de su indumentaria (aunque al parecer Kichi se ha comprado ya su primer traje, y no sé por qué el Ibex no ha repuntado de gozo celebrándolo), ni al escaso refinamiento de su protocolo y dicción, ni a que se muevan en bici, lo que no deja de ser un alarde tecnológico respecto de la mula; sino al hecho entrañable de que los Kichi, Colau, Carmena, Ferreiro o Ribó se empeñen en gobernar en un plano puramente simbólico, altamirano, infantil. Una cabecita real en una caja, un consistorio que abre su balcón al pueblo, unas pellas traviesas en la misa del patrón, un callejero por renombrar.
La utopía está en la naturaleza de la izquierda, y de su forcejeo con la realidad heredada y perfectible puede beneficiarse el progreso humano. Pero esta izquierda altamirana no es utópica sino ucrónica: se figura que ha llegado al poder en 1975 y que tiene que desandar el calendario hasta 1931. Cuando uno se pelea contra el paso del tiempo gana el paso del tiempo, como acredita el rostro de Meg Ryan; lo peor es que en el proceso comprometes la dignidad propia y la vergüenza ajena.
ay, las encuestas indican ya que los mitos de la caverna están dejando de entretener a la especie, que pide bisontes de verdad y no pintados.
A Arcadi Espada (El Mundo) le divierte que la prensa de izquierdas española se escandalice con Donald Trump a la vez que sigue de rodillas ante Pablo Iglesias y su tropa. 
Observo que la prensa socialdemócrata habla con gran soltura de las estupideces de Donald Trump, el populista que amenaza con convertirse en el candidato de los republicanos. No tengo dudas de que Trump las dice. De hecho un fantasma recorre el mundo, y es el de la estupidez. La estupidez de Le Pen, de Farage, de Tsipras y en primer plano español la estupidez de Artur Mas y de Pablo Iglesias. Comprendo el peso del kilómetro sentimental y la facilidad con que uno puede llamar estúpido al que opera a cinco mil kilómetros de distancia.
Pero aun así es asombroso que las propuestas de los populistas españoles no se hayan sometido al juicio de la inteligencia y que haya vuelto a probarse que la altivez ideológica es el mejor camuflaje de la indigencia intelectual. Baste decir cuánto se ha insistido en que Iglesias era profesor, sin advertir la catástrofe que significaba esa insistencia. Y cuánta insistencia ha habido igualmente en la capacidad del presidente Mas de mostrarse sandio en varios idiomas.
A la opinión socialdemócrata le preocupa que este Trump diga pomposo: "El sueño americano ha muerto." Una afirmación más o menos literaria, y por lo tanto mucho menos concretamente estúpida que llamar régimen a la época española que se abre a partir de 1978 y proclamar además su muerte inminente.
Soy yo el que parezco un analfabestia. Pedir a los socialdemócratas españoles que receten Walt Disney a la puerilidad populista ¡cuando gobiernan con ella!
Para terminar con el apartado podemita, el billete del director de ABC, Bieito Rubido, es mucho más serio y no recurre al humor.
Se empieza cambiando el nombre de un pabellón deportivo y se termina no se sabe muy bien dónde, pero muy lejos de la idea de democracia. Así pasan los días de los nuevos ayuntamientos de la extrema izquierda, sustentados por el PSOE del segundo Zapatero, llamado Pedro Sánchez, sin que la vida real de los ciudadanos mejore en nada. Ni un ápice de avance en mes y pico. Es el ritmo que se lleva ahora en las capitales de España, de ocurrencia en ocurrencia.
Lo peor es la constatación del escaso respeto por la democracia real de esta vieja izquierda, que de la noche a la mañana dicta normas en el ámbito municipal. La mayoría del pleno del Consistorio de Zaragoza se opone al cambio de nombre del polideportivo Príncipe Felipe, pero el alcalde aplica su propia ley, y con su autoritarismo anticipa cómo van a gobernar el día que puedan hacerlo en ámbitos superiores.ERIODII

domingo, 12 de julio de 2015

LA CONSTITUCIÓN DE SÁNCHEZ


Manuel Molares do Val en su blog "Crónicas Bárbaras" el martes 7 de julio de 2015

Con su aspecto de aseado deportista, con la estudiada sonrisa de triunfador al estilo de los Kennedy y de los atletas de la NBA, el líder socialista, Pedro Sánchez, posee ambición y competitividad, y quiere llegar a ser el número uno de España. 
No pudo hacerse campeón como jugador profesional de baloncesto, pero desea conseguirlo haciendo reformar la Constitución, aunque deba unirse al equipo del diablo. 
El diablo para la democracia es una reforma constitucional que, con las exigencias crecientes de los nacionalismos y la ultraizquierda de Podemos, con quienes ya se alió, podría llevar a un período constituyente para convertir España en una III República, aunque realmente en varias repúblicas semi o totalmente independientes. 
La España actual está crecientemente inmersa en populismos y pequeños patriotismos, con las influyentes televisiones y redes sociales destruyendo la convivencia, fruto del exitosos 1978, a cambio de odiante audiencia. 
Están convenciendo a grandes masas de que todo es corrupción y pobreza, sin advertir que son corregibles, y que lo que proponen será, como Grecia, infinitamente peor. 
Ver al griego Alexis Txipras como un patriota mussoliniano, entusiásticamente aplaudido en el Parlamento Europeo por Pablo Manuel Iglesias, los nacionalismos autonómicos y por Marine Le Pen, debe hacer temer como aliados a estas virulentas fuerzas antisistema. 
En Francia no hay peligro de desintegración, pero en España sí, y Podemos ya ha llegado a acuerdos en Cataluña con CV-EUiA y Procés Constituent para formar candidaturas conjuntas y defender, textualmente, la creación de “Una república catalana tan compatible con un horizonte independentista como con uno federalista o confederalista”. 
Aquí están Pedro Sánchez y sus ambiciones de campeón frustrado, que para culminarlas ha pactado ya en distintas CC.AA. con esas fuerzas anticonstitucionalistas, con las que desconstitucionalizará España, si puede.

domingo, 28 de junio de 2015

UNOS CUANTOS NIÑOS

Rafael Sánchez Saus en el Diario de Cádiz el jueves 25 de Junio de 2015



             EL último descendiente de los vikingos instalados en Groenlandia murió en algún momento de la segunda mitad del siglo XV. Unos navegantes que exploraban las costas árticas lo encontraron dos siglos después, tendido en el patio de su granja, donde cayó cuando le llegó la hora en completa soledad. La primera presencia escandinava en aquel continente isla se clausuró tras una larga decadencia impuesta por el enfriamiento del clima y el consiguiente hostigamiento de los hielos, de los osos y de los esquimales, todos ellos tan simpáticos a la sensibilidad europea actual. Mucho antes habían dejado de nacer niños. 

            Comprendo que es un ejemplo extremo, tal vez único en la historia por su agudo dramatismo, pero me vino espontáneamente a la cabeza cuando oí los repiques de campana con que los medios de comunicación han saludado y convertido en noticia importante el hecho de que en España nacieron en 2014 algo así como quinientas niños más que el año anterior. Apenas una gota en el mar que se necesita para frenar la caída demográfica y, lo que es mucho más grave que la pérdida neta de población en un país de 46 millones de almas, su envejecimiento galopante. Pero hay que saludar como se merece que los creadores de opinión empiecen a considerar que es noticia, buena noticia, que hayan nacido unos cientos de españolitos más, porque hasta hoy mismo esta era cuestión que a nadie conmovía ni preocupaba lo más mínimo. 

            Si quinientas criaturas más, nos dicen, es una buena noticia, ¿qué no sería digamos cincuenta mil para empezar a resolver nuestro principal problema a la vista? Tal vez sea el momento de recordar, si el señor Rajoy no se ofende, que en España se practican anualmente más de cien mil abortos a mujeres que, en muchos casos, querrían y podrían tener y criar a sus hijos si se les ofreciera una verdadera oportunidad de hacerlo. 

             El envejecimiento de la población está llamado a convertirse en el primer problema de Occidente, y en especial de países como Italia o España. A esta generación que tanto le gusta disfrutar de la vida no le vendría mal dedicar algo de energía a intentar propagarla antes de que la futura ingeniería social aborde la cuestión como puede preverse: declarando insostenibles para tan pocos jóvenes a tantos amables y carísimos viejecitos y propiciando una rápida e indolora despedida. Y hasta lo llamarían progreso.

domingo, 7 de junio de 2015

FUERZAS ARMADAS

Enrique García - Maíquez en el Diario de Cádiz el sábado 6 de Junio de 2015


HOY, día de las Fuerzas Armadas, más que una fiesta, lo de nuestra Armada y nuestros Ejércitos es una gesta. Bogan contra viento y marea. Un profesor me contaba el estupor de sus alumnos al enterarse de que el dulce Garcilaso era un hombre de armas. Si ni eso, ¿quién entenderá al fiero Baudelaire: "Sólo existen tres seres respetables: el sacerdote, el guerrero, el poeta"? ¿O la dimensión vocacional de la milicia? 

Pocos, porque el pacifismo beligerante arremete contra el nervio estético y emocionante de lo castrense. Y eso que ha sido, desde Homero hasta Hollywood, un continuo. "Arma virumque cano", arranca la Ilíada y es un hilo que puede seguirse hasta nuestros días. En esta línea, el vídeo que se ha marcado el Ministerio de Defensa, tan cinematográfico, resulta más que oportuno. Es poético (versión épica, naturalmente). 

No sólo en lo estético, también en lo afectivo nuestros militares van contra corriente. Una nación donde se pita a lo bestia el himno nacional y en la que después los que no chiflan apenas chistan tiene un problema grave de identidad. Las Fuerzas Armadas están (y eso las honra) en primera línea en defensa de esa identidad. En consecuencia, han de aguantar, firmes, la desafección de amplias capas sociales, que se traduce automáticamente en unos recortes presupuestarios demasiado fáciles, porque no tienen coste electoral. Que será el único coste que no tengan. 

Esa desafección es muy irracional. Los ejércitos, en un mundo complejo, inestable y peligroso, son los cimientos de una sociedad próspera y libre. Existe la tentación de echarse a dormir diciendo "Que nos defiendan ellos", señalando a los norteamericanos. O sea, una variante del "Que inventen ellos"; y tan absurda y dañina. Por supuesto, en un mundo globalizado, donde los retos y amenazas son comunes, la cooperación internacional es básica, pero hay que aportar lo nuestro al esfuerzo común si se quiere ser un país con vigor, voz y voto. Podría parecer este un problema de la guerra fría o de la ampliación de las bases de Morón y Rota, pero ya Diego de Saavedra Fajardo, en el siglo XVII, redactó unas páginas claves explicando la importancia capital de que cada nación se haga cargo de su propia defensa. 

"Cada día, miles de militares en España y lejos de nuestros hogares, trabajamos por tu seguridad, tu libertad y por tu futuro en paz", recuerda el vídeo conmemorativo. Les damos las gracias.

domingo, 19 de abril de 2015

NO ES ODIO RELIGIOSO: ES LA RELIGIÓN

Manuel Molares do Val en su blog "Crónicas Bárbaras" el sábado 18 de Abril de 2015

Es un error creer que los quince musulmanes que arrojaron al mar esta semana a doce cristianos desde una patera en el Mediterráneo lo hicieron por “odio religioso”, como acusa la fiscalía italiana: es la religión. 
No hay odio, “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”, según definición de la Academia, sino la aplicación extrema a los infieles de los mandatos del Corán y los hadizes. 
La obediencia a algunas órdenes divinas llega a crueldades infinitas, como narra el libro del Génesis, 22: Dios le pide a Abraham que le demuestre su fe sacrificando como a un cordero a su único hijo, Isaac. 
Tras comprobar que Abraham lo hará, Dios evita el sacrificio, pero su mensaje sigue vivo simbólica y anualmente con matanzas masivas de corderos en el islam. 
El judaísmo no practica sacrificios así, y el cristianismo se libra de ellos desde el principio, puesto que el sacrificado fue Jesús. 
Los ataques terroristas a las Torres Gemelas, a los trenes de Madrid, a revistas satíricas o masas de personas, o los secuestros y violaciones, especialmente de mujeres objeto sexual en cualquier lugar no son por “odio religioso”, sino por aplicación estricta de una interpretación salafista, primigenia, del islam. 
Alá permite y en ocasiones ordena matar infieles. Le da un valor económico a la vida humana, regula la de la mujer, y puede declararla esclava aún hoy como botín de guerra. 
No es odio lo que llevó a arrojar por la borda a los inmigrantes cristianos --y no es la primera vez, sino un acto cada día más frecuente en las pateras--, sino la religión.
La aplicación de unas creencias que entran para refugiarse en Europa, donde se cree que poner la otra mejilla es humanismo racionalista y no cristianismo

miércoles, 1 de abril de 2015

BALANZAS Y EXPLICACIONES

Almirante Ángel Tafalla, publicado en LA  RAZÓN. 


Últimamente la política exterior del presidente Obama está sufriendo toda suerte de graves reveses. Especialmente en Oriente Medio donde ni la clase política norteamericana –ni nadie en general- está comprendiendo exactamente lo que trata de hacer allí y el papel que a Irán se le pretende asignar en toda esta dramática situación. El intentar explorar cual pudiera ser el objetivo final de tan opaco presidente -en sus años finales de mandato- es la ambiciosa finalidad de estas líneas.
El presidente Obama ha tenido que soportar que el Sr. Netanyahu haya explicado al Congreso norteamericano su versión de porque está totalmente equivocado en sus negociaciones con Irán para controlar su producción de uranio militar. Y encima que esta presencia de un iluminado jefe de gobierno israelí –obsesionado con ganar elecciones a cualquier precio- lo haya sido por invitación del presidente republicano de la Cámara baja. Una semana después  de aquello pudo leer –posiblemente con asombro e indignación- como 47 senadores de la oposición publicaban una carta abierta dirigida teóricamente a los líderes iraníes explicándoles que era inútil negociar con Obama sin su aprobación porque ellos –que van a permanecer en el poder- y un nuevo presidente convertirán en papel mojado cualquier acuerdo alcanzado. Todo esto va más allá del juego político habitual y pudiera indicar que ni la oposición interna ni mucho menos el gobierno israelí comprenden lo que Obama trata de conseguir en un clima de desconfianza y animadversión general. En cierto modo ello nos puede retrotraer a los españoles a los últimos tiempos del presidente Aznar cuando nuestra opinión pública no entendió la finalidad de apoyar entonces a los norteamericanos en Irak; lo  que con tanto éxito y falta de escrúpulos fue explotado por la oposición socialista. Incomprensiones –en ambos casos- originadas por la falta de explicaciones a los futuros votantes.
El modelo de estabilidad estratégica que Occidente -primero el Reino Unido y tras su agotamiento los EEUU- ha tratado de imponer en Oriente Medio se ha basado en una presencia militar y naval avanzada pero apoyándose en una única potencia local hegemónica a nivel regional. Inicialmente esta última fue el Irán del Shah, pero tras la revolución de los ayatolas, Arabia Saudí heredo este informal título.
Arabia Saudí desempeñaba además otros dos papeles, esta vez a nivel mundial: el de custodio de los lugares más sagrados para los musulmanes y el de árbitro de los precios internacionales del crudo -de la energía- que todos necesitamos. Por todo ello se le “perdono”, o al menos se trató de soslayar su apoyo a un integrismo islamista antioccidental wahabista ejecutado con notable cinismo. Pero con las nuevas técnicas de extracción de crudo y gas, la llave de los precios de la energía ya no está en las manos de Arabia Saudí, no al menos en el grado absoluto del pasado.

Quizás –y es tan solo una hipótesis- lo que la administración Obama esté intentando –ciertamente sin la debida pedagogía en la líneas propias y aliadas- sea sustituir el agotado papel de un único hegemon local, por un equilibrio de al menos dos potencias regionales rivales –Irán y Arabia Saudí- con aportaciones estratégicas complementarias de Turquía y Egipto. Equilibrio antagónico, llegando incluso a ocasionales enfrentamientos armados, como los actuales en Yemen. Pero equilibrio el de ahora, sin ningún garante occidental, pues ya que no es imprescindible al no estar en la región la llave del precio de la energía.
Turquía se debate en una polémica interna acerca del papel de los kurdos –de los “suyos” y los otros- a la vez que el recuerdo del Imperio otomano empaña sus iniciativas con los árabes. Egipto gasta gran parte de sus energías en combatir sus demonios internos lo que le resta proyección externa.
Quizás sea este equilibrio lo que trata de conseguir antes de que suene la campana, un presidente norteamericano que siempre ha rehuido los enfrentamientos militares directos mientras practicaba con ciberataques, drones u operaciones especiales todas sus opciones de fuerza. Especialista en retiradas.
Pero para que Iran pueda desempeñar el papel de contrapeso en esta hipotética balanza estratégica del Oriente Medio le hace falta despojarse de la percepción desde el otro platillo de que está tratando de dotarse de armas nucleares. Sin esto el equilibrio no es posible; el nuevo paradigma no funcionara. Por eso las actuales negociaciones con Irán son vitales para tratar de posibilitar una tercera y final retirada norteamericana y atentados como el de Túnez –pese a su relevancia mediática- influyen menos  que los de Yemen o el reciente deterioro de las expectativas en Palestina.
¿Sera esta la finalidad estratégica de un hermético presidente que ve como se agotan sus últimos años con un Congreso en manos de una oposición  que usa sus fuertes prerrogativas constitucionales para plantearle crecientes y graves problemas de credibilidad en su política exterior? Solo caben especulaciones ante un presidente que usa unas admirables dotes retoricas para ocultar unos fines ciertamente opacos.
En la política exterior –como en la guerra-el que no te entiendan los de enfrente puede llegar a ser bueno. Pero el que no te comprendan los tuyos suele dar peores resultados. Sobre todo si luego van y votan y después, encima,  escriben la Historia. Solo hay una posición para liderar, Presidente Obama, delante, desde donde te puedan ver y entender los amigos.



martes, 13 de enero de 2015

LOS YIHADISTAS SE PREPARAN PARA GOBERNAR



JOAQUÍN VILA es director de EL IMPARCIAL

Desde el mirador de San Nicolás, en el popular barrio mozárabe del Albaicín, se puede contemplar la que para muchos es la más espectacular puesta de sol del mundo: al otro lado de la brecha del río Darro, que parte en dos Granada, al caer, los rayos pintan, primero, de dorado y, luego, de naranja y hasta de rojo la majestuosa fachada nazarí de la Alhambra y las copas de los naranjos del Generalife. Al fondo, la imponente silueta de Sierra Nevada.
A lo largo de las callejuelas que trepan por entre el barrio encalado y el palacio, los turistas se agolpan en las tiendas, los bares, las terrazas, los comercios. Y salta la sorpresa. En la bellísima ciudad andaluza apenas viven españoles. Todos los establecimientos comerciales están regentados por ciudadanos árabes. Los emigrantes magrebíes se han hecho dueños de la mayoría de los negocios de este rincón de Granada. Chapurrean malamente nuestro idioma, son amables, hábiles comerciantes y, sin duda, astutos. Atienden los negocios familias enteras: abuelos, padres e hijos se ocupan de regatear con los clientes.
Se trata de emigrantes legales, de origen argelino, marroquí, tunecino, mauritano… Buena gente, trabajadora que ha encontrado su edén en el sur de España, en la ciudad en la que sus antepasados fueron derrotados por la Reconquista y que ahora han vuelto a sus orígenes, al Al Andalus. Sus hijos son españoles de pleno derecho; muchos votan ya y los demás votarán pronto. Los abuelos, los padres y los hijos son musulmanes. Van a la mezquita y escuchan atentos las peroratas de los imanes, unas peroratas que en muchos casos proclaman la guerra santa contra los infieles, justifican el terrorismo yihadista. Y el fanatismo va penetrando en sus cerebros.
Algunos de ellos formarán partidos políticos de inspiración musulmana y muchos les votarán. En unos años, muchas ciudades y pueblos españoles estarán gobernados por ciudadanos de origen árabe. Y, lo peor, algunos de ellos, envenenados por el fanatismo fundamentalista, terminarán enrolándose en los ejércitos yihadistas. No solo en Granada, sino en buena parte de España y en buena parte del mundo. La invasión silenciosa ya ha empezado. En Alemania, en Francia, en Gran Bretaña, en Estados Unidos, en Canadá… en todo Occidente se preparan para gobernar el mundo.
No se trata de cerrar las fronteras a nadie por su origen o religión. No se trata de atizar la xenofobia como hacen los partidos de extrema derecha. Se trata de aplicar la ley. Y las leyes democráticas impiden la apología del terrorismo, como ocurre en muchas mezquitas y, naturalmente, las fuerzas de seguridad tienen la obligación de vigilar y detener a las células de terroristas yihadistas que crecen como las setas por todos los rincones. Sin duda, un reto difícil. Entre el “buenismo” de la progresía y el fanatismo xenófobo hay que imponer el sentido común. Porque la democracia y la libertad están en juego, en el punto de mira del terrorismo y porque resulta evidente que los cerebros asesinos de sus líderes tienen un plan sutil, perverso, soterrado y silencioso para invadir y aniquilar las democracias occidentales e imponer sus atroces leyes.
Solo tres terroristas se han enfrentado en Francia a miles de policías durante tres días. Solo tres terroristas han conmocionado al mundo entero al asesinar a diez periodistas, a cuatro rehenes y a dos gendarmes en el corazón de París. Media docena de terroristas derribaron el 11-S las torres gemelas de Nueva York, asesinaron a tres mil personas y provocaron dos guerras. Solo media docena de terroristas asesinaron en Madrid el 11-M a casi doscientas personas y cambiaron el mapa electoral español. Y solo media docena de terroristas asesinaron en el metro de Londres a más de cincuenta personas. Matar es muy fácil, sobre todo para los fanáticos islamistas dispuestos a inmolarse.
Cualquier día, unos pocos terroristas cometerán atentados simultáneos en una docena de ciudades europeas y americanas y se asemejará al fin del mundo. Y, sin duda, lo están preparando. La III Guerra Mundial está en marcha. Solo un gran acuerdo entre las democracias occidentales puede derrotar el fanatismo, la crueldad, la intolerancia y el terror que nos invade como la peste. Con la unánime y rotunda aplicación de la ley que defiende la libertad, la democracia y los derechos humanos. Pero hay que aplicar la ley sin complejos. Todo un reto; quizás, una utopía

miércoles, 7 de enero de 2015

JOAQUÍN LEGUINA

SANTIAGO SEQUEIROS

JOAQUÍN LEGUINA

Actualizado: 30/12/2014 20:34 horas
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ANTES DE SEGUIR escribiendo sobre sus «reformas» conviene recordar que la Constitución del 1978 fue -y es- la primera y única Constitución española aprobada por un amplio consenso en las Cortes y en las urnas. Los españoles conseguimos con ella, durante la Transición, un acuerdo fundamental que nos hizo, al fin, libres e iguales, aparte, claro está, de firmar la paz entre nosotros. Un acuerdo tácito este último que los comunistas de entonces llamaron reconciliación nacional. Esa reconciliación tuvo «su mármol y su día», su expresión más cabal en la Ley de Amnistía que los antifranquistas sobrevenidos califican hoy de traición. Una injuria más.
Oigamos las razones de Marcelino Camacho defendiendo en nombre del PCE aquella ley:
«Los comunistas, que tantas heridas tenemos, que tanto hemos sufrido, hoy estamos resueltos a marchar hacia delante por la vía de la libertad, de la paz y del progreso. Hoy no queremos recordar ese pasado, porque hemos enterrado a nuestros muertos y nuestros rencores».
¿Era posible sacar a la calle, por ejemplo, a los autores del atentado contra Carrero Blanco sin amnistiar a los policías Roberto Conesa o Saturnino Yagüe? Era posible, pero hubiera sido un disparate. Los que presentaron, empujaron y aprobaron esta ley, ¿se habían olvidado del franquismo, de su naturaleza represiva, de las torturas y las violaciones de derechos fundamentales? Desde luego que no, pero prefirieron -en palabras del historiador Santos Juliá- «echarlo al olvido». Era la contrapartida exigida por la amnistía para que ella alcanzara a todos los actos de intencionalidad política.
Con la llegada de la crisis y los consiguientes destrozos sociales, hoy se oyen variadas (y confusas) voces que no sólo reniegan de la Transición, también hablan sin parar de «reformas constitucionales». Los hay que quieren arreglar con ello el contencioso separatista en aras de un nuevo «encaje» de Cataluña en España, aunque yo me malicio que buscan sólo una tregua con los nacionalistas (¿previa a la rendición?).
Otros, los destroyers, quieren tomar cumplida venganza contra todo y contra todos, motejando a la democracia actual con el despectivo y sospechoso nombre del «régimen del 78». Por eso exigen partir de cero y abrir un periodo constituyente. Una izquierda ésta, la «constituyente», tan vieja como gastada, aunque pretenda ahora disfrazarse -en una impostura indecente- de socialdemócrata. Tentativa que, espero, sea desenmascarada, dejando claro que sus dirigentes, un grupito de universitarios radicales, sólo tratan de alimentarse políticamente del cabreo nacional, proponiendo soluciones simples a problemas complejos. Todo ello envuelto en un lenguaje tan agresivo como justiciero.
Los hay más modestos, que pretenden colocar en la Constitución nuevos derechos civiles. Y los más moderados sólo desean retocar algunos artículos para adecuarla a los nuevos tiempos, por ejemplo, aclarando de una vez el malparido Título VIII.
Aunque ningún reformista hable de ello, la posibilidad de reformas constitucionales se contempla en los últimos artículos de la propia Constitución y allí se definen dos tipos de artículos. Unos, la mayor parte, se pueden cambiar con el simple apoyo de 176 votos en el Congreso de los Diputados (mayoría absoluta). A esos cambios, para entendernos, los llamaremos enmiendas; mientras que el de otros artículos (reformas) requiere un proceso complejo que exige un amplio y sostenido consenso político. El artículo 168 de la Constitución lo precisa así:
1. Cuando se propusiere la revisión total de la Constitución o una parcial que afecte al Título preliminar, al Capítulo segundo, Sección primera del Título I, o al Título II, se procederá a la aprobación del principio por mayoría de dos tercios de cada Cámara y a la disolución inmediata de las Cortes.
2. Las Cámaras elegidas deberán ratificar la decisión y proceder al estudio del nuevo texto constitucional, que deberá ser aprobado por mayoría de dos tercios de ambas Cámaras.
3. Aprobada la reforma por las Cortes Generales, será sometida a referéndum para su ratificación.
Es a este artículo al que motejan de «candado» los populismos felizmente reinantes en España, ya sean nacionalistas ya sean izquierdistas. También andan en este baile algunos denominados socialistas, como los del PSC.
¿Qué contienen los artículos citados por el artículo 168? Pues, en primer lugar, los derechos y libertades de los españoles que nadie puede arrebatarnos mediante una mayoría coyuntural en el Parlamento. Por ejemplo, se garantiza «la dignidad de las personas y los derechos inviolables (Art. 10)». «Los españoles son iguales ante la ley (art. 14 ), que también prohíbe discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal. El art. 15, que prohíbe la tortura y la pena de muerte. O el 16, que protege la libertad ideológica y religiosa. En fin, que allí, protegidos por ese «candado», están nuestros derechos, los de la Declaración Universal del Derechos Humanos y otros muchos. Derechos que nadie en su sano juicio dejaría al albur de la coyuntura política. Por eso el «candado» está muy bien puesto y en su sitio. Quiere evitar que en algún arrebato extremista (de derechas o de izquierdas) se nos arrebaten esos derechos. Quien quiera hacerlo, saltándose el artículo 168, tendrá que recurrir a la fuerza, es decir, a un golpe de Estado.
Pero la imaginación de los leguleyos al servicio de la causa «reformista» ha inventado que el «candado» en realidad no existe, pues el artículo 168 podría eliminarse con una simple votación mayoritaria en el Parlamento. Lo que proponen es un flagrante fraude de ley, pero qué importa cuando lo que pretenden es, simplemente, dañarnos haciendo trampas en el juego.
Claro que ese «candado» guarda algo más que lo ya dicho. Son asuntos con los cuales, a juicio de quien esto escribe, tampoco se debe jugar. A saber:
«La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado» y «la forma política del estado español es la Monarquía parlamentaria». También: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles» (Título Preliminar). En ese mismo Título Preliminar se lee: «El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla». También está allí el «temible» artículo 8: «Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». ¿Pero es que existe algún Ejército en el mundo democrático que no esté para esto?
AQUELLOS QUE PRETENDEN poner la Constitución patas arriba han de saber que si se quieren tocar los preceptos señalados en el «candado» deberán atenerse al complicado proceso que él señala. Todo lo demás consiste en «saltarse a la torera la Constitución» (palabras pronunciadas por Alfonso XIII al dar paso, en 1923, a la dictadura de Primo de Rivera, lo cual le llevaría, ocho después, al exilio). También Lluis Companys se la saltó en 1934 y Francisco Franco en 1936, con los brillantes resultados que todos aquellos pronunciamientos trajeron consigo.
En otras palabras, si se quiere tocar la parte donde se define el Estado y están escritos nuestros derechos, el «reformador» tendrá que contar con el voto de los españoles en referéndum y conviene saber que somos muchos quienes no estamos dispuestos a ceder sin más. Vamos a defender nuestros derechos con uñas y dientes.
En fin, ni uno sólo de los problemas económicos y sociales que golpean hoy a los españoles tiene nada que ver con el texto constitucional. Y su solución tampoco. Enmiendas sí, pero «reformar» la Constitución o empezar de cero sería un despropósito que sólo traería consigo confusión y división. Esa división que con tanto esmero y dedicación cultivan los separatistas.

Joaquín Leguina es miembro permanente del Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid