Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

viernes, 22 de marzo de 2013

VERGÜENZA, PERO NO SORPRESA

Carlos Colón en el Diario de Cádiz el 09 de marzo de 2013 
ÉSTE no es otro artículo sobre Hugo Chávez, que bastante tenemos con la que tenemos para preocuparnos por Venezuela. Es un artículo sobre la vergüenza nacional que supone la presencia de Bildu en las instituciones, sobre la vergüenza regional de que tantos vascos les voten, sobre la vergüenza local de que en la Diputación de San Sebastián haya ondeado a media asta la bandera venezolana junto a la vasca en homenaje a quien convirtió Venezuela en un santuario etarra. Este es un artículo sobre la vergüenza de que el diputado general de Guipúzcoa, Martin Garitano, y el responsable para América del área de relaciones internacionales de Sortu, Asier Altuna, hayan viajado a Caracas para participar en los actos de homenaje a Chávez, a quien desde Sortu se ha definido como un "incansable luchador por la integración de América Latina, la construcción del socialismo del siglo XXI y de una sociedad más justa y solidaria, tanto en Venezuela como a nivel internacional".

Donde no se han puesto a media asta las banderas por las víctimas de ETA se ponen por quien durante más de dos décadas ha dado acogida a los asesinos etarras. Hay una lógica terrible en este hecho. Una lógica que debe agradecerse a que el Tribunal Constitucional revocara el fallo del Supremo que, atendiendo a los informes y peticiones de la Abogacía del Estado y el Ministerio Fiscal, anulaba las candidaturas de Bildu.

Quedó legalizado Bildu, vinieron las elecciones municipales y con ellas los 123 alcaldes y 1.138 concejales que obtuvieron. Lo único bueno del asunto es que ya no se pudo seguir sosteniendo la mentira de que los apoyos filoetarras eran minoritarios en el País Vasco. Lo políticamente correcto desde entonces es afirmar que es preferible que la izquierda abertzale se integre en el juego político democrático. Decir lo contrario descalifica como rencoroso, vengativo y reaccionario.

Desde entonces hasta ahora de poco hay que sorprenderse. Ni de que las banderas ondeen a media asta para agradecerle a Chávez el santuario etarra de Venezuela, ni de que una delegación de Sortu acuda a homenajear al líder de ese socialismo del siglo XXI que, por lo visto, tiene las peores maneras del comunismo del siglo XX. ¿O extraña a alguien que los referentes invocados por Maduro para justificar el embalsamamiento de Chávez sean Lenin, Ho Chi Minh y Mao? Pues que la democracia nos libre de este socialismo del siglo XXI.

sábado, 16 de marzo de 2013

PATRIA Y DEMOCRACIA





Jueves 14 de Marzo de 2013 22:06
Agustín Rosety Fernández de Castro*
 


La Patria es anterior y más importante que la democracia, y el patriotismo es un sentimiento,
mientras que la Constitución no es más que una ley. No veo nada en estas declaraciones del
general Chicharro, de quien fui amigo y compañero durante una larga carrera al servicio de
España, que no pueda yo mismo suscribir. La Patria es la Nación, en tanto amada por sus
hijos. Por eso, el patriotismo es un sentimiento, ese motor que hace a los soldados ofrecer su
vida, llegado el caso, en su defensa. Nadie muere por el tenor de un texto jurídico, por
fundamental que éste sea.
Lejos de mi ánimo interpretar las palabras ajenas para ofrecer una lectura políticamente
correcta, tan sólo deseo expresar su resonancia en mi propia opinión. Estoy retirado, pero soy
consciente de que, no por ello, un viejo soldado debe decir lo que quiera. No obstante, también
es cierto que la condición militar es compatible con todos los derechos fundamentales, sólo
delimitados estatutariamente, sin alterar su contenido esencial. Dicho de otro modo, el militar,
aún en activo, no es una especie de ilota, un ciudadano de segunda clase, carente de libertad
de expresión. Así pues, puede manifestar su opinión como todo el mundo, siempre que, entre
otras cosas, respete el deber de neutralidad política, es decir, que no se incline a favor de
postura partidista alguna, sea política o sindical, entre aquellas que sean legítimas.
En este contexto, la salvaguarda de la unidad nacional no es un interés partidista ni, por el
contrario, socavarla torticeramente sería un interés legítimo. Nada pues se opone a que se

especule acerca de las posibles consecuencias que de una secesión podrían derivarse. En
 


este sentido, estamos de acuerdo con el catedrático González Trevijano: la alternativa a la
Constitución sería un suicidio colectivo, y no me parece otra cosa el aventurerismo separatista.
Mi parecer, ya que me es dable publicarlo, es que una hipotética modificación del Artículo 2 de
nuestra ley de leyes, para suprimir de él la idea de la indisolubilidad de la Nación, supondría
cambiar de Constitución, más que la reforma de ésta. ¿Cómo podría ser de otro modo, si con
ello se escamotearía el sujeto constituyente es decir, la Nación misma? Semejante idea
supone, ni más ni menos, toda una alternativa a la Constitución, ese suicidio colectivo al que, si
no hemos entendido mal, aludía el ilustre constitucionalista interviniente en el acto.
Según he podido leer, el general Chicharro ha rechazado la idea de una hipotética autonomía
de las Fuerzas Armadas amparada por el Artículo 8 de la Constitución, puesto que lo
contempla en relación con el Artículo 97. Así pues, en tanto el sistema constitucional se
mantenga en pie, el Estado podrá hacer uso de la fuerza pública -milicia incluida, si preciso
fuere- para salvaguardar el imperio de la ley. Ahora bien, si el sistema quebrase por dejación
de los poderes constitucionales -una situación sólo hipotéticamente concebible- sobrevendría
uno de esos episodios revolucionarios que sólo la Historia puede juzgar.
En el momento de tomar las armas que la Nación les entrega para servirla, los militares le juran
fidelidad ante la Bandera que la representa. Por eso mismo, las Fuerzas Armadas son una
institución nacional y, también por eso, no están al servicio de la Constitución, sino regidas por
ella, ni menos aún de los Poderes constitucionales, aunque les deban acatamiento y
obediencia. Tan sólo están al servicio de la Nación misma constituida como Estado, vinculados
sus miembros por un deber de lealtad del cual nada les puede exonerar, ni aún la eventual
quiebra de éste. Honor, Valor, Lealtad, Patriotismo, nunca faltará este norte.
Ningún contratiempo cabe esperar, pues, de nuestros
civiilizadísimos soldados, marinos y aviadores, pero nadie debe sorprenderse de su preocupación ante
 
el panorama político que la España de nuestros días ofrece. Son, en definitiva, ciudadanos como los
 
demás, aunque un deber más exigente les vincule. Así pues, antes que escandalizarse, como El País,  
 
de la opinión de un veterano general en la reserva que ha servido con lealtad durante cuarenta
 


y dos años, sería mejor hacerlo ante el espectáculo de traición, corrupción e impunidad que los
ciudadanos contemplamos con mayor o menor resignación día tras día.
Acabamos de conmemorar -ciertamente con menor eco del que la efemérides merecía- el
 


Bicentenario de la Constitución de Cádiz, la primera expresión de nuestra soberanía nacional.
España y Libertad son palabras que laten en sus páginas, aún vivas como inspiración. Desde
entonces, no hay una sin la otra. La Nación soberana es la garantía de la libertad de sus
ciudadanos. Entre nosotros, no hay democracia sin España, ni nuestra Patria viviría
dignamente sin libertad. Sencillamente, no cabe elegir.




*El autor es General (R) del Cuerpo de Infantería de Marina y Licenciado en Derecho. Antiguo
2º Comandante General de la Infantería de Marina.




miércoles, 13 de marzo de 2013

SAN HUGO CHAVES

Eduardo Jordá, publicado en el Diario de Cádiz el sábado 9 de marzo de 2013

HACE años, un amigo venezolano -escritor que vivía en España-, me contó que le molestaba mucho que algunos intelectuales hispanos hicieran propaganda a favor de Hugo Chávez, cuando ninguno de ellos sería capaz de vivir ni medio mes en la Venezuela chavista. Y la razón era fácil de adivinar. Por muy izquierdista y bolivariano que fuera, Hugo Chávez también era antisemita, machista y homófobo, y se burlaba de los "gays" con la misma furia con que atacaba a los "imperialistas yanquis" o a los "sionistas genocidas". Y no sólo eso, sino que Chávez tenía una especie de alcahuete a su servicio que le iba concertando citas con las mujeres guapas que veía en los mítines, una conducta digna de los peores dictadores bananeros como el dominicano Trujillo.

Pero lo peor de todo -me contaba este amigo escritor- es que los mismos intelectuales hispánicos que se pasaban la vida criticando a la Iglesia católica, se callaban como suripantas cuando veían a Hugo Chávez saludar a las multitudes en medio de una parafernalia de rosarios y crucifijos y estampas de Jesucristo. Y por lo visto, todo lo que en España era inadmisible por retrógrado y clericaloide, sí era lícito en Venezuela porque Chávez era de izquierdas y tenía un discurso antiamericano e indigenista. Y los rosarios y las estampas católicas que tanto molestaban aquí no molestaban tanto cuando estaban puestas al servicio de la revolución y las proclamas contra el capitalismo. Y eso, insisto, es lo que ese escritor venezolano no soportaba: que se defendiera allí lo que ninguno hubiera tolerado aquí.

No voy a negar que Hugo Chávez tuviera cosas buenas, y es posible que fuera una persona decente antes de que el poder casi sin límites y la veneración de las masas le hicieran perder la cabeza. Pero estoy seguro de que yo no podría haber vivido ni dos semanas en Venezuela. Porque no habría podido soportar la retórica populista, ni los llamamientos vehementes a la discordia civil, ni los discursos exaltados que dividían a los venezolanos entre "buenos" y "malos", ni la obsesión por comportarse como un rey mago que se dedicaba a hacer regalos a los venezolanos con las inmensas cantidades de dinero que le reportaban las exportaciones de petróleo. Lo siento, pero no me gustan los caudillos que se creen infalibles y que necesitan ser adorados por las muchedumbres. Prefiero políticos modestos, tranquilos y a ser posible conscientes de sus límites. Y que el buen Dios nos libre de los líderes carismáticos