Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

viernes, 31 de diciembre de 2010

La crisis en directo (Intervención en el programa de Luis del Olmo)

Teoría y praxis del gadita, de Juan José Tellez

EL RINCON DE LOS LIBROS RECOMENDADOS. 31.12.10

Por Ignacio Moreno Aparicio

“TEORIA Y PRAXIS DEL GADITA”, de Juan José Tellez.
Editorial Almuzara. 2008. 287 Páginas.

Juan José Tellez nació en Algeciras en 1958, pero a partir de los 12 años vivió intermitentemente en la capital gaditana. Y dado que su abuela materna era de Jerez de la frontera, pasa por ser uno de los pocos ciudadanos que pueden alardear de pertenecer a las tres de las al menos cinco bandas del billar de Cádiz. Es Licenciado en Historia ( ante la imposibilidad de estudiar Periodismo en Cádiz, que es lo que le atraía desde niño, reza en su web. www.juanjosetellez.com).

Ha ejercido el periodismo en esta provincia, como corresponsal, reportero, columnista, director de Europa Sur y subdirector de Diario de Cádiz. A lo largo de su amplia labor periodística ha recalado en Diario 16, en la agencia Efe, en la cadena Ser y también como guionista para El Loco de la Colina. Miembro del Instituto de Estudios Campogibraltareños y del Ateneo de Cádiz, ha publicado numerosos libros de poemas, relatos y ensayos sobre la transición, la inmigración y, especialmente, biografías relacionadas con la música: Historia del desarrollo (1978), Crónicas urbanas ( premio Bahía 1979 ), Medina y otras memorias (1981), Daiquiri (1986), Amor negro (1989), Moros en la costa (2001), Territorio estrecho (1991), Carlos Cano, una historia musical andaluza (1998), Paco de Lucia, retrato de familia con guitarra (1994),, Chano Lobato, memorias de Cádiz (2003), en colaboración con Juan Manuel Marqués; Paco de Lucia en vivo (2003), Trasatlántico (2000), Las causas perdidas (2005),, El loro pálido (1999), Main street (2002), Carlos Cano, una vida de coplas (2004), en colaboración con Antonio Ramos Espejo; Gibraltar en el tiempo de los espias (2005). Sus seis primeros libros de poemas fueron recopilados bajo el título de Ciudadelas y sextantes, en 2006. En la actualidad, participa en tertulias de radio y televisión, dirige el programa “Bienvenidos” en Canal Sur radio ( galardonado con un Premio Ondas ) y Andalucía sin fronteras, en Canal Sur televisión. Al mismo tiempo, publica artículos en La Voz de Cádiz y El Correo de Andalucía entre otros medios.

Más allá de precisiones lingüísticas, mientras que “gaditano” es el natural de Cádiz, gadita pasa a denotar “el que ejerce como gaditano”. Antiguamente se distinguía entre “tirillas” y “beduinos”, que era como se denominaba a los habitantes del nuevo Cádiz que se extendió sobre el istmo, desde las Puertas de Tierra hasta Cortadura. Hoy, ser gadita no es una profesión sino un oficio amateur, esto es, de amante. Tampoco se trata de un simple estereotipo, aunque también lo sea. Es una actitud ante la vida, que puede hacer compatible las contradicciones y las paradojas. Da por hecho que los tanguillos y mucho más que los tanguillos se está perdiendo y es una pena. Y, a pesar de que no le importa demasiado que los granadinos se apropien de Manuel de falla, entiende que una conjura de derrotistas viene conduciendo a Cádiz al desastre desde que nos mangaron la Casa de Contratación de Indias. Canta tirititrán por alegrías con el hambre que vamos a pasar y llora por Camarón. Amigo de los disfraces, el gadita compagina el Carnaval y la Semana santa sin que le rechinen las entendederas. Quizá porque su mayor devoción religiosa sea el Cádiz C.F., sin darse cuenta que a Moliere no le sentó bien el color amarillo de la camiseta.
Y aunque Cádiz pasa por ser abierta y cosmopolita, atrás quedaron los tiempos de la Carrera de Indias y de Jorge Juan. Esto es, el gadita puede creer que más allá de Puerta Tierra no existe vida inteligente, pero intuye al mismo tiempo que le seria más fácil tomar un café en La Habana que en Madrid. Suelo viajar poco si no es por ciertas tristes obligaciones y su ilusión es la de que vive en el mejor sitio del mundo. Y puede que tenga razón, aunque seria bueno salir de vez en cuando fuera de las murallas para comprobarlo. Y es que el gadita vive intramuros, como en una especie de convento urbano pero… ¡ que convento ¡, con salida al mar y a las estrellas.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Una nueva generación toma las calles de Europa: ¿y en España?

Por Jorge Moruno Dazi, sociólogo.

Publicado en El Confidencial (29/12/2010)

La oleada de manifestaciones y protestas que han estallado en distintos países de Europa, indican una posible escalada del conflicto social en el corto y medio plazo; la nueva década se inaugura con un nuevo ciclo de luchas del que todavía no se pueden sacar conclusiones certeras, aunque no parece que vayan a mermar. Con la dureza de los enfrentamientos de la juventud griega siempre como telón de fondo, encontramos protestas en Francia contra la subida de edad de jubilación, en Inglaterra contra la subida de tasas en la Universidad Pública y ahora golpean con dureza en Italia contra la reforma universitaria Gelmini, aprovechando la moción de censura al presidente Berlusconi.

En todas las luchas que están comenzando a cobrar fuerza a lo largo de Europa, encontramos elementos comunes más allá de las particularidades locales y nacionales: la defensa de lo público, del ejercicio del derecho colectivo que blinde el acceso a todos los recursos -desde la sanidad hasta el conocimiento-, que componen el patrimonio común de la población. La ciudadanía muestra así su heterogéneo rechazo en las calles, entendiendo que lo público está siendo objeto de cercamiento y mercantilización para beneficio privado, en detrimento de las condiciones de vida de gran parte de la población.

Entonces, ¿quiénes son hoy, en el siglo XXI, “la parte, sin parte” que está saliendo a las calles de Roma, Londres o Atenas? La respuesta difícilmente se puede reducir a la clásica retórica del movimiento y la clase obrera basada en su centralidad indiscutible en los procesos productivos. Ahora en cambio, además de la fuerza de trabajo industrial se suman toda una multitud de sujetos que no sólo utilizan la fuerza física, sino sobre todo su capacidad mental, las habilidades sociales o los afectos. Compuesta entre otros, por estudiantes, becarios, trabajadores precarios, parados, mujeres, ecologistas, migrantes, subcontratados y todo el amplio abanico de lo que en Italia ya han bautizado como el precariado metropolitano.

No es casualidad, por lo tanto, que sean los universitarios y estudiantes la punta de lanza de las expresiones más disruptivas y radicalizadas. Recordemos que en las últimas huelgas francesas -y antes contra el llamado Contrato de Primer Empleo CPE-, Sarkozy temía por encima de todo la extensión del movimiento a los estudiantes y jóvenes de la banlieue. Atravesados por su posición crucial en la producción inmaterial y manejo del conocimiento, sus funciones y recursos cognitivos, son hoy la materia prima central del modelo productivo que se abre camino en la sociedad de la información y las redes digitales. Igualmente, el estudiantil es un sector que todavía goza de bastante autonomía a la hora de movilizarse y alberga la capacidad de paralizar “la fábrica” con bastante facilidad. Esta es la razón fundamental del ímpetu empresarial en borrar las fronteras entre educación y mercado bajo la ecuación Universidad-Sociedad y disciplinar al estudiante como un trabajador con aspecto de cliente.

Las nuevas protestas, condicionadas por la propia composición de una nueva fuerza de trabajo europea fragmentada y explotada mentalmente, adoptan posiciones antagonistas con facilidad. Se percibe un salto cualitativo entre las clásicas demandas sindicales institucionalizadas por la mejora del salario real y la forma huracanada de una multitud desencantada con el modelo representativo, que es incapaz de asegurar a todas las personas el título de ciudadanía como antaño. Cada una de estas manifestaciones desnuda en su complejidad la naturaleza parasitaria que ejerce un mercado ansioso y caótico sobre la producción vitalmente generada por el cuerpo social. Toda una nueva generación comienza a cuestionarse la posibilidad de reproducir el relato de vida construido por sus padres cuando observa como su futuro ha tomado el semblante de un horizonte desolado por la precariedad. Su expresión desenfocada y existencial es difundida rápidamente como estrías por toda la ciudad, operando como un enjambre sin centro definido que rompe con la clásica dialéctica salarial entre trabajo y capital.

A primera vista todo parece indicar que a nuestros jóvenes -y mayores-, estos episodios que protagonizan los estudiantes en Europa les resultan ajenos a su realidad más cotidiana. No parece importar que nuestros niveles de precariedad, temporalidad, paro, capacidad de acceso a la vivienda y ausencia de perspectivas de futuro, sean incluso más altos que los de algunos de nuestros conciudadanos europeos. Entonces, ¿cómo es que todavía la conflictividad social no se convierte en una constante en las calles, los medios de comunicación, los debates y discusiones populares? Solemos encontrar respuestas de distinto tipo, que abarcan desde la crítica a una juventud que se refugia en el alcohol y la fiesta como método de evasión, hasta el cuestionamiento de la existencia de la propia precariedad de unos jóvenes que todavía sienten el abrigo de las redes familiares.

Es decir, las dos grandes razones que vendrían a explicar la inactividad de una juventud abocada a la incertidumbre se deben, por un lado, a una profunda despolitización y huida de todo lo relacionado con el implicarse en la protesta política; y, en segundo lugar, a la seguridad del régimen de bienestar familiar que todavía hace las veces de colchón y malla contra la exclusión social. Según los últimos datos disponibles sobre la actividad social de la juventud, se desmiente en parte la primera afirmación, aunque si bien es cierto que la mayoría de organizaciones en las que participa la juventud son de carácter caritativo, tipo ONG y no tanto movimientos políticos. En segundo lugar, la construcción cultural familiar no dista mucho del ejemplo italiano, donde los más allegados también cumplen un papel fundamental como mecanismo que mitiga la exclusión social. Entonces, si en términos objetivos tanto en el carácter socioeconómico como en el cultural, así como en los niveles de economía sumergida, no hay mucha distancia del caso italiano, ¿qué otras explicaciones cabría destacar?

Principalmente dos: la organización y el acontecimiento. La primera es fácil de explicar: en Italia existe una larga tradición de organización, trasladada de generación en generación, que combina muy bien la elaboración teórica con la práctica política combativa. No es casualidad que miles de jóvenes se presenten como un cuerpo disciplinado ataviados con cascos y escudos en forma de libro -el book block-, anunciando públicamente que su intención era llegar hasta un Senado señalado como ilegitimo a ojos de la ciudadanía. En segundo lugar, siempre se necesita de una apertura en la estructura de oportunidad política, es decir, un hecho, un acontecimiento que abra la posibilidad de incorporar demandas en la agenda política oficial.

Hacer coincidir en Roma las protestas estudiantiles, junto con los afectados por el terremoto de l`Aquila, los sindicatos del metal y un largo etcétera de actores justo en el momento en que se votaba la moción de censura a Berlusconi, supuso el momento idóneo para lanzar una inteligente apuesta política. En nuestro caso, todavía no se han dado ninguna de las dos condiciones que hacen posible el protagonismo social de los no representados. En España no existe una cultura organizativa tan profunda como en el caso italiano y, por ahora, no se ha generado un acontecimiento que haga estallar las contradicciones latentes antes descritas. Pero la realidad nunca está escrita y como afirma el filósofo esloveno Slavoj Zizek, la política es el arte de lo imposible, por lo que nunca se deben descartar hipótesis ni postales en nuestras calles como las de los enfrentamientos en Roma. La nueva década se inaugura con protestas que amenazan con extenderse e intensificarse, por lo que no nos debería extrañar, sí de aquí en un tiempo aparecen lemas como el de los estudiantes italianos: “Nos habéis quitado demasiado, ahora lo queremos todo”
*Jorge Moruno Danzi es sociólogo.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Quebec en España

Por Jose Antonio Zarzalejos

Publicado en El Confidencial (26/12/2010)

Todos éramos conscientes de que la llamada cuestión nacional -es decir, la integración sin reticencias de Cataluña y el País Vasco en la España democrática- no estaba resuelta definitivamente con la Constitución de 1978 por la torpe política del “café para todos”. La distinción entre nacionalidades y regiones no tuvo reflejo posterior en la asimetría que esa diferencia exigía en los grados de autogobierno de unas y de otras, a salvo de la peculiarísima financiación paccionada de los territorios forales vascos y de Navarra. Someter a Cataluña a un régimen común en materia financiera y competencial fue un grave error de juicio al que el PSC y el PSOE han pretendido poner un remedio que ha agravado la enfermedad. El Estatuto de 2006, que sustituyó al muy satisfactorio de Sau, nació de forma distócica de dos apreciaciones erróneas de Rodríguez Zapatero. La primera: las Cortes Generales aceptarían el proyecto que remitiese a Madrid el Parlamento catalán. La segunda: la suposición, hecha en el Senado por el presidente del Gobierno, de que el concepto nacional de España era “discutido y discutible”.

La izquierda catalana valoró el compromiso de Zapatero y su frágil creencia en la unidad de la Nación española como una habilitación política para, desde el Ejecutivo tripartito comandado por Pasqual Maragall, dar un paso de gigante, dotar a Cataluña de poder soberanista y, al tiempo sustituir de una vez la hegemonía del nacionalismo moderado representado por CiU. Como luego acreditó el Tribunal Constitucional en una sentencia tardía que no pudo aunar el criterio unánime de sus magistrados, el Estatuto catalán, refrendado por un porcentaje decepcionante de ciudadanos, propiciaba en realidad una reforma de la Constitución en la medida en que alteraba el contenido material de aspectos constituyentes esenciales como el propio concepto nacional –en cuanto que la nación es el recipiente constitucional de la soberanía-, la unicidad del Poder Judicial como poder exclusivo del Estado, la auto atribución de competencias estatales y un tratamiento de la lengua catalana preferencial que chocaba con la cooficialidad del castellano.

No sólo el PSC y sus socios -ERC e ICV- elaboraron un texto con un voluntarismo político que marginaba la letra y el espíritu de la Constitución, sino que el propio PSOE y el Gobierno dieron curso a un texto estatutario que, además de provocar una batalla que ha dejado exhausto y seriamente tocado al Tribunal Constitucional, ha servido para reabrir con virulencia la cuestión nacional en Cataluña. Porque el desmoche del Estatuto de 2006 ha generado un sentimiento de frustración y agravio en todo el catalanismo político muy difícil de reparar. No sólo eso: al haber protagonizado la izquierda catalana este envite identitario en plena crisis económica, su electorado no ha entendido el sistema de prioridades de un Ejecutivo al que retiró clamorosamente su confianza el pasado 28 de Noviembre, entregando la gestión -la económica y la identitaria- a Convergecia i Unió después de dos legislaturas con un tripartito de izquierda excéntrico, contradictorio y aventurero.

Cataluña no es hermética y unánime -está muy lejos de serlo- en su percepción nacionalista. En un trabajo de análisis encomiable, Carles Castro ha examinado los números electorales en La Vanguardia del pasado 19 de diciembre, alcanzando interesantes conclusiones. Las más importantes son que el nacionalismo se ha dispersado y cedido casi 70.000 electores en los últimos quince años seguramente, dice, en beneficio del centro derecha españolista, a través de sus marcas, PP y Ciudadanos; que desde 1995 se ha producido una desintegración de la izquierda que ha perdido en estos tres lustros hasta 300.000 electores, un tercio de los cuales podría haberse refugiado en la abstención, afirmando Castro que el destino de los otros 200.000 sufragios “es un misterio”, aunque sea constatable el crecimiento del voto en blanco y el nulo. Si la comparación electoral se produce entre 1999 y 2010, el desastre de la izquierda catalana sería “apocalíptico” con una perdida superior al medio millón de votos que se han fugado al independentismo, al españolismo y al voto protesta (PxC). En definitiva, Cataluña está lejos de ser unívoca. Por el contrario: reúne en su Parlamento nada menos que hasta siete fuerzas políticas lo que implica también una fragmentación social muy relevante.

Aunque este panorama sea así de plural -y pese a que el españolismo haya adelantado posiciones después de la crisis del Estatuto- es lo cierto que el catalanismo sigue siendo una percepción muy transversal que comparte, con grados y matices de distintas intensidades, una afirmación de Cataluña como nación en función de especificidades que no se producen en otros territorios: historia institucional, lengua, cultura, singularidad de su entramado económico y, especialmente, una voluntad reactualizada de su electorado de poner en manos catalanistas la gestión del autogobierno. Tenemos, en consecuencia, una suerte de Quebec a la española, esto es, una nacionalidad que reivindica -lo acaba de hacer Artur Mas, nuevo presidente de la Generalitat- el “derecho a decidir” en el contexto de una “transición nacional catalana” distinta a la del resto de España con la que quiere alcanzar “un Pacto fiscal” como expresión de esa voluntad explícita. Palabras que fueron precedidas por las de la moderada presidenta del Parlamento catalán, Núria de Gispert, al sostener que “nunca nadie ha apagado la llama de la catalanidad y la voluntad de ser un pueblo libre y una nación plena”.

La legislatura del seny

Los nacionalistas catalanes -que gobernaron con Pujol durante veintitrés años- nunca reclamaron un nuevo Estatuto como hizo el PSC. Siempre se mostraron más pragmático, más polisémicos en sus propuestas de futuro, más atemperados en los plazos y los ritmos y más pactistas. De ahí que la propia Núria de Gispert dijese también algo sustancial en su primer discurso como presidenta del Parlamento: “Que Catalunya sea en adelante reconocida como nación tiene poca importancia; siéndolo intensamente, lo será más que afirmándolo entusiásticamente”. Se ha escrito que la que acaba de inaugurar Artur Mas y CiU es la “legislatura del seny” y seguramente será así porque los planteamientos moderantistas de la federación nacionalista aspiran a amalgamar la superación de la crisis económica con una mejor acomodación nacional de Catalunya. Como ocurre en el diferendo canadiense de Quebec que se expresa con una extraordinaria racionalidad política.

Una de las herencias de Rodríguez Zapatero es haber descalabrado el difícil equilibrio entre Cataluña y el resto de España con la promulgación de un innecesario Estatuto que tocaba fibras sensibles de la cimentación constitucional de España. La recomposición de ese desarreglo se ha llevado por delante buena parte del mermado patrimonio de credibilidad que atesoraba el Tribunal Constitucional estigmatizado ahora como una instancia de garantías constitucionales que ha defraudado las expectativas catalanistas. El poder de CiU para modular el futuro de Cataluña y su relación con el resto de España es amplio y solvente. Los nacionalistas serán los interlocutores de una derecha española -difícil que el próximo Gobierno no lo presida Mariano Rajoy- que ha de demostrar capacidad estadista y renovadora, sintonizando con mayorías sociales amplias, manteniendo los asuntos de principio -que no son muchos pero si indeclinables- con la flexibilidad y el equilibrio político que reclama la cuestión nacional española.

La historia, siempre aleccionadora, advierte que no hay soluciones definitivas sino un continuo político de transacción y acuerdos enmarcados en las líneas rojas que no han de sobrepasarse. No es un drama sino una realidad que hay que afrontar la emergencia renovada de una Cataluña que se parece más a Quebec en sus planteamientos que a cualquier otro ejemplo internacional. Y si Canadá ha sabido mantener su integridad desafiándose a sí misma con varios referendos soberanistas en aquella región, España no debería asustarse de su propia realidad siempre y cuando desde Barcelona y Madrid se obre con plena y lúcida responsabilidad de lo que todos nos estamos jugando.

Después de la piqueta del tripartito catalán, de la indolencia del Gobierno central, de las contradicciones del PSOE y de complicidades oportunistas -que han puesto en jaque la Constitución y lesionado al Tribunal Constitucional- llega el tiempo de la restauración de la confianza perdida. Los catalanes dirían que es el momento del “seny”; los que no lo somos, afirmaríamos que es la ocasión para la templanza y las ideas claras: la España plural no es la España centrífuga y desordenada, insolidaria y abusiva, prejuiciada y confrontada, sino el recipiente histórico de una sociedad con una decisión íntima de que la clase política se muestre a la altura de nuestras aspiraciones comunes. Quizás sea mucho pedir en tiempos de aborrecimiento a la casta que representan los gestores de los asuntos públicos, pero es necesario perseverar en la reclamación hasta que los mudos hablen y los sordos oigan.

LIBERTAD Y PERSECUCION RELIGIOSA por Manuel Clavero Arévalo

(Publicado en el Diario de Cádiz el 26 de diciembre de 2010. Manuel Clavero Arévalo es el Presidente del Consejo Editorial del Grupo Joly))

DÍAS antes de la reciente visita de Benedicto XVI a España, el Gobierno aparcó el proyecto de Ley de Libertad Religiosa en el que venía trabajando hace tiempo, que sustituiría a la actualmente vigente 7/1980, de 5 de julio. El proyecto preocupa al Vaticano porque en él figuran prohibiciones como la de exhibir símbolos religiosos en los establecimientos públicos, salvo que tenga valor histórico, artístico, arquitectónico o cultural. Las autoridades que participen en actos religiosos evitarán la discriminación a otras confesiones y las religiones de notorio arraigo verán ampliados sus derechos. El Estado organizará exclusivamente funerales civiles y sólo organizará ceremonias religiosas si los familiares de los fallecidos lo piden. Tampoco habrá crucifijos en los centros públicos. Las autoridades, según el texto en elaboración, no deberán asistir solamente a los actos en que sean invitados por la Iglesia católica, sino también a actos organizados por las demás confesiones y, al parecer, está pendiente de redactar la regulación de los símbolos religiosos individuales que pueden llevarse en espacios públicos.

También en el proyecto se regula la objeción de conciencia en un artículo que dice: "Las convicciones o creencias no eximen del cumplimiento de las leyes, ni exculpan de su incumplimiento. La objeción de conciencia se reconoce en los supuestos expresamente previstos en la Constitución y en las leyes aprobadas por las Cortes Generales". El Tribunal Constitucional tiene reconocida la de conciencia al personal sanitario en los casos de aborto.

El proyecto también reconoce como parte de la libertad religiosa el derecho a la apostasía. Cualquier ciudadano podrá "tener y mantener la religión de su elección, no tener ninguna o cambiar y abandonar la que tenía".

Sin embargo, no deroga, ni puede hacerlo, los Convenios Iglesia-Estado de 1979, ni deroga el sistema de financiación de la Iglesia Católica.

En Europa, y en general en Occidente, se reconoce la libertad religiosa y se prohíbe perseguir a nadie por las creencias que tenga, y la Declaración Universal de Derechos Humanos proclama la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, y también la Constitución española y la Ley Orgánica vigente de Libertad religiosa.

Recientemente, la sentencia de 3 de noviembre de 2009 del Tribunal Europeo de Derechos Humanos resuelve un litigio promovido contra el Estado italiano por una madre extranjera que alega que la presencia del crucifijo en las aulas viola el derecho de libertad de conciencia y de religión. Tras un detallado análisis de los argumentos de las partes, el Tribunal llega a la conclusión de que la presencia del símbolo de una religión concreta en las aulas restringe el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones, así como el derecho de los niños escolarizados a creer o no creer. Un amplio estudio de esta sentencia y de las del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en materia de libertad religiosa, puede verse en el trabajo de profesor Lorenzo Martín Retortillo Símbolos religiosos en actos y espacios públicos (El Cronista, noviembre de 2010).

La libertad religiosa no implica que la legislación del Estado tenga que estar de acuerdo con la doctrina de la Iglesia católica, ni de ninguna otra confesión. De hecho en gran parte de Europa se han promulgado leyes reguladoras del aborto, de los matrimonios homosexuales, de parejas de hecho, etcétera.

Desgraciadamente, frente a la libertad religiosa, existen muchos países y ciudades en que se produce una persecución religiosa, especialmente de los cristianos. Recientemente un autor, poco sospechoso de catolicismo, como Bernard-Henri Lévy, ha publicado un artículo titulado En defensa de los cristianos (El País de 21 de noviembre de 2010), en el que va consignado las persecuciones, incluso físicas, que los cristianos sufren en los distintos países y ciudades del mundo y declara que los cristianos forman hoy, a escala planetaria, la comunidad más violenta e impunemente perseguida. Teherán, Gaza, Sudán, Eritrea donde proclaman verse libres de evangélicos antes de Navidad, el Congo, Bagdad, Corea del Norte, Cuba y China, entre otros muchos. Las persecuciones de cristianos que enumera en cada país son impresionantes, y van desde el asesinato en las puertas de las iglesias al encarcelamiento, los casamientos forzosos de mujeres cabileñas o cristianas, a la humillación y a la reclusión en campos de concentración, etcétera.

Me parece bien que en Occidente y en España nos preocupemos por mejorar la regulación de la legislación sobre la libertad religiosa, aunque no exista una demanda social para ello, pero más nos debe preocupar la persecución que los cristianos y miembros de otras confesiones sufren en muchos países.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Jose María Pemán: pensamiento y trayectoria

EL RINCON DE LOS LIBROS RECOMENDADOS

Por Ignacio Moreno Aparicio

“JOSE MARIA PEMAN: Pensamiento y trayectoria de un monárquico (1897 – 1941). 2ª Edición.
Autor: Gonzalo Alvarez Chillida. Editorial: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz. y Ayuntamiento de Cádiz. 478 Págs. 1996

“Cuando el 20 de julio de 1981 fallecía José María Pemán en su casa de la Plaza de San Antonio de Cádiz, desaparecía, sin duda, el escritor gaditano más famoso del siglo. El local Diario de Cádiz dedicó un número casi monográfico al acontecimiento, pero toda la prensa de implantación nacional se hizo eco de la noticia en primera página, dedicando en el interior una sección especial a glosar, con primeras plumas, la figura literaria y humana del poeta desaparecido. El homenaje que este recibió no se circunscribía a la prensa pues de todas partes llovieron telegramas de condolencia, comenzando por el propio Palacio de la Zarzuela. Aunque quizás el testimonio de duelo más impresionante fue el que tributó en la calle el pueblo de Cádiz, encabezado por su alcalde, el socialista Díaz Medina”.
“Junto al literato de fama moría también un personaje político sumamente importante. Pemán había participado en todos los procesos políticos de la historia española reciente, desde su estrecha colaboración con el dictador Primo de Rivera, en la década de los 20, hasta la presidencia del Consejo Privado de Don Juan de Borbón, en los años 50 y 60. Siempre defensor de la causa monárquica, el Rey Juan Carlos I le concedió en reconocimiento el Toisón de Oro pocos meses antes de morir”.
“Su labor política principal, en la que llegó a ser un consumado maestro, fue la propagandista, tanto con la pluma como, especialmente, con la palabra, destacándose desde muy joven como uno de los grandes oradores de las derechas españolas. “El más grande orador de las Españas”, como le definiera Ramiro de Maeztu en 1931.”
“Pemán se había formado como intelectual en los años de la gran crisis española que terminaría desembocando en la Guerra Civil. Desde el primer momento intervino intensamente en los acontecimientos políticos que se estaban viviendo, alineado con las derechas antiliberales y contrarrevolucionarias. Este carácter divulgativo y sintético de las exposiciones ideológicas de Pemán hace a juicio del autor del libro, la armazón de ideas que nutrieron a las derechas españolas en los años reseñados, en su asalto final contra la democracia y en el establecimiento de un régimen que se proclamaba totalitario, similar al que estaba proliferando en Europa en las mismas fechas.”
“Este trabajo se centra en la etapa de formación y madurez del escritor gaditano, la que va desde los años de la dictadura de Primo de Rivera hasta los primeros de la postguerra española, en torno 1941. Es este el periodo de la gran crisis española del siglo XX, que desembocó en la Guerra Civil y en el régimen de corte totalitario que se instaló tras ella.. Durante el franquismo, Pemán siguió desempeñando un importante papel en el mundo de la cultura española, del que era sin duda una figura consagrada. Fiel siempre a sus ideales católicos y a la causa de la monarquía, su pensamiento sufrió prontamente un proceso de revisión ideológica que le llevó, a mediados de los años sesenta, a propugnar para España una transición pacífica del franquismo hacia un régimen monárquico de corte occidental y democrático”.
“El libro consta de cuatro grandes partes. La primera se dedica a analizar las vicisitudes de la vida de Pemán, en el contexto de la política y la cultura de la España de los años 1923 – 1941. Las partes dos a cuatro analizan su pensamiento, tanto político como social, moral, filosófico e, incluso, estético”.
En el presente trabajo, se dan “las claves para comprender la formación intelectual y política de una de las personalidades más interesantes y controvertidas de nuestra historia reciente se estudian en este libro que sigue los pasos de un monárquico en la convulsa primera mitad del siglo XX”.

martes, 21 de diciembre de 2010

PSOE y PP, prisioneros de sus propias contradicciones

Por José Luis González Quirós

Publicado en Cotizalia (21/12/2010)

Quienes hayan estudiado algo de lógica habrán oído hablar del dilema del prisionero, una situación que se produce cuando cualquiera que haya cometido una fechoría con ayuda de un cómplice se plantee de qué manera puede obtener el mejor trato de la justicia. Si cualquiera de ellos confiesa y su cómplice no, obtendrá la libertad y el cómplice será condenado; si ambos dicen la verdad, se les condenará a ambos, pero, si ambos lo negasen, obtendrían la libertad de manera casi inmediata. Cada uno de los dos sospechosos ha de escoger, por tanto, entre maximizar los beneficios conjuntos guardando silencio, o asumir el riesgo de obtener una larga condena por la traición del cómplice que solo busque su propia libertad.

Se trata de una situación que estudia la teoría de juegos y que da lugar a muy sutiles complicaciones, pero lo que de ella nos interesa es que, como sucede en la política, el destino conjunto de dos protagonistas con intereses contrapuestos está sometido a reglas que, en la medida que incorporan el cálculo sobre lo que hará el adversario, distan de ser enteramente simples. Si aplicamos el modelo a los dos grandes partidos españoles, está claro que ninguno de ellos se fía del otro, y eso les lleva a rechazar la fórmula de pacto de estado que la mayoría de sus votantes consideraría hoy día como la menos mala. Su enemistad radical, fuera ya del modelo formal del prisionero, tiene otros muchos inconvenientes que hacen que la política española se enfangue en una situación de confusión, desesperanza y recelo que no ayuda en nada a que los ciudadanos puedan vislumbrar salida a la crisis. Aunque casi todo el mundo tenga una idea precisa acerca de cómo se reparten las responsabilidades respectivas en este crimen conjunto, lo que es decisivo es que estamos prisioneros de una situación que admite muy pocas fórmulas de desbloqueo.

El PSOE está prisionero de su líder, de su proyecto personal: es la consecuencia de haber ensalzado hasta la nausea, como si se tratase de un genio de la política, a un personaje que ha sido fruto de la casualidad y que no ha resistido ni cinco minutos a la prueba de las dificultades. En esta situación, los socialistas no se atreven a rectificar porque temen que, a corto plazo, los resultados agudicen la devastación que ven en el horizonte, y están ensayando fórmulas más o menos mágicas y coyunturales: hacer como que Zapatero ya no está, amagar con Rubalcaba, como si un Fouché pudiese ganar alguna vez una competición con reglas, por mínimas que sean, o tratar de pasar el mal trago de las municipales y autonómicas y luego ya veremos.

El PP no es menos prisionero. Atado por sus contradicciones, no se atreve a formular con claridad políticas alternativas, y trata de presentarse como una solución más social que la de su adversario. Esta es una constante de la historia del PP, al menos de la de los últimos años, la ridícula pretensión de no ser menos que el PSOE que lleva a cometer verdaderos disparates en sus propuestas, en sus comentarios, en sus reacciones. Que los dirigentes del PP no sean capaces de caer en la cuenta de que esta conducta no hace sino abonar el caladero de votos de sus adversarios es realmente de aurora boreal.

El PP es prisionero también de una tradición escasamente democrática y, por supuesto, nulamente liberal. Dice que sus puertas están abiertas de par en par, pero es para no hacer nada, para que los ingenuos que se arriesguen a entrar puedan comprobar con gran asombro que han pasado a integrar el conjunto de habitantes de la casa deshabitada. El PP tendría que convocar en los próximos meses un Congreso ordinario para cumplir los Estatutos, pero no lo hará, porque lo de la democracia les suena a música celestial a buen número de sus dirigentes, especialmente si se les ocurre pensar que tal vez puedan estar a punto de alcanzar el paraíso de las poltronas.

Si no convoca el Congreso que debiera convocar es porque muchos dirigentes del PP temen que su puesto pueda peligrar si realmente el partido se tomase el trabajo de pensar seriamente en su papel y en dar ejemplo de democracia, de renovación, de rigor, de audacia. Como frente a esas virtudes, la infinita cohorte de los oportunistas y cucañeros se echan a temblar, lo más que puede suceder es que los gerifaltes improvisen alguna especie de Convención para que los beneficiados se harten de aplaudir.

Alguien podría pensar que los defectos de los partidos dependen de su ideología respectiva y no es así, del todo. Su falta de democracia interna es reflejo de la del vecino; su cesarismo es competitivo; su rigidez es respectiva. Lo que choca más es que el PP, que es el partido que debía velar por las libertades y ser más consciente de su pluralismo interno, se deje llevar por un caudillismo inexplicable y absurdo. En resumen, los españoles somos prisioneros de unas cúpulas políticas escasamente admirables, y que se resisten a cambiar con la excusa de proteger nuestros intereses.

José Luis González Quirós es analista político

lunes, 20 de diciembre de 2010

Deuda y crecimiento, las claves de 2011

Por Roberto Centeno

Publicado en Cotizalia (20/12/2010)

El Tesoro realizará mañana la última emisión de deuda del año en medio de un fuerte encarecimiento del coste de la misma. El montante total emisiones de 2010 ha superado los 210.000 millones de euros, de los cuales 140.000 millones corresponden a refinanciación y 70.000 a nuevas emisiones. A esta deuda colocada por canales normales, hay que añadir la correspondiente a canales anormales: el primero, la creciente morosidad en que incurre el Estado, unos 2.000 millones adicionales en 2010; y el segundo, el retraso deliberado en la devolución del IVA e IRPF, donde el Estado adeuda más de 6.000 millones a pymes y autónomos, un expolio disparatado que está haciendo quebrar a muchos de ellos.

Por lo que se refiere a las CCAA, los datos conocidos el viernes y correspondientes al tercer trimestre 2010, dan un crecimiento oficial en los últimos doce meses del 28,4%, equivalentes a 24.000 millones de euros, el record de todos los tiempos a pesar de su compromiso de estabilidad presupuestaria. En el mismo periodo, los Ayuntamientos han incrementado el endeudamiento en el 4,6%, equivalente a 2.000 millones, y las empresas públicas un 12,2%, o 6.500 millones. Y así las cosas, Zapatero continúa batiendo todas las marcas de mendacidad al asegurar que “el 99% de los gobiernos autonómicos y locales está cumpliendo con la reducción del déficit”. ¿En qué país estamos? Pero, además, hay dos problemas: el primero, que estas cifras oficiales son falsas, como afirma el Banco de España, que no cesa de exigir transparencia, como afirma Moody´s, la agencia más “amiga” de Zapatero, y como afirman todos los que se han ocupado del tema, excepto Elena Salgado; el segundo, que a la cifra real, cualesquiera que esta sea, hay que añadirle, como en el caso del Tesoro, la deuda financiada por canales anormales, ya que no se ha pagado a proveedores una cantidad estimada de 8.000 millones adicionales en 2010. Y todo esto no es emisión de deuda total, sino que se trata de deuda exclusivamente nueva.

En resumidas cuentas, ¿a cuánto ascienden las emisiones de deuda nueva en 2010? En el Tesoro, 78.000 millones (70.000 más 8.000); en las administraciones territoriales, 40.500 millones, cifra que sale de sumar 32.500 más otros 8.000 de mayor morosidad. Todo ello cifras oficiales. ¿Pero cuál es en realidad? ¿Un 20% más, un 30%? Solo Dios y tal vez Elena Salgado conocen la magnitud del agujero autonómico. Pero podemos estimar que el endeudamiento nuevo de las AATT en 2010 oscilará entre los 50.000 y los 60.000 millones y que el endeudamiento nuevo del sector público en 2010 será del orden de los 128.000 millones de euros, o el 12% del PIB, un auténtico dislate. Seguimos gastando casi el doble de lo que ingresamos. Y además, como el sistema financiero está técnicamente quebrado en una buena parte, el Estado ha tenido que avalar unos 90.000 millones en refinanciaciones de deuda de cajas de ahorro, el mismo camino de perdición seguido por Irlanda. En total, 218.000 millones entre mayor deuda y avales, el 21,8 % del PIB. ¿Pero es que se han vuelto locos?

Y la guinda del pastel, con España al borde del abismo, la cúpula del PP reunida en Zaragoza, con Gallardón a la cabeza, un megalómano que ha arruinado Madrid para varias generaciones, que acaba de construir el salón de plenos municipales mas fastuoso de Europa en su sede –palacio que parece diseñado por Albert Speer, el arquitecto de Hitler-, y que tiene la desvergüenza de pedir, flanqueado por Rajoy, más dinero para los ayuntamientos. ¿Y esta gente es la que va a sacar a España de la crisis?

Deuda 2011, posibilidades de colocación.

La deuda total más los avales a emitir en 2011 se estimaban en unos 320.000 millones de euros, de los cuales 95.000 son los avales que necesita el sector financiero para no quebrar y 15.000 el déficit eléctrico. Pero ahora resulta que, según el BdE “los vencimientos de las cajas son mucho más importantes de lo que se pensaba”. ¿Cuánto más importante? Los que exigen transparencia a los demás, unos reguladores incapaces de calcular correctamente algo tan simple como los vencimientos de deuda de los regulados, no dan la cifra. Y lo peor, ¿con qué derecho va a avalar el gobierno con nuestro dinero decenas de miles de millones –ya ha avalado 180.000 millones- que sabe con certeza que las cajas jamás podrán devolver? “No es que produzcan rechazo, es que están apestadas”, afirmaba el viernes el economista jefe de Intermoney. ¿Con qué derecho nos imponen el robo legal del FROB para cumplir con las exigencias de capital, que está siendo despilfarrado en pensiones de lujo, bonos patrióticos, salarios y Visas oro con el visto bueno del BdE?

Salgado dice que el Estado “sólo” necesitará colocar deuda nueva por 45.000 millones de euros. Y las administraciones territoriales, que ya no tienen ni para pagar la nómina, ¿cuánto necesitarán? Eso sí, a terceros no van a pagar ni al tato. ¿Qué posibilidades tiene España de colocar en el mercado deuda y avales por 320.000 o 340.000 millones de euros? Realmente ninguna, a no ser que San Juan Trichet cambie de opinión y decida comprarla masivamente. Desde noviembre, la escalada del coste de la deuda ha sido espectacular y será mayor en 2011, si es que alguien nos financia todavía. Pero fijémonos en la última subasta de obligaciones a 15 años: tipo de interés al 5,95% frente al 4,54% de la realizada a principios de octubre. Incremento del 31%. En las letras el caso es más sangrante ya que los tipos subieron un 45%.

Las implicaciones son enormes, no solo porque el sobrecoste de los pagos por intereses se comerán de largo el ahorro de la bajada de pensiones y del sueldo a los funcionarios, que también, sino porque, si tomamos el ejemplo de las obligaciones, quienes hayan suscrito este tipo de deuda en octubre, han experimentado una minusvalía del 24%. Ahora piensen en los millones de ahorradores que, deseando tener su dinero seguro, han invertido en renta fija, normalmente en productos estructurados o planes de pensiones, que pierden ya grandes cantidades, y en los próximos meses, conforme vayan subiendo los tipos de interés, perderán aún más. Y los jubilados, a quienes Zapatero descerrajó la caja de las pensiones, y los 60.000 millones tan a duras penas ahorrados los colocó en deuda española. Ignoro como está distribuido, pero si solo la mitad, 30.000 millones, fue colocada en obligaciones, el ahorro de los jubilados tiene ya una minusvalía cercana a los 7.000 millones. Y tienen que bajar las pensiones un 10% para empezar… y un 30% para seguir porque las cuentas ya no salen.

Ahora bien, si bancos y cajas españolas, que son las que han estado comprando deuda con el dinero de la barra libre del BCE, están perdiendo literalmente miles de millones en sus carteras por la subida de tipos, ¿van a seguir comprando deuda aunque San Juan Trichet les preste el dinero al 1%? Y si no lo hacen, se acabó la fiesta. Y así las cosas, la UE, inspirada por Merkel, acabó de remachar el clavo el jueves: “La UE aprueba que los poseedores de deuda paguen si un país quiebra”. “Ahora sí que estamos en una situación límite”, afirmarían varios grandes ejecutivos el viernes. En estas condiciones, y en mi modesta opinión, la colocación de la deuda 2011 es imposible, y si quebramos, que quebraremos, nos van a ayudar pero con durísimas condiciones, y dentro de ellas los tenedores de deuda van a perder hasta la camisa.

Y por último, el crecimiento

Ya lo expliqué también la semana pasada: el PIB medido por sus componentes, más allá de las mentiras del INE y el BdE, está cayendo al 4% a día de hoy. Las medidas de ajuste: más impuestos, menos salarios, menos pensiones, más paro, a lo que se añade subida del petróleo, de las materias primas, y subidas brutales de la luz y el gas, con familias y empresas perdiendo poder adquisitivo a chorros, empeorarán el consumo y la inversión en 2011. Pero si somos optimistas y pensamos que todo queda igual que hoy, estamos hablando de una caída real de la economía del 4%. Da lo mismo la cifra oficial que nos cuenten.

Una caída de este porte, en relación a los Presupuestos 2011 tiene efectos devastadores tanto directos, menores ingresos, como indirectos, mayores gastos en paro y en tipos de interés, en este caso por lo dicho antes. En conjunto, puede ser un descuadre de entre 20.000 y 30.000 millones de euros, con lo que Elena Salgado no necesitará emitir 45.000 millones de nueva deuda, sino entre 65.000 y 75.000, y luego súmenle CCAA, Ayuntamientos y empresas públicas, que también se verán afectados en sus cuentas por la caída del crecimiento. En resumen, o San Juan Trichet empieza a comprar masivamente deuda española, o esto se termina el año que viene… y no al final sino más bien en la primera mitad de ejercicio.

Dicho esto, les deseo lo mejor para estas Navidades, y que en 2011 luchen por cambiar la Ley Electoral e implantar la democracia, por el cambio del modelo autonómico y por enviar al paro a este Gobierno de incapaces antes de que nos arruinen.

domingo, 19 de diciembre de 2010

OIGO, PATRIA, TU AFLICCIÓN. por Luis Alejandre

(Publicado el 9 de Diciembre. Luis Alejandre es General del Ejercito y fue Jefe del Estado Mayor del Ejercito).

Reiteradamente ha venido estos días a mi mente esta primera y emotiva estrofa del conocido poema que nos legó para siempre Bernardo López García en 1861, referido a los sucesos del 2 de Mayo de 1808. No estamos en una Guerra de Independencia, pero oigo la aflicción de más de cuatro millones de mis compatriotas que viven sin trabajo fijo y entre ellos más de un millón de familias sin ningún ingreso, a la vez que veo cómo se reparten y blindan en instancias nacionales y autonómicas, sustanciosos sueldos y retiros a determinados políticos.
Y he sentido estos días la aflicción de miles de ciudadanos deambulando sin rumbo por los aeropuertos, rehenes de gestiones políticas desacertadas y de actitudes crispadas y no bien ponderadas de una más que selecta minoría, que debería mirar las colas del INEM con más respeto. Y no sé exactamente, si somos víctimas de alguna de las estrategias de manipulación social definidas por este ácrata filósofo norteamericano, Noam Chomsky, como la de «saber crear problemas, para después ofrecer soluciones» en las que se juega manipulando a la opinión pública ante un problema, para que exija leyes y medidas de seguridad coercitivas que, en consecuencia, refuerzan los propios instrumentos de poder del manipulador.Y sufrimos todos, y no sólo los rehenes, cuando vemos que ni siquiera ante un drama social como el vivido en nuestros aeropuertos, nuestra clase política es capaz de aparcar diferencias y actuar como un todo, firme y cohesionada. Porque entre las víctimas de Gando, del Prat o de Barajas no se distinguían los militantes, simpatizantes o votantes de un partido o de otro. Sufrían todos. Este «todos» ha fallado en otros niveles.
Y me aflige en estos días, que el propio presidente del Congreso, el que debería velar por la cohesión, el consenso y el abrazo, busque el chiste fácil en un medio amigo y dé carnaza a sus correligionarios, insultando al jefe de la oposición. Nos duele a todos ver la foto fría y distante de ambos, en plena conmemoración del día en que cumplía años nuestra Carta Magna. Mi paisano, el respetado y querido Félix Pons, volvería a la tumba si viese en qué se ha convertido una presidencia que él construyó con mimbres de educación, de respeto, de tolerancia y, como decía, , en «saberse poner en la piel del otro».Y me aflige, Patria, que en la Universidad se vete «para evitar incidentes» a un cardenal de una pieza como Rouco, o a una política con valor acreditado como Rosa Díez, cuando sus campus deberían ser modelo de libertad de expresión, de respeto intelectual, de apertura de ideas. También somos rehenes de la irracionalidad, la amenaza y el chantaje, cuando precisamente el informe PISA, el programa para la evaluación internacional de alumnos, insiste en ponernos, un año más, orejas de burro.Incluso me duele, Patria, cuando se tiene que recurrir a la «última ratio» castrense, ya sea para poner orden en un desarbolado CNI víctima de manipulaciones, ansiedades y despropósitos, o en todas las torres de control de nuestros aeropuertos.
Y menos mal que se mantienen códigos éticos entre los miembros de las Fuerzas Armadas, a pesar de los vaivenes partidistas, las podas presupuestarias y las dirigidas y conscientes manipulaciones de sus códigos de conducta y sus arraigadas tradiciones, impuestas muchas veces por personas procedentes de recónditos rincones de la extrema izquierda o del más radical independentismo periférico. Me aflige, Patria, que no cuaje un verdadero movimiento intelectual que vuelva a decir: ¡no es esto! ¡no es esto! Me duele, porque esta riqueza intelectual existe en muchas personas. Pero no se funde en una «acción de conjunto» influyente, diluidos sus esfuerzos en partidas guerrilleras.También interviene aquí la estrategia de la distracción social. Se resaltan en los medios de comunicación aspectos emocionales, estimulando la complacencia con la mediocridad, cuando no en la zafiedad. Lo de moda es ser vulgar, mal hablado, aparecer con aspecto sucio, endiosar a gentes sin talento alguno, despreciar lo intelectual, exagerar el valor del culto al cuerpo y el desprecio por el espiritual, religión católica incluida, por supuesto. Muchas voces claman por vertebrarte, Patria, tras décadas de querer desarbolarte.
Y no hablo ni de «golpes de timón» ni de «operaciones De Gaulle», que merodearon el 23-F. Ni siquiera pienso en aquella columna vertebral que debían constituir las Fuerzas Armadas, en otros tiempos.La vertebración debe apoyarse en una base educativa y social firme, inteligentemente comprendida y aceptada, generosa con los que nos siguen y con los mayores que nos precedieron. Y para esto hace falta un previo pacto ético, que debe convertirse en otro político. Todos debemos saber extraer –votando– a los servidores más eficaces, los más solidarios, los que hayan demostrado que saben servir en la base de la pirámide que conforma la sociedad.Pero me aflige ver cómo hasta el concepto de servicio también está subvertido. Y aún me aflige más ver que estamos perdiendo la fe en nosotros mismos. Mientras, rebrotan en mi mente las trágicas décimas de Bernardo López, porque ¡sigo oyendo, Patria, tu aflicción!

sábado, 18 de diciembre de 2010

¿Adónde va Europa?

La respuesta a la crisis (desregulación del mercado laboral, deflación salarial, desempleo estructural, recortes presupuestarios, privatizaciones) vuelve aún más voraces a los mercados. La UE necesita otra estrategia
Por Sami Nair

Después de Grecia, Irlanda. Después, probablemente Portugal. A continuación, no lo sabemos. Lo que es seguro es que varios países están amenazados por los mercados. España ya está en el punto de mira. Pero con el debido respeto por los demás, España no es lo mismo. Es la cuarta economía de Europa (12% del PIB europeo), y es un peso pesado de la política europea. La deuda española es efectivamente tres veces superior a la griega, su déficit gira desde hace dos años en torno al 10% del PIB, y el desempleo, que afecta a todas las franjas de edad, se sitúa en realidad por encima del 20%. Si España recurriera al fondo de rescate europeo, eso abriría también y de manera inevitable el camino a acciones especulativas contra Italia y Francia, y significaría un giro decisivo para Europa.

La paradoja es que la estrategia europea de salida de la crisis mundial (desregulación de los mercados de trabajo, deflación salarial, desempleo estructural, restricciones presupuestarias, privatizaciones masivas), vuelve más voraces aún a los mercados que, de ahora en adelante, lo quieren todo y les parece que nunca se hace bastante. Esta estrategia, fundamentalmente recesiva, provoca un aumento legítimo de las reivindicaciones sociales y políticas, y da lugar a unas preguntas que las opiniones públicas ya comienzan a formularse espontáneamente. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, expresa sin ambages este estado de ánimo: "Para Atenas, Madrid o Lisboa, se planteará seriamente la cuestión de saber si les interesa continuar el plan de austeridad impuesto por el FMI y por Bruselas, o, al contrario, volver a ser dueños de su política monetaria" (Le Monde, 23, 24 de mayo de 2010).

Aún no hemos llegado hasta aquí pero, si no cambiamos las reglas de juego, la división de la zona euro se volverá una hipótesis seria. Pues está claro que no podremos resolver esta crisis solamente con medidas restrictivas que apunten a las poblaciones más expuestas (clases medias y populares), y menos aún con unas medidas técnicas vinculantes como las apoyadas por Alemania y Francia para activar el fondo de rescate. El presidente del Bundesbank alemán, Axel Weber, ha dado a entender, durante una visita reciente a París, que los 750.000 millones de euros deberían ser de todos modos aumentados si España recurriera al fondo. Lo cual no debe de haber gustado al ministro alemán de finanzas, Wolfgang Schäuble, que, en una entrevista en Der Spiegel (8-11-2010), ha cortado a cuchillo en dos fases para quienes no las respetaran las líneas rojas de esta ayuda: durante la fase crítica, prolongación de vida de los créditos y, si eso no basta, los inversores privados deberán aceptar una depreciación de sus préstamos a cambio de garantías para el resto. Eso viene a ser lo mismo que agitar el capote delante de los inversores privados.

Estos han reaccionado inmediatamente poniendo de rodillas a Irlanda y cercando a Portugal, antes de señalar a Bélgica y a España. ¿Cuánto falta para que pasen al ataque? El margen de confianza que conceden a los diferentes países de la zona euro ya es insostenible: Alemania encuentra compradores de sus bonos de una media del 2,7%, mientras que España los negocia en el mejor de los casos en torno al 5% y Portugal al 6,7%. Los países endeudados prestan pues a unas tasas cada vez más prohibitivas y, si a veces logran ganar unos puntos, solo es porque el banco central compra unos bonos, cosa que no podrá durar mucho tiempo.
En realidad, asistimos a una verdadera guerra de los mercados contra los Estados. Cuando empezó la crisis, apunté (La victoria de los mercados financieros, EL PAÍS, 8-5-2010) que los mercados iban a someter a prueba la capacidad de resistencia de los Estados y de los movimientos sociales, y que, en caso de una debilidad probada de los europeos para definir una estrategia progresista común frente a la crisis, los inversores iban a incrementar su ventaja atacando frontalmente a los Estados más frágiles. Objetivos: desregularizar aún más los mercados internos y exigir más privatizaciones. Es exactamente lo que está ocurriendo hoy. Lo que vemos en lo sucesivo ante nuestros ojos es una nueva contrarrevolución social thatchero-reaganiana. La cuestión es saber si las sociedades europeas van a aceptarlo. Pero en este pulso, el estatus del euro es un test definitivo: ¿será por fin puesto al servicio de la promoción de un modelo social sostenible o se volverá el vector de la destrucción de los restos del Estado de bienestar europeo?

A partir de ahora, el problema para Europa ya no es económico, sino político. Si las medidas técnicas adoptadas no logran resolver las dificultades de los países europeos, ¿veremos la división de la zona euro anunciada por Stiglitz? ¿Y qué forma revestirá? ¿Una zona euro reducida a seis, sin España? ¿Una zona basada en el desacoplamiento entre una moneda única para la pareja franco-alemana y algunos más, y una moneda común para el resto? ¿Un retorno a las monedas nacionales? Y en este caso, ¿qué será del mercado único? Por supuesto, oímos cada día a responsables políticos afirmar que estas hipótesis son impensables: ¿pero estamos seguros de que controlan los flujos monetarios? ¿No están sometidos al unísono a los dictados de la Bolsa? Todo puede ocurrir.

En realidad, está en juego el porvenir del proyecto europeo. Las reglas de funcionamiento del euro previstas por el Tratado de Lisboa entran cada vez más en contradicción flagrante con las divergencias de desarrollo de los diversos países de la zona. Ningún Gobierno se atreve aparentemente a poner en duda los dogmas que sostienen el Pacto de Estabilidad, aunque en lo sucesivo nadie los respete. Pero si queremos salvar el euro, hay que flexibilizar estas reglas. E incluso, tal vez cambiarlas. Es vital establecer, de ahora en adelante, una coordinación fuerte de las políticas económicas europeas, aunque Alemania, tutora del Banco Central, no quiere oír hablar de un "gobierno económico". Aquí está el corazón de la batalla para la supervivencia de la zona euro, y no en las solas medidas coercitivas previstas por el acuerdo adoptado el 28 de octubre en Bruselas.

Para relanzar Europa, esta coordinación deberá afrontar al menos cuatro grandes tareas: 1) Una protección del espacio monetario europeo, regulando efectivamente, como por cierto se había previsto en la reunión de la UE el 18-5-10, los Fondos de inversión alternativos y sobre todo los instrumentos ultraespeculativos (hedge funds, private equity, CDS). Eso supone que se pueden pedir explicaciones a Reino Unido para que ponga fin a la política desestabilizadora de la City, principal plaza especulativa mundial. 2) Una mutualización de las deudas públicas europeas con la creación de unos "bonos europeos" para los países endeudados que habrían recurrido al fondo de rescate. Para evitar que aumente la desconfianza de los mercados, Alemania debe aceptar que la activación del mecanismo de rescate sea, bajo unas condiciones precisas, mecánico y no negociable cada vez, como es el caso ahora. 3) La realización de un préstamo para financiar una gran política pública europea de crecimiento, de creación de empleo y de investigación-innovación, lo que supone una reforma de los estatutos del Banco Central. 4) Una armonización fiscal común de la zona euro apoyada con un refuerzo de los fondos de cohesión para los países en dificultades.

Estas medidas tendrían un efecto de arrastre prodigioso. Harían reflexionar a los inversores y crearían un impacto psicológico salvador para movilizar a los pueblos europeos. En realidad, la elección es simple: o bien Europa saldrá de esta crisis reforzada y capaz de afrontar la nueva geopolítica de la economía mundial oponiendo a los mercados un interés general europeo, basado en unas estrategias cooperativas entre las naciones europeas, o bien, empantanada en sus egoísmos nacionales, acabará por estallar en cenizas moribundas.

Sami Naïr es profesor invitado de la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. Traducción de M. Sampons.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cádiz

EL RINCON DE LOS LIBROS RECOMENDADOS

Por Ignacio Moreno Aparicio.

“UNA COMUNIDAD DE COMERCIANTES: NAVARROS Y VASCOS EN CADIZ. (Segunda mitad del Siglo XVIII).”

Autora: Victoria Eugenia Martínez del Cerro González.
Publicaciones Consejo Económico y Social de Andalucía. CES.A. Colección Premio de Investigación y Ateneo Literario, Artístico y Científico de Cádiz. 592 Págs. Sevilla, 2006.

El libro que hoy le presentamos, fue la brillante tesis doctoral que Victoria Eugenia Martínez del Cerro presentó y aprobó con sobresaliente cum laude para obtener el Doctorado de su especialidad de Historia Moderna y está dedicado por la autora a su querido y recordado abuelo, el insigne catedrático y ateneista gaditano, D. Miguel Martínez del Cerro.

El estudio sobre “Una Comunidad de comerciantes; navarros y vascos en Cádiz”, pretende conocer el papel que jugaron los hombres de comercio españoles en la Carrera de Indias. Hasta hace algunos años, la historiografía había prestado atención principalmente a algunas comunidades extranjeras asentadas en Cádiz, como los franceses o ingleses y existía un mayor desconocimiento sobre los españoles. Por ello, en estas páginas se presta atención a una colonia de comerciantes de origen nacional, la Navarra y vasca, que permaneció en Cádiz durante el Setecientos. La investigación parte del indicio de que era uno de los grupos más numerosos de la ciudad, además recoge el testigo de Caro Baroja, quien en 1969, en su Hora Navarra, llamó la atención sobre el papel que desempeñaron algunos navarros en el Setecientos., ya sea como asentistas o arrendatarios vinculados a la Corte o como partícipes de otros negocios, en ciudades estratégicas de la Monarquía hispánica como Cádiz. El libro caracteriza al colectivo ofreciendo una visión global del mismo y abordando cuestiones socioeconómicas. Además, ofrece un perfil complementario al mostrar las trayectorias de dos grandes familias de hombres de negocios, los UZTARIZ (con dos zetas) y los IRIBARREN POLO. Pone de manifiesto el papel estratégico que jugaron algunas familias de hombres de negocios navarros y vascos en el comercio americano. Así mismo, muchos vascongados estuvieron presentes en otra serie de negocios vinculados a la Carrera de Indias, como los seguros o los riesgos marítimos. Alcanzaron los puestos más altos en el Consulado de comerciantes y en el Ayuntamiento. Tras el éxito de los negocios, algunos llegaron a formar parte de la nobleza.

jueves, 16 de diciembre de 2010

La hora de la Economía

Asombroso discurso de un veterano de guerra

Un gráfico revelador: por qué Alemania tiene derecho a decirnos algo

Publicado en Cotizalia (16/12/2010)

Leo en la prensa del lunes, y más en concreto en la Crónica de Casimiro García Abadillo en El Mundo, cómo nuestro gentil Presidente del Gobierno mantuvo el jueves víspera del caos aéreo que un servidor padeció estoicamente, una “larga y dura conversación con Angela Merkel”. Según comenta el articulista, “había que hacer entender a la canciller alemana que España estaba dispuesta a hacer sacrificios pero que Alemania debía poner de su parte”. Con un par. Es el problema de este “hombre de voluntad frágil, angustiado por la presión familiar que va a terminar haciendo bueno a Aznar”, como me lo definía un preboste patrio que le conoce bien con el que tuve ocasión de desayunar en la Ciudad de los Rascacielos: que no se entera de qué va esta fiesta y se dedica a comprar el discurso de la progresía más rancia, aquella que olvida la particular travesía en el desierto que pasó Alemania a cuenta de la integración de la parte oriental con crecimientos de su economía cercanos al 1% durante más de una década.
Como en el cuento de la cigarra y la hormiga, la llegada del invierno financiero ha provocado que un coro de plañideras llamen al Muro de Berlín en busca de auxilio, bien por acción, contribución al Fondo de Rescate comunitario y tolerancia frente a la emisión de Eurobonos (que… ¿quién respaldaría? Ah, vaya), u omisión, solicitud de que haga la vista gorda ante los excesos de déficit y deuda pública acumulados en los últimos tres años. Parecen olvidar que es precisamente la aplicación de unas recetas a la alemana, sacrificio acompañado de un cambio de modelo económico y/o productivo que siente las bases para una mayor estabilidad ante los vaivenes del ciclo, lo que muchos de esos países han de poner en práctica. Y que, como el holgazán de la moraleja infantil, sólo cuando la necesidad aprieta se puede doblegar la falta de voluntad de cambio de esa mediocridad política que rige tales estados, incapaz de ver más horizonte que la siguiente elección aferrada como está al sillón.

Es evidente que es Alemania la que más tiene que perder en el caso de una quiebra de la hasta ahora, fuera de la moneda única, entelequia europea. No hay que olvidar que es el principal acreedor de la Eurozona y que el balance de sus entidades financieras está repletito de deuda de la periferia comunitaria de modo tal que un quebranto sustancial de los deudores podría llevarse por delante a tales tenedores. No sólo eso, es la nación que más ha apostado por la construcción de la Unión, entre otras vías, a través de la financiación del desarrollo de sus regiones más pobres a fondo perdido… pese a sus propias dificultades internas. Una actitud, perseverante en el tiempo, de la que España ha sido una de sus principales beneficiadas. Sorprende como se acepta como lógica la asimetría entre su contribución, que se acepta a manos llenas, y su exigencia que se censura como ilegítima, como un atentado contra la soberanía nacional. ¿De qué estamos hablando?

Pues de esto. El cuadro lo tomo prestado de Credit Writedowns, el siempre interesante blog de Edward Harrison. Es de cierre de 2008, cuando la crisis se creía más financiera que soberana, matiz no poco importante para comprender lo que les quiero decir. Fue el ejercicio de la caída de Lehman, aquél en que varios Landesbank y bancos cotizados alemanes estuvieron en la cuerda floja y su sistema bancario peligró por completo. Pues bien, miren cómo fueron las transferencias fiscales en el seno de la Unión. En la parte superior, los que aflojaban el bolsillo. En la inferior, los que ponían la mano. Alemania aportó más del doble de recursos que el siguiente en la lista, la endeudada Italia. Destacan igualmente Francia y Holanda. Por el contrario, Grecia, Polonia, España y Portugal fueron los principales receptores de la hucha común. Año de tremenda incertidumbre en el que economías más abiertas como la teutona vieron cómo se colapsaba su PIB. Y aún así. Después de esto, ¿no creen que se ha ganado el derecho, al menos, a decirnos algo? Pues va a ser que sí.

Ni rescate ni eurobonos: Merkel marca el paso y aísla a Zapatero en Europa

Publicado en Cotizalia (16/12/2010)

Ni compras masivas de deuda por parte del BCE, ni eurobonos, ni utilización del fondo de rescate para adquirir títulos soberanos. La canciller alemana, Angela Merkel, marca el paso. Y nada indica que Moncloa vaya a lograr alguno de sus tres objetivos estratégicos de cara al Consejo Europeo* que se celebra este jueves en Bruselas.

Zapatero se ha quedado prácticamente solo, lo que significa que España tendrá que aguantar el chaparrón financiero sin apoyos externos de carácter extraordinario, más allá de las compras de deuda que viene haciendo el BCE desde mayo (72.000 millones de euros), y que apenas han servido para calmar a los mercados. De hecho, los diferenciales de deuda de los países ‘intervenidos’ con el bono alemán apenas han bajado pese a que la UE y el FMI han destinado 195.000 millones de euros. Cerca de 110.000 millones para Grecia y el resto para Irlanda. Y en el caso español, no sólo no ha bajado sino que ha crecido (ayer se situó en el entorno de los 250 puntos básicos).

Este fracaso diplomático no significa, sin embargo, que esté todo perdido para los intereses nacionales. El Tesoro Público ha hecho su trabajo de forma soterrada y en estos momentos, según fuentes del Banco de España, dispone de un colchón de unos 40.000 millones de euros para hacer frente a las tensiones, y que de forma inmediata podría utilizar en caso de que tenga dificultades para colocar las emisiones que necesita el Estado para financiar el déficit público. Una cantidad que representa alrededor del 20% de las necesidades de endeudamiento a las que tendrá que hacer frente España en 2011 (unos 192.000 millones de euros). El excedente no está depositado en el Banco de España sino en repos (operaciones con garantía de recompra) de liquidez en un cortísimo periodo de tiempo.

España, en cualquier caso, conoce las debilidades de su propuesta. Y por eso la vicepresidenta Salgado planteó ayer una especie de programa de mínimos con el que podría salir airosa de la reunión. La ministra explicó que la propuesta del Gobierno busca acercar la “capacidad teórica” del fondo de rescate a su “capacidad real”, que en lo referente a las aportaciones de los países miembros a través de avales alcanza los 440.000 millones, si bien indicó que luego resulta “mucho menor” por las condiciones “autoimpuestas” a la hora de su constitución. Entre ellas, mencionó el hecho de tener que avalar un 20% más de lo que llega al país rescatado, avalar también los intereses o constituir siempre una reserva en efectivo. “A nosotros nos parece razonable que se haga lo posible para que la capacidad real coincida con la capacidad teórica y ésa es la primera hipótesis de trabajo que habría que hacer”, aseguró tras la reunión de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, presidida en esta ocasión por el propio Zapatero.

Disciplina alemana

Alemania insiste en que la mejor forma de salvaguardar la estabilidad y el futuro del euro pasa por la disciplina presupuestaria, pero no por crear nuevos instrumentos de apoyo a los países con problemas. A lo sumo, sugirió ayer Merkel, lo que hay que hacer es convertir en permanente el fondo de rescate europeo (750.000 millones de euros) con el objetivo de que vaya más allá del 31 de diciembre de 2013, que es cuando oficialmente expira. Limitando, en cualquier caso, la compra de deuda por parte del BCE.

Con este movimiento, en realidad, lo que se está es dando garantías a los bonistas de que cobrarán sus cupones al vencimiento, ya que algunas de las emisiones superaban con crecen esa barrera temporal. España respalda la idea, pero desearía utilizar el fondo para comprar deuda de los países con problemas, algo a lo que se niegan en redondo tanto Alemania (la cuarta parte de la eurozona) como Francia. No acaban ahí las divergencias. Merkel insistió ayer en que los bancos privados deben participar de alguna manera (que no ha concretado) en el rescate, algo de lo que no quiere ni oír hablar Moncloa, sobre todo en unos momentos en los que el Tesoro necesita ganarse la confianza de los mercados (léase los bancos).

Así las cosas, la creación de una agencia europea de deuda –por la que suspiran los países con problemas, entre ellos España- se antoja una quimera. Entre otras cosas porque sólo podría articularse mediante una reforma en profundidad del Tratado de Lisboa, que prohíbe taxativamente no sólo esta posibilidad, sino también que el BCE compre de forma masiva deuda de los estados miembros, salvo que se trate de operaciones en el mercado abierto destinadas a instrumentar la política monetaria. Un escenario que no se parece en nada al actual, en el que los ataques se dirigen contra países que los mercados ven con problemas. Y que en cualquier caso obligaría a aumentar de forma importante –mucho más de lo que está ahora en estudio- el capital del BCE (y Alemania financia el 19% de sus fondos propios).

El Tratado de Lisboa, de hecho, incluye entre los artículos 123 y 126 hasta cuatro prohibiciones, y a él se agarran Alemania y otros países que no están dispuestos a poner dinero. El artículo 123 prohíbe al BCE financiar a los estados miembros; el artículo 124, igualmente, niega a los estados el acceso a créditos privilegiados, mientras que el 125 deja claro que ni la UE ni ningún estado miembro “asumirá” o “responderá” por compromisos adquiridos por algún gobierno nacional (en este caso la deuda pública). Por último, el 126 deja meridianamente claro que “los estados miembros evitarán déficits público excesivos”.

A esta legalidad es a la que se agarra Merkel, pero también al hecho de que el mecanismo de rescate permanente colisiona con la propia Constitución alemana.

Alemania, en cualquier caso, es el primer interesado en resolver la crisis de deuda soberana. Aunque sólo sea en defensa propia. Los datos más recientes del Banco de Pagos Internacionales (BIS por sus siglas en inglés) estiman que su grado de exposición a España se situaba al finalizar el segundo trimestre de este año en 216.600 millones de euros. Francia, por su parte, tiene una exposición a España de 201.300 millones, mientras que en el caso de EEUU llega a los 172.000 millones (algo que sin duda explica el interés de la Administración Obama por lo que ocurre en nuestro país). España debe al exterior en total 989.800 millones de euros, prácticamente la riqueza generada por el país durante un año.

*Por error se puso en la primera edición Consejo de Europa, cuando se quería decir Consejo Europeo.

Más mugre, es la guerra

Por Carlos Boyero, publicado en El País (12/12/2010)

He escuchado varias veces en boca de gente que escribe sobre televisión (incluso puedo haberlo dicho yo en algún momento enfático o pensando que quedaba guay) que esta tiene la función de una ventana a través de la cual miras el mundo. Y se supone que la vida es algo complejo en la que ocurren todo tipos de cosas, divertidas y patéticas, sonrojantes y perturbadoras, que en el gran bazar hay de todo. Pero no es cierto. Hagan la prueba siguiendo con heroica asiduidad la programación de Telecinco y cualquier cerebro y sensibilidad con parámetros normales llegará a la desolada conclusión de que si la existencia es lo que vomita esa triunfante cadena, convendría cambiar de planeta, comprender demasiado bien la certidumbre de Neruda : "Sucede que me canso de ser hombre". No han llegado todavía a programar el suicidio en directo que imaginó el guionista Paddy Chayefsky en Network, pero todo se andará si perciben algún desfallecimiento en su millonaria audiencia. Psicólogos y sociólogos se pondrían las botas analizando el proceso mental de los incansables fabricantes y conductores de mugre.

Telecinco lleva dos semanas ofreciendo sin prisas y sin pausas el protagonismo absoluto a un delincuente de expresividad viscosa, discurso inarticulado, aura de chantajista y de matón, llamado Rodríguez Menéndez. Han montado esta abyecta película con supuesto tono acusatorio y juicio público hacia este gánster huido, machacado por sus antiguas víctimas, una corte de macarras, estafadores, cotillas hepáticas, traficantes de todo lo vendible, putas redimidas, princesas de corrala, etcétera, que antes formaban la corte y participaron en los sucios bisnes de este Padrino de corrala. Todos son siniestros en este simulacro con afanes naturalistas, en esta cloaca chillona, melodramática y soez.

El cine y la literatura negra norteamericana son memorables entre muchas cosas por la calidad y el estilo de sus villanos, por la mezcla de luces y sombras. Aquí todo es casposo y zarzuelero. Los malos no infunden respeto y miedo. Solo vergüenza ajena.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

¡Qué horror, qué inmenso horror!

Por Carlos Sánchez, publicado en El Confidencial (15/12/2010)

¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros?¿Cuándo acabará esta desenfrenada audacia tuya? Cicerón

Probablemente, una de las órdenes ministeriales más ominosas de la historia de España -y ha habido muchas- fue la aprobada el 3 de febrero de 1939 por el entonces Ministerio de Educación Nacional. La norma vio la luz pocos meses antes de acabar la guerra, y significó la separación de sus cátedras de figuras tan eminentes como Jiménez de Asúa, Fernando de los Ríos, el científico Blas Cabrera o el filósofo José Gaos. La citada orden de depuración de los intelectuales y catedráticos que apoyaron la República justificaba la decisión con un argumento deplorable.
"La evidencia de sus conductas perniciosas para el país", sostenía, "hace totalmente inútiles las garantías procesales que, en otro caso, constituyen la condición fundamental en todo enjuiciamiento". Pocas veces se ha cometido un atropello similar. Los mejores intelectuales fueron forzados a exiliarse y el país quedó en la más absoluta mediocridad. Al menos, la Dictadura tuvo el descaro de reconocer que el Estado de derecho le importaba un bledo. El fin -el asalto a la legalidad republicana- justificaba los medios.

Por supuesto que la decisión del Consejo de Ministros de prorrogar el estado constitucional de alarma hasta el próximo 15 de enero no tiene la transcendencia de la diáspora de los intelectuales españoles. Pero es curioso que una vez más se retuerzan las leyes para conseguir objetivos que el Estado de derecho no contempla. En este caso, mediante la instrumentalización del estado de alarma para obligar a negociar a los controladores y garantizar que manu militari el espacio aéreo español funcione con normalidad hasta pasadas las navidades.

El Gobierno -y los partidos que le respaldarán en el Congreso- convierten de esta manera una situación excepcional -como es la declaración del estado de alarma- en un mero instrumento de acción política, lo cual no va sólo contra el sentido común, sino contra el principio constitucional que confiere al estado de alarma un carácter no político. Como han señalado algunos constitucionalistas, el estado de alarma se configura como una decisión políticamente neutra. Y de hecho, la ley ni siquiera prevé la limitación, y mucho menos la suspensión, de los derechos de huelga o de conflicto colectivo, por cuanto pueden estar precisamente en el origen de la propia declaración de alarma.

Se trata de un absurdo jurídico difícil de igualar y que viene a ser una especie de fraude de ley del estado de alarma. Máxime cuando su declaración sitúa algunos derechos básicos de los controladores (que también los tienen aunque ganen mucho dinero) en tierra de nadie.

El Gobierno, sin embargo, ha decidido utilizarlo no para defender a los ciudadanos de una situación sobrevenida -y por pura coherencia no previsible-, como fue el hecho de que de manera irresponsable y delictiva los controladores abandonaran su puesto de trabajo en la tarde del pasado día 3. Por el contrario, la utiliza ahora de forma profusa (mes y medio en total) con un argumento nulo en términos jurídicos, y hasta soez en términos intelectuales: la mera sospecha (de una de las partes implicadas en el conflicto-no de un juez o de un árbitro-) de que los controladores pueden paralizar el país. Dando por sentado que la huelga de los controladores necesariamente tendría que ser salvaje. Es decir, sin respetar los plazos y procedimientos que exige la norma del 77.

Un fraude ley.

Se trata, como se ve, de un absurdo jurídico difícil de igualar y que viene a ser una especie de fraude de ley del estado de alarma. Máxime cuando su declaración sitúa algunos derechos básicos de los controladores (que también los tienen aunque ganen mucho dinero) en tierra de nadie. Se desprecia, de esta manera, textos esenciales como la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, que establecen sin fisuras que los trabajadores y los empresarios tienen derecho a negociar y celebrar convenios colectivos, en los niveles adecuados, y a emprender, en caso de conflicto de intereses, acciones colectivas para la defensa de sus intereses, incluida la huelga.
Ni que decir tiene que la prórroga del estado de alarma impide en la práctica -aunque no formalmente- ejercer esos derechos, lo cual supone un evidente menoscabo. En este caso no se trata de una simple sospecha. La realidad ha demostrado que desde que el pasado 4 de diciembre el Gobierno decretó el estado de alarma, los controladores no han podido ejercer un derecho esencial como es el de negociar sus relaciones laborales. Simplemente porque los responsable de AENA y de Fomento no ha querido (lo han dicho en público).

No se trata de una hipótesis. Está fuera de toda duda que el Gobierno tampoco ha explorado hasta el momento la vía del arbitraje obligatorio, que es el camino procesal más adecuado cuando en el conflicto social se sitúan dos posturas abiertamente enfrentadas y sin posibilidad de acuerdo. Como sucedió, precisamente, hace algunos años en el caso de los pilotos de Iberia, que tuvieron que aceptar un arbitraje obligatorio.

Estamos, por lo tanto, ante una mera estrategia política destinada a debilitar a los controladores, lo cual es razonablemente lícito. Otra cosa bien distinta es que se utilice el estado de alarma de forma torticera con ese fin. Socavando un poco más la calidad de nuestra democracia.

¿Y si cambiase la Ley Hipotecaria?

¿Y si cambiase la Ley Hipotecaria? Entrega la casa, salda la deuda.

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Es más que improbable. Prácticamente imposible. Está pactado. Sólo un milagro podría sacar adelante una atrevida propuesta que hoy se vota en el Pleno del Congreso de los Diputados y que pondría patas arriba el sistema hipotecario español. A la formación catalanista CiU que encabezan Artur Más y Josep Antoni Durán i Lleida le gustaría instaurar el modelo estadounidense por el cual con la entrega de la vivienda se salda la deuda hipotecaria. Pero, ¿y si sucediese?

La medida se enmarca dentro de un paquete de medidas presentadas por el grupo parlamentario catalán en respuesta a los problemas sociales que están provocando el aumento de desahucios y ejecuciones hipotecarias como consecuencia de la profunda crisis que sufre España. El portavoz de Vivienda de CiU, Pere Macias, defenderá la moción consecuencia de interpelación que hace dos semanas dirigió al ministro de Fomento, José Blanco, solicitando que modifique la legislación hipotecaria y procesal a este fin. Aunque Blanco se mostró ·abierto a estudiar· algunas de las propuestas de CiU, el Gobierno y el Grupo Socialista han remarcado que ·bajo ningún concepto· está dispuesto a evaluar ·ni mucho menos aplicar· esta idea.

¿Cómo entender el modelo hipotecario español? El New York Times lo calificó de 'condena de por vida'. El dibujante Forges lo acaba de plasmar en una de sus viñetas este mismo lunes. En ella, una persona se lamenta de que el banco le concediese un crédito hipotecario tras una tasación que, poco después, tras ejecutar la hipoteca por morosidad vuelve a ser tasada, pero con un importe inferior a la mitad. Resultado, el propietario pasa a dejar de serlo, pero continúa debiéndole al banco unos 180.000 euros tras perder la casa. Ese es el resumen rápido de las consecuencias de no poder pagar una hipoteca en España.

Sin embargo, este cambio jurídico es imposible de aplicar debido a que todo el sistema está montado en torno a él. ·Significaría el colapso del sistema bancario español, que tiene decenas de miles de millones de euros de títulos emitidos sobre estas hipotecas y que han vendido a inversores internacionales en forma de deuda·, explican fuentes bancarias. Además, el hipotético cambio legislativo, de salir adelante, provocaría un fuerte incremento de la morosidad del sistema financiero español y un descenso en la tasa de recuperaciones, que son las que están conteniendo la mora -ratio de impagos en relación de los créditos concedidos-.
Según explican fuentes financieras, un cambio de ese tipo no sería viable en este momento de crisis y llevaría varios años aplicarlo. ·Cambiarían completamente las reglas del juego para bancos y cajas, introduciendo incertidumbres e inseguridad jurídica para el sistema·, señalan fuentes del sector. Modificar la Ley Hipotecaria, para convertir los préstamos sobre vivienda en un préstamo de garantía real y no uno de aval personal que persigue a las personas parece, por tanto, misión imposible a juicio de los expertos.

Otras seis propuestas de reforma hipotecaria.

1. Seguros de crédito hipotecario públicos para ampliar la oportunidad de adquirir una vivienda a personas que tengan poco ahorro previo.
2. Modificar la ley para incrementar las cuantías inembargables de salario, sueldo, pensión, retribución o su equivalente de los deudores que no puedan hacer frente a la hipoteca, y que se tengan en cuenta aspectos como el número de hijos de la unidad familiar.
3. Fomentar la mediación entre banca y familias en caso de impago para evitar desahucios, con fórmulas como permanecer en alquiler pese a perder la propiedad.
4. Crear un nuevo sistema de ayudas públicas para la subvención de tipos de interés de préstamos hipotecarios.
5.Reducir la proliferación de desahucios por la crisis, se debe en vez de que cada entidad financiera busque sus propias fórmulas.
6.Crear un fondo para atender impagos del arrendamiento, financiado por el Estado y gestionado por las comunidades autónomas

Ley electoral y regeneración democrática

Por Rosa Díez, publicada en EL Mundo (14/12/2010)

La autora explica su plan de reforma del sistema electoral para garantizar la pluralidad y la igualdad de los votantes. Aboga por un sistema de listas abiertas para reforzar la participación ciudadana en la elección de sus representantes.

El régimen electoral es una pieza clave del Estado constitucional, pues habilita la participación política de los ciudadanos, transforma sus votos en escaños y, en definitiva, hace operativo el principio democrático en las instituciones de nuestro Estado, que propugna como uno de sus valores superiores el pluralismo político.

Como hemos analizado en numerosas ocasiones, la Ley Orgánica 5/1985, vino a consolidar un sistema electoral cuyos parámetros principales se fijaron en la todavía franquista Ley para la Reforma Política de 4 de enero de 1977, recogidos en el Real Decreto-Ley 20/1977, de 18 de marzo, que reguló las primeras elecciones democráticas tras la dictadura. En 1978, esos parámetros pasaron a formar parte de la Constitución española y finalmente todos ellos fueron ratificados en 1985 en la LOREG (Ley Orgánica de Régimen Electoral General).
Conviene recordar estos antecedentes para aquilatar correctamente el origen y las pretensiones de la Ley que pretendemos cambiar. Si los objetivos del legislador de entonces eran mantener un sistema que garantizara el bipartidismo, los del legislador del siglo XXI han de ser instaurar un sistema político que garantice la pluralidad, la igualdad de los electores ante la ley al margen de su opción ideológica y el control de los ciudadanos sobre los poderes públicos.

La Ley electoral actual consagra algunas magnitudes que en nada se corresponden con la España de hoy. Así, dentro del rango de entre 300 y 400 diputados que fija el artículo 68.1 de la Constitución, el artículo 162 de la LOREG opto por mantener la cifra de 350 diputados que ya figuraban en la Ley preconstitucional. Sin embargo, las peculiaridades de la distribución poblacional española y el crecimiento del padrón de habitantes desde 1977 han originado la segunda ratio entre diputados y electores más baja en los países europeos.
El artículo 68.2 de la Constitución consagró también una representación mínima inicial por provincia, de suerte que 100 escaños de la Cámara, más otros dos de Ceuta y Melilla, se asignan con independencia de la población, lo que determina que el número de votos necesarios para la atribución de un escaño presente importantes desviaciones de unas circunscripciones a otras.
Finalmente, y para garantizar el principio de proporcionalidad mandado por la Constitución, la LOREG optó por recoger, aunque sin nombrarla, la fórmula utilizada desde las primeras elecciones democráticas, conocida como regla D’Hont. Como se puede apreciar, tenemos un sistema electoral diseñado en el franquismo y en el que nuestros dos principales partidos políticos se sienten como en casa. Dado que es imposible en democracia imponer el partido único, han legislado lo más parecido, el bipartidismo. Y ambos tan a gustito.

Nuestra propuesta de reforma -que será debatida en el Pleno de esta semana como enmienda a la totalidad del texto que llegó de la Comisión Constitucional- recoge una buena parte de las recomendaciones del Consejo de Estado en aras de garantizar la igualdad de votantes y partidos políticos en el proceso electoral y de revalorizar la participación de los ciudadanos en la designación de sus representantes.
En relación con el primero de estos objetivos -la igualdad de los electores y partidos políticos-, se ha optado por el aumento del número de diputados a 400 y la reducción de la representación mínima inicial a un diputado. Al mismo fin contribuye la sustitución de la fórmula D’Hondt por el método Hare, que aporta un mayor grado de proporcionalidad al sistema.

Por lo que respecta al segundo objetivo -el refuerzo de la participación de los electores en la designación de sus representantes-, se modifica el sistema de listas de candidatos al Congreso de los Diputados, permitiendo que los votantes especifiquen el orden de preferencia de los candidatos incluidos en la lista; o sea, se implanta el sistema de listas desbloqueadas, instrumento fundamental para la regeneración democrática.

Nuestra propuesta de reforma persigue asimismo aclarar cuestiones relativas al censo electoral, reforzando las garantías para combatir los denominados empadronamientos fraudulentos con fines electorales. Por lo que respecta al procedimiento de votación del censo de españoles residentes en el exterior, se regula un procedimiento muy garantista que presenta la importante novedad de permitir a los españoles que viven en el extranjero depositar el voto en urna en el consulado durante los tres últimos días de campaña, sin perjuicio de mantener el voto por correo para todos aquellos que no puedan desplazarse a votar en la dependencia habilitada al efecto.
En relación con las campañas electorales, la reforma persigue, de un lado, evitar la injerencia de los poderes públicos en las mismas mediante la realización de campañas institucionales y de inauguración de obras; y de otro, reducir la publicidad y la propaganda durante el periodo electoral. Se reduce el límite máximo de gastos de publicidad que pueden asumir las candidaturas en campaña, y se congelan las subvenciones por voto/escaño y mailing a lo largo del año 2011. Es decir, se suprime el mailing con cargo a los Presupuestos Generales del Estado.
La reforma incide también en la publicidad e información electoral en los medios de comunicación, manteniendo el respeto a los principios de pluralismo político y social, así como a la igualdad, proporcionalidad y neutralidad informativa, en el conjunto de la programación de los medios de comunicación de titularidad pública durante el periodo electoral.

En suma, nos encontramos una vez más ante un debate de extraordinaria importancia para nuestro sistema democrático cuyo resultado final está cantado antes de iniciarse. El acuerdo férreo ente el PSOE y el PP (del que los nacionalistas son meros beneficiarios) para que no cambie nada y así garantizarse entre ambos la alternancia en el poder, hace imposible modificar un sistema electoral que se ha demostrado manifiestamente contrario a los principios constitucionales de igualdad ante la ley: el derecho activo de cada ciudadano de elegir a sus representantes en igualdad de condiciones y el derecho pasivo de los partidos políticos de ser elegidos también en igualdad de condiciones.

Esta reforma es clave para la regeneración democrática, para que los ciudadanos ganen el control sobre la política, para la recuperación de principios constitucionales que no son negociables. Garantizar la igualdad jurídica y la libertad individual requiere de reformas profundas de un sistema electoral que pervierte el propio régimen democrático. Por eso, además de las reformas antes mencionadas proponemos que las listas sean desbloqueadas para que cada ciudadano ponga una cruz al lado de cada candidato y ordene sus preferencias; reducimos los gastos en publicidad y propaganda electoral y se congelan de forma inmediata las subvenciones y suprimimos el mailing con cargo a los Presupuestos Generales del Estado.

Unión Progreso y Democracia no va a cejar hasta conseguir estos objetivos, que no son ideológicos sino democráticos. Ni el PSOE ni el PP quieren cambiar una ley que les garantiza perpetuarse en el poder; pero ambos estarán más que dispuestos a cambiarla cuando necesiten los votos de un tercero para conseguir o mantener el poder. Nuestra condición innegociable será esta. A partir de ahí, podremos hablar. Queda dicho.

Rosa Díez es diputada nacional y portavoz de Unión Progreso y Democracia.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Discurso de Mario Vargas Llosa

Elogio de la lectura y la ficción
Mario Vargas Llosa
Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía, pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras.

Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.

No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma –la escritura y la estructura– lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.

Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos. Fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias.

Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola.

Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.
La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julián Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.

Nuevas formas de barbarie


Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias. Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio. Nada de eso ha ocurrido. Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear. Hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos. No son muchos, aunque el estruendo de sus crímenes retumbe por todo el planeta y nos abrumen de horror las pesadillas que provocan. No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización. Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos –aunque nunca llegaremos a alcanzarla– a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer. Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad.

París

En mi juventud, como muchos escritores de mi generación, fui marxista y creí que el socialismo sería el remedio para la explotación y las injusticias sociales que arreciaban en mi país, América Latina y el resto del Tercer Mundo. Mi decepción del estatismo y el colectivismo y mi tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy –que trato de ser– fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana, que me había entusiasmado al principio, al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética, el testimonio de los disidentes que conseguía escurrirse entre las alambradas del Gulag, la invasión de Checoeslovaquia por los países del Pacto de Varsovia, y gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean-François Revel, Isaiah Berlin y Karl Popper, a quienes debo mi revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas. Esos maestros fueron un ejemplo de lucidez y gallardía cuando la ‘intelligentsia’ de Occidente parecía, por frivolidad u oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquelarre sanguinario de la revolución cultural china.

De niño soñaba con llegar algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía del Perú sólo sería un seudo escritor de días domingos y feriados. Y la verdad es que debo a Francia, a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad. Viví allí cuando Sartre y Camus estaban vivos y escribiendo, en los años de Ionesco, Beckett, Bataille y Cioran, del descubrimiento del teatro de Brecht y el cine de Ingmar Bergman, el TNP de Jean Vilar y el Odéon de Jean Louis Barrault, de la Nouvelle Vague y le Nouveau Roman y los discursos, bellísimas piezas literarias, de André Malraux, y, tal vez, el espectáculo más teatral de la Europa de aquel tiempo, las conferencias de prensa y los truenos olímpicos del general de Gaulle. Pero, acaso, lo que más le agradezco a Francia sea el descubrimiento de América Latina. Allí aprendí que el Perú era parte de una vasta comunidad a la que hermanaban la historia, la geografía, la problemática social y política, una cierta manera de ser y la sabrosa lengua en que hablaba y escribía. Y que en esos mismos años producía una literatura novedosa y pujante. Allí leí a Borges, a Octavio Paz, Cortázar, García Márquez, Fuentes, Cabrera Infante, Rulfo, Onetti, Carpentier, Edwards, Donoso y muchos otros, cuyos escritos estaban revolucionando la narrativa en lengua española y gracias a los cuales Europa y buena parte del mundo descubrían que América Latina no era sólo el continente de los golpes de Estado, los caudillos de opereta, los guerrilleros barbudos y las maracas del mambo y el chachachá, sino también ideas, formas artísticas y fantasías literarias que trascendían lo pintoresco y hablaban un lenguaje universal.

De entonces a esta época, no sin tropiezos y resbalones, América Latina ha ido progresando, aunque, como decía el verso de César Vallejo, todavía hay, hermanos, muchísimo que hacer. Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudodemocracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua. Pero en el resto del continente, mal que mal, la democracia está funcionando, apoyada en amplios consensos populares, y, por primera vez en nuestra historia, tenemos una izquierda y una derecha que, como en Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, República Dominicana, México y casi todo Centroamérica, respetan la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renovación en el poder. Ése es el buen camino y, si persevera en él, combate la insidiosa corrupción y sigue integrándose al mundo, América Latina dejará por fin de ser el continente del futuro y pasará a serlo del presente.

Ciudadano del mundo

Nunca me he sentido un extranjero en Europa, ni, en verdad, en ninguna parte. En todos los lugares donde he vivido, en París, en Londres, en Barcelona, en Madrid, en Berlín, en Washington, Nueva York, Brasil o la República Dominicana, me sentí en mi casa. Siempre he hallado una querencia donde podía vivir en paz y trabajando, aprender cosas, alentar ilusiones, encontrar amigos, buenas lecturas y temas para escribir. No me parece que haberme convertido, sin proponérmelo, en un ciudadano del mundo, haya debilitado eso que llaman “las raíces”, mis vínculos con mi propio país –lo que tampoco tendría mucha importancia–, porque, si así fuera, las experiencias peruanas no seguirían alimentándome como escritor y no asomarían siempre en mis historias, aun cuando éstas parezcan ocurrir muy lejos del Perú. Creo que vivir tanto tiempo fuera del país donde nací ha fortalecido más bien aquellos vínculos, añadiéndoles una perspectiva más lúcida, y la nostalgia, que sabe diferenciar lo adjetivo y lo sustancial y mantiene reverberando los recuerdos. El amor al país en que uno nació no puede ser obligatorio, sino, al igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón, como el que une a los amantes, a padres e hijos, a los amigos entre sí.

Al Perú yo lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé, y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, gocé, sufrí y soñé. Lo que en él ocurre me afecta más, me conmueve y exaspera más que lo que sucede en otras partes. No lo he buscado ni me lo he impuesto, simplemente es así. Algunos compatriotas me acusaron de traidor y estuve a punto de perder la ciudadanía cuando, durante la última dictadura, pedí a los gobiernos democráticos del mundo que penalizaran al régimen con sanciones diplomáticas y económicas, como lo he hecho siempre con todas las dictaduras, de cualquier índole, la de Pinochet, la de Fidel Castro, la de los talibanes en Afganistán, la de los imanes de Irán, la del apartheid de África del Sur, la de los sátrapas uniformados de Birmania (hoy Myanmar). Y lo volvería a hacer mañana si –el destino no lo quiera y los peruanos no lo permitan– el Perú fuera víctima una vez más de un golpe de estado que aniquilara nuestra frágil democracia. Aquella no fue la acción precipitada y pasional de un resentido, como escribieron algunos polígrafos acostumbrados a juzgar a los demás desde su propia pequeñez. Fue un acto coherente con mi convicción de que una dictadura representa el mal absoluto para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean hábitos y prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones demorando la reconstrucción democrática. Por eso, las dictaduras deben ser combatidas sin contemplaciones, por todos los medios a nuestro alcance, incluidas las sanciones económicas. Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo, solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra.

El Perú de todas las identidades

Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de “todas las sangres”. No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. A mí me enorgullece sentirme heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeo-cristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y la lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron. Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música y su efervescente imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana. Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el Aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas!
La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar, al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes fueron, en gran número, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron, no los que se quedaron en su tierra. Aquellas críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Porque, al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo.
Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza.

Barcelona y España

Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y tal vez, como tantos colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, ni premios, ni lectores, cuyo talento acaso –triste consuelo– descubriría algún día la posteridad. En España se publicaron todos mis libros, recibí reconocimientos exagerados, amigos como Carlos Barral y Carmen Balcells y tantos otros se desvivieron porque mis historias tuvieran lectores. Y España me concedió una segunda nacionalidad cuando podía perder la mía. Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener un pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña persona, también en realidades esenciales como la historia, la lengua y la cultura.
De todos los años que he vivido en suelo español, recuerdo con fulgor los cinco que pasé en la querida Barcelona a comienzos de los años setenta. La dictadura de Franco estaba todavía en pie y aún fusilaba, pero era ya un fósil en hilachas, y, sobre todo en el campo de la cultura, incapaz de mantener los controles de antaño. Se abrían rendijas y resquicios que la censura no alcanzaba a parchar y por ellas la sociedad española absorbía nuevas ideas, libros, corrientes de pensamiento y valores y formas artísticas hasta entonces prohibidos por subversivos. Ninguna ciudad aprovechó tanto y mejor que Barcelona este comienzo de apertura ni vivió una efervescencia semejante en todos los campos de las ideas y la creación. Se convirtió en la capital cultural de España, el lugar donde había que estar para respirar el anticipo de la libertad que se vendría. Y, en cierto modo, fue también la capital cultural de América Latina por la cantidad de pintores, escritores, editores y artistas procedentes de los países latinoamericanos que allí se instalaron, o iban y venían a Barcelona, porque era donde había que estar si uno quería ser un poeta, novelista, pintor o compositor de nuestro tiempo. Para mí, aquellos fueron unos años inolvidables de compañerismo, amistad, conspiraciones y fecundo trabajo intelectual. Igual que antes París, Barcelona fue una Torre de Babel, una ciudad cosmopolita y universal, donde era estimulante vivir y trabajar, y donde, por primera vez desde los tiempos de la guerra civil, escritores españoles y latinoamericanos se mezclaron y fraternizaron, reconociéndose dueños de una misma tradición y aliados en una empresa común y una certeza: que el final de la dictadura era inminente y que en la España democrática la cultura sería la protagonista principal.
Aunque no ocurrió así exactamente, la transición española de la dictadura a la democracia ha sido una de las mejores historias de los tiempos modernos, un ejemplo de como, cuando la sensatez y la racionalidad prevalecen y los adversarios políticos aparcan el sectarismo en favor del bien común, pueden ocurrir hechos tan prodigiosos como los de las novelas del realismo mágico. La transición española del autoritarismo a la libertad, del subdesarrollo a la prosperidad, de una sociedad de contrastes económicos y desigualdades tercermundistas a un país de clases medias, su integración a Europa y su adopción en pocos años de una cultura democrática, ha admirado al mundo entero y disparado la modernización de España. Ha sido para mí una experiencia emocionante y aleccionadora vivirla de muy cerca y a ratos desde dentro. Ojalá que los nacionalismos, plaga incurable del mundo moderno y también de España, no estropeen esta historia feliz.

El nacionalismo: religión provinciana

Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, más bien, religión– provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente. Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales.
No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del “otro”, siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver.
El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad que mi madre, mis abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos y añoranzas, porque toda mi tribu familiar, como suelen hacer los arequipeños, se llevó siempre a la Ciudad Blanca con ella en su andariega existencia. Es la Piura del desierto, el algarrobo y el sufrido burrito, al que los piuranos de mi juventud llamaban “el pie ajeno” –lindo y triste apelativo–, donde descubrí que no eran las cigüeñas las que traían los bebes al mundo sino que los fabricaban las parejas haciendo unas barbaridades que eran pecado mortal. Es el Colegio San Miguel y el Teatro Variedades donde por primera vez vi subir al escenario una obrita escrita por mí. Es la esquina de Diego Ferré y Colón, en el Miraflores limeño –la llamábamos el Barrio Alegre–, donde cambié el pantalón corto por el largo, fumé mi primer cigarrillo, aprendí a bailar, a enamorar y a declararme a las chicas. Es la polvorienta y temblorosa redacción del diario La Crónica donde, a mis dieciséis años, velé mis primeras armas de periodista, oficio que, con la literatura, ha ocupado casi toda mi vida y me ha hecho, como los libros, vivir más, conocer mejor el mundo y frecuentar a gente de todas partes y de todos los registros, gente excelente, buena, mala y execrable. Es el Colegio Militar Leoncio Prado, donde aprendí que el Perú no era el pequeño reducto de clase media en el que yo había vivido hasta entonces confinado y protegido, sino un país grande, antiguo, enconado, desigual y sacudido por toda clase de tormentas sociales. Son las células clandestinas de Cahuide en las que con un puñado de sanmarquinos preparábamos la revolución mundial. Y el Perú son mis amigos y amigas del Movimiento Libertad con los que por tres años, entre las bombas, apagones y asesinatos del terrorismo, trabajamos en defensa de la democracia y la cultura de la libertad.

El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: “Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.
Volvamos a la literatura. El paraíso de la infancia no es para mí un mito literario sino una realidad que viví y gocé en la gran casa familiar de tres patios, en Cochabamba, donde con mis primas y compañeros de colegio podíamos reproducir las historias de Tarzán y de Salgari, y en la Prefectura de Piura, en cuyos entretechos anidaban los murciélagos, sombras silentes que llenaban de misterio las noches estrelladas de esa tierra caliente. En esos años, escribir fue jugar un juego que me celebraba la familia, una gracia que me merecía aplausos, a mí, el nieto, el sobrino, el hijo sin papá, porque mi padre había muerto y estaba en el cielo. Era un señor alto y buen mozo, de uniforme de marino, cuya foto engalanaba mi velador y a la que yo rezaba y besaba antes de dormir. Una mañana piurana, de la que todavía no creo haberme recobrado, mi madre me reveló que aquel caballero, en verdad, estaba vivo. Y que ese mismo día nos iríamos a vivir con él, a Lima. Yo tenía once años y, desde entonces, todo cambió. Perdí la inocencia y descubrí la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo. Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz. Y fue escribir, a escondidas, como quien se entrega a un vicio inconfensable, a una pasión prohibida. La literatura dejó de ser un juego. Se volvió una manera de resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable, mi razón de vivir. Desde entonces y hasta ahora, en todas las circunstancias en que me he sentido abatido o golpeado, a orillas de la desesperación, entregarme en cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al náufrago a la playa.

Aunque me cuesta mucho trabajo y me hace sudar la gota gorda, y, como todo escritor, siento a veces la amenaza de la parálisis, de la sequía de la imaginación, nada me ha hecho gozar en la vida tanto como pasarme los meses y los años construyendo una historia, desde su incierto despuntar, esa imagen que la memoria almacenó de alguna experiencia vivida, que se volvió un desasosiego, un entusiasmo, un fantaseo que germinó luego en un proyecto y en la decisión de intentar convertir esa niebla agitada de fantasmas en una historia. “Escribir es una manera de vivir”, dijo Flaubert. Sí, muy cierto, una manera de vivir con ilusión y alegría y un fuego chisporroteante en la cabeza, peleando con las palabras díscolas hasta amaestrarlas, explorando el ancho mundo como un cazador en pos de presas codiciables para alimentar la ficción en ciernes y aplacar ese apetito voraz de toda historia que al crecer quisiera tragarse todas las historias. Llegar a sentir el vértigo al que nos conduce una novela en gestación, cuando toma forma y parece empezar a vivir por cuenta propia, con personajes que se mueven, actúan, piensan, sienten y exigen respeto y consideración, a los que ya no es posible imponer arbitrariamente una conducta, ni privarlos de su libre albedrío sin matarlos, sin que la historia pierda poder de persuasión, es una experiencia que me sigue hechizando como la primera vez, tan plena y vertiginosa como hacer el amor con la mujer amada días, semanas y meses, sin cesar.

Todo es literatura

Al hablar de la ficción, he hablado mucho de la novela y poco del teatro, otra de sus formas excelsas. Una gran injusticia, desde luego. El teatro fue mi primer amor, desde que, adolescente, vi en el Teatro Segura, de Lima, La muerte de un viajante, de Arthur Miller, espectáculo que me dejó traspasado de emoción y me precipitó a escribir un drama con incas. Si en la Lima de los cincuenta hubiera habido un movimiento teatral habría sido dramaturgo antes que novelista. No lo había y eso debió orientarme cada vez más hacia la narrativa. Pero mi amor por el teatro nunca cesó, dormitó acurrucado a la sombra de las novelas, como una tentación y una nostalgia, sobre todo cuando veía alguna pieza subyugante. A fines de los setenta, el recuerdo pertinaz de una tía abuela centenaria, la Mamaé, que, en los últimos años de su vida, cortó con la realidad circundante para refugiarse en los recuerdos y la ficción, me sugirió una historia. Y sentí, de manera fatídica, que aquella era una historia para el teatro, que sólo sobre un escenario cobraría la animación y el esplendor de las ficciones logradas. La escribí con el temblor excitado del principiante y gocé tanto viéndola en escena, con Norma Aleandro en el papel de la heroína, que, desde entonces, entre novela y novela, ensayo y ensayo, he reincidido varias veces. Eso sí, nunca imaginé que, a mis setenta años, me subiría (debería decir mejor me arrastraría) a un escenario a actuar. Esa temeraria aventura me hizo vivir por primera vez en carne y hueso el milagro que es, para alguien que se ha pasado la vida escribiendo ficciones, encarnar por unas horas a un personaje de la fantasía, vivir la ficción delante de un público. Nunca podré agradecer bastante a mis queridos amigos, el director Joan Ollé y la actriz Aitana Sánchez Gijón, haberme animado a compartir con ellos esa fantástica experiencia (pese al pánico que la acompañó).
La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectivo, el alma, el sentido o el sinsentido de la historia, el más acá y el más allá del conocimiento racional.

Siempre me ha fascinado imaginar aquella incierta circunstancia en que nuestros antepasados, apenas diferentes todavía del animal, recién nacido el lenguaje que les permitía comunicarse, empezaron, en las cavernas, en torno a las hogueras, en noches hirvientes de amenazas –rayos, truenos, gruñidos de las fieras–, a inventar historias y a contárselas. Aquel fue el momento crucial de nuestro destino, porque, en esas rondas de seres primitivos suspensos por la voz y la fantasía del contador, comenzó la civilización, el largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría y nos llevaría a inventar al individuo soberano y a desgajarlo de la tribu, la ciencia, las artes, el derecho, la libertad, a escrutar las entrañas de la naturaleza, del cuerpo humano, del espacio y a viajar a las estrellas. Aquellos cuentos, fábulas, mitos, leyendas, que resonaron por primera vez como una música nueva ante auditorios intimidados por los misterios y peligros de un mundo donde todo era desconocido y peligroso, debieron ser un baño refrescante, un remanso para esos espíritus siempre en el quién vive, para los que existir quería decir apenas comer, guarecerse de los elementos, matar y fornicar. Desde que empezaron a soñar en colectividad, a compartir los sueños, incitados por los contadores de cuentos, dejaron de estar atados a la noria de la supervivencia, un remolino de quehaceres embrutecedores, y su vida se volvió sueño, goce, fantasía y un designio revolucionario: romper aquel confinamiento y cambiar y mejorar, una lucha para aplacar aquellos deseos y ambiciones que en ellos azuzaban las vidas figuradas, y la curiosidad por despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno.
Ese proceso nunca interrumpido se enriqueció cuando nació la escritura y las historias, además de escucharse, pudieron leerse y alcanzaron la permanencia que les confiere la literatura. Por eso, hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños.

De la caverna al rascacielos, del garrote a las armas de destrucción masiva, de la vida tautológica de la tribu a la era de la globalización, las ficciones de la literatura han multiplicado las experiencias humanas, impidiendo que hombres y mujeres sucumbamos al letargo, al ensimismamiento, a la resignación. Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará. Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad. Hechicería que, al ilusionarnos con tener lo que no tenemos, ser lo que no somos, acceder a esa imposible existencia donde, como dioses paganos, nos sentimos terrenales y eternos a la vez, la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas. A disminuir la violencia, no a acabar con ella. Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible.

Mario Vargas Llosa.Premio Nobel de Literatura 2010.

Discurso pronunciado durante la ceremonia de entrega de los Premios Nobel. Estocolmo, 7 de diciembre de 2010.

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