(Jaime Rocha, publicado en el blog "La Quinta Columna" el sábado 3 de Noviembre de 2012)
Dicen, sin
ruborizarse, que pasaremos de los seis millones de parados, que no se creará
empleo neto hasta que haya un crecimiento de, al menos, un dos por ciento del
PIB, y que la tendencia no empezará a cambiar hasta el segundo semestre de
2013.
El Gobierno de la
Nación se encontró con más de cinco millones de desempleados y un déficit en
las cuentas del Estado, incluidas las autonomías, muy superior al seis por
ciento anunciado por el Gobierno saliente. Una situación de la banca
sencillamente de ruina, con cierres y fusiones hechas a la carrera para salvar
los muebles (indemnizaciones millonarias de sus directivos).
Por si no fuera poco,
empiezan a conocerse nuevos y más graves
casos de corrupción entre políticos y
administradores, públicos y privados, que han dilapidado, o se han “desviado”
hacia bolsillos amigos o suyos, miles de millones de Euros.
Y además, se han
realizado faraónicas obras publicas absolutamente prescindibles, como
aeropuertos sin aviones, estaciones de ferrocarril sin pasajeros, y por
contraste, otras obras necesarias, que al no contar con presupuesto suficiente
para su terminación o mantenimiento, se encuentran ya abocadas a la ruina
(algunas, como la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Cádiz, cuatro
años paralizada por falta de recursos económicos, casi en fase de ruina,
mientras los alumnos están amenazados de no poder finalizar sus estudios en la
UCA).
No hay dinero, el país
esta en la ruina, se ha malgastado, se ha administrado gravemente mal, se ha robado y nadie es responsable, nadie está en la cárcel (muy pocos
y de segunda fila) y no hay indicios de que se vayan a llenar los juzgados de
políticos y administradores del dinero publico, más bien al contrario, se tapan
las vergüenzas unos a otros y ahí queda todo.
Llama la atención, por
el contrario, que no cesen la ayudas multimillonarias a la banca, una de las
partes que más culpa tiene en la actual situación, y los ajustes ( recortes
presupuestarios para bajar drásticamente el déficit heredado), se hagan a base
de subidas indiscriminadas de impuestos y facilitar las condiciones de los
despidos.
Mientras tanto,
millones de españoles, familias con niños incluidos, acuden a diario a Caritas y otros comedores
sociales (ninguno de los sindicatos), para no morir de hambre. Otros,
desesperados, han optado por el suicidio ante un inminente desahucio. Y seis millones esperan que esta crisis
termine y puedan volver a ganarse la
vida, la de ellos y sus familias, con un trabajo digno.
Si España, su
Gobierno, se decide finalmente a solicitar un rescate a la Unión Europea, que
no sea para seguir salvado bancos, a quien hay que rescatar es a los españoles.
Si el sistema bancario es fundamental, lo es en virtud de su función social y
de su implicación en el tejido empresarial, como proveedor de recursos
económicos, no solo para presentar balances brillantes a sus accionistas.
Han desaparecido
muchas entidades bancarias, sobre todo Cajas de Ahorros, pero quizás tengan que
desaparecer muchas más. Alemania tiene la mitad de sucursales bancarias que
España. Esa sería la primera y más importante reestructuración del sistema
bancario. La segunda y aun más urgente, es que esas entidades bancarias que
ponían alfombra roja a sus clientes para captar sus ahorros y “venderles sus
preferentes”, como quien hace un gran favor, dieran una moratoria a esos
clientes que están en el paro y no pueden pagar sus hipotecas, e incluso una
quita que alivie en lo posible estas situaciones personales, tal como han hecho
con los millonarios prestamos a los partidos políticos.
Los bancos, a pesar de
la crisis, siguen ganando dinero, aunque algo menos por tener obligatoriamente
que aumentar sus reservas, y van a seguir recibiendo ayudas muy ventajosas de
la Unión Europea. No pueden seguir perdonando deudas a partidos y sindicatos y
exigiendo el pago de las suyas a las pequeñas empresas y ciudadanos.
Y todo esto, ¿A dónde
nos lleva? Pues a que se siguen haciendo las cosas mal, o para ser más justo,
se hacen a medias. Se pone el acento en el déficit y la deuda, que hay
forzosamente que rebajar de forma drástica, pero se pueden y se deben hacer
muchas más cosas:
- No conceder ventajas
fiscales (ya se ha visto el resultado) a esos miles de millones de “dinero
negro”, de esa economía sumergida (que no tributa) y que se calcula casi en el
treinta por ciento de Producto Interior Bruto (PIB). Perseguir ese fraude
debería ser la más importante y prioritaria función de la Agencia Tributaria.
Alemania lo ha hecho y ha destapado muchas cuentas en paraísos fiscales gracias
a la colaboración entre gobiernos.
- Lo ya apuntado
respecto a la reestructuración del sistema bancario.
- Créditos blandos,
moratorias, quitas y lo que haga falta, al comercio, a las pequeñas y medianas
empresas y a los autónomos, generadores del noventa por ciento del empleo y que
están cerrando por miles. Y si no se puede obligar a la banca privada, que si
se puede, que lo haga el ICO.
- A los parados, pero
sobre todo a las familias donde no hay ningún ingreso y viven de la caridad y
ayudas familiares, moratorias bancarias, exención del pago de impuestos en
bienes de primera necesidad (recibos de electricidad y agua con un sesenta por
ciento en impuestos), viviendas sociales, colegios gratuitos, pero gratuitos al
cien por cien, nada de libros, comedores, actividades extraescolares y demás
recargos más o menos justificados. Asistencia sanitaria gratuita, incluidos
medicamentos.
- Obras publicas (y su dotación y
mantenimiento posterior) absolutamente necesarias y justificadas como de
utilidad social. Terminar las ya iniciadas y en las que se ha hecho inversiones
muy importantes, antes de que su deterioro las haga irrecuperables.
Cuando empresas
españolas como Zara, Mercadona y otras, tanto exportadoras como exclusivamente
con mercado interior, son capaces de crecer y crear empleo en plena crisis,
habrá que deducir, sin entrar en otras consideraciones, que están muy bien
gestionadas. En eso consiste el problema: No contamos con buenos gestores y
cuando los recursos escasean, no es que sean necesarios, es que son
imprescindibles.
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