Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

lunes, 25 de febrero de 2013

RADICALES LIBRES

 Pablo Bujalance, publicado en el Diario de Cádiz el 25.02.2013 

CON ERC por encima ya de CiU en intención de voto en Cataluña, y con Bildu gobernando buena parte de las instituciones vascas, parecen cumplirse las advertencias que formularon los más abnegados vigilantes de la democracia: una situación de crisis económica resulta favorable a los partidos radicales, y no es extraño que, de seguir la hecatombe a este ritmo, las urnas se llenen de alegatos a favor de la ruptura del Estado y su sustitución por varias repúblicas. En el lenguaje parlamentario y en los titulares de prensa, el término radical aparece siempre ligado a partidos como ERC y Bildu, organizaciones que, por supuesto, evitan referirse de este modo a sí mismas. Lo radical queda asociado por tanto a lo minoritario (salvo, insisto, en episodios de crisis económica) y lo contrario a lo establecido por la mayoría, que representa por el contrario el consenso y la placidez del acuerdo. Pero, ¿qué quiere decir exactamente ser radical en política?

La RAE incluye hasta diez acepciones del término. Me quedo con la tercera, que es la que, intuyo, inspira a quienes emplean el calificativo para colgárselo a ERC y Bildu: "Partidario de reformas extremas, especialmente en sentido democrático". Y la cuarta: "Extremoso, tajante, intransigente". Los agoreros tenían razón: si esto así, un altísimo porcentaje de la población, hastiada de corrupción e incapacidad política, podría ser considerada radical. Pero no es el radicalismo lo que define hoy al nacionalismo más vehemente, por más que sus portavoces efectivamente lo adopten. Asumida la mayoría de las veces como un mal menor, la democracia no ha contado precisamente con muchos partidarios radicales. Y ya van haciendo falta: voces que, ante atropellos y desfalcos como los que acontecen, se muestren intransigentes y tajantes en la defensa de una democracia que garantice los derechos de todos. Radicales y libres.

Cierto, los nacionalistas excluyentes son radicales en cuanto intransigentes. Pero sus motivos son muy distintos: en su extremidad no defienden los derechos de todos, sino la división de los ciudadanos en categorías de primera y de segunda, en virtud de apellidos, lenguas, territorios y derechos históricos. Cualquiera que se oponga a esto debería ser más radical aún en sus planteamientos. Hay cuestiones de las que deberíamos estar insobornablemente seguros. Pero no deja de resultar sospechoso tanto empeño en vincular el adjetivo radical a ideologías políticas deleznables. Está claro quién saca partido de las posturas tibias.

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