Sí, “China está cerca”, rezaban las pintadas que llenaban las calles de la Italia izquierdista allá por los sesenta, y el lema dio nombre a la película de Marco Bellocchio (La Cina è vicina, 1967). Y, por fin, China se ha acercado de veras, pero no a lo Bellocchio, sino con un comunismo en el que la película “Confucio” compitió con otra superproducción, “Avatar”, cuando ambas se estrenaron, y donde el confucionismo les devuelve las esencias del leninismo: orden y jerarquía. La gira europea del viceprimer ministro Li Keqiang, vuelve a poner de actualidad aquel tigre dormido.
Santiago Carrillo viajó muchas veces a China. El veterano político me comentó que en los años 50 del siglo pasado le explicó a Mao Zedong el giro político que había dado el Partido Comunista de España al proponer la política de reconciliación nacional, verdadera columna vertebral de cómo fue la recuperación de la democracia tras la dictadura franquista. El viejo Mao, para expresar su aceptación, le dijo: “Demos 10.000 años de paz a su burguesía”. Carrillo, para sus adentros, pensó: “Quizá con 5.000 sería suficiente”. No es casualidad que a China se la llame el imperio inmóvil. Ellos se consideran la única civilización bajo el cielo, cuarenta veces secular; mientras nuestra vieja Europa no es para los chinos más que un bebé de pocos días, y los Estados Unidos no digamos: “Un tigre de papel”, según Mao.
Lord Macartney encabezó en 1794 una delegación británica que visitó China, la primera representación occidental de orden político. Una de sus conclusiones aún se mantiene en pie y es plenamente actual: “Nada sería más erróneo que juzgar a China con criterios europeos”. Cuando Napoleón I leyó, en 1816, el informe del lord, sentenció: “Cuando China despierte… el mundo temblará”. Comenzaba, así, la leyenda de la amenaza amarilla… y la profecía comienza a cumplirse; quizá ya se ha cumplido.
China ha despertado. Este 14 de diciembre Manuel Marín se refirió en el Círculo de Economía de Barcelona a las relaciones entre el gigante asiático y la pequeña Europa. De su intervención y coloquio posterior, algunas ideas del ahora presidente de la Fundación Iberdrola y, antes, presidente del Congreso de los Diputados de España y vicepresidente de la Comisión Europea:
- El mundo ha dejado de ser eurocéntrico y de ordenarse a lado y lado del meridiano 0° para vertebrarse a partir del meridiano 180°.
- Europa está pasando por alto, en ocasiones, algo obvio: si se deja un espacio vacío, alguien lo ocupará; si deja de aprovecharse una oportunidad, otro la capitalizará.
- Ganar prestigio internacional es un proceso lento y difícil, pero se pierde de manera fulminante.
- En los últimos años Europa ha dejado imperdonables vacíos, ha perdido grandes oportunidades y una parte sustancial de su prestigio después de la alteración del equilibrio geopolítico global.
- Para colmo, estos traspiés no han venido dictados por una falta de ideas o por un mal diagnóstico por parte de Europa, sino por su incapacidad de gestionar este cambio con rapidez.
- De una manera u otra, el problema de la Unión europea, hoy, es que se ha convertido en la periferia del mundo, y que, a pesar de ser la cuna de prácticamente todos los progresos sustanciales en la historia de la humanidad, somos incapaces de reivindicar nuestra condición de actores globales relevantes.
- La solución, a estas alturas, es de instrumentos, y más concretamente de políticas e instituciones comunitarias fuertes, respetadas y capaces de sacrificar las agendas nacionales en favor de los intereses de la Unión.
- La actual realidad global reserva el liderazgo internacional a un G-2 integrado por los Estados Unidos y China.
- Europa no es el tercer pilar de esta alianza por la imagen de fragilidad que ha emanado de su gestión, como vimos con el Tratado de Lisboa.
- La historia de la UE experimenta hoy una serie de dificultades, de las cuales destacan dos: sus relaciones con Estados Unidos y con China.
- Respecto a Estados Unidos, puso algunos ejemplos de mala relación: la anulación de la Cumbre de la UE y la descortesía de Obama hacia Herman van Rompuy durante la última Cumbre Nuclear.
- China ha dado muestras de su talante con el aislamiento de países como Dinamarca, Francia y Alemania por su apoyo al Dalai Lama, y ante la cobardía generalizada de Europa para denunciar la situación del Nobel de la Paz chino Liu Xiaobo.
- Europa tiene serios déficits en su estructura de gobierno y problemas de gestión, que motivan una considerable lentitud en la toma de decisiones.
- Es excesivo el protagonismo de las agendas nacionales, inevitable en un momento de crisis.
- La UE tiene que recuperar el método comunitario en detrimento de la figura de la cooperación abierta, introducida por el Pacto de Lisboa. El método comunitario consiste en definir un objetivo, buscar una base jurídica para crear una norma, dotar a ésta de una base presupuestaria y de una agenda y, finalmente, determinar que sea obligatoria y fijar una sanción para quien la incumpla. Se trata de un modelo simple, pero que explica, en gran medida, los progresos de la Unión europea durante tres décadas. En cambio, el método de cooperación abierta cuenta con objetivos, pero no tiene base jurídica ni presupuesto, con lo cual no emana del mismo una norma obligatoria ni existen sanciones, lógicamente. Ya en sus primeras instancias de aplicación, este nuevo paradigma se ha revelado como un fracaso, en especial por no permitir gestionar los cambios con rapidez.
- Hace falta un nuevo impulso del viejo movimiento europeo, que abogaba a favor de instituciones y reglas comunes para el conjunto de la Unión. También hay que reivindicar a Jürgen Habermas y a Norberto Bobbio.
- En la apartado comunicación, la política del titular ha derrotado a la del discurso.
Pensemos.
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