Por Luis Riestra Delgado (economista).
Publicado en El Confidencial (25/01/2011)
Estos días de calma tras la tormenta por la deuda portuguesa y por la supuesta desactivación del presidente Zapatero de sus funciones, pueden ser propicios para que reflexionemos sobre nuestros desequilibrios económicos pendientes, que siguen ahí, y cuya realidad, independientemente de esta tranquilidad transitoria, llamará antes o después a nuestras puertas. Dichos desequilibrios macroeconómicos son los siguientes:
Primero: el desequilibrio en nuestras transacciones exteriores de bienes y servicios cercano al 5,5% del PIB. En la zona euro, en condiciones normales y con una buena gestión pública, que ya se ve que ni de lejos es nuestro caso caso, dicho desequilibrio en la cuenta corriente de la balanza de pagos produciría una contracción monetaria que reduciría el pasivo del sistema financiero, encareciéndose el crédito, lo que reduciría el consumo y la inversión, generándose así una deflación relativa con el resto del mundo; esto mejoraría los términos de intercambio, el país sería más competitivo y el sistema volvería al equilibrio. Estos déficits suelen cubrirse endeudándose temporalmente con un superávit forzado de la cuenta financiera y la de capital de la balanza de pagos, algo que suele traer aparejado un encarecimiento del financiamiento externo, o con reservas internacionales (las nuestras ya son muy bajas). Pero si llega un punto en que los inversores prevén que no se resolverá adecuadamente el déficit de cuente corriente y que se agotarán las reservas internacionales, este problema se traslada a la cuenta de capital, que entra en serios déficits; entonces se produce una nueva contracción monetaria, se vacía aún más el pasivo del sistema financiero y la crisis se vuelve crónica; cuando eso ocurre se debe realizar un ajuste fiscal forzado (la experiencia) al no poder devaluar la moneda. España, no nos engañemos, está en estas circunstancias.
No deje el lector que el último repunte monetario del gráfico le lleve al optimismo, ya que esa mejora coincide con los efectos producidos por la inyección monetaria del BCE y el masivo endeudamiento exterior del Estado. La situación sigue siendo muy grave, pues mientras persista el déficit en cuenta corriente, nuestra economía es una verdadera máquina de destruir dinero.
Segundo: el desequilibrio de las cuentas públicas. Según Eurostat, España tuvo en 2.009 un déficit público de 11,1% de su PIB, que financió en parte con deuda externa, forzando así la cuenta de capital de su balanza de pagos, para 2010 se cifra en un 9%. En 2009, el déficit de ahorro español, la otra cara del déficit corriente, según INE, fue de unos 54.000 MM de euros. Este déficit es insostenible, incluso si tuviéramos un entorno internacional favorable, y ni el ajuste fiscal de este año lo resolvería porque el déficit de ahorro continúa.
Una de los aspectos más graves de este salto en el endeudamiento público, que representa ingentes apropiaciones futuras de rentas del ciudadano, es que no se han usado como parte de un plan integral que buscara cambiar el modelo económico español; antes por el contrario, dichas cargas han formado parte de un absurdo cálculo económico del presidente del Gobierno en su particular e insensata ambición política. Algo similar podría decirse del gobernador del Banco de España en relación a su gestión y a su peculiar idea de no-reforma del sistema financiero.
Tercero: el desequilibrio en el calendario de financiación pública y privada. Dada la corta vida media de la deuda pública española, la súbita y descomunal cantidad a financiar (eso solo en el Estado central), es normal que se tengan problemas de financiación. Súmenle el entorno adverso, el primer desequilibrio comentado más arriba, el elevadísimo endeudamiento externo cercano al 170% del PIB (que incluye la asistencia del BCE) con unos 540.000 MM a corto plazo, la recapitalización (¿100.000 MM?) de las cajas con problemas y pendiente desde 2008, el impago a proveedores por el sector público (un caso), con la Seguridad Social al borde del déficit que tendrá muy difícil liquidar su fondo, más la desconfianza ganada a pulso que genera el actual Ejecutivo (con o sin Zapatero “desactivado”) Nuestro problema de financiación no es pues cómo nos ven los mercados internacionales, nuestro problema es que nuestro gobierno y nuestra autoridad monetaria son incapaces de ver los aspectos más elementales de nuestra economía y actuar en consecuencia.
En términos empresariales diríamos que España, S.A. tiene pérdidas equivalentes al 5,5% de sus ventas y, junto con los otros problemas reseñados, debe convencer a los inversores que inviertan en ella: ¿Cómo hacerlo? Pues de forma similar a como debería ocurrir con la re-capitalización de las cajas: demostrando que esos fondos se aplicarán sin demora en un plan de acción para corregir sus desequilibrios cambiando su modelo de negocio; por supuesto, no para salvar a unos gestores que han demostrado sobradamente su incompetencia y para colmo endeudando aún más al contribuyente como parece que piensan hacer. En realidad, de lo que se trata, es que los ciudadanos nos rescatemos a nosotros mismos de esos “gestores” y hagamos que Sistema Financiero, incluido el BdE, vuelva a ser competente y competitivo.
El cambio de modelo económico: más allá de que entre 2008 y 2010 se han perdido tres años valiosísimos (que otros sí supieron aprovechar), de las reformas que siguen pendientes y de que el cambio del equipo gestor por otro competente es algo ineludible, debemos aprovechar esta conexión entre nuestro desequilibrio exterior, la insuficiencia fiscal y las carencias de solvencia de nuestro sistema económico. Aunque podemos contar con que nuestros dos bancos globales terminarán, al igual que todos, reorientando su modelo de negocio hacia la exportación, este proceso no empezará en serio hasta que no sientan la competencia de las cajas, cuya re-estructuración, también, tendrá que reorientar sus modelos de negocio hacia el financiamiento de la exportación. Ese, junto con el ajuste de los precios de los inmuebles (que también viene con la reestructuración de las cajas) hasta la normalización del sector de la construcción, es el camino que traerá el empleo, el equilibrio fiscal y de financiación pública y la liquidez que requiere nuestro sistema económico; será en ese momento cuando el español medio pensará en el comercio exterior como hasta hace poco se obsesionaba (entonces sin criterio) con el dichoso pisito. Pensemos que en el horizonte ya se percibe el agotamiento de las materias primas y en 2010 solo la factura energética fue de casi 35.000 MM de euros, ¿vamos a dejar que nos coja otro toro?
Ese es el camino y el viaje se promete apasionante, así que mejor empezamos cuanto antes a cambiar nuestro modelo económico.
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