Manuel de la Hera Pacheco, 5 de Julio de 2013
Vivimos una larga temporada de desencanto, de temor y de horror ante lo que viene sucediendo en el mundo. Es cierto que aún en esas condiciones el ser humano puede sobreponerse a esas tristes y lamentables crisis que afectan tanto a la vida material como a la del espíritu, pero ha de ser con una entrega firme a lo más noble que hay en su alma, trabajando en ocasiones contra corriente y poniendo en juego toda su capacidad. El ser humano es sensible, por naturaleza y va educándose a lo largo de su vida con todo cuanto llega a su conocimiento y su mente lo considera de acuerdo con los principios del amor, de la justicia, de la verdad en definitiva, pasando a constituir la calidad de su análisis.
Últimamente ha sido Egipto la nación que ha vivido un profunda crisis y todo hacía pensar que iba a terminar mal, pues los ánimos estaban muy tensos y con la gente en la calle. De momento se ha llegado a una solución, por medio de la intervención del Ejército, aunque la tensión parece que se mantiene, aunque de forma menos violenta. Situaciones como esa causan inquietud en el mundo pues se sabe la ligazón que existe entre grupos importantes de diversos países que están dispuestos, en principio, a luchar con las armas para que sus principios se impongan en grandes áreas, bastante pobladas, que, en cierta medida afectan a nuestra seguridad nacional y a las ideas de muchas personas.
En contraste con ese estado de cosas y otros que hablan de corrupción y falta de sentido justo de la forma de proceder, he tenido ocasión de ver - por medio de internet - una colección de cuadros pintados por Isabel Guerra, que es una monja de clausura en el Monasterio Cisterciense Santa Lucía, radicado en Zaragoza. A pesar de que conocía su obra desde bastantes años atrás, ésta nueva colección me ha hecho ver que la belleza es posible en este mundo en el que vemos tantas cosas trágicas y desagradables. Dura es la vida de mucha gente y se dan casos que son verdaderas tragedias, pero hay que mostrar la belleza, como lo hace la monja de clausura, como una aspiración del alma.
Es mucho lo que se sufre en nuestro país por la falta de trabajo y con un horizonte verdaderamente duro y comprendo que muchas personas están inmersas en el sufrimiento, por lo que parece un sarcasmo hablar de que la belleza es posible. Sin embargo es una realidad la existencia de la belleza aún en el dolor. Belleza es ver cómo se ayuda la gente a pesar de las necesidades que están padeciendo- Lo es, también, ver cómo un padre que pide a la puerta de algún templo se ocupa de sus cinco hijos, uno de ellos discapacitado. y de su mujer para que, por lo menos no pasen hambre. Es dura y triste esa imagen pero tiene la luz espléndida de la entrega de ese hombre.
Es la misma luz que embellece de forma serena las pinturas de la monja de clausura; es la luz de la esperanza y del amor a la gente que sufre y que está inmersa en situaciones difíciles. Hasta la Naturaleza presta su apoyo a esa necesidad de la belleza en el curso de la vida humana. La belleza existe y se la puede encontrar. La necesitamos sentir en nuestra alma para que nuestra actitud ante la vida sea justa y serena.
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