Rafael Sánchez Saus, publicado en el Diario de Cádiz el jueves 9 de Enero de 2014
QUIEN acuñara eso de "año nuevo, vida nueva" tal vez viviera en los siglos en que el año, en buena parte de Europa, empezaba con la Encarnación, el 25 de marzo, o como sucedía en la cristianísima Francia, el mismo día de Pascua florida. Es decir, en momentos ya primaverales y cercanos a los grandes cambios con los que la naturaleza, siempre fiel a sus citas, que no son sólo climatológicas, nos consuela y remoza puntualmente. El año nuevo en pleno invierno desmiente cada día la supuesta novedad, prolonga con cansina apatía la secuencia de amaneceres tardíos y ocasos repentinos que el cielo andaluz repudia, nos sume en la frustración cotidiana de pedir acción y movimiento a un tiempo que, todo lo más, se hizo para la contemplación y la quietud.
O eso o el que anunciaba vida nueva en año nuevo no era español. Quien entre nosotros soñara un verdadero cambio de las cosas en este año que comienza ya habrá tenido tiempo bastante para darse cuenta de su error, de que todo sigue igual. De arriba a abajo, la vida española parece presa del mito del eterno retorno: imputaciones familiares y desmoronamiento regio; traiciones catalanas, canalladas vascas, podre andaluza -los tres clavos de la cruz de España-, ignominiosos silencios presidenciales y, en el único asunto en el que puede atisbarse una esperanza cierta -el de la ley que debiera corregir el actual desatino sobre el aborto-, una epidemia de incongruencia y frivolidad desnudando a dirigentes a los que cabría suponer y se debería exigir una mínima formación, un cierto conocimiento de su propio programa, compromiso con sus electores. Esto es España hoy, una semana después del estallido ritual de los buenos deseos: un inmenso pantano de pasiones y sentimientos represados, de razones sumergidas, de promesas olvidadas en el cieno.
La vida nueva, a Dante, no se la dio la política, que a punto estuvo de destruirlo, ni el mero discurrir del tiempo con sus ciclos previsibles y sus revoluciones, sino la irrupción de Beatriz, la donna angelicata. La mejor noticia jamás contada a un pueblo, el comienzo de toda historia de luz y esperanza arranca siempre con el nacimiento de un niño. La mujer, el niño, la vida. Por haber apostatado de ello, de lo que nos da sentido, durante las décadas del gran triunfo de la mentira, hoy todo es pantano infecundo. Pero llegará la vida nueva.
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