Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

domingo, 2 de marzo de 2014

LOS CREYENTES SALAVARON A EUROPA

Rafael Sánchez Saus, publicado en el Diario de Cádiz el jueves 27 de febrero de 2014

                  PIERRE Chaunu, el gran historiador autor de Sevilla y el Atlántico, obra en doce volúmenes que marcó un antes y un después en la historia de esta ciudad y de España, mostró a menudo desde los años setenta y hasta su muerte en 2009 su preocupación por el declinar demográfico de Francia y Europa. Una realidad que él fue de los primeros en profetizar y denunciar, inseparable de otras formas de decadencia que cada día se nos hacen más patentes. No en vano el mismo Chaunu dejó escrito que "decadencia es una manera civilizada de hablar de la muerte".

                  Leyendo estos días uno de sus libros, encuentro unos datos que, aunque referidos a la Francia de hace décadas, dan mucho que pensar sobre la España de hoy mismo. Resulta que cerca del 70% de los niños nacidos en ese país entre 1919 y 1939 lo hicieron en sólo el 30% de las familias. La proporción de católicos practicantes en esas familias fértiles, a menudo con cuatro o más hijos, alcanzaba el 85%. Por el contrario, hubo en aquellas dos décadas hasta un 41% de las uniones que no tuvieron hijos o sólo uno. De ese fuerte porcentaje de franceses, que sólo aportaron el 7% de los nacidos, un 80% eran agnósticos o personas sin ningún tipo de práctica religiosa.

                   La conclusión de Chaunu, que él mismo considera extensible al conjunto de Occidente, es que "la Francia generosa ante la vida de los años 1945-1965" había salido de esa cuarta parte del país más fecunda que era, al mismo tiempo, la más creyente. No hay que recordar que esa generación liberal ante la vida es la que sacó a Europa de las ruinas de la posguerra y la que hizo posible los estados de bienestar que hoy vemos tambalearse en medio de las incertidumbres que se han adueñado de nuestro tiempo.

                     En España, como en todas partes, podemos estar seguros de que para apostar fuertemente por la vida y desear transmitirla con generosidad hace falta algo más que la hipoteca pagada y el coche en el garaje. Mientras los políticos debaten en el Congreso el estado de sus asuntos y la infatigable legión de termitas empeñadas en arruinar lo único que podría salvarnos ataca ahora a la catedral de Córdoba, la nación se desvanece al mismo tiempo que las creencias que la sostenían. Recogemos a manos llenas los frutos de una rebeldía contra la verdad y la vida que no ha precisado barricadas. Sólo de mala televisión y mentira.

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