(Rafael Sanchez Saus, en el Diario de Cádiz, el 29.11.2012)
DE entre el alud de comentarios e interpretaciones suscitados por los resultados de las elecciones catalanas me han llamado la atención los de Josep Miró i Ardèvol en Forum Libertas. Miró, que fue una personalidad destacada de los gobiernos de Jordi Pujol y hoy es quizá el principal referente del catolicismo social en Cataluña, parece ser el único que se ha percatado de un hecho que quiebra la extendida idea del deslizamiento del voto de CiU a ERC, una de las claves de lo sucedido, junto con el aumento de la participación, para casi todos los expertos. Tras observar con detalle los resultados en localidades del cinturón de Barcelona y en la propia ciudad, que es donde se han producido las sorpresas, pues los de Tarragona, Lérida y Gerona se han ajustado mucho más a lo previsto por las encuestas, nos descubre que allí donde CiU ha perdido más votos es donde la Esquerra ha ganado menos, mientras que donde CiU ha logrado mantenerse o incluso progresar es donde ERC ha obtenido los mayores avances. No habría, pues, trasvase de votos entre ellos.
Miró avanza, a la luz de este dato, una explicación muy distinta a la que se ha impuesto: CiU ha perdido en estas elecciones al "elector que venía votando a Convergencia porque consideraba que defendía bien los intereses de Cataluña, que también eran los suyos, pero que no estaba dispuesto a llevar a término una opción entre Cataluña y España". Y arriesga más cuando sugiere: "Creo que esta interpretación ayuda a entender también el éxito de Ciutadans más que el del PP. En definitiva, Ciutadans, levantando la bandera del unionismo español, es un producto con origen y fin en Cataluña, no tiene ninguna proyección más allá excepto sus ideas, no existe ninguna dependencia orgánica de un partido a escala española. Me puedo equivocar pero creo que… una parte del voto de CiU del cinturón de Barcelona se ha ido a Ciutadans. No digo que sea mucho en términos absolutos pero sí significativo en relativos".
No lo dice ya Miró, tal vez porque esta conclusión le desagrade como catalanista que es, pero si su examen se ajusta a la verdad, se habría producido una polarización territorial del voto entre la Cataluña separatista y la partidaria de la unidad, ahondándose la división de la sociedad catalana que algunos habían augurado antes de las elecciones. En muchos municipios la mayoría catalanista se habría reforzado, en otros el separatismo sería claramente minoritario. Y con ello, como venenoso fruto geográfico de la política de ruptura y discordia de Artur Mas, empieza a emerger un nuevo problema que debe añadirse a los muchos que arrastra Cataluña: la división en zonas enfrentadas sobre la cuestión capital de su futuro. Por ahora, sólo en las urnas.
Miró avanza, a la luz de este dato, una explicación muy distinta a la que se ha impuesto: CiU ha perdido en estas elecciones al "elector que venía votando a Convergencia porque consideraba que defendía bien los intereses de Cataluña, que también eran los suyos, pero que no estaba dispuesto a llevar a término una opción entre Cataluña y España". Y arriesga más cuando sugiere: "Creo que esta interpretación ayuda a entender también el éxito de Ciutadans más que el del PP. En definitiva, Ciutadans, levantando la bandera del unionismo español, es un producto con origen y fin en Cataluña, no tiene ninguna proyección más allá excepto sus ideas, no existe ninguna dependencia orgánica de un partido a escala española. Me puedo equivocar pero creo que… una parte del voto de CiU del cinturón de Barcelona se ha ido a Ciutadans. No digo que sea mucho en términos absolutos pero sí significativo en relativos".
No lo dice ya Miró, tal vez porque esta conclusión le desagrade como catalanista que es, pero si su examen se ajusta a la verdad, se habría producido una polarización territorial del voto entre la Cataluña separatista y la partidaria de la unidad, ahondándose la división de la sociedad catalana que algunos habían augurado antes de las elecciones. En muchos municipios la mayoría catalanista se habría reforzado, en otros el separatismo sería claramente minoritario. Y con ello, como venenoso fruto geográfico de la política de ruptura y discordia de Artur Mas, empieza a emerger un nuevo problema que debe añadirse a los muchos que arrastra Cataluña: la división en zonas enfrentadas sobre la cuestión capital de su futuro. Por ahora, sólo en las urnas.