Fernando Jauregui, 24 de agosto de 2014 a las 12:00 en Periodista Digital
Cada semana que pasa el nudo gordiano en versión catalana se complica. Pujol irá al Parlament, donde esa mitad de la sociedad (política) no independentista le crujirá a preguntas comprometedoras.
El mismo día, presumiblemente, el jefe del Gobierno andorrano, Toni Martí, se verá con Rajoy en Madrid y qué duda cabe de que la fortuna de los Pujol Ferrusola en bancos andorranos -y no solo de esa familia- será un gran tema de conversación en La Moncloa.
Ha ocurrido algo más: el referéndum previsto para el 9 de noviembre ya no se llamará referéndum, sino consulta no refendaria. No se trata solamente de palabras: el proceso secesionista se está aguando.
Este viernes, esa casi mitad (jurídica, o sea, en este caso, también política) no independentista integrada en el llamado Consejo de Garantías Estatutarias consideraba inconstitucional lo que el Tribunal Constitucional también considerará inconstitucional: esa consulta no refendaria.
En cambio, la mitad más uno de ese Consejo, impulsado por la Generalitat, decía que sí, que la consulta será constitucional, y a eso se aferran los más 'duros' portavoces que rodean a Mas (como Francesc Homs) para asegurar que habrá consulta 'sí o sí' el 9-n. De acuerdo, pero ¿qué consulta, por cierto antes invariablemente llamada 'referéndum' por Homs?
De momento, la sociedad catalana está irremisiblemente partida. En el Parlament, en instituciones de mayor o menor representatividad, como el citado Consejo, en las encuestas y, claro, en la calle.
Muy peligroso eso de dividir a la ciudadanía en dos bandos irreconciliables en torno a un tema de tanta trascendencia para la vida de la población como un proceso independentista, que es la ruptura total.
Los expertos juristas del Consejo, elegidos al fin y al cabo por los partidos, han votado alineándose con quien los nombró: los que fueron designados por CiU y ERC piensan, naturalmente, que la consulta, que no referéndum, se ajusta escrupulosamente a la Constitución; los designados por PSC, PP o, sorpresa, ICV, creen que no.
Así que no hemos avanzado un solo paso, excepto a la hora de mostrar, una vez más, el lío mental de la Izquierda Unida catalana, cuyo líder, Joan Herrera, dice una cosa los lunes, miércoles y viernes y otra martes, jueves y sábados, descansando de tanta algarabía los domingos.
Podría usted decir que para qué tanto teatro si, al final, ya sabíamos lo que iba a decir el Consejo y que los 'consultistas' iban a ganar al menos por cinco votos a cuatro. Sí, pero lo interesante es que el antiguo referéndum ya no se llama así, y ya se sabe que la semántica nunca es inocente. Se está, como más arriba decía, echando agua a la trascendencia de esa consulta, que, al final, va a quedar en muy poca cosa, si es que queda en algo.
Y digo que, para salvar los muebles, tal vez sería posible que las dos partes -Cataluña y el resto de España y las dos cataluñas que aún conviven en Cataluña- llegasen a un acuerdo sobre la cantidad de agua que hay que echarle a la consulta para que unos digan que se ha celebrado, al fin y al cabo, y los otros digan que y qué.
Ese podría ser el 'hard core' de la negociación que inevitablemente tendrá lugar en esas primeras semanas de septiembre en las que Pujol se tragará el sapo del Parlament y Mas el sapo de la muy previsible derrota independentista en Escocia, para no hablar de posibles nuevas declaraciones 'europeas' -este domingo nos llega Merkel a Santiago de Compostela- contrarias al secesionismo catalán. O de lo que vaya a hacer -o no...- el 'socio' Duran i Lleida.
Pienso que tanto la pregunta como las modalidades de esa 'consulta no refendaria' son tácitamente y cuidadosamente pactables, dejando -es una vía que el propio Consejo deja abierta_para más tarde, para tan tarde como unas calendas graecas, considerar si se hace o no un verdadero referéndum de autodeterminación, y cómo.
Por cierto, figuro entre los convencidos de que quienes somos tan radicalmente contrarios a la independencia de Cataluña recibiríamos una muy buena noticia al conocer el resultado de ese referéndum, aderezado con otras concesiones a esa Comunidad.
Pero eso, ya digo, ad calendas graecas, que es un término que resume uno de los grandes inventos de la política. Cuando se juega entre estadistas, claro, que, de momento, no parece ser el caso.
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