Por S. McCoy
Publicado en Cotizalia (13/12/11)
“España está en peor situación que Grecia cuando Roche decidió dejar de suministrar medicinas a través del canal hospitalario para hacerlo en exclusiva por medio de las farmacias. La firma suiza, harta de la mora de la sanidad pública, prefirió la seguridad del pago anticipado de los minoristas a seguir acumulando saldo acreedor con el Estado. Trasladó de este modo el problema del cobro a los farmacéuticos. En nuestro país, este colectivo se encuentra completamente asfixiado, sin visos de percibir lo que se les debe. No podría asumir tal carga adicional. No sé... O se da prioridad a este problema o nos podemos encontrar, más antes que después, con que la necesidad de subsistencia económica de las compañías pasa por encima de su obligación moral de proveer medicamentos a los usuarios. Adiós suministro adiós. De materializarse, podría ser el acabose… No lo pierdas de vista, McCoy”.
Quien esto comenta es una persona cercana a la desesperada industria farmacéutica española, formada por multinacionales extranjeras (85%) y productores locales (15%). Acumulan una deuda en hospitales y ambulatorios, un tercio de su facturación total, de 5.800 millones de euros. El retraso medio del pago se sitúa ya por encima de los 450 días; en algunos centros concretos pasa de los 1.000. “Antes había desembolsos puntuales. Ahora ya ni eso por lo que la bola de nieve puede crecer de manera exponencial en un proceso similar al de otros déficits como el eléctrico”. Glaps.
Una situación que ya ha tenido su impacto en términos de empleo, con destrucción de cerca de 5.000 puestos de trabajo en los últimos doce meses de un total de 40.000, e inversiones, ya que a la presión financiera se une la reducción de los márgenes derivada del fomento del uso de los genéricos y de la fijación de precios menores o de referencia. En un momento en que la población envejece, la facturación agregada cae a ritmos cercanos al 10% anual salvo para los que se centran en principios activos de uso corriente o patente expirada y, por tanto, amortizada. No hay que olvidar que la ratio es de un producto de éxito por cada 10.000 intentos.
“Al final se nos llena la boca con la necesidad de innovación. Pero si había alguien que lo hacía en España era nuestro sector que suponía el 22% de la I+D+i industrial, con crecimientos anuales cercanos al 20%. Una parte de la investigación pública se hacía de la mano de empresas privadas, en proyectos conjuntos que generaban un círculo virtuoso de excelencia, salud y desarrollo social. Sin embargo, las sucesivas medidas que se han ido aplicando desde el gobierno socialista han cercenado cualquier posibilidad de que siga siendo así. Al final son las divisiones locales de los gigantes internacionales las que pelean entre ellas por hacerse con los recursos de las matrices. Y algunas acumulan aquí impagos por encima de los 1.000 millones, cantidad que supone hasta el 50% de los cobros pendientes del grupo. Para más inri, esta deuda no se puede transmitir ni provisionar dada la solvencia teórica del acreedor. Fuera alucinan. Nos han puesto la cruz”.
Prima una sensación de cabeza de turco por no haberse querido abordar desde la Administración el problema del sobredimensionamiento del sistema sanitario. No en vano comenta mi interlocutor que “como regla de tres, cada inversión hospitalaria que se realiza genera anualmente unos gastos recurrentes equivalentes al coste inicial, entre partidas directas (pagos corrientes, mantenimiento y similares o amortización) e indirectas (mayor uso ciudadano por la cercanía). Ahora es peor aún, pues en el diseño ha primado el tratamiento a los pacientes agudos, a través de la generalización de unos servicios de urgencia con todas las especialidades no caros sino lo siguiente, frente a los crónicos, que son mayoría, hasta 19 millones en España en una proporción de 6 a 1 frente a los enfermos puntuales”.
Un modelo genera extraordinarias duplicidades y terribles ineficiencias y cuya abundancia y gratuidad aleja al usuario de cualquier tipo de corresponsabilidad. Y eso que el copago apenas supone el 7% en España frente al 15% de la media comunitaria, cuando su carácter disuasorio está más que probado. “Antes que asumir errores, mejorar la estructura o la coordinación, o tocar el bolsillo del votante, la política ha sido apretar a los proveedores. Y a estos ya no les llega la camisa al cuello. El mundo está cambiando y no somos el centro del universo. Hay muchos mercados a los que llegar y existe un coste de oportunidad para muchas firmas de estar en la Europa Periférica…” Cuidado.
¿Hay solución? Of course, my darling. Aparte de lo ya mencionado, racionalización en tamaño y uso, las reivindicaciones de mi fuente son más de lo mismo, de común aplicación a otros sectores. Establecimiento de un marco regulatorio estable para hacer frente a uno de los peores legados del zapaterismo: la inseguridad jurídica; sensatez presupuestaria con ajuste de las distintas partidas a la realidad del país; calendario de pagos o posibilidad de titulización y salida del balance de las compañías afectadas de la deuda acumulada; fijación de tasas finalistas con implantación del céntimo sanitario y así sucesivamente.
Sea como fuere, el problema asusta. La posibilidad de un cierre del chorro farmacéutico es real. No en vano Novo Nordisk dejó ya de suministrar insulina en Grecia. Impossible is nothing en el momento actual. En las necesidades primarias de la Pirámide de Maslow aparece en lugar destacado la salud. Hay cosas con las que no se juega. Si queremos salvar el sistema hace falta política, buena política, pero también, o sobre todo, ética que ponga fin al abuso y al derroche de profesionales y ciudadanos. Nos va demasiado en ello. Tomen nota
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