(Ignacio Martinez, publicado en el Diario de Cádiz el lunes 11de Junio de 2012)
EL rescate de la banca española, decidido por el grupo de países del euro el sábado, supone el definitivo aterrizaje de España en la realidad. Ha tenido aspiraciones de gran potencia y el que su banca sea rescatada como las de Irlanda, Grecia y Portugal la devuelve al furgón de cola del club del euro. Ya cuando entró en la Comunidad Europea en los años 80 se le dio a elegir entre ser un país grande en número de votos en el Consejo de Ministros o en número de comisarios. Los cuatro grandes tenían entonces diez votos en el Consejo y dos comisarios. Y España no fue el quinto grande, sino un intermedio destacado, que optó por quedarse con ocho votos en el Consejo y tener dos comisarios como Alemania, Francia, Reino Unido e Italia.
Con ese complejo ha estado siempre dentro de la UE. Un país subsidiado, porque su PIB per cápita estaba por debajo de la media comunitaria. Esa espina clavada en el orgullo nacional se puso de manifiesto en un espectacular arranque del curso del presidente Zapatero el 11 de septiembre de 2007 ante el grupo parlamentario socialista del Congreso, cuando ya había estallado la crisis bancaria en Estados Unidos.
Su declaración no tiene desperdicio: "Exceptuando el crecimiento de China, España supera a todas las principales potencias mundiales. En los últimos cuatro años el PIB nacional ha crecido el doble que el alemán, el triple que el italiano, un 50% más que el del Reino Unido y un 25% por encima del de Estados Unidos. Se han creado más empleos que en Alemania, Francia y el Reino Unido juntos. España juega la Champions League de la economía mundial; es el equipo que más goles mete y el menos goleado. Este país está más preparado que nunca ante una posible recesión, por la fortaleza de su economía, el dinamismo de la inversión, la solvencia de las empresas, la eficiencia de su sistema financiero y la acumulación de disponibilidades de las familias".
No dio una. Las familias y las empresas debían en torno a tres billones de euros, el crecimiento del PIB y el empleo los aportaba un sector inmobiliario especulador y el sistema financiero tenía un grave problema de solvencia. Lógicamente, Zapatero tardó meses en admitir que teníamos una crisis extraordinaria. Como ahora Rajoy tardará en familiarizarse con la palabra rescate.
El presidente intentó ayer hacerse perdonar su clamorosa incomparecencia del sábado, con una rueda de prensa peculiar. Se atrevió a decir que nadie le ha presionado, que ha sido él quien ha presionado. Sonó como la frase de Woody Allen en una película, en la que explicaba en ganador cómo le habían dado una paliza: golpeé con mi ojo en su puño y con mi boca en su rodilla. El orgullo nacional sigue a flor de piel. Lo que hay que hacer es trabajar, emprender, ahorrar, investigar… y admitir que somos un peso medio. Las manías de grandeza, ya sean las de Aznar o las de Zapatero, no nos han traído nada bueno.
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