Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

lunes, 4 de junio de 2012

ABORTO FALLIDO


26 Mayo 12 - - Cristina L. Schlichting

Que aborte o intente abortar una mujer, no es noticia. Que falle el aborto, tampoco, porque todo lo humano es falible. Que una paciente demande a su médico está a la orden del día y que un juez condene al galeno, ni les cuento. Pero que la manutención de un niño se pague con la indemnización por no haberlo eliminado, me parece una contradicción. Mi mente no da para tanto. Ha ocurrido con una joven de nombre Tamara, cuya demanda ha sido atendida por el juzgado de primera instancia de Palma, que ha condenado a su médico a pagarle 420.000 euros por un aborto fallido.
             La joven acudió hace dos años a la clínica y la eliminación del feto por aspiración se realizó incorrectamente. Cuando, meses después, comprobó que estaba embarazada, pensó que se trataba de una segunda preñez y acudió de nuevo a abortar. Entonces supo que se encontraba de 22 semanas del primer embarazo y, por lo tanto, fuera del plazo legal admitido. Así pues, se vio obligada a aceptar al crío y demandó.
             La sentencia contempla la reparación por «daños morales y los gastos de alimentación, vestimenta, sanidad, educación, manutención y formación del niño hasta los 25 años de edad». Todo ha discurrido tal y como prevé la ley. El intento de aborto, la prohibición fuera de determinado plazo, la denuncia por negligencia sanitaria y la sentencia según lo que ordena el texto legal. Y, sin embargo, todo chirría. ¿Cómo se puede sentenciar una indemnización por una vida conservada? ¿Cómo se educa a un niño que se alimenta del dinero de su propia eliminación fallida? ¿Se imaginan a los supervivientes de Auschwitz cobrando una cantidad por el fallo de la empresa encargada del zyklon B?
             El caso y la sentencia ponen, cuando menos, de relieve en qué medida pretender equiparar el aborto con una operación de apendicitis es engañoso. Con el aborto no se corrige una enfermedad, se elimina una existencia. De ahí que un fallo en la «operación» no sea una baja laboral del paciente, una discapacidad o una muerte… sino una persona viva. El juez se ha visto en la obligación de tasar los daños y perjuicios, no de una malformación o un deceso ¡sino de una existencia! Nadie, sin embargo, podrá arreglar ni apoyar la psique de un chaval que crecerá con la noticia de haber sobrevivido a su propio holocausto. Todo apostó por su muerte: la ley, la clínica, el médico, su madre. Y ha sido una negligencia, una falta de responsabilidad, una mala praxis, un error en definitiva, lo que ha permitido que viviese, contra la voluntad del sistema entero. Nadie quería que ese niño naciese.
            Todos lamentaron que el embarazo prosperase ¿Alguien calculará alguna vez lo que esta circunstancia puede pesar, lo que podría valer la indemnización necesaria para compensar a este crío de esta terrible sociedad que hemos construido entre todos y que le tenía reservado tan sólo un puesto en un cubo de basura? 

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