Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

lunes, 24 de febrero de 2014

EL TRIDENTE ANDALUZ

Rafael Sánchez Saus, en el Diario de Cádiz el jueves 20 de Julio de 2014
 
 
VIENE al caso recordar que el PP solía tener a gala la preparación de sus dirigentes y candidatos, promesa de una buena administración. Así, el Gobierno de Rajoy fue presentado en su momento como un conjunto de brillantes profesionales, con los saberes necesarios para arreglar los desaguisados cometidos por la tropa de indocumentados que, con escasas excepciones, compusieron los de Zapatero. Parece que esto ya no rige tampoco en el nuevo PP que hemos ido descubriendo en estos últimos años, al menos en Andalucía.

Pero hay algo más preocupante. La irrupción de Moreno Bonilla en el juego político andaluz con su nulo equipaje académico y profesional, configura un trío de máximos dirigentes, depositarios del futuro de la región durante, al menos, la próxima década, que apenas serían de recibo en la disputa de una alcaldía de tercer nivel. Y es que el problema no reside sólo en que nuestros destinos van a estar, sin alternativa a la vista, en manos de una licenciada de las de sexta convocatoria, un repartidor de butano y un experto en nada, sino que, como sabemos bien, una regla de oro que nuestros políticos no dejan nunca de aplicar es la de rodearse siempre de gente que no puedan hacerles sombra.
 
El aterrizaje de Juanma es la consecuencia directa de un cálculo concretísimo basado la convicción de que sólo un candidato de perfil semejante al de Susana Díaz puede ser eficaz contra ésta. La dinámica perversa que eso crea, y que no dejará de extenderse por todo el cuerpo político andaluz, rebaja tras rebaja, es algo que pierde la categoría de simple anécdota para convertirse en un elemento que requiere sosegado análisis. Y es que la potencia y capacidad de la élite dirigente, siempre pero sobre todo en circunstancias de grave crisis, es un factor determinante en el posible éxito de una sociedad.

Nadie propugna ni querría una clase política compuesta de mandarines académicos, pero aquí se están traspasando límites que no sólo afectan al respeto que se debe a una ciudadanía a la que cada vez se exige más para simplemente ganarse el pan, sino a las posibilidades reales de que Andalucía cuente con un grupo dirigente a la altura de lo que los tiempos exigen. Los andaluces no podemos engañarnos: no podemos pedir peras al olmo ni nada bueno a este tridente de latón que nos garantiza, gane quien gane en las urnas, el fracaso colectivo.

viernes, 14 de febrero de 2014

DESIGUALDAD Y POBREZA

Rafael Sánchez Saus, publicado en el Diario de Cádiz el jueves 13 de Febrero de 2014


               ES curioso que mientras el mundo y la sociedad que conoció mi juventud se desmoronan en todos los aspectos que debieran ser conservados sin que apenas nadie vierta una lágrima por ellos se haya instalado sin resistencia alguna una visión catastrofista sobre precisamente una de las pocas cosas que parecen ir bien a escala global si se contempla en el tiempo con la necesaria perspectiva: el desarrollo económico y material de los pueblos más desfavorecidos.

              El pasado domingo, y con motivo del día de la Campaña contra el Hambre, un heroico misionero con treinta y cinco años de servicio en el Congo habló largo rato a la feligresía de la parroquia sevillana en que asistí a misa no sobre su experiencia y la de sus compañeros en el corazón de las tinieblas, con la que tanto nos habría gustado solidarizarnos, sino sobre los defectos del orden mundial, su injusticia irremediable y la necesidad de dedicar la vida a cambiarlo.

             Nada que objetar porque cada cual -eso lo sabemos bien los modernos- hace con su vida lo que quiere, pero en esa tesitura uno debería plantearse si la propuesta que implícitamente se traslada sirve mejor a la humanidad que aquello que criticamos. A mí me gusta más bien poco el capitalismo por razones más históricas y estéticas que otra cosa, pero tengo que reconocer que los sistemas igualitarios o distribucionistas que se me ocurren no habrían conseguido en treinta años que la esperanza de vida en el mundo pasara de 60 a 67 años, que la tasa de mortalidad infantil descendiera del 10 al 6% y el de las personas infralimentadas del 35 al 20%, que el analfabetismo sea hoy del 20 y no del 40% o que el acceso al agua potable haya crecido desde el 20 al 80% de la población mundial, entre otros muchos indicadores que tengo a mano.

               Lo cierto es que en las últimas décadas, sin apenas darnos cuenta, países enteros han salido de la pobreza y grandes bolsas de miseria están siendo reducidas a través de medios tan prosaicos como la aplicación de la economía de mercado, la caída de barreras comerciales y el mayor esfuerzo educativo, de modo que la pobreza mundial se concentra y sólo se extiende hoy en los países con menos libertad y más corrupción política y económica. Sigamos ayudando a los más pobres todo lo que podamos, en casa y lejos, pero no los utilicemos como excusa para otras guerras que no son las suyas.

jueves, 6 de febrero de 2014

SUSANA Y EL REY SALOMON

Rafael Sánchez Saus, publicado en el Diario de Cádiz el jueves 06 de Febrero de 201
 
          
                   SUSANA Díaz en Barcelona, con su indescriptible vestido amarillo, ha hecho buena en dos días toda la labor denigratoria de lo andaluz de un siglo de prejuicios catalanes. Sin embargo, a mí me ha recordado a la benemérita mamá del juicio de Salomón. Como es sabido, la otra madre del conocido episodio bíblico, la mala, pretendía nada menos que trocear a la criatura en disputa, como hoy haría Artur Mas sin el menor temblor de su apolíneo mentón de almogávar.
 
                  Pero doña Susana es otra cosa. Gimoteante como siempre -hay mujeres que no pueden hablar sin parecer que están a punto de llorar como hay hombres que ofenden ya antes de pronunciar palabra-, con un plus de pasión postiza en su registro único de pregonera local, Susana Díaz habló de evitar el choque de trenes con el acreditado método socialista para cualquier crisis desde los tiempos de Pablo de Iglesias: no hay que parar al tren desenfrenado sino, asómbrense, cambiar la vía, como literalmente dijo la inefable presidenta.

                 Y en cuanto al pleito, ya saben su solución: démosle el niño a don Arturo para que se lo coma crudo si es su capricho, que aquí de lo que se trata es de estar a gusto, llevarnos bien y querernos mucho, mucho. Es decir, seguir haciendo lo que los gobiernos de la nación llevan cuarenta años intentando con los nacionalistas: ceder y ceder, contra ley y marea, con tal de que el tinglado del consenso no reviente por las costuras, como el vestidito amarillo cualquier día. Como buena abortista que también ha resultado ser, a doña Susana lo que le importa es estar a gusto, y al niño que le den.
 
                Esta aportación susanesca a la ciencia constitucional, que ha dejado boquiabiertos a los escasos socialistas que tras el ciclón ZP todavía conservan un mínimo sentido del Estado, sólo se comprende como una simple continuación de la doctrina impartida un día antes por los Morancos en la misma Barcelona. No me digan que el hallazgo no es genial: las constituciones se hacen o deshacen para "estar a gusto", nuevo derecho de los pueblos hasta ahora incomprensiblemente desconocido. Susana pura.

               Salomón lo tuvo fácil en su famoso juicio: entre la bondad y la maldad en estado natural no resulta difícil elegir. Los españoles de hoy, depositarios de la soberanía que ayer perteneció a los reyes, lo tenemos mucho más difícil. Entre tontos y malos nos lo han puesto imposible.

sábado, 1 de febrero de 2014

LA NORIA ESPAÑOLA

Rafael Sánchez Saus, publicado en el Diario de Cádiz el jueves  30 de Enero de 2014


            SE escribió en la Sevilla de 1918, pero lean, lean: "¿No ha sucedido nada en dos años? Pues está al descubierto la rápida desintegración de los viejos partidos, por la retirada, no expectante, sino agresiva y amenazadora, de las clases sociales… Hay más: está en litigio la unidad de España como Nación… Es ésta una situación gravísima para la Patria, para la constitución orgánica del Estado, para la Religión, para la Corona, para la propiedad, para el derecho… ¿Tan ciegos están que no se percatan de las terribles y trascendentales mudanzas acaecidas?" Quien así tronaba era don Manuel Rojas Marcos, líder de la Liga Católica, grupo político desaparecido de la memoria andaluza pero que jugó un papel muy destacado durante décadas, tal como puso de relieve hace algunos años un muy documentado libro de José Leonardo Ruiz.

                 Me acordaba de ese texto el pasado lunes mientras oía las intervenciones de los numerosos invitados por monseñor Asenjo al encuentro El compromiso político de los cristianos hoy. Porque allí, por encima de la afirmación de principios sin los que la política pierde del todo la brújula, más allá de la manifestación del pluralismo definitorio de los católicos ante la cosa pública, aleteaba un sentimiento de orfandad que, me parece, sobrepasaba la crítica a comportamientos que están en el ánimo de todos. Un sentimiento que podría llegar a exacerbarse ante la ausencia no ya de soluciones, de simples vías a través de las que los cristianos podamos expresar y hacer valer unas convicciones sobre la sociedad que, siendo compartidas por grandísimo número de personas, parecen abandonadas en el cajón de lo rabiosamente incorrecto.

               Y es que, por culpas que son sólo nuestras, los cristianos hemos sido expulsados de hecho del debate público, privados de la mera posibilidad de influir como tales en la sociedad, algo que nadie niega a los grupos más utópicos y extravagantes. Estamos en trance de convertirnos en algo parecido a lo que fueron durante siglos los judíos en Europa: una minoría imprescindible, pero sin voz propia ni capacidad de acción. Extranjeros en su patria, perfectos chivos expiatorios de todos los males, siempre incómodos, siempre temiendo que cualquier tiempo futuro aún pudiera ser peor. La noria ha girado y, cien años después, nos vemos ante los mismos problemas que nuestros abuelos, pero con bastante menos fe.