Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

sábado, 1 de febrero de 2014

LA NORIA ESPAÑOLA

Rafael Sánchez Saus, publicado en el Diario de Cádiz el jueves  30 de Enero de 2014


            SE escribió en la Sevilla de 1918, pero lean, lean: "¿No ha sucedido nada en dos años? Pues está al descubierto la rápida desintegración de los viejos partidos, por la retirada, no expectante, sino agresiva y amenazadora, de las clases sociales… Hay más: está en litigio la unidad de España como Nación… Es ésta una situación gravísima para la Patria, para la constitución orgánica del Estado, para la Religión, para la Corona, para la propiedad, para el derecho… ¿Tan ciegos están que no se percatan de las terribles y trascendentales mudanzas acaecidas?" Quien así tronaba era don Manuel Rojas Marcos, líder de la Liga Católica, grupo político desaparecido de la memoria andaluza pero que jugó un papel muy destacado durante décadas, tal como puso de relieve hace algunos años un muy documentado libro de José Leonardo Ruiz.

                 Me acordaba de ese texto el pasado lunes mientras oía las intervenciones de los numerosos invitados por monseñor Asenjo al encuentro El compromiso político de los cristianos hoy. Porque allí, por encima de la afirmación de principios sin los que la política pierde del todo la brújula, más allá de la manifestación del pluralismo definitorio de los católicos ante la cosa pública, aleteaba un sentimiento de orfandad que, me parece, sobrepasaba la crítica a comportamientos que están en el ánimo de todos. Un sentimiento que podría llegar a exacerbarse ante la ausencia no ya de soluciones, de simples vías a través de las que los cristianos podamos expresar y hacer valer unas convicciones sobre la sociedad que, siendo compartidas por grandísimo número de personas, parecen abandonadas en el cajón de lo rabiosamente incorrecto.

               Y es que, por culpas que son sólo nuestras, los cristianos hemos sido expulsados de hecho del debate público, privados de la mera posibilidad de influir como tales en la sociedad, algo que nadie niega a los grupos más utópicos y extravagantes. Estamos en trance de convertirnos en algo parecido a lo que fueron durante siglos los judíos en Europa: una minoría imprescindible, pero sin voz propia ni capacidad de acción. Extranjeros en su patria, perfectos chivos expiatorios de todos los males, siempre incómodos, siempre temiendo que cualquier tiempo futuro aún pudiera ser peor. La noria ha girado y, cien años después, nos vemos ante los mismos problemas que nuestros abuelos, pero con bastante menos fe.  
 

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