HABLANDO EN EL DESIERTO
Francisco Bejarano | Publicado el 23.08.2011 en el Diario de Cádiz
ES inútil combatir el catolicismo contándonos su historia temporal. La visita del Papa ha sacado a relucir todos los excesos y oscuridades de sus dos mil años de existencia, como si no hubiera institución con muchos menos siglos que no los tuviera, o como si aún viviéramos en el sáeculum obscúrum con Marozia gobernando la Iglesia a través de un papa niño, hijo suyo, lo que dio pie a la leyenda de la papisa Juana, o se exhumara a otro papa para ser juzgado y depuesto como se hizo con Formoso, gran escándalo incluso en una Cristiandad semibárbara. No se ha hablado de estas interesantes adaptaciones de la Iglesia a su tiempo, y tampoco mucho de Galileo. Hace unos años, con motivo de algún aniversario galileano, no faltaron historiadores que salieran al paso de la leyenda del martirio del astrónomo, inventado por los antipapistas anglicanos en el siglo XVIII y divulgado en España por los ilustrados librepensadores.
Como era de esperar, laicistas y anticlericales, dinosaurios sobrevivientes, han hablado mucho de las Cruzadas y de la Inquisición, al par que se contradecían pidiendo que la Iglesia se adapte a estos tiempos. Los errores de la Historia no son exactamente errores porque la Historia no los puede cometer. Las Cruzadas y la Inquisición fueron adaptaciones a su tiempo de la Iglesia, una tentación que, por lo general y con altibajos, ha resistido bien siempre. Las Cruzadas fueron muy populares. La Iglesia y los príncipes cristianos quisieron adular al pueblo proponiéndole rescatar los Santos Lugares de la infiel morisma que nos los había arrebatado. El análisis marxista que se hace de las Cruzadas está torcido: es verdad que fueron caballeros de fortuna buscando tierras, pero también hubo mucho de idealismo y espiritualidad en las empresas. Contrastar la información que hallamos en los libros es un ejercicio inteligente.
La Inquisición fue otro tributo al tiempo. La Iglesia venció la resistencia de los poderosos, que no querían un tribunal exento, para halagar una vez más el antisemitismo y el odio a los herejes del pueblo y del bajo clero. Los príncipes estaban en la creación del Estado moderno, la unión de reinos dependía en gran parte de la unidad religiosa y se disponían a conseguirla como fuera. La Iglesia creó un tribunal más benévolo que los civiles de la época para garantizar que la disidencia religiosa, que entonces era disidencia política, tuviera garantías procesales. (La tortura se aplicaba en todos los tribunales y no la cuestionaba nadie.) Tanto fue así que delincuentes comunes se declaraban herejes para ser trasladados a las cárceles de la Inquisición. El precio que pagó la Iglesia por adaptarse a su tiempo aún colea. Eso es lo que piden sus enemigos, que se adapte a estos tiempos, a la decadencia y al suicidio de Occidente, y que pierda su función espiritual para el hombre de todos los tiempos, que es de lo que se trata.
Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.
martes, 23 de agosto de 2011
viernes, 12 de agosto de 2011
El peor "crash" desde la Gran Recesión
REPORTAJE: La crisis financiera - El impacto de los mercados
Publicado en El País (11/08/2011)
Este mes de agosto pasará a la historia como el más negro de los vividos desde la Gran Recesión. Desde que estalló la crisis, hace ahora cuatro años, nunca las Bolsas mundiales habían vivido tantas jornadas seguidas en caída libre. En el caso de la española, ayer ser cumplieron nueve sesiones de pérdidas con un retroceso del 14,5% desde primeros de agosto. El Euro Stoxx 50, índice de los principales valores europeos, se ha dejado casi un 17%. Y si el reloj se retrasa hasta la última cumbre europea, el pasado 21 de junio, la pérdida alcanza el 23%.
Aquel fue el último intento a nivel político de frenar el acoso a los países periféricos, pero ha servido de poco para calmar a los mercados. Después, el pasado domingo, el BCE acuerda comprar deuda de Italia y España y logra contener las primas de riesgo de España e Italia. Y el martes pasado la Reserva Federal de EE UU promete tipos de interés muy bajos hasta 2013. Nada de eso parece detener la sangría, que ayer tuvo en Francia una nueva hemorragia.
Llueve sobre mojado, pero la jornada de ayer fue especialmente negra, con caídas superiores al 5%. El correctivo, que castigó con fuerza a la banca y también se dejó notar en Wall Street, llevó a la mayoría de índices a los mismos niveles de la primavera de 2009 cuando la economía sufría las consecuencias de la caída de Lehman Brothers, que quebró en septiembre de 2008. Triste moraleja: ni las ayudas millonarias a la banca, ni los duros planes de ajuste, ni la liquidez sin límite han impedido el regreso de las Bolsas al agujero en que cayeron en lo peor de la Gran Recesión.
La jornada amaneció en calma e incluso algunos parqués del Viejo Continente apostaron por prorrogar el rebote de la víspera en Wall Street. Después de que empezara a correr el rumor de que Francia podría perder la matrícula de honor (Triple A), cundió el pánico y el dinero huyó al refugio del oro, que marcó su enésimo récord consecutivo, y a lo más clásico, la deuda alemana. Ni siquiera el desmentido de París y de las agencias cambió el ánimo los inversores.
El Ibex 35 sufrió su peor jornada desde los días previos al rescate de Grecia en mayo de 2010 y cerró con un batacazo del 5,49%.La banca se llevó la peor parte, el Santander y el BBVA registraron caídas del 8% y sus valores llegaron a venderse a menos de 6 euros por primera vez en más de dos años. El recorte, además, devolvió a la Bolsa española a niveles de entonces, ya que hoy el selectivo abrirá por debajo de los 8.000 puntos, algo que no ocurría desde el 1 de abril de 2009.
Peor parados, sin embargo, quedaron los bancos franceses o italianos. Entre ellos, el más castigado fue Société Générale, que llegó a ceder más de un 20% aunque al final de la sesión moderó las pérdidas al 14,75%. La razón es que, a diferencia de sus colegas, en la cartera de inversiones de la entidad no falta deuda de ninguno de los periféricos y de su propio país, lo que le deja muy expuesto a un eventual contagio de los problemas en los mercados de deuda hasta Francia. Por culpa del correctivo, el CAC parisino acabó el día con un otra caída del 5,5%, lo que representa su peor jornada desde el 1 de diciembre de 2008. Milán, más acostumbrado en los últimos meses a los vaivenes, volvió a ser el farolillo rojo de Europa con un desplome del 6,7%. En ambos casos, la nueva jornada de pánico les devolvió a los niveles de julio y marzo de 2009. Para completar el cuadro, el Dax alemán perdió un 5,1% y hoy empezará la sesión en su cota más baja desde febrero de 2010. Londres cedió un 3,1%.
El Nobel de Economía Joseph Stiglitz resumía en un artículo publicado ayer en el Financial Times lo que iba a acontecer a lo largo del día: "La única certeza que existe ahora en los mercados es que los problemas pueden ir a peor". Desde España, Daniel Suárez, de Analistas Financieros, basó la avalancha de ventas en los nervios y en las dudas generadas por la decisión del presidente francés, Nicolas Sarkozy, de acelerar los ajustes.
"Con tanta incertidumbre, si el mercado busca un motivo para bajar lo encuentra", opinó Soledad Pellón, de IG Markets."Hasta que no haya un mensaje más claro y decisivo de que se va a comprar toda la deuda que haga falta por el BCE, la tensión no va a parar y va a seguir pasando de país a país", matizó Nicolás López, director de análisis de MG Valores.
Publicado en El País (11/08/2011)
Este mes de agosto pasará a la historia como el más negro de los vividos desde la Gran Recesión. Desde que estalló la crisis, hace ahora cuatro años, nunca las Bolsas mundiales habían vivido tantas jornadas seguidas en caída libre. En el caso de la española, ayer ser cumplieron nueve sesiones de pérdidas con un retroceso del 14,5% desde primeros de agosto. El Euro Stoxx 50, índice de los principales valores europeos, se ha dejado casi un 17%. Y si el reloj se retrasa hasta la última cumbre europea, el pasado 21 de junio, la pérdida alcanza el 23%.
Aquel fue el último intento a nivel político de frenar el acoso a los países periféricos, pero ha servido de poco para calmar a los mercados. Después, el pasado domingo, el BCE acuerda comprar deuda de Italia y España y logra contener las primas de riesgo de España e Italia. Y el martes pasado la Reserva Federal de EE UU promete tipos de interés muy bajos hasta 2013. Nada de eso parece detener la sangría, que ayer tuvo en Francia una nueva hemorragia.
Llueve sobre mojado, pero la jornada de ayer fue especialmente negra, con caídas superiores al 5%. El correctivo, que castigó con fuerza a la banca y también se dejó notar en Wall Street, llevó a la mayoría de índices a los mismos niveles de la primavera de 2009 cuando la economía sufría las consecuencias de la caída de Lehman Brothers, que quebró en septiembre de 2008. Triste moraleja: ni las ayudas millonarias a la banca, ni los duros planes de ajuste, ni la liquidez sin límite han impedido el regreso de las Bolsas al agujero en que cayeron en lo peor de la Gran Recesión.
La jornada amaneció en calma e incluso algunos parqués del Viejo Continente apostaron por prorrogar el rebote de la víspera en Wall Street. Después de que empezara a correr el rumor de que Francia podría perder la matrícula de honor (Triple A), cundió el pánico y el dinero huyó al refugio del oro, que marcó su enésimo récord consecutivo, y a lo más clásico, la deuda alemana. Ni siquiera el desmentido de París y de las agencias cambió el ánimo los inversores.
El Ibex 35 sufrió su peor jornada desde los días previos al rescate de Grecia en mayo de 2010 y cerró con un batacazo del 5,49%.La banca se llevó la peor parte, el Santander y el BBVA registraron caídas del 8% y sus valores llegaron a venderse a menos de 6 euros por primera vez en más de dos años. El recorte, además, devolvió a la Bolsa española a niveles de entonces, ya que hoy el selectivo abrirá por debajo de los 8.000 puntos, algo que no ocurría desde el 1 de abril de 2009.
Peor parados, sin embargo, quedaron los bancos franceses o italianos. Entre ellos, el más castigado fue Société Générale, que llegó a ceder más de un 20% aunque al final de la sesión moderó las pérdidas al 14,75%. La razón es que, a diferencia de sus colegas, en la cartera de inversiones de la entidad no falta deuda de ninguno de los periféricos y de su propio país, lo que le deja muy expuesto a un eventual contagio de los problemas en los mercados de deuda hasta Francia. Por culpa del correctivo, el CAC parisino acabó el día con un otra caída del 5,5%, lo que representa su peor jornada desde el 1 de diciembre de 2008. Milán, más acostumbrado en los últimos meses a los vaivenes, volvió a ser el farolillo rojo de Europa con un desplome del 6,7%. En ambos casos, la nueva jornada de pánico les devolvió a los niveles de julio y marzo de 2009. Para completar el cuadro, el Dax alemán perdió un 5,1% y hoy empezará la sesión en su cota más baja desde febrero de 2010. Londres cedió un 3,1%.
El Nobel de Economía Joseph Stiglitz resumía en un artículo publicado ayer en el Financial Times lo que iba a acontecer a lo largo del día: "La única certeza que existe ahora en los mercados es que los problemas pueden ir a peor". Desde España, Daniel Suárez, de Analistas Financieros, basó la avalancha de ventas en los nervios y en las dudas generadas por la decisión del presidente francés, Nicolas Sarkozy, de acelerar los ajustes.
"Con tanta incertidumbre, si el mercado busca un motivo para bajar lo encuentra", opinó Soledad Pellón, de IG Markets."Hasta que no haya un mensaje más claro y decisivo de que se va a comprar toda la deuda que haga falta por el BCE, la tensión no va a parar y va a seguir pasando de país a país", matizó Nicolás López, director de análisis de MG Valores.
jueves, 11 de agosto de 2011
La ética en la arena del todo por la pasta
Por Melchor Miralles
Publicado en El Confidencial (10/08/2011)
Las horas transcurridas entre el final del viernes 5 y el sábado 6 de agosto de 2011 pasarán a la historia. Ese día, la hasta entonces incuestionable solvencia crediticia de los Estados Unidos de Norteamérica se vino abajo, a la vez que sus soldados recibían el más duro golpe de los talibanes desde que se inició el conflicto bélico de Afganistán. La rebaja de la calificación que hicieron los hombres de la agencia Standard&Poor's de AAA, el tope máximo, a AA+, puso en guardia a las economías de los cinco continentes y con un nudo en la garganta hasta al más profano en materia económica. Era la primera vez desde que se fundó en 1860 que S&P se atrevía a adoptar una decisión de ese calibre sobre los EEUU. Ni en los años más duros de la Guerra Fría llegaron a devaluar la deuda de la primera potencia del planeta.
Obama y su equipo económico, con los funcionarios del Tesoro a la cabeza, se lanzaron en tromba contra la agencia de calificación y la acusaron de haber cometido errores esenciales en su trabajo, denunciaron su credibilidad y aseguraron que había un error de nada menos que 2 billones, con B, de dólares. S&P, inmediatamente, modificó las cifras, pero el daño estaba hecho y el fantasma del crack se extendió por todo el mundo. Era verdad que el error se había cometido, pero los datos esenciales eran ciertos. No necesitamos a S&P para saber que el gasto militar de las guerras de Irak y Afganistán y de los planes de estímulo de la Administración Obama, sumados a la ralentización de los ingresos como consecuencia de la crisis mundial y de la política fiscal americana, al envejecimiento de la población y la subida de los costes de la sanidad, colocaban al país en una situación delicadísima. La crisis de la deuda no podía no afectar al núcleo del sistema del país primer deudor del mundo.
Las principales agencias de calificación globales, que marcan el día a día de los mercados financieros, ya sea Standard&Poor's o Moody's, o Fitch, las conocidas como Big Three, son norteamericanas, se trata de empresas privadas que conforman un núcleo de intereses formidable y tras ellas hay un negocio multibillonario con clientes e intereses muy serios y más que importantes a nivel planetario. De ellos dependen casi siempre decisiones políticas y económicas que afectan a todos los ciudadanos, a todas las empresas y a todos los países de mundo.
Como denunció el premio Nobel de Economía Paul Krugman el martes en un artículo en El País, "S&P, junto con otras agencias de calificación hermanas, desempeñó un papel importante en la causa de esta crisis, ya que otorgó calificaciones triple A a activos respaldados por hipotecas que desde entonces se han convertido en residuos tóxicos... Y es tristemente famosa por haber dado a Lehman Brothers, cuyo hundimiento desató un pánico mundial, una calificación A hasta el mismísimo mes de su defunción. ¿Y cómo reaccionó la agencia después de que esta empresa con calificación A quebrara? Emitiendo un informe en el que negaba que hubiera hecho algo mal".
Por ello, es lícito preguntarse de qué autoridad disponen, qué datos e información manejan respecto a las cuentas de cada país, quién, cuándo y cómo se los proporciona, qué criterios emplean para certificar y conceder su calificación, qué controles ejercen sobre ellos sus clientes, es decir, las administraciones de cada país, cuáles son sus cuentas internas, cuánto cobran, cómo reparten sus beneficios...
Sombras sobre los accionistas de las ‘Big Three’
Angel Boixadós, en un artículo en Expansión, explicaba detalladamente el pasado 29 de julio como las Big Three comparten entre sus accionistas a las grandes gestoras de fondos, "sus accionistas de referencia entroncan directamente con la industria financiera y concretamente con la gestión de activos...muchos de ellos son usuarios de las calificaciones de las agencias de las cuales poseen importantes paquetes de acciones. De hecho, buena parte de ellos promueven fondos de inversión. Todos ellos con su rating aparejado, lo que en sí mismo es un paso obligado para que sus inversores objetivos puedan adquirir participaciones. Otro aspecto relevante es la coincidencia de algunos de estos gestores de activos en el capital de Moody´s y la editora McGraw Hill, la propietaria de S&P. Distinta es la situación de Fitch, cuyo capital se reparte entre el grupo francés Fimalac y la corporación Hearst".
De siempre se ha dicho en Europa que estas agencias, al menos todas las importantes, son norteamericanas, y en ello se han basado muchos Gobiernos para denunciar que de natural les sale adoptar una actitud más exigente en sus análisis y calificaciones de las políticas económicas de los países de la zona euro que de los EEUU. Incluso han sido acusadas de haber calificado erróneamente al alza de modo deliberado determinados bonos en beneficio de algunos y en Italia las Fiscalías de Roma y Trani han iniciado una investigación por los presuntos delitos de manipulación del mercado, utilización ilegítima de información privilegiada y especulación abusiva".
Cada vez son más numerosas las voces de especialistas que reclaman la creación de una agencia europea, con participación de los principales países de la zona Euro, que pueda contrapesar la influencia de las tres grandes en la economía mundial y competir con ellas aportando prestigio e independencia a una labor necesaria pero que reclama de más transparencia.
Visto lo visto, constatado que en todos los países del mundo son necesarias reformas a fondo del sistema financiero de carácter estructural, estaría bien que de una vez por todas le metieran mano a este asunto de las agencias de calificación, al señor mercados del que tanto llevamos hablando los tres últimos años, estableciendo sistemas de control severos, auditorías de las compañías y de los miembros de sus consejos, y sancionando a la mínima de forma severa cualquier actuación no sujeta a sus obligaciones. Es un negocio privado que juega un papel esencial en las economías de todo el planeta y una decisión suya puede conllevar, y de hecho así sucede, un caos económico, financiero, político y social en cualquier país del mundo.
Con las cosas de comer no se juega y aquí hay muchos, desde Lehman Brothers hasta hoy, que se lo han llevado calentito a costa de los demás. No digo que sean estas agencias las responsables de la situación que padecemos, ni afirmo que todo lo que digan sea incierto o erróneo. Lo que planteo es la necesidad de reformar el sistema también en lo que se refiere a una actividad privada que genera tantos beneficios para extremar al máximo la posibilidad de que una decisión adoptada por intereses torticeros pueda tener consecuencias devastadoras para todos.
No hay quien no tenga una doble vida, la de los sueños y la de la realidad. Parece mentira que algunos todavía no se hayan percatado y sigan creyendo en los cuentos de hadas. Y ya se sabe con algunos que lo verdadero y lo falso cabalgan juntos, y a los jinetes de estos últimos les resulta imposible cambiar de caballo a mitad de la carrera entre tanto obstáculo, tanta patraña, tanta triquiñuela y tanta falta de ética en la arena del todo por la pasta.
Publicado en El Confidencial (10/08/2011)
Las horas transcurridas entre el final del viernes 5 y el sábado 6 de agosto de 2011 pasarán a la historia. Ese día, la hasta entonces incuestionable solvencia crediticia de los Estados Unidos de Norteamérica se vino abajo, a la vez que sus soldados recibían el más duro golpe de los talibanes desde que se inició el conflicto bélico de Afganistán. La rebaja de la calificación que hicieron los hombres de la agencia Standard&Poor's de AAA, el tope máximo, a AA+, puso en guardia a las economías de los cinco continentes y con un nudo en la garganta hasta al más profano en materia económica. Era la primera vez desde que se fundó en 1860 que S&P se atrevía a adoptar una decisión de ese calibre sobre los EEUU. Ni en los años más duros de la Guerra Fría llegaron a devaluar la deuda de la primera potencia del planeta.
Obama y su equipo económico, con los funcionarios del Tesoro a la cabeza, se lanzaron en tromba contra la agencia de calificación y la acusaron de haber cometido errores esenciales en su trabajo, denunciaron su credibilidad y aseguraron que había un error de nada menos que 2 billones, con B, de dólares. S&P, inmediatamente, modificó las cifras, pero el daño estaba hecho y el fantasma del crack se extendió por todo el mundo. Era verdad que el error se había cometido, pero los datos esenciales eran ciertos. No necesitamos a S&P para saber que el gasto militar de las guerras de Irak y Afganistán y de los planes de estímulo de la Administración Obama, sumados a la ralentización de los ingresos como consecuencia de la crisis mundial y de la política fiscal americana, al envejecimiento de la población y la subida de los costes de la sanidad, colocaban al país en una situación delicadísima. La crisis de la deuda no podía no afectar al núcleo del sistema del país primer deudor del mundo.
Las principales agencias de calificación globales, que marcan el día a día de los mercados financieros, ya sea Standard&Poor's o Moody's, o Fitch, las conocidas como Big Three, son norteamericanas, se trata de empresas privadas que conforman un núcleo de intereses formidable y tras ellas hay un negocio multibillonario con clientes e intereses muy serios y más que importantes a nivel planetario. De ellos dependen casi siempre decisiones políticas y económicas que afectan a todos los ciudadanos, a todas las empresas y a todos los países de mundo.
Como denunció el premio Nobel de Economía Paul Krugman el martes en un artículo en El País, "S&P, junto con otras agencias de calificación hermanas, desempeñó un papel importante en la causa de esta crisis, ya que otorgó calificaciones triple A a activos respaldados por hipotecas que desde entonces se han convertido en residuos tóxicos... Y es tristemente famosa por haber dado a Lehman Brothers, cuyo hundimiento desató un pánico mundial, una calificación A hasta el mismísimo mes de su defunción. ¿Y cómo reaccionó la agencia después de que esta empresa con calificación A quebrara? Emitiendo un informe en el que negaba que hubiera hecho algo mal".
Por ello, es lícito preguntarse de qué autoridad disponen, qué datos e información manejan respecto a las cuentas de cada país, quién, cuándo y cómo se los proporciona, qué criterios emplean para certificar y conceder su calificación, qué controles ejercen sobre ellos sus clientes, es decir, las administraciones de cada país, cuáles son sus cuentas internas, cuánto cobran, cómo reparten sus beneficios...
Sombras sobre los accionistas de las ‘Big Three’
Angel Boixadós, en un artículo en Expansión, explicaba detalladamente el pasado 29 de julio como las Big Three comparten entre sus accionistas a las grandes gestoras de fondos, "sus accionistas de referencia entroncan directamente con la industria financiera y concretamente con la gestión de activos...muchos de ellos son usuarios de las calificaciones de las agencias de las cuales poseen importantes paquetes de acciones. De hecho, buena parte de ellos promueven fondos de inversión. Todos ellos con su rating aparejado, lo que en sí mismo es un paso obligado para que sus inversores objetivos puedan adquirir participaciones. Otro aspecto relevante es la coincidencia de algunos de estos gestores de activos en el capital de Moody´s y la editora McGraw Hill, la propietaria de S&P. Distinta es la situación de Fitch, cuyo capital se reparte entre el grupo francés Fimalac y la corporación Hearst".
De siempre se ha dicho en Europa que estas agencias, al menos todas las importantes, son norteamericanas, y en ello se han basado muchos Gobiernos para denunciar que de natural les sale adoptar una actitud más exigente en sus análisis y calificaciones de las políticas económicas de los países de la zona euro que de los EEUU. Incluso han sido acusadas de haber calificado erróneamente al alza de modo deliberado determinados bonos en beneficio de algunos y en Italia las Fiscalías de Roma y Trani han iniciado una investigación por los presuntos delitos de manipulación del mercado, utilización ilegítima de información privilegiada y especulación abusiva".
Cada vez son más numerosas las voces de especialistas que reclaman la creación de una agencia europea, con participación de los principales países de la zona Euro, que pueda contrapesar la influencia de las tres grandes en la economía mundial y competir con ellas aportando prestigio e independencia a una labor necesaria pero que reclama de más transparencia.
Visto lo visto, constatado que en todos los países del mundo son necesarias reformas a fondo del sistema financiero de carácter estructural, estaría bien que de una vez por todas le metieran mano a este asunto de las agencias de calificación, al señor mercados del que tanto llevamos hablando los tres últimos años, estableciendo sistemas de control severos, auditorías de las compañías y de los miembros de sus consejos, y sancionando a la mínima de forma severa cualquier actuación no sujeta a sus obligaciones. Es un negocio privado que juega un papel esencial en las economías de todo el planeta y una decisión suya puede conllevar, y de hecho así sucede, un caos económico, financiero, político y social en cualquier país del mundo.
Con las cosas de comer no se juega y aquí hay muchos, desde Lehman Brothers hasta hoy, que se lo han llevado calentito a costa de los demás. No digo que sean estas agencias las responsables de la situación que padecemos, ni afirmo que todo lo que digan sea incierto o erróneo. Lo que planteo es la necesidad de reformar el sistema también en lo que se refiere a una actividad privada que genera tantos beneficios para extremar al máximo la posibilidad de que una decisión adoptada por intereses torticeros pueda tener consecuencias devastadoras para todos.
No hay quien no tenga una doble vida, la de los sueños y la de la realidad. Parece mentira que algunos todavía no se hayan percatado y sigan creyendo en los cuentos de hadas. Y ya se sabe con algunos que lo verdadero y lo falso cabalgan juntos, y a los jinetes de estos últimos les resulta imposible cambiar de caballo a mitad de la carrera entre tanto obstáculo, tanta patraña, tanta triquiñuela y tanta falta de ética en la arena del todo por la pasta.
miércoles, 10 de agosto de 2011
Es la hora de la política
Por Jose Luis González de Quirós
Publicado en El Confidencial (09/08/2011)
El ideal inconfesable de una buena mayoría de políticos consiste en acceder al poder, sin mayor esfuerzo y en administrarlo de manera perdurable, sin apenas dificultad. El PSOE ha gozado por dos veces en España de algo muy parecido a ese paraíso: tanto en la época de Felipe González, que llegó a parecer inextinguible, como en la primera etapa de Zapatero hasta finales de 2007. El PP, por el contrario, ha pagado bastante más caro su acceso al poder, y se ha mantenido menos tiempo, hasta la fecha.
Ahora puede parecer que ocurre lo contrario, porque casi todo el mundo da por descontada la victoria de Rajoy, pero hay que matizar doblemente ese diagnóstico, en primer lugar con el debido respeto a la incertidumbre política, pero, sobre todo, con la evidencia de que, en el caso de triunfar, Rajoy no se encontrará, precisamente, en las vísperas de un gozo, sino, más bien, en puertas de una especie de suplicio. Si Rajoy gana las elecciones, incluso con mayoría absoluta, heredará una situación bastante peor que la de 1996, y con las fuerzas adversas, los sindicatos y la izquierda, bastante enteras como consecuencia de un largo período de sesteo, adormecidas por un combinado de subvenciones y halagos que suele tener efectos paralizantes en los afanes movilizadores.
Hay un sector bastante importante del electorado, aquel que tiene una mayor capacidad para cambiar su voto y que, por ello mismo, tiene una influencia decisiva en los tramos finales del proceso electoral, que tal vez no esté demasiado convencido de que merezca la pena apostar decididamente por el cambio político. Para este tipo de votantes, puede parecer bastante obvio que una prórroga al PSOE sea casi impensable, pero muchos de ellos pueden sentir la tentación de abstenerse en la contienda, considerando que ni Rajoy ni el PP han dado garantías suficientes de que vayan a abordar los problemas con decisión y vigor.
Con verdad, o con mala intención, que es tema muy discutible, se ha acusado repetidamente al PP de no enseñar sus bazas, y eso, aunque pueda tener algún efecto positivo, conlleva consecuencias letales para el PP. Si el PP no enseña sus cartas porque carece de ellas, malo, y si no las enseña porque teme hacerlo, peor. Hay argumentos de todo tipo para elegir entre una conducta política ambigua y otra clara, pero el PP tiene que afirmarse cuanto antes en una línea coherente, porque si le va a resultar difícil hacer reformas de fondo, las que ha evitado Zapatero poniéndonos al borde de la bancarrota, será imposible que haga nada sin un mandato explícito.
La coherencia del PP tiene, además, que ser doble, en sus propuestas y en sus políticas. Rajoy ha impuesto una serie de políticas de austeridad en las CCAA del PP, pero debe permanecer atento porque la tentación, como en la película de Billy Wilder, vive arriba, y es muy atractiva. No tendría ningún sentido que cuando se hace necesario un ajuste severo de las políticas de gasto de las CCAA y de los ayuntamientos, siga habiendo notables del PP que crean que la cosa no va con ellos.
Hay un factor muy relevante en esta crisis casi universal del que hay que saber sacar el fruto político, y eso no puede hacerse con una actitud reservona, hay que mojarse, me parece a mí. La izquierda no cesa de echar la culpa de cuanto pasa a los banqueros y al capital, es su papel y seguramente sería peligroso que no lo hiciera. Pero la derecha no puede jugar con las cartas marcadas por la izquierda, no puede hacer como si no hubiese que pagar las deudas, como si el llamado gasto social no debiera limitarse, como si le pareciese extraordinariamente bien vivir a costa de los esfuerzos que habrán de hacer los que nos hereden.
Hay que repetir por activa y por pasiva que engrosar los gastos públicos a costa de la deuda es dejar a nuestros hijos una herencia insoportable, es ser tremendamente injustos con las generaciones futuras. Esa actitud, se da, por cierto, de bruces con la conducta común de la gente, de derechas o de izquierdas, tanto da, que no duda en sacrificarse por hacer que sus hijos puedan tener una vida mejor que la que ellos han tenido, pero el éxito de la izquierda en hacer creer que incrementar la deuda es siempre defendible ha obnubilado al público, seguramente porque las grandes cifras son difíciles de entender. No es sostenible, sin embargo, que cerca de las dos terceras partes de los ingresos del IRPF se nos vayan a pagar los intereses, una deuda que sale cada vez más cara a medida que los que nos prestan ven el cobro más en riesgo.
Un político valiente tiene que decir a los españoles que solo saldremos de esta situación envenenada con más trabajo, con menos gasto inútil, con mucho más sacrificio, y que eso es incompatible con más subsidios, más puentes o más jeribeques. El coro de los indignados lleva meses ensayando, pero son muchos más los que quieren oír una melodía de esperanza, la promesa de una política seria, decente, y sin engaños.
Publicado en El Confidencial (09/08/2011)
El ideal inconfesable de una buena mayoría de políticos consiste en acceder al poder, sin mayor esfuerzo y en administrarlo de manera perdurable, sin apenas dificultad. El PSOE ha gozado por dos veces en España de algo muy parecido a ese paraíso: tanto en la época de Felipe González, que llegó a parecer inextinguible, como en la primera etapa de Zapatero hasta finales de 2007. El PP, por el contrario, ha pagado bastante más caro su acceso al poder, y se ha mantenido menos tiempo, hasta la fecha.
Ahora puede parecer que ocurre lo contrario, porque casi todo el mundo da por descontada la victoria de Rajoy, pero hay que matizar doblemente ese diagnóstico, en primer lugar con el debido respeto a la incertidumbre política, pero, sobre todo, con la evidencia de que, en el caso de triunfar, Rajoy no se encontrará, precisamente, en las vísperas de un gozo, sino, más bien, en puertas de una especie de suplicio. Si Rajoy gana las elecciones, incluso con mayoría absoluta, heredará una situación bastante peor que la de 1996, y con las fuerzas adversas, los sindicatos y la izquierda, bastante enteras como consecuencia de un largo período de sesteo, adormecidas por un combinado de subvenciones y halagos que suele tener efectos paralizantes en los afanes movilizadores.
Hay un sector bastante importante del electorado, aquel que tiene una mayor capacidad para cambiar su voto y que, por ello mismo, tiene una influencia decisiva en los tramos finales del proceso electoral, que tal vez no esté demasiado convencido de que merezca la pena apostar decididamente por el cambio político. Para este tipo de votantes, puede parecer bastante obvio que una prórroga al PSOE sea casi impensable, pero muchos de ellos pueden sentir la tentación de abstenerse en la contienda, considerando que ni Rajoy ni el PP han dado garantías suficientes de que vayan a abordar los problemas con decisión y vigor.
Con verdad, o con mala intención, que es tema muy discutible, se ha acusado repetidamente al PP de no enseñar sus bazas, y eso, aunque pueda tener algún efecto positivo, conlleva consecuencias letales para el PP. Si el PP no enseña sus cartas porque carece de ellas, malo, y si no las enseña porque teme hacerlo, peor. Hay argumentos de todo tipo para elegir entre una conducta política ambigua y otra clara, pero el PP tiene que afirmarse cuanto antes en una línea coherente, porque si le va a resultar difícil hacer reformas de fondo, las que ha evitado Zapatero poniéndonos al borde de la bancarrota, será imposible que haga nada sin un mandato explícito.
La coherencia del PP tiene, además, que ser doble, en sus propuestas y en sus políticas. Rajoy ha impuesto una serie de políticas de austeridad en las CCAA del PP, pero debe permanecer atento porque la tentación, como en la película de Billy Wilder, vive arriba, y es muy atractiva. No tendría ningún sentido que cuando se hace necesario un ajuste severo de las políticas de gasto de las CCAA y de los ayuntamientos, siga habiendo notables del PP que crean que la cosa no va con ellos.
Hay un factor muy relevante en esta crisis casi universal del que hay que saber sacar el fruto político, y eso no puede hacerse con una actitud reservona, hay que mojarse, me parece a mí. La izquierda no cesa de echar la culpa de cuanto pasa a los banqueros y al capital, es su papel y seguramente sería peligroso que no lo hiciera. Pero la derecha no puede jugar con las cartas marcadas por la izquierda, no puede hacer como si no hubiese que pagar las deudas, como si el llamado gasto social no debiera limitarse, como si le pareciese extraordinariamente bien vivir a costa de los esfuerzos que habrán de hacer los que nos hereden.
Hay que repetir por activa y por pasiva que engrosar los gastos públicos a costa de la deuda es dejar a nuestros hijos una herencia insoportable, es ser tremendamente injustos con las generaciones futuras. Esa actitud, se da, por cierto, de bruces con la conducta común de la gente, de derechas o de izquierdas, tanto da, que no duda en sacrificarse por hacer que sus hijos puedan tener una vida mejor que la que ellos han tenido, pero el éxito de la izquierda en hacer creer que incrementar la deuda es siempre defendible ha obnubilado al público, seguramente porque las grandes cifras son difíciles de entender. No es sostenible, sin embargo, que cerca de las dos terceras partes de los ingresos del IRPF se nos vayan a pagar los intereses, una deuda que sale cada vez más cara a medida que los que nos prestan ven el cobro más en riesgo.
Un político valiente tiene que decir a los españoles que solo saldremos de esta situación envenenada con más trabajo, con menos gasto inútil, con mucho más sacrificio, y que eso es incompatible con más subsidios, más puentes o más jeribeques. El coro de los indignados lleva meses ensayando, pero son muchos más los que quieren oír una melodía de esperanza, la promesa de una política seria, decente, y sin engaños.
Rabia en Londres
Editorial. El País (09/08/2011)
Londres vive desde la noche del pasado sábado una de las más graves explosiones de violencia callejera que ha conocido la ciudad. El origen de los disturbios fue la muerte de un habitante negro del barrio de Tottenham, Mark Duggan, cuando la policía intentaba detenerlo. Lo que comenzó como una protesta pacífica ante la principal comisaría de la zona se convirtió en una explosión de rabia a la vez social y racial. La violencia se ha ido extendiendo a otros barrios e, incluso, a algunas zonas de ciudades como Birmingham o Leeds, aunque la policía investiga si, a diferencia de lo ocurrido en Tottenham, hay instigadores que poco o nada tienen que ver con la reacción a la muerte de Duggan.
A falta de una explicación suficiente de lo sucedido por parte del Gobierno de Cameron, ni siquiera una hipotética conducta discriminatoria y delictiva de la policía en la muerte de Duggan justificaría la quema de autobuses, el asalto a comercios y el pillaje por parte de bandas organizadas de encapuchados. Son los tribunales quienes deben determinar las circunstancias del suceso, depurando en su caso las responsabilidades penales, y el Ejecutivo, por su parte, quien debe evaluar si las condiciones sociales de algunos barrios de Londres, agravadas por los recortes del gasto público, no constituyen un riesgo además de una insoportable injusticia.
Pero, lejos de reaccionar con rapidez, el Gobierno ha estado desaparecido en las horas cruciales y ha respondido con vaguedades que ni han reforzado el crédito de las instituciones para atajar este género de conflictos, ni han apaciguado la violencia. La desafortunada gestión para hacer frente a los incidentes abre así la posibilidad de que la oposición laborista exija responsabilidades políticas a Cameron, cuya credibilidad sufre un nuevo revés tras estas jornadas de ira.
La crisis económica no puede convertirse en la única explicación de los episodios de violencia que se están multiplicando en Europa. Cada caso es diferente, pero el conjunto de todos ellos está creando un estado de opinión de acuerdo con el cual la democracia representativa se está mostrando incapaz de dar curso pacífico a un creciente malestar de los ciudadanos. Se trata de una pendiente peligrosa que los Gobiernos están obligados a atajar extremando el escrupuloso cumplimiento de las exigencias del Estado de derecho. Para eso hace falta mayor diligencia que la mostrada por el Gabinete de Cameron.
Londres vive desde la noche del pasado sábado una de las más graves explosiones de violencia callejera que ha conocido la ciudad. El origen de los disturbios fue la muerte de un habitante negro del barrio de Tottenham, Mark Duggan, cuando la policía intentaba detenerlo. Lo que comenzó como una protesta pacífica ante la principal comisaría de la zona se convirtió en una explosión de rabia a la vez social y racial. La violencia se ha ido extendiendo a otros barrios e, incluso, a algunas zonas de ciudades como Birmingham o Leeds, aunque la policía investiga si, a diferencia de lo ocurrido en Tottenham, hay instigadores que poco o nada tienen que ver con la reacción a la muerte de Duggan.
A falta de una explicación suficiente de lo sucedido por parte del Gobierno de Cameron, ni siquiera una hipotética conducta discriminatoria y delictiva de la policía en la muerte de Duggan justificaría la quema de autobuses, el asalto a comercios y el pillaje por parte de bandas organizadas de encapuchados. Son los tribunales quienes deben determinar las circunstancias del suceso, depurando en su caso las responsabilidades penales, y el Ejecutivo, por su parte, quien debe evaluar si las condiciones sociales de algunos barrios de Londres, agravadas por los recortes del gasto público, no constituyen un riesgo además de una insoportable injusticia.
Pero, lejos de reaccionar con rapidez, el Gobierno ha estado desaparecido en las horas cruciales y ha respondido con vaguedades que ni han reforzado el crédito de las instituciones para atajar este género de conflictos, ni han apaciguado la violencia. La desafortunada gestión para hacer frente a los incidentes abre así la posibilidad de que la oposición laborista exija responsabilidades políticas a Cameron, cuya credibilidad sufre un nuevo revés tras estas jornadas de ira.
La crisis económica no puede convertirse en la única explicación de los episodios de violencia que se están multiplicando en Europa. Cada caso es diferente, pero el conjunto de todos ellos está creando un estado de opinión de acuerdo con el cual la democracia representativa se está mostrando incapaz de dar curso pacífico a un creciente malestar de los ciudadanos. Se trata de una pendiente peligrosa que los Gobiernos están obligados a atajar extremando el escrupuloso cumplimiento de las exigencias del Estado de derecho. Para eso hace falta mayor diligencia que la mostrada por el Gabinete de Cameron.
martes, 9 de agosto de 2011
El G-20 se compromete a garantizar la estabilidad de los mercados
Noticia publicada en El País (08/08/2011)
Tal y como ha hecho ya el G-7, los bancos centrales y los ministros de Economía y Finanzas del G-20 se han comprometido a adoptar "todas las medidas necesarias" para respaldar la estabilidad financiera y promover un crecimiento económico más fuerte tras la incertidumbre abierta por los problemas fiscales en EE UU y Europa. No obstante, a diferencia del G-7, que agrupa a los principales países industrializados, el formato ampliado del G-20 incluye a China, que en los últimos tiempos se ha convertido en uno de los prestamistas claves para las grandes potencias occidentales, de ahí la importancia de su mensaje.
"Los ministros de Economía y los gobernadores de los bancos centrales del G20 afirmamos nuestros compromiso de adoptar todas las medidas necesarias para respaldar la estabilidad financiera y promover un crecimiento económico más fuerte en un espíritu de cooperación y confianza", indica el comunicado de la reunión por videoconferencia del G-20 de ayer, cuya presidencia corresponde actualmente a Francia. Asimismo, los miembros de este selectivo grupo han mostrado su intención de mantener un estrecho contacto en las próximas semanas con el fin de "estar listos para adoptar medidas que garanticen la estabilidad financiera y la liquidez en los mercados".
Reinventar Europa
Mark Leonard es director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. Traducción de Juan Ramón Azaola.
Publicado en El País (08/08/2011)
Hasta el mayor de los barcos se hundirá si es pilotado hasta alta mar sin acabar de construirse o con importantes defectos de diseño. Eso es lo que está sucediendo ahora con el proyecto europeo, cuando la eurozona sufre los embates de sucesivas oleadas especulativas. Cuantos más líderes europeos repiten promesas tranquilizadoras acerca de Grecia, menos les creen los mercados. Ya es hora de enfrentarse a los hechos: el mundo ya no está apostando en contra del euro, está poniendo a prueba la sostenibilidad del propio proyecto europeo. En lugar de defender un insostenible statu quo, los líderes europeos tienen que reinventar ahora los tres grandes proyectos de integración de los últimos 20 años -el euro, Schengen y una política exterior conjunta- antes de que se deshagan y causen un círculo vicioso de debilitamiento.
Con el euro -la más existencial de las crisis- los líderes se han centrado en el pánico a los mercados en lugar de abordar problemas más profundos. Se han encadenado precipitadamente medidas diversas: pruebas de resistencia carentes de credibilidad, una facilidad de crédito obstaculizada por reglas estrictas, la emisión conjunta de bonos que no son tanto eurobonos como, más que nunca, una supervisión presupuestaria europea sobre los 17 miembros de la eurozona. Estas medidas son bienvenidas, pero proceden de lagunas jurídicas del Tratado de Maastricht y, por lo tanto, no llegan al nivel que los eurobonos, una regulación bancaria europea y unos planes de garantía harán necesarios para proporcionar una solución duradera. Incluso aunque las escalas de deuda y déficit de la eurozona son bastante menores que las de Japón, Estados Unidos e incluso el Reino Unido, los mercados seguirán castigando al euro de manera desproporcionada hasta que estas soluciones estructurales se establezcan.
Las normas para viajar sin fronteras que se firmaron en Schengen también se encuentran bajo presión. Las fronteras europeas se abrieron en un momento en el que había varios cientos de miles de refugiados flotando por Europa, pero los controles sobre las fronteras nacionales se están recuperando como resultado de la presencia de algunos miles de refugiados tunecinos. Sin duda llegarán a un acuerdo que conceda a los Gobiernos el derecho a reintroducir controles temporales con la bendición de Bruselas, pero eso no resuelve el problema sustancial de tener una frontera común pero no una política de migraciones común.
La política exterior y de seguridad de Europa también afronta un vacío de credibilidad. El histórico proyecto de ampliación se ha detenido y, como resultado, la Unión Europea ha pasado de ser vista como el futuro de Turquía a ser tachada de "comatosa, estancada y geriátrica" por el primer ministro de ese país. La respuesta de Europa a la primavera árabe ha carecido de ambición, generosidad e imaginación (ha consistido solo en hablar de más mercados, dinero y movilidad). En Libia, la atrevida acción para salvar a Bengasi puede que no se convierta en otro Suez (como algunos han pretendido), pero está ya llevando a una pérdida de credibilidad en la defensa europea. Mientras que unos pocos países se han comprometido decididamente en la campaña, la mayoría están recortando sus presupuestos de defensa y engañándose a sí mismos con discursos sobre el llamado poder blando. En lugar de confiar en políticas exteriores nacionales asociadas a una burocracia europea dedicada a proporcionar una versión anémica de ampliación-light (despojada de uno de los grandes atractivos para unirse a Europa), los Gobiernos de la Unión Europea tienen que hallar urgentemente el modo de ejercer el poder ante los países que no serán miembros de esa Unión Europea.
Las crisis de Europa no provienen de una falta de capacidad militar o económica. La UE es aún el mayor mercado del mundo y representa el 17% del comercio mundial en comparación con el 12% de Estados Unidos, en tanto que Europa dispensa la mitad de la asistencia exterior mundial en comparación con el 20% norteamericano. Incluso en la esfera militar, la UE es la segunda tras Estados Unidos con el 21% del gasto militar mundial, en comparación con el 5% de China, el 3% de Rusia, el 2% de India y el 1,5 de Brasil.
Pero la incapacidad de la UE de gobernar su propia casa está alimentando la percepción global de su decadencia. Y esas percepciones de declive hacen de los europeos unos ciudadanos cada vez más cortos de miras, que solo intentan proteger su porción de un menguante pastel. El problema no ha sido el euroescepticismo, sino más bien unas élites en conflicto consigo mismas que se sienten asediadas por el populismo. En lugar de abogar por soluciones europeas, los líderes de Europa han desmentido hasta el último minuto su adopción de políticas comunes, para luego tratar de introducirlas de manera encubierta.
La solución a este enigma no vendrá mediante el intento de trivializar los problemas de Europa o buscando en Bruselas soluciones al gusto de todos. Desde que Francia y Holanda votaran no en 2005, los proeuropeos han actuado como el niño que puso su dedo en el dique; no queriendo aportar fundamentos por miedo a ser anegados por una inundación de euroescepticismo. Como resultado de ello se han encontrado defendiendo un insatisfactorio e insostenible statu quo: una moneda que no está respaldada por un tesoro público; fronteras conjuntas sin una política migratoria común; y una política exterior europea tecnocrática, divorciada de las fuentes de poder nacionales. Ello ha sumido a los líderes europeos en la incapacidad de sintonizar de un modo constructivo con el público sobre grandes temas políticos, como lo son la crisis financiera, la inmigración o Turquía.
El único camino para recuperar credibilidad -y para contener la marea de desintegración- será el de abordar esos problemas de frente y, al tiempo, cuestionar los clásicos enfoques proeuropeos que utilizaban el idealismo para evitar decisiones difíciles.
En primer lugar, los líderes europeos deben afrontar el hecho de que a medida que la eurozona se consolide dará lugar, tanto de iure como de facto, a una Europa de distintas velocidades. En lugar de ocultar este hecho, las instituciones europeas necesitarán enfrentarse a él, y buscar los modos de mantener el sentido de un objetivo común en el mundo mientras se impide que países autoexcluyentes como el Reino Unido entorpezcan las soluciones efectivas para cada una de las áreas de integración.
En segundo lugar, para prevenir que una Unión más diversa se empantane en una competición en busca de recursos de suma cero, los líderes europeos necesitarán llegar a un nuevo y explícito acuerdo entre acreedores y deudores, entre Estados miembros del Norte y del Sur, del Este y del Oeste. Ello necesitará conciliar austeridad con transferencias de presu-puesto, y liberalización con protección social.
Y, finalmente, los líderes de Europa necesitarán encontrar el modo de volver a inyectar política en la integración. Eso es más fácil de decir que de hacer: el método Monnet fue declarado muerto hace tres décadas, pero los Gobiernos europeos se han visto obligados a recuperarlo repetidamente ante la dificultad de ganar a la opinión pública.
Sin embargo, la triple crisis de Europa ha despojado a los Gobiernos nacionales del lujo de esconderse detrás de los débiles líderes que instalaban en Bruselas. Para impedir las consecuencias electorales del fracaso, deberían establecer ahora un panorama que las instituciones de la UE puedan poner en práctica. Desde su comienzo, la integración europea ha ido progresando en respuesta a crisis repetitivas, pero requiere de liderazgo político para hacer de ellas una fuente de energía en vez de parálisis. Este es el momento para la reinvención, no para el conservadurismo.
Publicado en El País (08/08/2011)
Hasta el mayor de los barcos se hundirá si es pilotado hasta alta mar sin acabar de construirse o con importantes defectos de diseño. Eso es lo que está sucediendo ahora con el proyecto europeo, cuando la eurozona sufre los embates de sucesivas oleadas especulativas. Cuantos más líderes europeos repiten promesas tranquilizadoras acerca de Grecia, menos les creen los mercados. Ya es hora de enfrentarse a los hechos: el mundo ya no está apostando en contra del euro, está poniendo a prueba la sostenibilidad del propio proyecto europeo. En lugar de defender un insostenible statu quo, los líderes europeos tienen que reinventar ahora los tres grandes proyectos de integración de los últimos 20 años -el euro, Schengen y una política exterior conjunta- antes de que se deshagan y causen un círculo vicioso de debilitamiento.
Con el euro -la más existencial de las crisis- los líderes se han centrado en el pánico a los mercados en lugar de abordar problemas más profundos. Se han encadenado precipitadamente medidas diversas: pruebas de resistencia carentes de credibilidad, una facilidad de crédito obstaculizada por reglas estrictas, la emisión conjunta de bonos que no son tanto eurobonos como, más que nunca, una supervisión presupuestaria europea sobre los 17 miembros de la eurozona. Estas medidas son bienvenidas, pero proceden de lagunas jurídicas del Tratado de Maastricht y, por lo tanto, no llegan al nivel que los eurobonos, una regulación bancaria europea y unos planes de garantía harán necesarios para proporcionar una solución duradera. Incluso aunque las escalas de deuda y déficit de la eurozona son bastante menores que las de Japón, Estados Unidos e incluso el Reino Unido, los mercados seguirán castigando al euro de manera desproporcionada hasta que estas soluciones estructurales se establezcan.
Las normas para viajar sin fronteras que se firmaron en Schengen también se encuentran bajo presión. Las fronteras europeas se abrieron en un momento en el que había varios cientos de miles de refugiados flotando por Europa, pero los controles sobre las fronteras nacionales se están recuperando como resultado de la presencia de algunos miles de refugiados tunecinos. Sin duda llegarán a un acuerdo que conceda a los Gobiernos el derecho a reintroducir controles temporales con la bendición de Bruselas, pero eso no resuelve el problema sustancial de tener una frontera común pero no una política de migraciones común.
La política exterior y de seguridad de Europa también afronta un vacío de credibilidad. El histórico proyecto de ampliación se ha detenido y, como resultado, la Unión Europea ha pasado de ser vista como el futuro de Turquía a ser tachada de "comatosa, estancada y geriátrica" por el primer ministro de ese país. La respuesta de Europa a la primavera árabe ha carecido de ambición, generosidad e imaginación (ha consistido solo en hablar de más mercados, dinero y movilidad). En Libia, la atrevida acción para salvar a Bengasi puede que no se convierta en otro Suez (como algunos han pretendido), pero está ya llevando a una pérdida de credibilidad en la defensa europea. Mientras que unos pocos países se han comprometido decididamente en la campaña, la mayoría están recortando sus presupuestos de defensa y engañándose a sí mismos con discursos sobre el llamado poder blando. En lugar de confiar en políticas exteriores nacionales asociadas a una burocracia europea dedicada a proporcionar una versión anémica de ampliación-light (despojada de uno de los grandes atractivos para unirse a Europa), los Gobiernos de la Unión Europea tienen que hallar urgentemente el modo de ejercer el poder ante los países que no serán miembros de esa Unión Europea.
Las crisis de Europa no provienen de una falta de capacidad militar o económica. La UE es aún el mayor mercado del mundo y representa el 17% del comercio mundial en comparación con el 12% de Estados Unidos, en tanto que Europa dispensa la mitad de la asistencia exterior mundial en comparación con el 20% norteamericano. Incluso en la esfera militar, la UE es la segunda tras Estados Unidos con el 21% del gasto militar mundial, en comparación con el 5% de China, el 3% de Rusia, el 2% de India y el 1,5 de Brasil.
Pero la incapacidad de la UE de gobernar su propia casa está alimentando la percepción global de su decadencia. Y esas percepciones de declive hacen de los europeos unos ciudadanos cada vez más cortos de miras, que solo intentan proteger su porción de un menguante pastel. El problema no ha sido el euroescepticismo, sino más bien unas élites en conflicto consigo mismas que se sienten asediadas por el populismo. En lugar de abogar por soluciones europeas, los líderes de Europa han desmentido hasta el último minuto su adopción de políticas comunes, para luego tratar de introducirlas de manera encubierta.
La solución a este enigma no vendrá mediante el intento de trivializar los problemas de Europa o buscando en Bruselas soluciones al gusto de todos. Desde que Francia y Holanda votaran no en 2005, los proeuropeos han actuado como el niño que puso su dedo en el dique; no queriendo aportar fundamentos por miedo a ser anegados por una inundación de euroescepticismo. Como resultado de ello se han encontrado defendiendo un insatisfactorio e insostenible statu quo: una moneda que no está respaldada por un tesoro público; fronteras conjuntas sin una política migratoria común; y una política exterior europea tecnocrática, divorciada de las fuentes de poder nacionales. Ello ha sumido a los líderes europeos en la incapacidad de sintonizar de un modo constructivo con el público sobre grandes temas políticos, como lo son la crisis financiera, la inmigración o Turquía.
El único camino para recuperar credibilidad -y para contener la marea de desintegración- será el de abordar esos problemas de frente y, al tiempo, cuestionar los clásicos enfoques proeuropeos que utilizaban el idealismo para evitar decisiones difíciles.
En primer lugar, los líderes europeos deben afrontar el hecho de que a medida que la eurozona se consolide dará lugar, tanto de iure como de facto, a una Europa de distintas velocidades. En lugar de ocultar este hecho, las instituciones europeas necesitarán enfrentarse a él, y buscar los modos de mantener el sentido de un objetivo común en el mundo mientras se impide que países autoexcluyentes como el Reino Unido entorpezcan las soluciones efectivas para cada una de las áreas de integración.
En segundo lugar, para prevenir que una Unión más diversa se empantane en una competición en busca de recursos de suma cero, los líderes europeos necesitarán llegar a un nuevo y explícito acuerdo entre acreedores y deudores, entre Estados miembros del Norte y del Sur, del Este y del Oeste. Ello necesitará conciliar austeridad con transferencias de presu-puesto, y liberalización con protección social.
Y, finalmente, los líderes de Europa necesitarán encontrar el modo de volver a inyectar política en la integración. Eso es más fácil de decir que de hacer: el método Monnet fue declarado muerto hace tres décadas, pero los Gobiernos europeos se han visto obligados a recuperarlo repetidamente ante la dificultad de ganar a la opinión pública.
Sin embargo, la triple crisis de Europa ha despojado a los Gobiernos nacionales del lujo de esconderse detrás de los débiles líderes que instalaban en Bruselas. Para impedir las consecuencias electorales del fracaso, deberían establecer ahora un panorama que las instituciones de la UE puedan poner en práctica. Desde su comienzo, la integración europea ha ido progresando en respuesta a crisis repetitivas, pero requiere de liderazgo político para hacer de ellas una fuente de energía en vez de parálisis. Este es el momento para la reinvención, no para el conservadurismo.
jueves, 4 de agosto de 2011
Para la renovación de la Ciudad (2)
Publicado en Diario de Cádiz (04/08/2011)
Adenda al texto de la Declaración Cádiz 2012, enumerando las actuaciones y propuestas contenidas en la misma de ámbito cultural, del ámbito de la actividad económica y polos de modernidad y del ámbito de la ordenación de los nuevos espacios.
"La CARTA 2012 PARA LA RENOVACIÓN DE CÁDIZ que reclama la presente Declaración Cádiz 2012 integra temas que pertenecen a cuatro ámbitos diferentes:
Del ámbito cultural:
- Reconocimiento de Cádiz como CUNA Y SEDE DEL CONSTITUCIONALISMO: celebración de un pleno de las Cortes en la ciudad en el 2012, la promoción española para el establecimiento de la sede permanente de un organismo internacional sobre el Constitucionalismo; la creación en Cádiz de una Real Academia de Estudios Constitucionales y la de un nuevo Archivo Constitucional del Estado que centralice toda la documentación nacional relacionada con el Constitucionalismo.
- Conseguir que la UNESCO declare PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD al Centro Histórico intramuros de la trimilenaria Cádiz, principalmente por su conjunto arquitectónico sin par de los siglos XVIII y XIX, logrando así la indispensable y definitiva protección del casco antiguo.
- Promover iniciativas y mantener las ya existentes para el reconocimiento de la ciudad de Cádiz como punto de partida de la libertad de expresión establecida por las Cortes de Cádiz.
- Recuperar la relación de Cádiz con América que tuvo en los ámbitos constitucional y cultural, propiciando el incremento del desarrollo empresarial, utilizando como elemento básico la Casa de América en Cádiz.
- Celebrar en el 2012 una primera BIENAL DE ARTE CIUDADANO, para dotar a la ciudad de una nueva atracción turística periódica que conjugue la modernidad y la libertad artística con los espacios históricos y ciudadanos.
Del ámbito de la actividad económica y Polos de Modernidad:
- Ampliar y reestructurar el PUERTO DE LA BAHÍA DE CÁDIZ al nivel que le corresponde por su situación privilegiada en el Nodo del Estrecho, desplazando al norte de la Bahía el puerto industrial y logístico como ampliación de La Cabezuela, con ferrocarril y autopista y junto al polígono de Las Aletas, y reservando para Cádiz-ciudad el puerto de trasatlánticos y cruceros y los usos deportivos y de ocio.
- Creación de una nueva AGENCIA ESTATAL PARA EL CAMBIO CLIMÁTICO, con sede en Cádiz, que tendrá adscrito un Centro de Investigación estrechamente vinculado a la Universidad de Cádiz.
- Recuperar el ESPACIO SINGULAR DE LAS SALINAS, hoy en buena parte ocioso y desaprovechado, para sus actividades tradicionales actualizadas: sal de prestigio y acuicultura de calidad, y utilizar los excedentes de superficie, con respeto al medio, para la ubicación de "polos de modernidad", indispensables para un resurgir sostenible con creación de empleo.
- Por parte de los diferentes agentes del sistema de innovación, apoyo decisivo a las necesarias ayudas financieras y fiscales para establecer en la Bahía un polo de industrias biotecnológicas: LA BAHÍA DE LA BIOTECNOLOGÍA, que acople a Cádiz en la Sociedad del Conocimiento.
- Promoción desde las Administraciones Públicas de una iniciativa para la instalación de una CENTRAL TERMOSOLAR en terrenos de la Bahía, buscando oportunidades en el campo de las energías renovables, creación de empleos cualificados y la mejora del medio ambiente respecto a una central convencional.
La ordenación de los nuevos espacios:
- Conseguir que el conjunto de las poblaciones en torno a la Bahía de Cádiz constituyan una auténtica metrópolis moderna, conformando un espacio social metropolitano de unidad funcional y económica.
- En su caso, promover e impulsar la promulgación de una Ley Orgánica del Área Metropolitana de la Bahía de Cádiz como respuesta legal a la salida económica y social de la Bahía.
- Crear el ÁREA DE CENTRALIDAD de la auténtica metrópolis, de forma que Centro Histórico y Área de Centralidad se potencien mutuamente, dando lugar a un mejor aprovechamiento de sus valores culturales y sociales y a la satisfacción de nuevas demandas, como ya se ha hecho en ciudades que han tenido una oportunidad semejante. Recuperación de la importancia histórica del centro de la ciudad y potenciando las funciones del Área de Centralidad.
- Lograr la articulación metropolitana de la Bahía, sin detrimento de la singularidad geográfica de Cádiz, mediante las infraestructuras necesarias para la movilidad por la ciudad y por la Bahía, desarrollando especialmente el transporte público viario, ferroviario y marítimo."
Adenda al texto de la Declaración Cádiz 2012, enumerando las actuaciones y propuestas contenidas en la misma de ámbito cultural, del ámbito de la actividad económica y polos de modernidad y del ámbito de la ordenación de los nuevos espacios.
"La CARTA 2012 PARA LA RENOVACIÓN DE CÁDIZ que reclama la presente Declaración Cádiz 2012 integra temas que pertenecen a cuatro ámbitos diferentes:
Del ámbito cultural:
- Reconocimiento de Cádiz como CUNA Y SEDE DEL CONSTITUCIONALISMO: celebración de un pleno de las Cortes en la ciudad en el 2012, la promoción española para el establecimiento de la sede permanente de un organismo internacional sobre el Constitucionalismo; la creación en Cádiz de una Real Academia de Estudios Constitucionales y la de un nuevo Archivo Constitucional del Estado que centralice toda la documentación nacional relacionada con el Constitucionalismo.
- Conseguir que la UNESCO declare PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD al Centro Histórico intramuros de la trimilenaria Cádiz, principalmente por su conjunto arquitectónico sin par de los siglos XVIII y XIX, logrando así la indispensable y definitiva protección del casco antiguo.
- Promover iniciativas y mantener las ya existentes para el reconocimiento de la ciudad de Cádiz como punto de partida de la libertad de expresión establecida por las Cortes de Cádiz.
- Recuperar la relación de Cádiz con América que tuvo en los ámbitos constitucional y cultural, propiciando el incremento del desarrollo empresarial, utilizando como elemento básico la Casa de América en Cádiz.
- Celebrar en el 2012 una primera BIENAL DE ARTE CIUDADANO, para dotar a la ciudad de una nueva atracción turística periódica que conjugue la modernidad y la libertad artística con los espacios históricos y ciudadanos.
Del ámbito de la actividad económica y Polos de Modernidad:
- Ampliar y reestructurar el PUERTO DE LA BAHÍA DE CÁDIZ al nivel que le corresponde por su situación privilegiada en el Nodo del Estrecho, desplazando al norte de la Bahía el puerto industrial y logístico como ampliación de La Cabezuela, con ferrocarril y autopista y junto al polígono de Las Aletas, y reservando para Cádiz-ciudad el puerto de trasatlánticos y cruceros y los usos deportivos y de ocio.
- Creación de una nueva AGENCIA ESTATAL PARA EL CAMBIO CLIMÁTICO, con sede en Cádiz, que tendrá adscrito un Centro de Investigación estrechamente vinculado a la Universidad de Cádiz.
- Recuperar el ESPACIO SINGULAR DE LAS SALINAS, hoy en buena parte ocioso y desaprovechado, para sus actividades tradicionales actualizadas: sal de prestigio y acuicultura de calidad, y utilizar los excedentes de superficie, con respeto al medio, para la ubicación de "polos de modernidad", indispensables para un resurgir sostenible con creación de empleo.
- Por parte de los diferentes agentes del sistema de innovación, apoyo decisivo a las necesarias ayudas financieras y fiscales para establecer en la Bahía un polo de industrias biotecnológicas: LA BAHÍA DE LA BIOTECNOLOGÍA, que acople a Cádiz en la Sociedad del Conocimiento.
- Promoción desde las Administraciones Públicas de una iniciativa para la instalación de una CENTRAL TERMOSOLAR en terrenos de la Bahía, buscando oportunidades en el campo de las energías renovables, creación de empleos cualificados y la mejora del medio ambiente respecto a una central convencional.
La ordenación de los nuevos espacios:
- Conseguir que el conjunto de las poblaciones en torno a la Bahía de Cádiz constituyan una auténtica metrópolis moderna, conformando un espacio social metropolitano de unidad funcional y económica.
- En su caso, promover e impulsar la promulgación de una Ley Orgánica del Área Metropolitana de la Bahía de Cádiz como respuesta legal a la salida económica y social de la Bahía.
- Crear el ÁREA DE CENTRALIDAD de la auténtica metrópolis, de forma que Centro Histórico y Área de Centralidad se potencien mutuamente, dando lugar a un mejor aprovechamiento de sus valores culturales y sociales y a la satisfacción de nuevas demandas, como ya se ha hecho en ciudades que han tenido una oportunidad semejante. Recuperación de la importancia histórica del centro de la ciudad y potenciando las funciones del Área de Centralidad.
- Lograr la articulación metropolitana de la Bahía, sin detrimento de la singularidad geográfica de Cádiz, mediante las infraestructuras necesarias para la movilidad por la ciudad y por la Bahía, desarrollando especialmente el transporte público viario, ferroviario y marítimo."
Elecciones ya o pacto de Estado
Por Melchor Miralles
Publicado en El Confidencial (03/08/2011)
Toda España en alerta. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, despachó ayer por teléfono con Mariano Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba y los parlamentarios para informarles de los pasos que se están dando tras la debacle que supone la subida de la prima de riesgo por encima de los 400 puntos básicos. España e Italia están al borde de la intervención y hay dudas incluso de que la Eurozona esté en condiciones de rescatar a ambos países. Y, como explicaba ayer El Confidencial en exclusiva, los Hedge Funds han vuelto "en manada, estos fondos han ganado mucho dinero en los dos últimos años y ahora quieren hacer caja en España e Italia". ¿Qué hacer en esta situación gravísima?
El acuerdo al límite alcanzado en los EEUU entre demócratas y republicanos no gustó en el fondo a casi nadie. Sirvió para evitar la suspensión de pagos del gigante del planeta, pero la dureza, sumada a las inconcreciones, parieron un pacto que deja insatisfechos a los mercados. La reacción en lo que se refiere a España fue clara. El primer día subió la prima de riesgo y la Bolsa vivió una jornada negra. Ayer el Ibex cedió otro 2,2% y cayó a su nivel más bajo desde 2010 y la prima de riesgo se situó por encima de los 400 puntos. Bruselas niega que el rescate de España esté sobre la mesa y muestra su confianza en las medidas adoptadas por el Gobierno. Pero ello no es suficiente.
Parece evidente que Rodríguez Zapatero, esta vez, no ha manejado bien los tiempos. Al anunciar la fecha de las elecciones con cuatro meses de antelación ha generado una situación de impasse , una fase de interinidad que eterniza la campaña electoral doblando lo que sería su duración normal, lo cual genera una sensación de parálisis que los mercados, que reclaman estabilidad, rechazan de plano. Nadie confía en que sea viable cumplir con los objetivos de déficit y reducción del gasto, las Autonomías están al límite y todo este entramado de dudas en el ámbito político, fiscal, económico, social e incluso judicial ensombrece el panorama y nuestra imagen en el exterior de modo insostenible.
Nuestra economía no está para bromas, para juegos florales, para guiños electoralistas, para campañas o campañitas de imagen, para más demagogia barata. Y el presidente, en mi modesta opinión, sólo tiene dos soluciones: o disuelve inmediatamente las cámaras y convoca elecciones para celebrar a finales de septiembre o inicios de octubre, o convoca ya mismo al líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, al del PP, Mariano Rajoy y al resto de los responsables de los partidos parlamentarios para diseñar un plan de emergencia. El acuerdo debe incluir unas bases mínimas entre todos ellos para tomar las decisiones ineludibles que han de adoptarse para no caer al precipicio al que estamos asomados, entre otras razones, por su impericia.
No podemos estar a expensas de que China compre deuda española, de que suene la flauta por casualidad. Es en estos momentos donde se ve la grandeza de un hombre de Estado, la amplitud de miras y la capacidad de rectificar de quien tiene la responsabilidad de gestionar la cosa pública. Si nosotros seguimos haciendo el 'canelo', escuchando como si fuera normal a Artur Mas o Iñigo Urkullu, con la que nos está cayendo, hablar de nuevos conciertos económicos, más dislates soberanistas y otras cuestiones menores como asuntos prioritarios, a Rubalcaba planteando como eje de su campaña subir los impuestos a unos bancos que inmediatamente repercutirán ese coste sobre sus clientes y cuestiones de ese jaez, no salimos del agujero.
O elecciones ya o pacto de Estado que incluya unos presupuestos para el 2012 ajustados a la dramática realidad que tenemos delante, medidas de control severo del gasto público, reformas del mercado de trabajo que permitan generar empleo, medidas estructurales para reactivar la economía, primeros pasos para redefinir el modelo autonómico, un compromiso de campaña limpia, alejada de los estrambotes habituales que tanta indignación generan y todos juntos remando en la misma dirección en beneficio de los ciudadanos. Lo demás sería una formidable irresponsabilidad.
Publicado en El Confidencial (03/08/2011)
Toda España en alerta. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, despachó ayer por teléfono con Mariano Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba y los parlamentarios para informarles de los pasos que se están dando tras la debacle que supone la subida de la prima de riesgo por encima de los 400 puntos básicos. España e Italia están al borde de la intervención y hay dudas incluso de que la Eurozona esté en condiciones de rescatar a ambos países. Y, como explicaba ayer El Confidencial en exclusiva, los Hedge Funds han vuelto "en manada, estos fondos han ganado mucho dinero en los dos últimos años y ahora quieren hacer caja en España e Italia". ¿Qué hacer en esta situación gravísima?
El acuerdo al límite alcanzado en los EEUU entre demócratas y republicanos no gustó en el fondo a casi nadie. Sirvió para evitar la suspensión de pagos del gigante del planeta, pero la dureza, sumada a las inconcreciones, parieron un pacto que deja insatisfechos a los mercados. La reacción en lo que se refiere a España fue clara. El primer día subió la prima de riesgo y la Bolsa vivió una jornada negra. Ayer el Ibex cedió otro 2,2% y cayó a su nivel más bajo desde 2010 y la prima de riesgo se situó por encima de los 400 puntos. Bruselas niega que el rescate de España esté sobre la mesa y muestra su confianza en las medidas adoptadas por el Gobierno. Pero ello no es suficiente.
Parece evidente que Rodríguez Zapatero, esta vez, no ha manejado bien los tiempos. Al anunciar la fecha de las elecciones con cuatro meses de antelación ha generado una situación de impasse , una fase de interinidad que eterniza la campaña electoral doblando lo que sería su duración normal, lo cual genera una sensación de parálisis que los mercados, que reclaman estabilidad, rechazan de plano. Nadie confía en que sea viable cumplir con los objetivos de déficit y reducción del gasto, las Autonomías están al límite y todo este entramado de dudas en el ámbito político, fiscal, económico, social e incluso judicial ensombrece el panorama y nuestra imagen en el exterior de modo insostenible.
Nuestra economía no está para bromas, para juegos florales, para guiños electoralistas, para campañas o campañitas de imagen, para más demagogia barata. Y el presidente, en mi modesta opinión, sólo tiene dos soluciones: o disuelve inmediatamente las cámaras y convoca elecciones para celebrar a finales de septiembre o inicios de octubre, o convoca ya mismo al líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, al del PP, Mariano Rajoy y al resto de los responsables de los partidos parlamentarios para diseñar un plan de emergencia. El acuerdo debe incluir unas bases mínimas entre todos ellos para tomar las decisiones ineludibles que han de adoptarse para no caer al precipicio al que estamos asomados, entre otras razones, por su impericia.
No podemos estar a expensas de que China compre deuda española, de que suene la flauta por casualidad. Es en estos momentos donde se ve la grandeza de un hombre de Estado, la amplitud de miras y la capacidad de rectificar de quien tiene la responsabilidad de gestionar la cosa pública. Si nosotros seguimos haciendo el 'canelo', escuchando como si fuera normal a Artur Mas o Iñigo Urkullu, con la que nos está cayendo, hablar de nuevos conciertos económicos, más dislates soberanistas y otras cuestiones menores como asuntos prioritarios, a Rubalcaba planteando como eje de su campaña subir los impuestos a unos bancos que inmediatamente repercutirán ese coste sobre sus clientes y cuestiones de ese jaez, no salimos del agujero.
O elecciones ya o pacto de Estado que incluya unos presupuestos para el 2012 ajustados a la dramática realidad que tenemos delante, medidas de control severo del gasto público, reformas del mercado de trabajo que permitan generar empleo, medidas estructurales para reactivar la economía, primeros pasos para redefinir el modelo autonómico, un compromiso de campaña limpia, alejada de los estrambotes habituales que tanta indignación generan y todos juntos remando en la misma dirección en beneficio de los ciudadanos. Lo demás sería una formidable irresponsabilidad.
martes, 2 de agosto de 2011
¿Qué es la prima de riesgo y cómo funciona?
Noticia
Publicado en El País (02/08/2011)
La presión a la que se está viendo sometida España en los mercados secundarios de deuda por la desconfianza sobre su solvencia ha disparado la prima de riesgo del país. Pero ¿qué es y qué significa para las finanzas de un Estado que suba la prima o que aumente la rentabilidad de sus bonos? Este último capítulo de la crisis del euro ha puesto en el primer plano de la actualidad algunos términos económicos a los que los ciudadanos no estaban acostumbrados o no conocían. Aquí puedes consultar qué son y sus consecuencias.
¿Qué es la prima de riesgo?: Es el sobreprecio que exigen los inversores por comprar la deuda de un país frente a la alemana, cuyo precio es el que se utiliza como base o referencia ya que está considerada como la más segura y es menos propensa a sufrir bandazos en función de factores coyunturales o puntuales -crecimiento, déficit...-. En términos generales se puede traducir por cuánto dinero es necesario para que los compradores dejen de lado sus temores y olviden el riesgo que conlleva entrar en la deuda de los países señalados por los problemas arriba mencionados de déficit o escaso crecimiento. La razón de este rechazo es que si el inversor sospecha que no entra dinero en las arcas del Estado o no el suficiente, tampoco habrá fondos para pagar a quienes adquirieron su deuda.
¿Cómo se fija la rentabilidad de los bonos?: Antes de explicar cómo se mide la prima de riesgo hay que abordar qué es la rentabilidad de la deuda de los países y cómo se fija. El Estado realiza sus emisiones a través de subastas en el mercado primario de deuda soberana a un precio -interés- que varía en función de la demanda o el plazo de vencimiento de los títulos, pero que no cambia a lo largo de su vigencia. Los títulos pueden ser a corto (3, 6, 12 o 18 meses) o largo plazo (3, 5, 10, 15 o 30 años), pero cuanto mayor es, los inversores exigen más rentabilidad, ya que no van a volver a disponer de su dinero hasta que concluya este tiempo y necesitan un buen incentivo para tomar la decisión. Los compradores de los títulos son los llamados inversores institucionales: bancos y grandes fondos de inversión que mueven millones de euros con un solo clic de ratón. En palabras del gobernador del Banco de España, Miguel Fernández Ordóñez, en realidad son "solo personas" a las que hay que escuchar cuando tienen razón, pero en caso de que se equivoquen, más que atacarlos es mejor tratar de convencerles con datos y razones objetivas.
¿De qué depende?: En momentos como los actuales, cuando los inversores priorizan la seguridad, aumentan las solicitudes para entrar en la deuda alemana, considerada como refugio contra el chaparrón que está cayendo sobre la eurozona ya que hay una sólida confianza en que pagará religiosamente pase lo que pase. Por este motivo, ante la abultada demanda, baja el interés de sus bonos, actualmente en torno al 3% en la deuda a 10 años. Esto es, por cada 100 euros de deuda alemana a este plazo, el comprador recibe 3 euros anuales hasta que, una vez cumplidos 10 años, se le devuelva el 100% de su inversión. A Grecia le exigen que pague un 18%, casi lo mismo que cuesta pedir efectivo con la tarjeta de crédito.
¿Cómo influyen y qué son las notas de calificación crediticia?: Actualmente solo existen tres agencias de calificación importantes -Standard & Poor's, Fitch y Moody's-. Estas sociedades son las encargadas de poner nota a todos los valores que se negocian, ya sea deuda soberana o acciones de compañías, en función de la seguridad de la inversión. Es decir, estudian el historial de pago de los emisores de estos valores, las perspectivas que afronta y los riesgos o amenazas que pesan en su contra. A mayor seguridad y confianza, las califican con la preciada triple A. Su valoración es determinante para convencer a los inversores ya que, por ejemplo, muchos fondos de pensiones estadounidenses, que gestionan cientos de miles de millones, solo apuestan por valores con rating (que es el término inglés con el que se definen estas notas) triple A. También condicionan la capacidad de financiación de los emisores, ya que en algunos mercados solo se les permite negociar o solicitar avales con ellos. No obstante, hay que recordar que no son infalibles ya que en algunos casos, como el de las hipotecas subprime calificaron como triple A a productos que, según ha quedado sobradamente demostrado, no merecían este sobresaliente alto. También, dado el papel que han tenido en la actual crisis, desde algunos foros se las acusa de actuar demasiado tarde, a toro pasado.
¿Cómo se calcula la prima de riesgo?: Los bonos de un determinado país, una vez emitidos, se intercambian libremente en los mercados secundarios de deuda a un interés o rendimiento que varía a cada momento en función de la demanda. Es aquí donde se calcula la prima a partir de la diferencia entre los bonos a 10 años de un país frente a los de Alemania ya que este mercado, que tiene el mismo perfil de inversor que el primario, es más permeable a las circunstancias concretas que afectan a cada Estado en un momento concreto y refleja mejor la percepción del riesgo de los inversores. No obstante, aunque son mercados diferenciados, se retroalimentan entre ellos ya que el interés al que cotizan los bonos en el secundario siempre se acaba trasladando al primario y, por tanto, al precio de las subastas que realiza el Tesoro y, de ahí, a las arcas del Estado en cuestión. Y vuelta a empezar.
¿Qué efectos tiene para las arcas del Estado?: Por tanto, si los bund alemanes se venden en el secundario al 2,6% frente al 5,6% que piden por los de España dada las posibilidades, aunque sean mínimas, de que tenga problemas a la hora de pagar, la prima es de 3 puntos porcentuales o 300 puntos básicos. O dicho de otra manera, cuando la prima se traslada a las subastas del Estado, si Alemania, con poco riesgo, tiene que pagar 2,6 euros por cada 100 euros de deuda a 10 años que emite para financiarse, a España, que tiene más riesgos, se le exigen 5,6 euros. Si se multiplica la diferencia por las decenas de miles de millones de deuda que cada año emite un país para financiarse, la cifra que resulta no es nada desdeñable.
¿Cómo afecta a los bancos?: Haciendo bueno el refrán de dime con quién andas y te diré quien eres, los bancos de cada país son indisolublemente dependientes a lo que suceda con el Estado en cuestión. Si el país tiene problemas, ellos tienen problemas, por lo que cuando acuden al mercado interbancario -donde las entidades se prestan dinero entre sí- para financiarse, pagan más o menos en función de si la prima es alta o baja. Y si a los bancos les cuesta más dinero captar fondos, también incrementarán los intereses que les cobran a sus clientes por los créditos. En consecuencia, si los préstamos son más caros, hay menos dinero para las familias y las empresas, con lo que gastan menos y lastran la recuperación de la economía. Y si se crece menos, menos empleo y menos ingresos por impuestos tiene el Estado y más desembolso por el paro. Con menos fondos, registra más problemas para reducir la déficit y pagar a sus acreedores, con lo que cada vez resulta más difícil volver a un estado de solvencia mientras la partida por intereses aumenta imparable, y como gasta más de lo que ingresa decide sacar la tijera y se resiente el crecimiento... Y como diría un popular personaje de dibujos animados, "hasta el infinito y más allá".
¿Qué supone para el conjunto de la economía?: Según cálculos de Bruselas, si un país tiene una prima de 400 puntos básicos y no toma medidas, es probable que el impacto del sobrecoste por financiarse en el conjunto de su economía genere un impacto negativo en el Producto Interior Bruto de un 0,8% anual. Una cifra que, en estos momentos en los que unas décimas separan el crecimiento de la recesión, puede suponer la frontera entre el éxito y el fracaso.
Publicado en El País (02/08/2011)
La presión a la que se está viendo sometida España en los mercados secundarios de deuda por la desconfianza sobre su solvencia ha disparado la prima de riesgo del país. Pero ¿qué es y qué significa para las finanzas de un Estado que suba la prima o que aumente la rentabilidad de sus bonos? Este último capítulo de la crisis del euro ha puesto en el primer plano de la actualidad algunos términos económicos a los que los ciudadanos no estaban acostumbrados o no conocían. Aquí puedes consultar qué son y sus consecuencias.
¿Qué es la prima de riesgo?: Es el sobreprecio que exigen los inversores por comprar la deuda de un país frente a la alemana, cuyo precio es el que se utiliza como base o referencia ya que está considerada como la más segura y es menos propensa a sufrir bandazos en función de factores coyunturales o puntuales -crecimiento, déficit...-. En términos generales se puede traducir por cuánto dinero es necesario para que los compradores dejen de lado sus temores y olviden el riesgo que conlleva entrar en la deuda de los países señalados por los problemas arriba mencionados de déficit o escaso crecimiento. La razón de este rechazo es que si el inversor sospecha que no entra dinero en las arcas del Estado o no el suficiente, tampoco habrá fondos para pagar a quienes adquirieron su deuda.
¿Cómo se fija la rentabilidad de los bonos?: Antes de explicar cómo se mide la prima de riesgo hay que abordar qué es la rentabilidad de la deuda de los países y cómo se fija. El Estado realiza sus emisiones a través de subastas en el mercado primario de deuda soberana a un precio -interés- que varía en función de la demanda o el plazo de vencimiento de los títulos, pero que no cambia a lo largo de su vigencia. Los títulos pueden ser a corto (3, 6, 12 o 18 meses) o largo plazo (3, 5, 10, 15 o 30 años), pero cuanto mayor es, los inversores exigen más rentabilidad, ya que no van a volver a disponer de su dinero hasta que concluya este tiempo y necesitan un buen incentivo para tomar la decisión. Los compradores de los títulos son los llamados inversores institucionales: bancos y grandes fondos de inversión que mueven millones de euros con un solo clic de ratón. En palabras del gobernador del Banco de España, Miguel Fernández Ordóñez, en realidad son "solo personas" a las que hay que escuchar cuando tienen razón, pero en caso de que se equivoquen, más que atacarlos es mejor tratar de convencerles con datos y razones objetivas.
¿De qué depende?: En momentos como los actuales, cuando los inversores priorizan la seguridad, aumentan las solicitudes para entrar en la deuda alemana, considerada como refugio contra el chaparrón que está cayendo sobre la eurozona ya que hay una sólida confianza en que pagará religiosamente pase lo que pase. Por este motivo, ante la abultada demanda, baja el interés de sus bonos, actualmente en torno al 3% en la deuda a 10 años. Esto es, por cada 100 euros de deuda alemana a este plazo, el comprador recibe 3 euros anuales hasta que, una vez cumplidos 10 años, se le devuelva el 100% de su inversión. A Grecia le exigen que pague un 18%, casi lo mismo que cuesta pedir efectivo con la tarjeta de crédito.
¿Cómo influyen y qué son las notas de calificación crediticia?: Actualmente solo existen tres agencias de calificación importantes -Standard & Poor's, Fitch y Moody's-. Estas sociedades son las encargadas de poner nota a todos los valores que se negocian, ya sea deuda soberana o acciones de compañías, en función de la seguridad de la inversión. Es decir, estudian el historial de pago de los emisores de estos valores, las perspectivas que afronta y los riesgos o amenazas que pesan en su contra. A mayor seguridad y confianza, las califican con la preciada triple A. Su valoración es determinante para convencer a los inversores ya que, por ejemplo, muchos fondos de pensiones estadounidenses, que gestionan cientos de miles de millones, solo apuestan por valores con rating (que es el término inglés con el que se definen estas notas) triple A. También condicionan la capacidad de financiación de los emisores, ya que en algunos mercados solo se les permite negociar o solicitar avales con ellos. No obstante, hay que recordar que no son infalibles ya que en algunos casos, como el de las hipotecas subprime calificaron como triple A a productos que, según ha quedado sobradamente demostrado, no merecían este sobresaliente alto. También, dado el papel que han tenido en la actual crisis, desde algunos foros se las acusa de actuar demasiado tarde, a toro pasado.
¿Cómo se calcula la prima de riesgo?: Los bonos de un determinado país, una vez emitidos, se intercambian libremente en los mercados secundarios de deuda a un interés o rendimiento que varía a cada momento en función de la demanda. Es aquí donde se calcula la prima a partir de la diferencia entre los bonos a 10 años de un país frente a los de Alemania ya que este mercado, que tiene el mismo perfil de inversor que el primario, es más permeable a las circunstancias concretas que afectan a cada Estado en un momento concreto y refleja mejor la percepción del riesgo de los inversores. No obstante, aunque son mercados diferenciados, se retroalimentan entre ellos ya que el interés al que cotizan los bonos en el secundario siempre se acaba trasladando al primario y, por tanto, al precio de las subastas que realiza el Tesoro y, de ahí, a las arcas del Estado en cuestión. Y vuelta a empezar.
¿Qué efectos tiene para las arcas del Estado?: Por tanto, si los bund alemanes se venden en el secundario al 2,6% frente al 5,6% que piden por los de España dada las posibilidades, aunque sean mínimas, de que tenga problemas a la hora de pagar, la prima es de 3 puntos porcentuales o 300 puntos básicos. O dicho de otra manera, cuando la prima se traslada a las subastas del Estado, si Alemania, con poco riesgo, tiene que pagar 2,6 euros por cada 100 euros de deuda a 10 años que emite para financiarse, a España, que tiene más riesgos, se le exigen 5,6 euros. Si se multiplica la diferencia por las decenas de miles de millones de deuda que cada año emite un país para financiarse, la cifra que resulta no es nada desdeñable.
¿Cómo afecta a los bancos?: Haciendo bueno el refrán de dime con quién andas y te diré quien eres, los bancos de cada país son indisolublemente dependientes a lo que suceda con el Estado en cuestión. Si el país tiene problemas, ellos tienen problemas, por lo que cuando acuden al mercado interbancario -donde las entidades se prestan dinero entre sí- para financiarse, pagan más o menos en función de si la prima es alta o baja. Y si a los bancos les cuesta más dinero captar fondos, también incrementarán los intereses que les cobran a sus clientes por los créditos. En consecuencia, si los préstamos son más caros, hay menos dinero para las familias y las empresas, con lo que gastan menos y lastran la recuperación de la economía. Y si se crece menos, menos empleo y menos ingresos por impuestos tiene el Estado y más desembolso por el paro. Con menos fondos, registra más problemas para reducir la déficit y pagar a sus acreedores, con lo que cada vez resulta más difícil volver a un estado de solvencia mientras la partida por intereses aumenta imparable, y como gasta más de lo que ingresa decide sacar la tijera y se resiente el crecimiento... Y como diría un popular personaje de dibujos animados, "hasta el infinito y más allá".
¿Qué supone para el conjunto de la economía?: Según cálculos de Bruselas, si un país tiene una prima de 400 puntos básicos y no toma medidas, es probable que el impacto del sobrecoste por financiarse en el conjunto de su economía genere un impacto negativo en el Producto Interior Bruto de un 0,8% anual. Una cifra que, en estos momentos en los que unas décimas separan el crecimiento de la recesión, puede suponer la frontera entre el éxito y el fracaso.
Acuerdo peligroso
Editorial El País (02/08/2011)
El acuerdo in extremis en Estados Unidos entre demócratas y republicanos para elevar el techo de la deuda, pendiente de la aprobación la pasada madrugada por las Cámaras, salva el normal funcionamiento de la economía estadounidense hasta 2013, durante la legislatura de Barack Obama, pero transmite el mensaje de que la política radical que propone el núcleo del partido republicano, el Tea Party, será un obstáculo para la gestión anticrisis de Washington. El acuerdo salva el presente, puesto que evita la suspensión de pagos del país, pero compromete el futuro.
Obama ha perdido contra los republicanos. Él mismo lo admite cuando proclama que "este no es el acuerdo que hubiera preferido". El techo de deuda se amplía en unos dos billones de dólares; pero la condición republicana es que el recorte del déficit presupuestario ha de ser superior al margen de endeudamiento. Por añadidura, los republicanos (más exactamente, el Tea Party, su núcleo más activo en esta negociación) se niegan a que la contención del déficit incluya un aumento de impuestos a las rentas más altas. El pacto evita el impago hasta 2013, pero compromete la política económica del presidente.
Porque las condiciones impuestas por los republicanos debilitan gravemente los fundamentos del país para iniciar una recuperación fuerte y sostenida. Las restricciones fiscales evitarán la reactivación económica y ralentizarán el crecimiento (la previsión para 2011 es apenas del 2,5%) y el empleo (la tasa de paro difícilmente bajará del 9%). Si la expansión monetaria de Ben Bernanke ya había sido puesta en entredicho por el Fondo Monetario Internacional (FMI), las horcas caudinas por las que se ha visto obligado a pasar Barack Obama bajo la mirada triunfal de los republicanos acabarán por arruinar la efectividad de la política fiscal.
Los mercados percibieron esta contradicción. Si bien al empezar la jornada reaccionaron con una cierta euforia al anuncio del acuerdo, después advirtieron que la economía estadounidense no reacciona y que las drásticas limitaciones presupuestarias que implica el pacto de la deuda lastrarán el crecimiento (por tanto, la capacidad para devolver la deuda), y enfriaron el entusiasmo. En los puntos más débiles del sistema financiero las pérdidas fueron importantes. En España, el Ibex se hundió el 3,24% y la prima de riesgo alcanzó los 370 puntos básicos.
Estados Unidos se encuentra en estos momentos dentro de la misma trampa básica que el Viejo Continente. Como en tantos países europeos, para evitar la suspensión de pagos, es necesario aplicar ajustes fiscales (en este caso producto de un pacto político interno) cuya consecuencia es limitar el crecimiento. Estados Unidos no es Europa, por supuesto. Su estructura financiera interior y exterior le permite un margen de maniobra mayor. Pero el acuerdo compromete su crecimiento y su empleo. Está fundado, pues, el temor a que las agencias de calificación degraden la deuda norteamericana.
El acuerdo in extremis en Estados Unidos entre demócratas y republicanos para elevar el techo de la deuda, pendiente de la aprobación la pasada madrugada por las Cámaras, salva el normal funcionamiento de la economía estadounidense hasta 2013, durante la legislatura de Barack Obama, pero transmite el mensaje de que la política radical que propone el núcleo del partido republicano, el Tea Party, será un obstáculo para la gestión anticrisis de Washington. El acuerdo salva el presente, puesto que evita la suspensión de pagos del país, pero compromete el futuro.
Obama ha perdido contra los republicanos. Él mismo lo admite cuando proclama que "este no es el acuerdo que hubiera preferido". El techo de deuda se amplía en unos dos billones de dólares; pero la condición republicana es que el recorte del déficit presupuestario ha de ser superior al margen de endeudamiento. Por añadidura, los republicanos (más exactamente, el Tea Party, su núcleo más activo en esta negociación) se niegan a que la contención del déficit incluya un aumento de impuestos a las rentas más altas. El pacto evita el impago hasta 2013, pero compromete la política económica del presidente.
Porque las condiciones impuestas por los republicanos debilitan gravemente los fundamentos del país para iniciar una recuperación fuerte y sostenida. Las restricciones fiscales evitarán la reactivación económica y ralentizarán el crecimiento (la previsión para 2011 es apenas del 2,5%) y el empleo (la tasa de paro difícilmente bajará del 9%). Si la expansión monetaria de Ben Bernanke ya había sido puesta en entredicho por el Fondo Monetario Internacional (FMI), las horcas caudinas por las que se ha visto obligado a pasar Barack Obama bajo la mirada triunfal de los republicanos acabarán por arruinar la efectividad de la política fiscal.
Los mercados percibieron esta contradicción. Si bien al empezar la jornada reaccionaron con una cierta euforia al anuncio del acuerdo, después advirtieron que la economía estadounidense no reacciona y que las drásticas limitaciones presupuestarias que implica el pacto de la deuda lastrarán el crecimiento (por tanto, la capacidad para devolver la deuda), y enfriaron el entusiasmo. En los puntos más débiles del sistema financiero las pérdidas fueron importantes. En España, el Ibex se hundió el 3,24% y la prima de riesgo alcanzó los 370 puntos básicos.
Estados Unidos se encuentra en estos momentos dentro de la misma trampa básica que el Viejo Continente. Como en tantos países europeos, para evitar la suspensión de pagos, es necesario aplicar ajustes fiscales (en este caso producto de un pacto político interno) cuya consecuencia es limitar el crecimiento. Estados Unidos no es Europa, por supuesto. Su estructura financiera interior y exterior le permite un margen de maniobra mayor. Pero el acuerdo compromete su crecimiento y su empleo. Está fundado, pues, el temor a que las agencias de calificación degraden la deuda norteamericana.
lunes, 1 de agosto de 2011
Para la renovación de la ciudad
Publicado en Diario de Cádiz (01/08/2011)
RECIENTEMENTE, el Ateneo Gaditano, la Asociación de Prensa de Cádiz y el Foro de Debate Cádiz 2012 suscribieron la Declaración Cádiz 2012 para la renovación de la ciudad, cuyo texto íntegro se incluye a continuación. Las actuaciones específicas que propone la Declaración Cádiz 2012 se definen en una Adenda de la misma, cuyo texto íntegro también se publicará en este Diario el próximo jueves día 4. Cada una de las citadas actuaciones y propuestas serán detalladas en una serie de artículos que publicará el Diario los lunes y jueves de agosto y septiembre.
"Las entidades que suscriben la Declaración se unen a la voluntad gaditana de celebrar el Bicentenario de la Constitución de Cádiz, que aportó una bocanada de libertad y justicia a ambos lados del océano. Es un hecho que debe trascender a nuestra ciudad, como lo hizo el texto constitucional de 1812. La Declaración parte del reconocimiento del trabajo de diversos estamentos para conseguir que la efeméride se viva con entusiasmo, ánimo festivo y satisfacción ciudadana. Pero se constata que la ocasión del Bicentenario se ha perdido para materializar actuaciones e inversiones que permitan la renovación y modernización de la ciudad. La situación de Cádiz no cambiará con ninguna de esas actuaciones, casi todas ellas efímeras, por éxito que tengan.
Cádiz nunca se ha llegado a recuperar de la crisis colonial, que inició la transformación de un imperio en un país. La ciudad fue, en gran medida, el epicentro de la decadencia colonial y sufrió lo más duro de este proceso, desde Trafalgar y la guerra napoleónica hasta la completa liquidación del imperio. En toda esa dramática secuencia, la Constitución fue el único soplo de aliento. El modelo colonial que sustentaba la vida y la actividad de esta fortaleza y puerto, quedó desestructurado, destinada la ciudad a un estado de decadencia aún no superado.
La situación actual está definida por el decaimiento secular de la ciudad, la debilidad de su economía y el declive progresivo de todos sus parámetros: poblacional, ocupacional, sociológico y productivo, estando abocada -de no romperse la inercia de forma radical- a un continuado estancamiento, dada la descapitalización de recursos, su singularidad geográfica y la ausencia de estructuras económicas y sociales que le permitan situarse en la senda del progreso económico manifestado en España en las últimas décadas.
La aportación que hizo Cádiz al progreso de la moral civil, debemos aprovecharla para estimular la regeneración y el impulso de la ciudadanía en la necesidad de aunar voluntades para superar el desesperante deterioro y conseguir una ciudad física y socialmente renovada y moderna. Cádiz no puede seguir viviendo de su autocomplacencia, sin realizar una profunda y también enérgica reflexión desde el interior de la sociedad civil. No puede ser que las determinaciones básicas, que condicionan nuestro futuro, vengan de fuera, no siempre ajenas de otros enfoques o intereses.
Muestra de ello es ver que el nuevo puerto sigue dando la espalda a la realidad actual del tráfico marítimo, encerrado detrás de la ciudad histórica, sin espacios anexos para el desarrollo de la actividad económica y sin que exista conexión ferroviaria. Igualmente, la declaración de parque natural de uno de los mayores espacios salineros del mundo sin estudios de alternativas y compatibilidades. O ver convertido el patrimonio histórico de la ciudad en un espacio de experimentación arquitectónica.
Cádiz que ha sido centro productor de la cartografía marítima española, debe incluir, entre los contenidos que han de trascender a la celebración del segundo centenario, la elaboración consensuada de una "carta de navegación social" que nos marque un camino de dinamización y refundación de su modelo social, cultural y territorial.
Los que suscriben esta Declaración pretenden elaborar, con la mayor participación social y política posible, una CARTA 2012 PARA LA RENOVACION DE CADIZ, que recoja un conjunto programático de propuestas, metas y objetivos, ajustado a las condiciones de nuestra geografía y de nuestra configuración social; no deslocalizable; respetuoso con el medio ambiente, partiendo de un adecuado diagnóstico de nuestro singular medio físico; creador de polos solventes de actividad y empleo; dinamizador de la economía e integrador del conjunto territorial.
En síntesis, la CARTA 2012 debe definir un nuevo modelo de ciudad y territorio, que debería tener su máximo exponente en la creación de una estructura moderna de articulación territorial y de un Área de Centralidad del espacio metropolitano. La CARTA 2012 debe contener y evaluar ambiciosos proyectos de inversión, como las propuestas de la Adenda a la presente Declaración.
Esto supone cifras que pueden escandalizar. Pero la propuesta más viva de la presente Declaración es que ciudadanos e instituciones tomen conciencia de la dimensión del acontecimiento que se conmemora: la Constitución de 1812, de gigantesca trascendencia histórica, con su magia social, sus sueños políticos y sus aspiraciones utópicas. Todo lo hizo realidad "el espíritu de Cádiz", término que aún hoy en Europa califica el alma liberal y progresista de la modernidad; lo asumieron los sardos y los carbonarios, lo solemnizó con su firma un rey de Prusia y saltó de un continente a otro hasta confines muy lejanos. En este entorno no pueden asustar a nadie los costes económicos que supondrían un renacimiento para Cádiz y su entorno geográfico.
La presente Declaración se formula con el objetivo de que todas las instituciones y administraciones que se aprestan a celebrar en marzo de 2012 la conmemoración del Bicentenario, suscriban la Carta 2012 para la renovación de Cádiz en esa misma fecha y en el mismo marco de la conmemoración, estableciendo el compromiso formal de las inversiones contenidas en las propuestas que se detallan en la Declaración y su correspondiente financiación excepcional distribuida en el período de años en que se culminen.
En la celebración del Bicentenario, además de la Comisión Nacional del Bicentenario y el Ayuntamiento de Cádiz, estarán representados la Comisión Europea, el Gobierno de España, la Junta de Andalucía y la Diputación Provincial, entre otras entidades, estando prevista la celebración de la Cumbre de Jefes de Estados Iberoamericanos y previsiblemente un Pleno del Congreso de los Diputados. Es también objetivo de esta Declaración conseguir que los órganos ejecutivos del Estado y de las citadas instituciones suscriban la CARTA 2012 PARA LA RENOVACION DE CADIZ.
Queremos convocar a todas las organizaciones sociales y entidades de Cádiz a la movilización para que el Bicentenario no sea una decepción. No podemos permanecer pasivos a la espera de que las instituciones públicas hagan lo que estimen y luego quejarnos desconsoladamente.
Una de las muestras de decadencia es la pasividad de la ciudadanía y la falta de vertebración social. Eso que se ha dado en llamar la sociedad civil, es decir las organizaciones ajenas a las instituciones, tenemos que asumir también nuestra responsabilidad ante la ciudad y ante la historia. No podemos fallarle a las próximas generaciones de gaditanos. No podemos faltar a la cita ni culpar a la crisis o a los políticos de lo que salga mal. El Bicentenario no puede ser otra oportunidad fallida como lo fue el Centenario.
Finalmente, las entidades que suscriben la presente Declaración animan a otras entidades y asociaciones gaditanas para que se integren, participen y colaboren en el enriquecimiento de las propuestas y consigan el apoyo de la sociedad civil gaditana y sus instituciones, que deben reivindicar, reclamar y exigir la formalización de la Carta 2012 para la renovación de Cádiz".
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