Por Melchor Miralles
Publicado en El Confidencial (10/08/2011)
Las horas transcurridas entre el final del viernes 5 y el sábado 6 de agosto de 2011 pasarán a la historia. Ese día, la hasta entonces incuestionable solvencia crediticia de los Estados Unidos de Norteamérica se vino abajo, a la vez que sus soldados recibían el más duro golpe de los talibanes desde que se inició el conflicto bélico de Afganistán. La rebaja de la calificación que hicieron los hombres de la agencia Standard&Poor's de AAA, el tope máximo, a AA+, puso en guardia a las economías de los cinco continentes y con un nudo en la garganta hasta al más profano en materia económica. Era la primera vez desde que se fundó en 1860 que S&P se atrevía a adoptar una decisión de ese calibre sobre los EEUU. Ni en los años más duros de la Guerra Fría llegaron a devaluar la deuda de la primera potencia del planeta.
Obama y su equipo económico, con los funcionarios del Tesoro a la cabeza, se lanzaron en tromba contra la agencia de calificación y la acusaron de haber cometido errores esenciales en su trabajo, denunciaron su credibilidad y aseguraron que había un error de nada menos que 2 billones, con B, de dólares. S&P, inmediatamente, modificó las cifras, pero el daño estaba hecho y el fantasma del crack se extendió por todo el mundo. Era verdad que el error se había cometido, pero los datos esenciales eran ciertos. No necesitamos a S&P para saber que el gasto militar de las guerras de Irak y Afganistán y de los planes de estímulo de la Administración Obama, sumados a la ralentización de los ingresos como consecuencia de la crisis mundial y de la política fiscal americana, al envejecimiento de la población y la subida de los costes de la sanidad, colocaban al país en una situación delicadísima. La crisis de la deuda no podía no afectar al núcleo del sistema del país primer deudor del mundo.
Las principales agencias de calificación globales, que marcan el día a día de los mercados financieros, ya sea Standard&Poor's o Moody's, o Fitch, las conocidas como Big Three, son norteamericanas, se trata de empresas privadas que conforman un núcleo de intereses formidable y tras ellas hay un negocio multibillonario con clientes e intereses muy serios y más que importantes a nivel planetario. De ellos dependen casi siempre decisiones políticas y económicas que afectan a todos los ciudadanos, a todas las empresas y a todos los países de mundo.
Como denunció el premio Nobel de Economía Paul Krugman el martes en un artículo en El País, "S&P, junto con otras agencias de calificación hermanas, desempeñó un papel importante en la causa de esta crisis, ya que otorgó calificaciones triple A a activos respaldados por hipotecas que desde entonces se han convertido en residuos tóxicos... Y es tristemente famosa por haber dado a Lehman Brothers, cuyo hundimiento desató un pánico mundial, una calificación A hasta el mismísimo mes de su defunción. ¿Y cómo reaccionó la agencia después de que esta empresa con calificación A quebrara? Emitiendo un informe en el que negaba que hubiera hecho algo mal".
Por ello, es lícito preguntarse de qué autoridad disponen, qué datos e información manejan respecto a las cuentas de cada país, quién, cuándo y cómo se los proporciona, qué criterios emplean para certificar y conceder su calificación, qué controles ejercen sobre ellos sus clientes, es decir, las administraciones de cada país, cuáles son sus cuentas internas, cuánto cobran, cómo reparten sus beneficios...
Sombras sobre los accionistas de las ‘Big Three’
Angel Boixadós, en un artículo en Expansión, explicaba detalladamente el pasado 29 de julio como las Big Three comparten entre sus accionistas a las grandes gestoras de fondos, "sus accionistas de referencia entroncan directamente con la industria financiera y concretamente con la gestión de activos...muchos de ellos son usuarios de las calificaciones de las agencias de las cuales poseen importantes paquetes de acciones. De hecho, buena parte de ellos promueven fondos de inversión. Todos ellos con su rating aparejado, lo que en sí mismo es un paso obligado para que sus inversores objetivos puedan adquirir participaciones. Otro aspecto relevante es la coincidencia de algunos de estos gestores de activos en el capital de Moody´s y la editora McGraw Hill, la propietaria de S&P. Distinta es la situación de Fitch, cuyo capital se reparte entre el grupo francés Fimalac y la corporación Hearst".
De siempre se ha dicho en Europa que estas agencias, al menos todas las importantes, son norteamericanas, y en ello se han basado muchos Gobiernos para denunciar que de natural les sale adoptar una actitud más exigente en sus análisis y calificaciones de las políticas económicas de los países de la zona euro que de los EEUU. Incluso han sido acusadas de haber calificado erróneamente al alza de modo deliberado determinados bonos en beneficio de algunos y en Italia las Fiscalías de Roma y Trani han iniciado una investigación por los presuntos delitos de manipulación del mercado, utilización ilegítima de información privilegiada y especulación abusiva".
Cada vez son más numerosas las voces de especialistas que reclaman la creación de una agencia europea, con participación de los principales países de la zona Euro, que pueda contrapesar la influencia de las tres grandes en la economía mundial y competir con ellas aportando prestigio e independencia a una labor necesaria pero que reclama de más transparencia.
Visto lo visto, constatado que en todos los países del mundo son necesarias reformas a fondo del sistema financiero de carácter estructural, estaría bien que de una vez por todas le metieran mano a este asunto de las agencias de calificación, al señor mercados del que tanto llevamos hablando los tres últimos años, estableciendo sistemas de control severos, auditorías de las compañías y de los miembros de sus consejos, y sancionando a la mínima de forma severa cualquier actuación no sujeta a sus obligaciones. Es un negocio privado que juega un papel esencial en las economías de todo el planeta y una decisión suya puede conllevar, y de hecho así sucede, un caos económico, financiero, político y social en cualquier país del mundo.
Con las cosas de comer no se juega y aquí hay muchos, desde Lehman Brothers hasta hoy, que se lo han llevado calentito a costa de los demás. No digo que sean estas agencias las responsables de la situación que padecemos, ni afirmo que todo lo que digan sea incierto o erróneo. Lo que planteo es la necesidad de reformar el sistema también en lo que se refiere a una actividad privada que genera tantos beneficios para extremar al máximo la posibilidad de que una decisión adoptada por intereses torticeros pueda tener consecuencias devastadoras para todos.
No hay quien no tenga una doble vida, la de los sueños y la de la realidad. Parece mentira que algunos todavía no se hayan percatado y sigan creyendo en los cuentos de hadas. Y ya se sabe con algunos que lo verdadero y lo falso cabalgan juntos, y a los jinetes de estos últimos les resulta imposible cambiar de caballo a mitad de la carrera entre tanto obstáculo, tanta patraña, tanta triquiñuela y tanta falta de ética en la arena del todo por la pasta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario