Por Melchor Miralles
Publicado en El Confidencial (03/08/2011)
Toda España en alerta. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, despachó ayer por teléfono con Mariano Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba y los parlamentarios para informarles de los pasos que se están dando tras la debacle que supone la subida de la prima de riesgo por encima de los 400 puntos básicos. España e Italia están al borde de la intervención y hay dudas incluso de que la Eurozona esté en condiciones de rescatar a ambos países. Y, como explicaba ayer El Confidencial en exclusiva, los Hedge Funds han vuelto "en manada, estos fondos han ganado mucho dinero en los dos últimos años y ahora quieren hacer caja en España e Italia". ¿Qué hacer en esta situación gravísima?
El acuerdo al límite alcanzado en los EEUU entre demócratas y republicanos no gustó en el fondo a casi nadie. Sirvió para evitar la suspensión de pagos del gigante del planeta, pero la dureza, sumada a las inconcreciones, parieron un pacto que deja insatisfechos a los mercados. La reacción en lo que se refiere a España fue clara. El primer día subió la prima de riesgo y la Bolsa vivió una jornada negra. Ayer el Ibex cedió otro 2,2% y cayó a su nivel más bajo desde 2010 y la prima de riesgo se situó por encima de los 400 puntos. Bruselas niega que el rescate de España esté sobre la mesa y muestra su confianza en las medidas adoptadas por el Gobierno. Pero ello no es suficiente.
Parece evidente que Rodríguez Zapatero, esta vez, no ha manejado bien los tiempos. Al anunciar la fecha de las elecciones con cuatro meses de antelación ha generado una situación de impasse , una fase de interinidad que eterniza la campaña electoral doblando lo que sería su duración normal, lo cual genera una sensación de parálisis que los mercados, que reclaman estabilidad, rechazan de plano. Nadie confía en que sea viable cumplir con los objetivos de déficit y reducción del gasto, las Autonomías están al límite y todo este entramado de dudas en el ámbito político, fiscal, económico, social e incluso judicial ensombrece el panorama y nuestra imagen en el exterior de modo insostenible.
Nuestra economía no está para bromas, para juegos florales, para guiños electoralistas, para campañas o campañitas de imagen, para más demagogia barata. Y el presidente, en mi modesta opinión, sólo tiene dos soluciones: o disuelve inmediatamente las cámaras y convoca elecciones para celebrar a finales de septiembre o inicios de octubre, o convoca ya mismo al líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, al del PP, Mariano Rajoy y al resto de los responsables de los partidos parlamentarios para diseñar un plan de emergencia. El acuerdo debe incluir unas bases mínimas entre todos ellos para tomar las decisiones ineludibles que han de adoptarse para no caer al precipicio al que estamos asomados, entre otras razones, por su impericia.
No podemos estar a expensas de que China compre deuda española, de que suene la flauta por casualidad. Es en estos momentos donde se ve la grandeza de un hombre de Estado, la amplitud de miras y la capacidad de rectificar de quien tiene la responsabilidad de gestionar la cosa pública. Si nosotros seguimos haciendo el 'canelo', escuchando como si fuera normal a Artur Mas o Iñigo Urkullu, con la que nos está cayendo, hablar de nuevos conciertos económicos, más dislates soberanistas y otras cuestiones menores como asuntos prioritarios, a Rubalcaba planteando como eje de su campaña subir los impuestos a unos bancos que inmediatamente repercutirán ese coste sobre sus clientes y cuestiones de ese jaez, no salimos del agujero.
O elecciones ya o pacto de Estado que incluya unos presupuestos para el 2012 ajustados a la dramática realidad que tenemos delante, medidas de control severo del gasto público, reformas del mercado de trabajo que permitan generar empleo, medidas estructurales para reactivar la economía, primeros pasos para redefinir el modelo autonómico, un compromiso de campaña limpia, alejada de los estrambotes habituales que tanta indignación generan y todos juntos remando en la misma dirección en beneficio de los ciudadanos. Lo demás sería una formidable irresponsabilidad.
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