Editorial El País (07/10/2011)
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció el miércoles en Bruselas que España albergará el componente naval del escudo antimisiles. Zapatero, que había viajado por sorpresa a la reunión de la OTAN, aseguró que esta iniciativa es defensiva y que no va dirigida contra nadie, al tiempo que justificó la participación comprometida con los aliados en la posición estratégica de España "como puerta de entrada al Mediterráneo". El Ministerio de Defensa añadió a los argumentos ofrecidos por el presidente el del positivo impacto económico del escudo antimisiles en el entorno de la base de Rota.
El escudo antimisiles defendido por Obama tiene poco que ver con el auspiciado por el Ejecutivo de George W. Bush, que estaba concebido contra cohetes de largo alcance y que provocó de inmediato los recelos de Moscú. Que Europa se proteja, a través de este nuevo sistema de defensa, de eventuales ataques de Irán y Corea del Norte podría justificar la decisión de comprometerse con una iniciativa en la que ya están implicados Polonia, Rumanía y Turquía, y en la que también pretenden participar Holanda y Francia. Pero Zapatero ha decidido seguir siendo fiel a sí mismo hasta el último día en que permanezca en La Moncloa y, de la misma forma que improvisó una reforma de la Constitución en las últimas semanas de su mandato, ahora lleva a cabo un giro de la política exterior con las Cámaras disueltas, desentendiéndose de las consecuencias diplomáticas de la decisión y sin comprobar siquiera su compatibilidad con el acuerdo que desde 1988 rige la gestión de Rota. Al margen, por otro lado, de que no se sabe dónde quedaron aquellas solemnes declaraciones al inicio de esta legislatura en las que la búsqueda de la paz adquirió el rango de objetivo de la política exterior española.
Por diferente que sea a la concebida por Bush, Rusia ha vuelto a expresar su temor de que esta iniciativa norteamericana, ahora apoyada también por España, acabe afectando al equilibrio desde el que habría que ir avanzando en el desarme nuclear. La situación internacional no es la más adecuada para comprobar si Rusia solo hará declaraciones contra el escudo antimisiles o si utilizará sus bazas en otros terrenos de confrontación, como el del programa nuclear iraní. Impedir que Teherán se haga con el arma nuclear, un objetivo difícil de alcanzar sin el apoyo de Rusia, ofrecería infinitamente más seguridad que el escudo antimisiles. Otra cuestión, por tanto, que habría que haber discutido y analizado es si ese apoyo resulta ahora más difícil de conseguir que antes del acuerdo alcanzado en Bruselas.
Mariano Rajoy fue consultado por Zapatero antes de anunciar el compromiso sobre el escudo antimisiles. Quizá lo menos relevante sea que Zapatero vuelva a dejar en difícil posición al candidato de su partido, Pérez Rubalcaba. Lo peor es que ha decidido privar de nuevo a los españoles del imprescindible debate parlamentario al que deberían obligar decisiones que pueden alterar el rumbo de la política exterior.
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