Por S. McCoy
Publicado en Cotizalia (16/02/2012)
Todos los ojos están puestos en estas últimas horas en Irán y su anuncio/desmentido de corte el suministro de petróleo a varios países europeos, entre ellos España. No parece que tal decisión acarree problemas graves de aprovisionamiento en los estados afectados, con reservas suficientes y alternativas bastantes como para hacer frente a dicha situación. No en vano el acuerdo de embargo que entrará en vigor a partir del uno de julio había hecho que se activaran ya planes de contingencia. Otra cosa es que las autoridades iraníes se empeñen en cercenar el tráfico marítimo a través del Estrecho de Ormuz, extendiendo el riesgo a todas las exportaciones de crudo de la región. En ese caso, un conflicto bélico sería casi inevitable. El descontento social, con raíz en un elevadísimo paro juvenil, podría convertir la tentación de búsqueda de un enemigo exterior por parte del Régimen local en irresistible. Veremos.
Sin embargo, el gran cambio estructural que puede condicionar el futuro del mercado del oro negro, y con él de una parte de las dinámicas económicas y geopolíticas mundiales, no pasa por el convulso Oriente Medio sino por la decadente Estados Unidos. Allí, como en buena parte del Norte de Europa o Argentina, están sentados sobre unas enormes bolsas de petróleo y gas pizarra que, en el caso de la primera potencia del planeta, están comenzando a explotar activamente. Estos descubrimientos y su puesta en producción suponen un cambio radical en las dinámicas de oferta y demanda, al invalidar la teoría del peak oil basada en datos procedentes de yacimientos convencionales, por una parte, y facilitar el autoconsumo y la menor dependencia de sus titulares, por otra. Supone una alteración del statu quo de tal magnitud que merece la pena detenerse a reflexionar sobre él. Hoy repetimos tras hacerlo allá por el mes de octubre (VA, Conozca esa loca Cuadrilla que quiere cambiar Europa, 06-10-2011).
En primer lugar, se trata de un ingrediente clave en la batalla por el liderazgo global. Aquellos que disfruten de recursos de este tipo en su subsuelo cuentan con una ventaja competitiva inmensa. Estados Unidos importa 300.000 millones de dólares anuales de petróleo, algo más del 2% de su PIB. En la medida en que es capaz de reemplazar dichas compras por crudo propio, mejora su balanza exterior, reduce la presión sobre su moneda, limita el reciclado por parte de terceros de la misma y compensa la posible apreciación del dólar con ganancias de competitividad. Que alcance un superávit comercial a medio plazo es factible. Por el contrario, la alternativa china pierde enteros al verse obligada a seguir destinando una parte de sus recursos a adquirir combustible en mercado y verse, por ende, sujeta a la volatilidad que acompaña sus precios. El miedo occidental al riesgo de suministro y coste cruza el Pacífico y aterriza en Asia con incidencia en sus cuentas macro y en su cadena productiva micro.
Ligado a lo anterior se encuentra la estrategia geopolítica. Hasta ahora, una parte del afán expansivo estadounidense ha estado ligada a su necesidad de asegurar sus fuentes de aprovisionamiento y dotar de reciprocidad, hasta bélica de ser necesario, a ventajosos acuerdos comerciales. Sin embargo, el cambio al que estamos haciendo referencia en este post puede relegar tal prioridad a un segundo plano y hacer que primen otros elementos en su política exterior. El factor de inestabilidad derivado de determinadas relaciones ha sido y es más perjudicial que beneficioso a largo plazo para sus intereses. Y es consciente de ello. Sin embargo, a la China compradora le ocurre justo lo contrario. Su afán comprador de materias primas y otros recursos naturales en los últimos años se corresponde a la necesidad de asegurarse que el sistema siga funcionando con crecimientos superiores al 8% que son los que le garantizan la cohesión social. Hasta ahora ha usado medios convencionales pero ¿es descartable que dé el salto a otros ámbitos si le aprieta el zapato del riesgo interior? Eso por no hablar del agua, verdadero talón de Aquiles de su proceso de desarrollo…
Queda por último una reflexión final sobre el billete verde, aunque algo hemos apuntado con anterioridad. Tomo aquí como referencia las tesis de Mansoor Mohi-uddin, estratega de divisas de UBS cuyo artículo Dollar bears in for shock as US cuts reliance on foreign energy publicado ayer en Financial Times sirve de reflexión inicial para esta pieza. Desde su punto de vista, de confirmarse esta realidad, the only way para el dólar is up, no solo porque se elimina la necesidad práctica de debilitar su moneda para corregir tal desequilibrio sino porque la mejora productiva, traducida en crecimiento, actuará al alza sobre los tipos de interés y reforzará la condición de refugio de la divisa que consolidará su carácter imperial frente a otras monedas (VA, Cómo jugar en bolsa la devaluación del euro en 2012, 28-12-2011), a la espera de un desembarco internacional del yuan que sigue produciéndose con cuentagotas. Desde ese punto de vista, cualquier rebote del euro, visto por dónde transita la Eurozona sigue siendo oportunidad de venta. O no.
Por tanto, aunque es tema el del shale gas y shale oil al que rodea mucha especulación sobre viabilidad, rentabilidad e impacto medioambiental, sería insensato no tenerlo en cuenta dadas las implicaciones que acabamos de comentar.
En fin, muchas reflexiones a bocajarro hoy. Su turno.
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