Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

lunes, 27 de febrero de 2012

Urdangarín, su circunstancia y un ajuste de cuentas

Por Jose Antonio Zarzalejos


Publicado en El Confidencial (26/02/2012)


“Yo soy yo y mi circunstancia” sostuvo Ortega y Gasset. Y la circunstancia más relevante de Iñaki Urdangarín es que es Duque de Palma por su matrimonio con una Infanta de España y, en consecuencia, yerno del Rey. Semejante y singularísima circunstancia ha destrozado, sin embargo, su reputación, porque al ofrecerle una prevalencia social extraordinaria le inoculó la tentación –en la que cayó- de malbaratarla. Ayer, Iñaki Urdangarín salvó su circunstancia –al Rey y a la Infanta-, pero no parece que pudo rescatar a su propio yo del ahogamiento de conductas que, en el mejor de los casos, y tal y como las calificó la Casa del Rey, han sido “poco ejemplares”. De lo que se trata ahora es de saber si, además, fueron delictivas.

El Duque de Palma reconoció en sede judicial que su suegro, el Jefe del Estado, le conminó en marzo de 2006 a abandonar “sus negocios” y que la presencia de la Infanta en la sociedad familiar más singular del entramado era “testimonial”. Iñaki Urdangarín ratificó con esta declaración judicial que su suegro, una vez tuvo conciencia en 2006, tres años después de que comenzase a operar el Instituto Nóos, de que sus actividades no eran altruistas hizo lo que estuvo en su mano para que no continuase desarrollándolas: le pidió que se desvinculase de ellas y logró que se desplazase de España obteniendo para él un destino profesional con ingresos transparentes con Telefónica en Estados Unidos.

Quienes quieren utilizar a Urdangarín como punto de apoyo de una palanca para desplazar a Don Juan Carlos de su actual magistratura abocándole a una abdicación en la persona del Príncipe de Asturias por supuesto consentimiento –culpa in vigilando o responsabilidad por omisión-, hacia las actividades de su yerno, lo tienen difícil. Por supuesto, no cejarán en el empeño porque en España más que republicanos hay antimonárquicos y, concretamente, detractores del Rey quién, no obstante, sigue gozando de una más que razonable popularidad y afecto ciudadano. Sin duda la una y el otro, mermarán, pero, tras la declaración de Urdagarín ayer, no de tal manera que hagan inviable su permanencia en el vértice de la representación del Estado.

Más difícil será que la Infanta Cristina pueda librarse de comparecer ante el juez José Castro. Su desafortunada, imprudente e innecesaria presencia como socia de una de las compañías –la más importante-, del entramado que supuestamente manejaba su marido, haría incluso irregular desde el punto de vista procesal que la hija del Rey no pasase por el juzgado, bien como testigo, bien como imputada, tal y como pretende la acusación popular de Manos Limpias. Si es citada como testigo podrá responder por escrito (artículo 412 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal), pero no está claro que disponga de ese privilegio si es llamada como imputada. En todo caso, las declaración de su marido y de otros imputados y testigos permiten suponer que el juez aplicará muy prudentemente la ley y, en todo caso, de manera progresiva: primero, la Infanta declararía como testigo y sólo después, y según valoración del juez, como imputada.

Por lo demás, algunos aspectos del episodio de ayer en Palma sugieren reflexiones importantes. Desde mi punto de vista es relevante el aspecto del Duque de Palma: demacrado, ojeroso, angustiado. Los corruptos con denominación de origen no suelen registrar semejante impacto sicosomático cuando están sometidos a investigación judicial. Urdangarín está sufriendo física y psicológicamente, seguramente porque cuando se comportó como lo hizo con el Instituto Nóos le faltó lucidez y conciencia de la trascendencia social atribuida a su condición de yerno del Rey. Es comprobable que a los corruptos cuya reputación no preocupa, poco les importan los juicios paralelos. Al Duque de Palma lo ha laminado.

Por otra parte, resulta difícilmente explicable que el Urdangarín haya sido llamado a declarar como imputado tan tardíamente, después de que hayan depuesto ante el juez Castro personajes –Torres, Matas, Ballester-, que se han excusado haciendo recaer en Urdangarín toda la responsabilidad en los pagos irregulares y en los procedimientos ilegales de adjudicación. Y no lo han hecho sólo en sede judicial: lo han proclamado, incluso, en medios de comunicación como Jaume Matas en La Sexta con Jordi Évole, seguramente una de las entrevistas más denigrantes para el entrevistado.

Además, resulta evidente que el Duque de Palma ha estado poco y mal asesorado hasta hace poco tiempo. Su decisión de acceder a pie al juzgado y de hacer una declaración ante los periodistas, sugiere que en los nueves meses que han transcurrido desde que comenzó la instrucción de esta pieza separada del caso Palma-Arena, el Duque no ha recibido los consejos adecuados, no se le ha trasladado la profundidad del malestar de la opinión pública española y no ha dispuesto de un portavoz adecuado. Que Horacio Oliva, gran abogado y mejor estratega, pueda estar en la retaguardia de su defensa legal, es una cierta garantía para el Duque.

Resulta lógico que Urdangarín haya ajustado cuentas: si él hizo lo que hizo se debió a que la maquinación administrativa-fiscal la condujo su “socio” Diego Torres; si las adjudicaciones se produjeron de manera fulminante y engrasada fue porque “amigos” como Ballester agilizaron los mecanismos administrativos y porque políticos como Matas, Camps o Barberá se mostraron conniventes. La trama extrajo de las comunidades valenciana y balear la bonita cifra de seis millones de euros y si, como Urdangarín declaró ayer, algunos contratos se lograron con la breve tramitación de tres días, estaríamos ante un caso con un desarrollo largo que alcanzará a más protagonistas. Rajoy debe estar al tanto porque ha sometido al PP valenciano a un periodo de carencia depurativo. Ahí ajustó cuentas el Duque.

Apunte final: ¿Cuántas horas puede estar declarando una persona sometida a presión sicológica sin que la exactitud de su versión se altere o disperse en perjuicio de sus derechos? Los jueces que, como ayer Castro, someten a imputados a maratonianas sesiones de declaración han de entender la justicia en su integridad y asumir que el derecho a la defensa requiere de una proporcionalidad en los tiempos y en las intensidades. Porque tras las nueve horas de ayer, no será más breve la comparecencia del Duque de Palma hoy ante el juez, ni más fácil, porque intervendrán el fiscal, la acusación de la comunidad y la popular de Manos Limpias. Luego, cuando termine, José Castro tendrá que tomar su decisión más difícil hasta el momento: de una parte, concretar si hay cargos –y cuales— y, de haberlos, si impone medidas cautelares a Iñaki Urdangarín. Cuando lo haga y lo comunique, se abre un escenario con un guión ahora de difícil previsibilidad.

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