Editorial de El País (03/02/2012)
El paro registrado durante el mes de enero es la primera confirmación de que durante 2012 continuará el empeoramiento del mercado laboral. El paro contabilizado en las oficinas del Inem aumentó en casi 117.500 personas, pero los indicios peores hay que buscarlos en el descenso de la población ocupada (cayó por debajo de los 17 millones de ocupados) y en el persistente hundimiento de la afiliación a la Seguridad Social. Lo que se aprecia en los próximos trimestres induce al pesimismo. El paro seguirá aumentando, incluso a un ritmo mayor, porque hay que pensar en que habrá una contracción del PIB durante cuatro trimestres consecutivos; seguirá una fase de estancamiento a partir del segundo trimestre de 2013, y después el PIB despegará ligeramente, con subidas en torno al 0,1% o 0,2%, inhábiles para crear empleo.
Es casi un tópico recordar que un volumen tan elevado de paro resta confianza y capacidad de reacción a la economía e implica un riesgo evidente de depresión continuada si no se acierta con las decisiones adecuadas. En este sentido, hay que insistir en que las medidas correctoras en las que piensa el Gobierno (por lo menos, las que ha comunicado) no constituyen per se remedios directos contra el paro. La reforma laboral, tan mencionada (y curiosamente demorada, a pesar de la fe de Rajoy en sus benéficos efectos), facilitará la creación de empleo cuando se recupere la actividad económica. En todo caso, si la reforma de la negociación colectiva es acertada, se conseguirá frenar la hemorragia de despidos, puesto que las empresas podrán cambiar salario por empleo. En cuanto a la reforma financiera, permitirá una lenta recuperación del crédito a las empresas, pero no antes de la segunda mitad de 2013.
Dicho de otro modo, las reformas mencionadas pueden ser convenientes (según su contenido y acierto), pero en ningún caso constituyen una solución contra la recesión y el desempleo. Quizá el Gobierno quiera construir una política económica limitada a reducir el déficit (con la ayuda quizá de la aquiescente flexibilidad europea), redactar dos o tres reformas más o menos profundas que las anteriores, pero continuistas, y seguir en una paciente espera hasta que la recesión se agote en el tiempo. El presidente prometió políticas activas de empleo que de momento no están en la agenda. Pues bien, es en esas políticas, en su eficacia y contundencia, donde se juega el Gobierno la confianza de los ciudadanos sobre su porvenir inmediato.
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