Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

lunes, 30 de abril de 2012

¿CUANDO SE ACABARA EL "VERBENEO" ESCOLAR?

Por Jaime Martinez Montero. (Publicado en el Diario de Cádiz el 29.04.2012)

LOS niños andaluces son de los más listos del mundo. Ocupan un lugar bajo en todas las evaluaciones nacionales e internaciones, pero teniendo en cuenta las condiciones de calor en que reciben sus clases a partir de de mayo, por un lado, y las múltiples celebraciones y festejos diversos que ocupan sus horas lectivas, por el otro, no están tan mal.

Dejemos el calor a un lado, del que ya hablamos, y centrémonos en las diversas fiestas, conmemoraciones y celebraciones que se llevan a cabo dentro del horario escolar y que consumen una buena parte del mismo. Es un buen momento para hacer esta reflexión, pues un nuevo gobierno puede traer exigencias de rigor y seriedad. En Valencia han ordenado que todas esas actividades se pasen a la jornada de tarde. Aquí en Andalucía hace mucho que no se tiene clase por la tarde precisamente -se dijo cuando se quitó- para que ésta se ocupara con este tipo de tareas de naturaleza extraescolar. Pues no. Al final, todo por la mañana.

Hay tres tipos diferentes de eventos. El primero consiste en que el alumnado anticipa lo que se va a celebrar después sobradamente. De este modo, una semana antes de Navidad ya es difícil encontrar que haya una actividad escolar medianamente seria. En Cádiz, donde vivo, también se anticipan las fiestas del Carnaval, que celebran los niños dos veces: en el cole y en la calle. Días antes de su comienzo se prepara el festejo, que después celebran dentro del colegio. Lo mismo ocurre con la Semana Santa, donde no es raro ver a escolares en horario lectivo que simulan una procesión y transportan y escoltan un paso.

El segundo tipo es el de las conmemoraciones más o menos oficiales (o religiosas), que deberían estar incardinadas dentro del currículo ordinario y que se convierten en nuevos días de dispersión. Son numerosos y algunos centros no se pierden ni uno: la Constitución, la Paz, el Día de Andalucía, el de la Mujer Trabajadora, el Día del Libro, el Día del Árbol, el Día de la Madre, el del Padre (en franco retroceso). En Cádiz es costumbre que el día de la Patrona los alumnos de muchos colegios echen la mañana llevándole una flor a la Virgen, así que me imagino que, de una forma u otra, esto ocurrirá en otros lugares. En la víspera de Todos los Santos también se suele hacer una celebración secularizada, y los niños se hartan de frutos secos. Claro, no pueden dar la lección si están masticando avellanas. En fin, que hábilmente intercaladas estas conmemoraciones entre los festejos descritos en el párrafo anterior y trufados con los del párrafo siguiente, permiten saltar los días de estudio y trabajo y considerarlos como algo de lo que hay que ocuparse si no hay otra cosa mejor que hacer.

El tercer tipo se compone de los días y horas en que fundaciones, instituciones o empresas particulares se aprovechan de la feliz circunstancia de que cada colegio tenga reunidos todos los días y desde por la mañana a unos cientos de criaturas. Es una tentación difícil de vencer: la clientela toda junta y receptiva. Así, uno ve que a las diez de la mañana se interrumpen las clases porque no sé qué fundación (con la marca patrocinadora bien a la vista) les va a hablar, por turnos y para que no se escape nadie, de una alimentación sana. Bomberos, policías, socorristas, médicos y otros profesionales, en el marco de campañas institucionales, encuentran siempre abiertas las puertas de las aulas, y a sus alumnos bien dispuestos a dejar sus obligaciones y a atenderlos. El colmo es cuando a mitad de la jornada viene un autobús y se lleva a los niños a hacer vela o a hacer natación. Repito, en mitad de la jornada, lo que quiere decir que antes se han tenido que comer el bocadillo y prepararse. ¿Pero no se había quedado en que la jornada continua se había implantado para que todas esas cosas se pudieran hacer por la tarde?

Las consecuencias de lo anterior son muchas, y todas con efectos perniciosos. La primera y más obvia es la disminución clara y abundante del tiempo escolar, de las horas de clase, de las tareas lectivas. Es como si diera igual que se impartieran más o menos horas, o que de una materia se comieran o no una buena parte de su contenido. La segunda es más perjudicial todavía: con tantas celebraciones y tan hábilmente intercaladas los niños y niñas pierden el ritmo, la continuidad, el sosiego. Saben que pronto llegará la diversión y que el trabajo puramente escolar no es más que una estación inevitable, aunque fastidiosa, entre una fiesta y otra. La tercera tiene que ver con la imagen de poca seriedad que se transmite: ¿es de verdad importante algo que se interrumpe o se suplanta con tanta facilidad?

Se me podrá decir "Sí. Muy bien. Pero, ¿y la felicidad de los niños? ¿Y lo que se divierten?". Singular modelo educativo: que se lo pasen muy bien en la infancia, aunque por no aprender lo que tienen que aprender y no adquirir hábitos de esfuerzo y trabajo las pasen bastante canutas el resto de su vida.

lunes, 23 de abril de 2012

O la banca es intervenida o seis millones de parados

Por Carlos Sánchez

Publicado en El Confidencial (22/04/2012)

Lo decía hace unos días de forma elocuente el profesor Viceira, catedrático de la Universidad de Harvard: “España se encuentra en la misma encrucijada que vivió el mundo en tiempos del patrón oro”. Y no le falta razón. Tras la Primera Guerra Mundial, los países devastados por la guerra necesitaban ingentes cantidades de dinero para financiar el coste del conflicto y la reconstrucción económica, pero el rígido corsé que significaba el patrón oro (el factor de estabilidad económica durante el último tercio del siglo XIX) lo impedía. Ningún país podía imprimir (al menos sobre el papel) más dinero del que podía garantizar con sus reservas de oro, y muchos economistas culpan a esta política monetaria restrictiva -tipos de cambios cuasi fijos- de ser el caldo de cultivo de la Gran Depresión. En Alemania, por el contrario, se optó por imprimir billetes en el periodo de entreguerras y ya se sabe lo que sucedió (hiperinflación, paro y subida de Hitler al poder). Otros economistas, sin embargo, niegan que la oferta monetaria fuera restrictiva en tiempos de la belle époque y acreditan que los bancos centrales hicieron caso omiso de sus compromisos cambiarios poniendo a trabajar con fuerza la máquina de hacer billetes. Cuando Churchill, como canciller del Tesoro, recuperó temporalmente el patrón oro en 1925 para frenar el empuje del dólar -revaluando la libra esterlina por encima de su tipo de cambio de equilibrio-, el daño estaba hecho. Fue entonces cuando Keynes lazó una frase antológica dirigida a Churchill: ¿Por qué hizo una cosa tan disparatada?* Lo que criticaba el economista de Cambridge era que una revaluación de la libra esterlina del 10% obligaba necesariamente a bajar los salarios nominales para ganar competitividad (¿les suena?) con las negativas consecuencias que tendría esa política para el consumo y el empleo. El patrón oro de antaño (enterrado por Nixon en 1971) es hoy el euro. La moneda única, como dijo el Premio Nobel Modigliani, protege a España de la lluvia torrencial, pero es al mismo tiempo es un paraguas de hierro demasiado pesado para un país poco competitivo. Y que cuenta, además, con serias deficiencias en cuanto a su arquitectura institucional (comunidades autónomas, independencia de los órganos reguladores o baja calidad del sistema democrático). España ni siquiera tiene una oficina presupuestaria destinada a evaluar con objetividad las políticas de gasto público. En EEUU, por ejemplo, la United States Congressional Budget Office, realiza proyecciones de ingresos y gastos a largo plazo a partir de un análisis basado en modelos, mientras que en el Reino Unido una oficina similar proyecta perspectivas presupuestarias para garantizar la sostenibilidad fiscal. En España, ya se sabe, primero se gasta, y luego las administraciones estudian cómo recaudar. Y así van las cosas.

¿Qué fue de los ‘florentinos’?
 La metáfora de Modigliani es tan palmaria que sólo Alemania y los países de su entorno cultural y económico son capaces de soportar un tipo de cambio como el actual. El euro, pese a la crisis, todavía se sitúa en el entorno de 1,30 dólares. Sin duda un tipo de cambio demasiado exigente para una economía como la española que ha acumulado desde 1999 -año del lanzamiento del euro- importantes pérdidas de competitividad derivadas de un crecimiento de los costes salariales unitarios muy superiores a la media de la eurozona. Pero también por la existencia de un tejido industrial (basado en el ‘ladrillo’) escasamente productivo. Y con una clase empresarial manifiestamente mejorable, más preocupada por repartir dividendos y vivir de las migajas del Estado que por cultivar una verdadera una cultura del emprendimiento. ¿Dónde están ahora los florentinos que asombraban al mundo gracias a la inversión pública? Es algo más que evidente, sin embargo, que sólo el sector exterior podrá sacar a los países periféricos de la crisis, como por otra parte ha sido la tradición española desde 1959 vía devaluaciones. Pero para eso, es necesario que el euro se deprecie hasta la paridad con el dólar, algo que hoy por hoy no está al alcance de España. Y no lo está porque es justo lo contrario de que quiere Alemania, que teme como a un nublado un aumento de la inflación derivado del efecto que tendría en sus costes un encarecimiento automático de los productos energéticos y de sus importaciones. Una depreciación del euro en un 25% aumentaría de forma automática en esa misma proporción la factura del petróleo y sus derivados, y eso es demasiado para un país que ha hecho de la competitividad su razón de ser. No en vano, el 8,1% de las exportaciones mundiales y el 6,8% de las importaciones proceden del país de Angela Merkel. Y a veces se olvida que Alemania es el tercer país que compra más mercancías en el mundo, lo que le obliga a forzar un tipo de cambio fuerte siempre que no perjudique a sus exportaciones. Es decir, lo que se busca es una relación real de intercambio óptima que equilibre el valor de las exportaciones y las importaciones. Quiere decir esto que aunque las exportaciones van a seguir tirando de la economía española, su potencial para hacer crecer el PIB en el entorno del 2% -tasa necesaria para crear empleo- es muy limitado. Incluso, escaso. La situación se complica si se tiene en cuenta el fuerte carácter contractivo de las reformas estructurales. En particular la reforma laboral o la racionalización del sector público. Sin duda, necesarias para salir adelante, pero claramente procíclicas toda vez que alientan la recesión, como de hecho está sufriendo en propias carnes la economía española. A más recortes, más recesión. Las subidas de impuestos y de tasas anunciadas en las últimas semanas sólo reducen la renta disponible de las familias. Mientras que las rebajas salariales (para compensar un tipo de cambio demasiado exigente) sólo servirán para reducir los ingresos públicos. Los salarios alemanes son cerca de un 30% más elevados que los españoles y Alemania es, sin embargo, el país más competitivo del mundo.

Lo que pasa por comprar activos de riesgo
 Tampoco desde el lado de la política monetaria hay mucho margen. Como ha recordado el economista Daniel Gross -una cabeza bien amueblada- se suele argumentar que la Reserva Federal ha hecho más que el Banco Central Europeo (BCE) para estimular la economía. Pero lo cierto es que su balance representa el 20% del PIB de EEUU, mientras que en Europa asciende ya al 30%. Hay además un aspecto cualitativo de indudable importancia. La Reserva Federal adquiere casi exclusivamente los activos sin riesgo (como los bonos del Gobierno de Estados Unidos), mientras que el BCE ha comprado activos de riesgo como las emisiones de países intervenidos. Igualmente, la Reserva Federal presta muy poco a los bancos, mientras que Trichet y Draghi han entregado grandes cantidades a los bancos débiles y en muchos casos inviables. En una palabra, mientras que el BCE asume un riesgo de crédito (fallidos), la Fed lo que hace es aceptar un riesgo de tipo de interés, lo cual es sustancialmente distinto. Quiere decir esto que las reformas estructurales, la rebaja de los salarios, la política monetaria laxa y hasta los recortes en el gasto público son condiciones necesarias para sacar a España de la crisis. Pero en ningún caso, son suficientes. La clave de bóveda continúa siendo la reforma del sistema financiero, y el Gobierno, en este sentido, continúa guiado por un voluntarismo político sin límites y un tanto pedestre. Es como si hubiera quedado atrapado en el círculo infernal del patrón oro. Por un lado, ayuda a los bancos para evitar que quiebren, y éstos, a cambio, le compran sus bonos con ayudas del BCE. Pero como al mismo tiempo se hacen políticas fiscales contractivas (subida de impuestos y recorte del gasto) la economía enmudece y aumentan el paro y la morosidad. Mientras que el crédito, como no puede ser de otra manera, desaparece, desoyendo aquello que decía el economista Wieser: “el crédito promueve en un grado máximo la aparición de empresarios eficaces, la selección de dirigentes en el campo de la propiedad”. En otras palabras, sin crédito no hay la célebre ‘destrucción creativa’ de la que hablaba Schumpeter. El viejo capitalismo del ladrillo se resiste a morir y la banca no apuesta por la nueva economía.

Crecer y no sólo recortar
 No se tiene en cuenta, de esta manera, y como ha dicho el FMI, que el efecto de un crecimiento vigoroso sobre la deuda pública es asombroso. Mucho mayor que el de los recortes fiscales. Un aumento de un punto en el crecimiento potencial -suponiendo una presión fiscal del 40%- reduce el endeudamiento en 10 puntos en cinco años, y hasta en 30 puntos porcentuales en 10 años. Eso es sostenibilidad de las cuentas públicas y no tajos a diestro y siniestro. ¿Qué quiere decir esto? Pues que como no cambien las cosas, al final será el FMI o el Mecanismo de Rescate de la UE quien tenga que cortar el nudo gordiano –el callejón sin salida que ha tomado el Gobierno- para salvar a los bancos y al propio Estado, cuyas penurias se retroalimentan. Cuanto más pronto acuda España a esos fondos, antes saldrá de la crisis. Aunque la decisión tenga, ciertamente, un coste reputacional o el país acabe siendo señalado en el extranjero por el estigma de la intervención, aunque sea parcial. Ese estigma es, en todo caso, mejor que condenar al país a convivir con seis millones de parados durante todo el año 2013. Y el Gobierno tiene cada vez menos margen para aceptar la cruda realidad. Sin crédito no hay salida. ¡Es la banca, estúpidos!, que diría el clásico. *Ensayos de Persuasión. John Maynard Keynes Editorial Crítica Barcelona 1988

domingo, 22 de abril de 2012

LA GENERACION QUE CONSTRUYÓ ESPAÑA

   Por Fernando Sánchez Salinero en La Casa del Libro                                        
“¿Quiénes son los pobres? Los nietos de los ricos”. Aforismo castellano

Cuando analizas lo que ocurre en una empresa o una sociedad, debes buscar las causas que provocan su situación, porque sólo trabajando sobre las causas, puedes cambiar los efectos. Y no tengo ninguna duda de que una de las principales causas de la prosperidad que vivimos en los años pasados fue la actitud de la generación de nuestros padres, y una de las principales causas de la crisis, es haber perdido esa actitud.

Recuerdo que hace años, un empresario brillante que viajó a China para hacer negocios, me comentaba: “China va a ser imparable. Cuando llegas allí el ambiente te recuerda la España de los años 70. Todo el mundo quiere trabajar mucho, ahorrar, comprarse su casa, su coche, que sus hijos vayan a la universidad… Cuando una generación está así centrada, no hay quien la pare” Este pensamiento me hizo reflexionar entonces y me ha vuelto a la memoria al contemplar a las tres generaciones que convivimos.

Mis padres tienen en torno a 70 años, y siempre han sido un ejemplo de trabajo, honradez, austeridad, previsión y generosidad. Pertenecen a una generación que, como dice mi padre, les tocó el peor cambio: de jóvenes trabajaron para sus padres y de casados para sus hijos.

Son gente que veían el trabajo como una oportunidad de progresar, como algo que les abría a un futuro mejor, y se entregaron a ello en condiciones muy difíciles. Son una generación que compraba las cosas cuando podía y del nivel que se podía permitir, que no pedía prestado más que por estricta necesidad, que pagaban sus facturas con celo, y ahorraban un poco “por si pasaba algo”, que gastaban en ropa y lujos lo que la prudencia les dictaba y se bañaban en ríos cercanos, disfrutando de tortillas de patata y embutidos, en domingos veraniegos de familia y amigos.
Y tan sensatos, prudentes y trabajadores fueron, que constituyeron casi todas las empresas que hoy conocemos, y que dan trabajo a la mayoría de los españoles.

Sabían que el esfuerzo tenía recompensa y la honradez formaba parte del patrimonio de cada familia. Se podía ser pobre, pero nunca dejar de ser honrado.
La democracia significaba libertad y posibilidades y seguir viviendo en armonía y respeto.
Y cometieron los dos peores errores imputables a esa generación:

1) “Que mis hijos no trabajen tanto como trabajé yo”. Nos cargamos la cultura del esfuerzo y del mérito de un plumazo, convirtiendo el trabajo en algo a evitar.
2) “Como tenemos unos ahorrillos, hijo, tu gasta, que para eso están tus padres”. Con lo que mi generación empezó a pensar que el dinero nacía en las cuentas corrientes de sus padres, que daban la impresión de ser inagotables y que los bancos eran unas fuentes inagotables de hipotecas, rehipotecas y contrarehipotecas.
Y entonces, eclosionó nuestra generación (yo soy del 67). La generación de los nuevos ricos, la generación de “los pelotazos”, del gasto continuo, de la especulación, de la ingeniería financiera, de la exhibición del derroche, la de lo quiero todo y lo quiero ya, la de “papá dame”.

Y todos nos volvimos ricos (en apariencia), todos nos convertimos en gastro-horteras. ¿Conocéis a alguien que se atreva a comer un bocata de chorizo? Le corren a gorrazos por paleto. Ahora hay que comer hamburguesas deconstruidas al aroma de los almendros al atardecer. ¿Y qué decir del vino? Pasamos del Don Simón con Casera, al Vega Sicilia sin fase de descompresión. El vino ya no está “bueno”, ahora tiene matices a fruta del bosque, con un retrogusto alcohólico, que adolece de un cierto punto astringente, con demasiada presencia de roble. Esto, por supuesto, a golpe de docenas de euro, que para ser un “enterao” hay que pasar por taquilla. ¡Y es que pocas cosas cuestan tanto, como ocultar la ignorancia!

Somos la generación de “endeudarse para demostrar que eres rico”. Increíble pero cierto.
- ¿Sólo debes 500.000 €? Es que eres un cutre. Mira, nosotros debemos ya 2.000.000 y nos están estudiando una operación por otros 2 más.
- Vosotros sí que sabéis sacar provecho al sistema… Ojalá yo algún día pueda deber esas cantidades. ¡Cuánto envidio tus préstamos!
En Alemania no daban abasto a fabricar Mercedes, Audis, BMW para los españoles.
Irrumpió Europa en nuestras vidas y llegó en forma de mega infraestructuras que producían mega comisiones para todos los involucrados. ¡Viva el cazo! ¡Viva el yerno del Rey! ¡Que se besen los padrinos! Además llovían las subvenciones, nos daban una fortuna por plantar viñas y luego a los dos años otra fortuna por arrancarlas. Que llegaba un momento que no sabías si tenías que plantar o arrancar. A propósito, ¿Qué toca este año?

Si algún “tarao” dice que hay que parar esto, se le lapida y “que no pare la fiesta”. Por supuesto que todos estamos de acuerdo que esto es imposible que se sostenga, pero hay que empezar a recortar por el vecino, que lo mío son todo derechos esculpidos en piedra en la sacrosanta constitución.

De la siguiente generación mejor no hablar (lo dejaré para otro post). Esa es la generación que dice el aforismo que será pobre, por ser nieta de ricos.

Si somos incapaces de volver a los valores con los que se construye una sociedad sostenible, nos hundiremos, eso sí, cargados de reivindicaciones.
En mi casa siempre he tenido un ejemplo vivo de cordura, honradez y esfuerzo. Y no han sido menos felices que nosotros. Los psiquiatras, de hecho, dicen que al revés, que han sido bastante más. Debe ser que la sencilla tortilla, el melón fresquito, comprar el sofá cuando se podía, poner las cortinas cosidas por nuestra madre, con ayuda de la abuela, trabajar y echarle huevos para emprender (aunque no lo llamaban así) no debía ser mala receta.
Desde aquí quiero dar las gracias a mis padres y a toda esa generación que nos regalaron un país cojonudo, que nos hemos encargado de arruinar (entre todos, que todos hemos aplaudido la locura), y que sólo con que nos descuidemos un poquito más, le vamos a dejar a nuestros hijos un protectorado chino, donde serán unos esclavos endeudados y tendrán unas historias legendarias sobre la prosperidad que crearon sus abuelos, empeñaron sus padres y son incapaces de imaginar los nietos.
Estamos a tiempo de cambiarlo, pero cada vez tenemos menos. Podemos encontrar maestros en casa.

Fernando Sánchez Salinero en la Casa del Libro http://cort.as/1dWT

miércoles, 18 de abril de 2012

España zarandeada, pobre y débil

Por Jose Antonio Zarzalejos
Publicado en El Confidencial (18/04/2012)
En tiempos pasados -el primer tercio del siglo XX- España dispuso de la agarradera moral de una explicación a su propio desconcierto. “Nos pasa que no sabemos lo que nos pasa”, escribió José Ortega y Gasset, autor de “España invertebrada” y “La rebelión de las masas”. Pero no fue el único que alumbró con un potente foco los males de España: lo hicieron Gregorio Marañón y Miguel de Unamuno, entre otros muchos que, como en oleadas, integraron generaciones de intelectuales que alcanzaron a sus discípulos más relevantes, la mayoría exiliados por la inundación del franquismo, desde una María Zambrano a un Salvador de Madariaga, y en el interior, en la dictadura, a un Julián Marías que trató de explicarse y explicarnos la nación con su “España inteligible”. Sánchez Albornoz, para unos, y Américo Castro, para otros, compusieron una sinfonía de relectura histórica apasionante que han recogido hombres y mujeres que, más en la sombra de lo que merecen sus saberes y méritos, escriben esforzadamente textos que serán luego ilustradores del momento actual.

Ahora España está siendo zarandeada. ¿Cómo hemos pasado de constituir el milagro de la Europa de la Unión a la procaz imagen encaramada en la primera página de The New York Times (6 de abril pasado) que nos distingue por ser el país con más burdeles del Continente? ¿Cómo es que las fotografías turísticas han sido sustituidas en la prensa internacional por los embozados destructores en los graves incidentes callejeros de Barcelona el 29-M? ¿Por qué un Monti o un condecorado -nada menos que con el Toisón de Oro- Sarkozy utilizan España como chivo expiatorio o como coartada para sus intereses gestores o electorales cuando antes suscitábamos el elogio y la admiración? ¿Qué ha sucedido para que el número dos de la OCDE, el norteamericano Richard Boucher, declare públicamente que España sólo “vale para el flamenco y el vino”? Y lo más grave: ¿Cómo hemos llegado al punto de que la presidenta de la Republica argentina expropie, incurriendo en manifiesta ilegalidad internacional, una parte sustancial de la empresa energética más estratégica del sector como Repsol-YPF y lo haya hecho a pesar de las advertencias del Gobierno y, las menores, de la Unión Europea?

El diagnóstico es relativamente sencillo: nos ocurre que, habiéndonos perdido el respeto como ciudadanos democráticos de un país con un sistema político que apuntaba a superar nuestros hándicaps históricos (“es español quien no puede ser otra cosa”, dijo Cánovas del Castillo), los demás también lo han hecho. Perderse el respeto a uno mismo es un reclamo para que lo hagan lo demás. Y así ha sido. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades; nuestros dirigentes han omitido la preservación de los códigos de valores cívicos; se ha legislado contra el sentido común; se ha banalizado la excelencia, el esfuerzo y el rigor; la política española se ha convertido en el patio de Monipodio; los contrafuertes del sistema están fallando -ostensiblemente la Jefatura del Estado, que ha flaqueado en el peor momento en esté hondón en el que está instalada España--; nuestros Ejecutivos -en particular el anterior- nos han retirado de la escena internacional que nos correspondía (“España es el problema, Europa la solución” exclamó Ortega) llevándonos a aventuras improbables como esa de la Alianza de las Civilizaciones, deshabilitando la política exterior antes construida; hemos acentuado los vicios nacionales, regresando al despilfarro y a la corrupción que se han llevado por delante la mitad del sistema financiero, la viabilidad del modelo autonómico, la respetabilidad de la clase política, la democracia interna de los partidos y la independencia y futuro de buena parte de nuestro entramado informativo y de opinión.

Sea causa o efecto, toda esa situación nos conduce a la pobreza y la debilidad. El informe de ayer del Fondo Monetario Internacional resulta desolador y lo corrobora: España se sume en una recesión profunda en este 2012 (-1,8% del PIB) y no alcanzaremos el 3% del déficit hasta 2018. En términos técnicos ¿es la española una economía fallida? Quizás sea pronto para formular una repuesta rotunda y segura. Pero no lo es para advertir que el festival de improvisación normativa de los últimos años y la mala gestión de la crisis han descapitalizado a nuestras principales empresas: las del Ibex han perdido desde 2007 la mitad de su valor (en torno a cuatrocientos mil millones de euros). Esta sangría ha dejado a nuestras empresas a la intemperie. Y al albur de mercados especulativos o de buscadores de saldos. El Estado ha colaborado activamente a esta desprotección peligrosísima: por una parte, se ha privado de algún arma de defensa a los sectores estratégicos (más allá de la llamada “función catorce”) y ha suprimido la limitación del ejercicio de los derechos políticos que protegía a los minoritarios y preservaba de especuladores los grandes proyectos industriales. Monti ha olfateado el peligro y ha reinstalado el blindaje de las empresas estratégicas italianas (defensa, energía y comunicaciones). El tecnócrata ha adaptado el régimen de intervención del Estado en las empresas públicas y privatizadas a las exigencias de la UE, logrando exactamente lo que España necesita.

El clarinazo que supone las fallas institucionales en el sistema; el zarandeo internacional de nuestra imagen y reputación; la descapitalización de nuestras empresas y su desprotección en un mercado global agresivo; la debilidad de nuestra política exterior y las peores expectativas posibles difundidas ayer por el FMI para nuestro país, deberían provocar una reacción inmediata cuando avanzamos hacia los seis millones de desempleados. Demos tiempo al nuevo Gobierno, pero a condición de que entienda que su gestión no puede ser la ordinaria, ni la convencional, ni la meramente reformista, sino una gestión integral de cambio profundo y radical, algo así como un ‘auto rescate’ de España por España. Hay que desprenderse de la sugestión que provoca al suicida el vértigo del abismo. A veces -y tenemos algún antecedente en nuestra historia- nos hemos entregado colectivamente al vacío. Y para protegernos debemos estar unidos: ser solidarios en el esfuerzo de ganar un futuro que teníamos al alcance de la mano y que se nos ha ido de las manos

lunes, 16 de abril de 2012

Historia de cómo la Corona ha entrado en barrena

Por Jose Antonio Zarzalejos
Publicado en El Confidencial (15/04/2012)


El Rey ha hecho que el vaso de muchas paciencias haya rebosado. La opinión pública -y publicada- recibió ayer con perplejidad la noticia de que Don Juan Carlos había sido operado en la Clínica San José de Madrid durante la madrugada del sábado de una fractura múltiple de cadera a consecuencia de una caída en Botsuana (África central) mientras participaba en una cacería de elefantes. Se desvelaba así la razón por la que el Jefe del Estado no había aparecido en público desde el pasado domingo de Resurrección, ni siquiera para visitar a su nieto mayor, Felipe Juan Froilán, primer hijo de la infanta Elena, ingresado en la clínica Quirón de la capital tras propinarse accidentalmente un disparo en el pie cuando pasaba en Soria sus vacaciones de Semana Santa con su padre, Jaime de Marichalar. El entorno del Rey había lanzado la especie de que estaba “muy afectado” por el accidente que le evocaba el que protagonizó él mismo y que acabó accidentalmente con la vida de su hermano, el infante Don Alfonso en Estoril en 1956. La realidad era muy otra: el Jefe del Estado -al parecer, invitado- se había trasladado a Botsuana, país al que se desplazó también en 2005, para practicar la caza mayor -de elefantes- ocultando el viaje bajo el eufemismo de su “carácter privado”.
El desplazamiento del Rey al país africano -en el que España no tiene representación diplomática y con un sistema de comunicaciones precario- se producía después de que el 3 de abril viajase a Kuwait para “impulsar las relaciones políticas y económicas con aquel país”, sin que tampoco este desplazamiento constase en su agenda oficial ni se diese noticia previa del mismo. Lo más llamativo es que el Don Juan Carlos viajó al pequeño Estado árabe sin la compañía de un ministro de jornada, como manda no sólo la tradición, sino como también exige el refrendo -a efectos de cualquier tipo de responsabilidad- de los actos y palabras del Jefe del Estado según el artículo 64 de la Constitución.

La agenda del Rey tampoco fue desvelada por su Casa para saber con exactitud cuántos días de la Semana Santa pasó Don Juan Carlos en Palma de Mallorca. Según entornos próximos al monarca, el Rey parece sumamente renuente a dar conocimiento de sus actividades. Así sucedió cuando, a petición suya, se reunió en la sede de Telefónica el pasado 20 de marzo, con dieciséis de los diecisiete miembros del Consejo Empresarial de la Competitividad, que agrupa a los principales dirigentes de las grandes compañías españolas. El almuerzo se conoció por una filtración a El País y El Mundo que publicaron el domingo 25 de marzo en primera página una fotografía del acto a cinco columnas. A lo largo de la mañana de ese día, y ante el revuelo causado por la inédita exclusiva, la Casa del Rey -que asumió el error de considerar privado el encuentro pero que negó la autoría de la filtración- distribuyó a través de la agencia EFE las imágenes del monarca y los empresarios pero ya pasadas las 11 horas de la mañana.

Estos comportamientos del monarca se producen, además, después de la exclusión de la Casa del Rey -y por lo tanto, de las actividades del Jefe del Estado- del anteproyecto de Ley de Transparencia que aprobó el Consejo de Ministros el pasado mes de marzo. La vicepresidenta del Gobierno salvó esta omisión refiriéndose a la ambigua naturaleza jurídica de la estructura de apoyo a la Jefatura del Estado, cuyas cuentas, aunque sometidas al control de un interventor del Estado en excedencia, sólo son conocidas en sus partidas generales, sin detalle, y sobre las que el derecho de petición de conocimiento de los ciudadanos no será efectivo. Tanto en los círculos gubernamentales como parlamentarios, se reconocía que el monarca había perdido “una oportunidad de oro” para seguir impulsando el acercamiento de su Casa a los ciudadanos, más aún después de la incorporación a la misma de nuevo director de comunicación -Javier Ayuso- y la determinación con la que el Jefe de la misma -Rafael Spottorno- manejó la descalificación de la conducta (“poco ejemplar”) del yerno del Rey, Iñaki Urdangarin, imputado por varios delitos -prevaricación y falsedad, entre otros- en el llamado caso Palma Arena. Para librar a la institución de la Corona del desgaste de la presencia del Duque de Palma y de su mujer la Infanta Cristina, ambos han sido apartados del protocolo real, suspendiéndose así las asignaciones que la hija del Rey percibía por la representación que ostentaba en actos y eventos.

De hecho, según fuentes de toda solvencia, “Don Juan Carlos se encuentra abrumado por los problemas familiares” en alusión, no sólo a la delicada tesitura en la que le han dejado los Duques de Palma, sino también por el público y notorio fracaso de su matrimonio con Doña Sofía, de la que vive prácticamente separado. Su estrecha e íntima amistad con Corinna zu Sayn-Wittgenstein ha dejado de constituir un rumor para convertirse en una certeza, hasta el punto de que existe ya documentación acreditativa de que acompaña a Don Juan Carlos en viajes al extranjero y asume funciones de representación oficiosas. El apartamiento de la infanta Cristina de los actos oficiales y protocolarios, y la ruptura del matrimonio de los reyes, ha convertido a la familia Borbón Grecia en “desestructurada y mal avenida, con frecuentes enfrentamientos más o menos explícitos”, según fuentes de su entorno.

La Reina, sin embargo, entiende que “su condición personal de madre del heredero de la Corona y esposa del Rey” le compromete a seguir manteniendo las formas y asumir sus obligaciones oficiales, pese a los gestos crispados del monarca hacia ella. Especialmente evidentes cuando el Papa visitó España el pasado mes de agosto o cuando el pasado 15 de marzo su marido le instó abruptamente con un “¡déjame terminar!” en un acto celebrado en la Fundación La Caixa durante el que Don Juan Carlos dijo que “el paro juvenil me quita el sueño”. Doña Sofía se ausenta habitualmente de España para trasladarse a Londres donde “se encuentra a gusto con su hermano Constantino y sus sobrinos”. Ayer, la Reina estaba en Grecia a donde había viajado para celebrar la Pascua ortodoxa y no está previsto su regreso hasta mañana.

Por otra parte, Don Juan Carlos atribuye a su esposa buena parte de la responsabilidad en los “matrimonios poco idóneos” de sus hijos. Doña Elena, divorciada de Jaime de Marichalar, sometido ahora a una investigación policial por posible imprudencia al permitir a su hijo Felipe Juan Froilán manejar una escopeta de caza; Doña Cristina, casada con Iñaki Urdangarin, en un trance penal gravísimo, y el propio Príncipe de Asturias esposado con Doña Letizia Ortiz, divorciada, matrimonio que se le planteó por su hijo como un ultimátum en octubre de 2003: o aceptaba su enlace o renunciaba a la sucesión. Para acreditar ante su padre la firmeza de su decisión, Don Felipe no asistió el 12 de octubre de ese año al desfile militar que celebra, como todos, la fiesta nacional de España. El primero de noviembre de ese año se anunciaba oficialmente el enlace del heredero.

"Es necesario un cambio de rumbo"
Fuentes tanto del Partido Popular como Socialista creen que el Rey “no ha entendido los gestos de adhesión que ha recibido”, primero el 27 de diciembre pasado con motivo de la apertura en el Congreso de la X Legislatura de la democracia y, después, el pasado 19 de marzo en el oratorio de San Felipe Neri de Cádiz con motivo de la conmemoración del bicentenario de la Constitución allí aprobada en 1812. “No le estábamos ofreciendo patente de corso, sino reconociéndole sus méritos en estos años de reinado y transmitiéndole apoyo para el necesario cambio de rumbo que debe emprender la institución” manifiestan estas fuentes, ayer “desoladas” ante lo que consideran “una pésima imagen del Rey y de la Corona”.

Porque lo que se estima gravísimo es que Don Juan Carlos haya estado cazando en Botsuana cuando se ha desatado una grave crisis internacional con Argentina a propósito de Repsol-YPF y se ha incrementado la ofensiva de los mercados contra la deuda soberana española (ha escalado por encima de los 430 puntos básicos). El Ibex 35 registraba la pasada su peor semana del año y se situaba en niveles de hace tres. A mayor abundamiento, el Rey debía estar pendiente de la Cumbre de las Américas que se celebra en Bogotá, ya que la representación de España con los países hispanos le es encomendada de manera especial por la Constitución. Y en los países americanos se juega nuestro país una enormidad de intereses económicos, financieros y empresariales.

El apoyo que ha recibido Don Juan Carlos no ha sido sólo el institucional de las Cámaras. También de otras instancias. Las fuentes citadas aluden a “cómo se mojaron algunos medios de comunicación” en la defensa de la Corona y, “especialmente, el diario El País, con bastante coste editorial”. Efectivamente, el diario de Prisa publicó el pasado 4 de marzo un editorial que arrancaba de la primera página titulado El caso Urdangarin y el futuro de la Monarquía. El texto se apoyaba en las palabras del mensaje del Rey del pasado 24 de diciembre (“necesitamos rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos”) y sostenía que “sólo la frivolidad, el populismo y el amarillismo periodístico, o la mezcla de los tres, permiten confundir la crítica que merece el comportamiento no ejemplar de Iñaki Urdagarin con un debate sobre el futuro de la monarquía”, añadiendo que España “no necesita de un debate artificial sobre la Jefatura del Estado (…)” porque “el Rey y la Corona han rendido y seguirán prestando servicios impagables a la libertad de nuestros ciudadanos, a la democracia española, a su construcción y desarrollo y a su prestigio e influencia en la escena internacional”. El periódico de referencia de la izquierda española señalaba, no obstante, la necesidad de superar “corsés y rigideces” en la institución, “cuando no el oscurantismo” que atribuía a “quienes adulan” al Rey. El diario, además, se inclinaba, por mejorar la transparencia de la institución y la protección del heredero, competencias que corresponden a las Cortes.

Todo este amparo institucional y mediático ha quedado en entredicho con los últimos comportamientos del Rey que, según fuentes del entorno de la Zarzuela y de los dos principales partidos, "ha de elegir entre las obligaciones y servidumbre de la Jefatura del Estado y una abdicación que le permita disfrutar de una vida diferente”. No se maneja la hipótesis inmediata de la abdicación de Don Juan Carlos, pero sí la necesidad de aprobar lo antes posible la ley orgánica que prevé en el apartado 5º del artículo 57 de la Constitución: “las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán mediante una ley orgánica” y de materializar la reforma de ese mismo artículo para suprimir la prevalencia del varón sobre la mujer en la sucesión.

Además, según insisten estas fuentes, “la irresponsabilidad del Rey con este viaje a Botsuana, no es solamente institucional y política, sino también personal, porque es evidente que su estado físico desaconseja esas aventuras cinegéticas”. Efectivamente, el Rey ha sido sometido en pocos años a ocho intervenciones quirúrgicas, siendo las más serias las de extirpación de parte de un pulmón, una artroscopia de rodilla y reparación del talón de Aquiles. Ahora, la fractura de cadera -que a su edad, 74 años, podría presentar complicaciones- requerirá de una muy larga convalecencia que pondrá a prueba las capacidades bien contrastadas del Príncipe de Asturias que ya ha cubierto precedentes ausencias.

A mayor abundamiento, existe cierto “bochorno” por la falta de sensibilidad del Jefe del Estado al desvelarse que caza elefantes, especie en recesión cuyos colmillos son mercancía de valor en las transacciones negras de marfil, en detrimento de países pobrísimos como Botsuana que están siendo esquilmados. Sin olvidar el “alto coste material de estas cacerías que superan los 25.000 euros por escopeta, más desplazamientos, alojamiento y manutención, todo ello incompatible con un mínimo criterio de austeridad”.

En medios gubernamentales se teme que la tendencia de baja valoración de la Monarquía que se empezó a comprobar, primero entre los jóvenes, desde el inicio de este siglo, y luego generalizada, se agudice con acontecimientos como el de Botsuana. En 2006, los consultados por el CIS sobre la Corona (entre 18 y 24 años), la suspendían con un 4,77 y en 2008 con un 4,93. En el último registro demoscópico del CIS sobre la Jefatura del Estado, que data del pasado mes de octubre, registró, en el conjunto, un inédito suspenso: 4,89. “El asunto concierne al Gobierno también” indican fuentes del entorno de La Zarzuela. Efectivamente: el Rey asumió criterios más disciplinados con González y, especialmente, con Aznar, pero no así con Rodríguez Zapatero. “Rajoy a este respecto, está inédito”. Pero parece claro que si España ya tenía un grave problema con su modelo de Estado -el autonómico-, a partir de ayer -81º aniversario de la proclamación de la II República Española el 14 de abril de 1931-, el país tiene un muy serio problema con la forma de Estado, es decir, con la Monarquía parlamentaria porque la Corona ha entrado en barrena con un más que preocupante diagnóstico político y social.

miércoles, 11 de abril de 2012

La única alternativa de Rajoy: sacar a España del Euro.

Por Federico Quevedo
Publicado en El Confidencial (11/04/2012)


Son muchas las sensaciones, las ideas, las reflexiones desde que el lunes por la mañana se desatara el caos en los aledaños del poder. Intentaré ponerlas en orden en este post, pero de entrada se podrían resumir en esa frase que ayer por la tarde me decía un destacado dirigente del Partido Popular: “España se hunde y el Gobierno, en lugar de hacer frente a la situación, esconde la cabeza debajo del ala”.

No sé si es excesivamente gráfica esa descripción, y si responde del todo a la realidad, pero es evidente que este Gobierno, que había comenzado a dar sus primeros pasos con mucha firmeza, muy convencido de lo que tenía que hacer y muy dispuesto a hacerlo contra viento y marea, de pronto es como si hubiera tenido un traspié y ya no fuera capaz de volver a recuperar el paso.

¿Qué ha ocurrido? Probablemente no sea un solo factor, sino una conjunción de ellos lo que ha llevado al Gobierno al desconcierto. El primero, sin duda, fue el resultado inesperado de las elecciones andaluzas. Hasta ese momento, parecía tenerlo todo previsto, incluso el coste que le suponía levantar el pie del acelerador de las reformas para no entorpecer la campaña de Javier Arenas, porque ese coste era asumible si el PP terminaba la noche del 25M siendo el futuro Gobierno de Andalucía. No fue así, y recibió la primera cruz en la frente y, para añadir más leña al fuego, los mercados y nuestros socios europeos aumentaron la presión sobre el Ejecutivo en el que empezaban a ver debilidades donde antes había fortalezas.

La huelga general que, en los mismos términos de seguimiento en los que se produjo, hubiera sido considerada un fracaso de haber logrado el PP sus propósitos electorales, sin embargo se saldó de modo positivo para los sindicatos precisamente por haber ocurrido lo contrario, y eso añadió más tensión a las circunstancias graves que ya se cernían sobre nuestro país.

Primer error, los Presupuestos

El equipo de Rajoy creyó que podría contrarrestar esos efectos con la presentación de unos Presupuestos Generales del Estado que intentaban por un lado convencer a los mercados con un duro ajuste y a la vez a la opinión pública al no tocar ni de lejos las principales partidas de gasto social. Un equilibrio casi imposible que el Gobierno se empeñó en romper con una injusta y muy poco convincente en términos recaudatorios amnistía fiscal, lo que, lejos de calmar los recelos de unos y de otros, lo que hizo fue aumentarlos. En esas circunstancias nos adentramos en una Semana Santa que fue eso más que nunca, Semana de Pasión, hasta el punto de deslucir los primeros cien días del nuevo Gobierno.

Y llegó el lunes de Pascua y el traspié se convirtió en tropezón cuando primero el ministro de Economía plantea una reflexión, nada personal y sí bastante pública, sobre el modo en que debe financiarse la Sanidad y es pretendidamente enmendado por nada menos que el número tres del Partido Popular en un absurdo ejercicio de funambulismo político que nunca debió haberse producido.

Unas horas más tarde, el Gobierno intentaba corregir el desaguisado con una nota de prensa informativa de una reunión en Moncloa en la que se había aprobado nada menos que un recorte de 10.000 millones de euros en Sanidad y Educación, de cuyos pormenores nos iríamos enterando por entregas a lo largo de la tarde hasta bien entrada la noche. Según el Gobierno, todo entraba dentro de lo previsto, pero lo cierto es que la apariencia de improvisación era demoledora y además suponía una enmienda a los Presupuestos sin que estos hayan empezado siquiera su trámite parlamentario.

Y si lo que se pretendía era calmar supuestamente a los mercados, nada más lejos del objetivo que el desplome ayer de la Bolsa y la nueva escalada de nuestra prima de riesgo hasta posiciones que solo conocimos en los peores momentos vividos por el anterior Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. O sea, estamos donde estábamos hace un año, y es lógico que haya quien se pregunte si ha merecido la pena el cambio, teniendo en cuenta que si antes decíamos que aquello era un problema de credibilidad del Gobierno, habrá que convenir ahora que seguimos teniendo ese mismo problema de credibilidad.

Al borde de la intervención

¿Qué es lo que pasa? Básicamente son cuatro los elementos que nos han conducido de nuevo a una situación que nos sitúa al borde de la intervención:

Primero: Una perspectiva muy negativa de crecimiento económico para los próximos meses.

Segundo: Unos presupuestos que no terminan de atajar el problema del gasto público desorbitado porque sigue manteniendo unas estructuras del mismo que deberían ser objeto de una profunda reforma. A cambio se suben impuestos directos, lo que penaliza el consumo y la inversión.

Tercero: Las dudas que planean sobre el sistema financiero, por un lado, y sobre la verdadera disposición de las Comunidades Autónomas a reducir sus niveles de gasto y embridar sus déficits públicos, sobre todo en el caso de Andalucía.

Cuarto: Un Gobierno que de pronto parece haber abandonado el camino de las reformas y que, lejos de aquel mensaje de sinceridad y transparencia con que llegó al poder, ahora nos oculta la realidad de la situación y comete errores garrafales de comunicación que perjudican aún más nuestra imagen y contribuyen al descrédito.

Ese es el escenario tal cual se percibe en el exterior, y también en el interior. La realidad, sin embargo, es algo distinta porque, si bien es cierto que los Presupuestos Generales del Estado no han respondido a las expectativas, también lo es que hasta ese momento España estaba haciendo lo que hasta ahora hemos llamado los deberes, si por eso entendemos la reforma laboral y la reforma financiera, e incluso la ley de Estabilidad Presupuestaria que debe poner firmes a las autonomías. De hecho, si comparamos con otros países de nuestro entorno en situación parecida, cabe afirmar que España ha hecho un ajuste mucho mayor que el italiano, donde Monti no se ha atrevido a desmontar el impresionante sector público de aquel país y sólo ha privatizado las licencias de taxi. El problema es que esas reformas tardan en tener efecto, sus resultados requieren tiempo, y para cubrir la transición entre la adopción de las reformas y la llegada del crecimiento económico, España necesita liquidez, financiación, y con unos mercados financieros cerrados al crédito, la única alternativa se llama Banco Central Europeo, es decir, que vuelva a actuar como prestamista de nuestra economía, cosa que no está haciendo por imposición alemana. Eso es lo que nos llevó a la ‘debacle’ de ayer.

Abandonar el Euro, ¿algo más que una amenaza?

¿Qué puede ocurrir? Una posibilidad sería suspender pagos, pero sería inaceptable para un país como el nuestro y además solo retrasaría lo inevitable, es decir, la intervención, que es la segunda posibilidad y, sin duda alguna, la más dañina para nuestro país. De hecho, la intervención vendría a tener el efecto de un Golpe de Estado económico ya que es más que probable que fuera acompañada de la imposición de alguna clase de troika económica que manejara los destinos del país, exponiéndonos a una perspectiva traumática: la de una década de recesión o crecimiento cero, con caídas sucesivas de los salarios y una creciente conflictividad social que nos acabaría retrotrayendo a treinta o cuarenta años atrás.

¿Podemos aceptar eso? Sin duda alguna, no. Ni lo puede aceptar el país, ni lo puede aceptar el Gobierno, de ahí que la única salida que tiene Mariano Rajoy para volver a forzar a Bruselas, y sobre todo a Berlín, para que el BCE actúe como lo que debe ser, como un prestamista para las economías con problemas como la nuestra, es la amenaza de salida del Euro, y en estas circunstancias incluso que la amenaza se convierta en realidad sería, seguramente, el menor de nuestros problemas y, si cabe, a lo mejor hasta la solución.

miércoles, 4 de abril de 2012

Las razones de la desafección catalana con España

Por Joan Tapia

Publicado en El Confidencial (03/04/2012)

Es Semana Santa el tiempo se estira y el próximo martes no escribiré porque el lunes de Pascua es fiesta en Cataluña. Disculpen pues que sea algo más extenso de lo habitual. La semana pasada escribí sobre el congreso de CDC en el que dominó –no por primera vez- la tesis soberanista. La clave es que en Reus, con aplauso general, el soberanismo se destapó independentista.

Pero hacer avanzar esa agenda no es fácil. CiU no tiene mayoría y ni el PPC ni el PSC la van a apoyar. Y Durán Lleida está callado, luego no es feliz. Pero CDC no se ha vuelto loca. Sintoniza, aunque puede derrapar, con un sentimiento de desafección con España que describía bien José Montilla, un 'president' nacido en Andalucia.

¿Por qué la desafección?. En Madrid se cree que es porque el nacionalismo ha dominado la Generalitat desde 1980. Pero el ABC de Luis María Anson hizo a Jordi Pujol español del año y en el caso GAL –cuando la derecha española quiso liquidar a Felipe González tras no lograrlo con la OTAN- Pujol demostró mas sentido de Estado (español) que Aznar.

Pero como la gran asignatura de este decenio es superar la crisis conviene analizar lo que pasa con racionalidad, no con la asepsia que me atribuye un amable lector. Lo único importante a corto (y a largo –Keynes dixit- todos muertos) es evitar que la autonomía española (y la catalana) sea maltratada por una Europa poco europeísta y que no sabe bien adónde va pero que tiene una moneda única de la que no nos interesa salir.

Vamos a ello. Todas las encuestas dicen que en Cataluña el independentismo no es mayoritario pero que la desafección crece. Y en Madrid se generan dos respuestas negativas, tampoco mayoritarias. La primera: ¡pero qué se han creído!, ¡son España y punto! La segunda, ¡pues que se larguen, que estamos hartos!

Si a la crisis le añadimos la exacerbación de un conflicto nacional -que desde el 77 a casi el 2000 no gestionamos mal-, no ganamos nada. Para mí el problema se agravó cuando, en círculos diferentes, se empezó a predicar que había que acabar con la ambigüedad. El éxito de la transición y la Constitución fue precisamente la ambigüedad. Roca y Sole Tura podían decir en Cataluña que el termino “nacionalidades” –y el trato diferente a las autonomías históricas- era un reconocimiento “nacional”. Y Alfonso Guerra y Fernando Abril creían que la Constitución blindaba la unidad nacional. Funcionó.

Pero luego resucitó en España el “cainismo”, el que en un país mas atrasado llevó a la guerra civil. Aznar ganó en el 96 envuelto en el nacionalismo ¡y criticando algo tan inocente como la cesión socialista del 15% del IRPF a Cataluña! Y en la calle Génova aquella noche se gritó “Pujol, enano, habla en castellano”. Pero la aritmética parlamentaria hace mas milagros que Fátima y Pujol y Aznar se entendieron. Luego la mayoría absoluta de Aznar lo complicó todo.

Y cuando el PP volvió a la oposición, convirtió en una prioridad el combate contra el nuevo Estatut. Había habido errores, como la marginación del PPC, pero lo votó el 85% del Parlament. Y las Cortes españolas lo corrigieron y le dieron luz verde. Los dos grandes partidos catalanes –CiU y PSC – aceptaron la rebaja y el pueblo catalán lo aprobó en referendo por amplia mayoría pese a la oposición –por motivos antagónicos- del PPC y ERC.

Pero el PP no sólo recurrió al Constitucional una ley orgánica aprobada en Cortes por todos los grupos menos él, sino que lanzó en toda España una campaña contraria. Por ser suaves, algo anticatalana. El objetivo no era sólo el Estatut sino (cainismo español) liquidar a Zapatero. Pero aquella versión “light” de “ni roja ni rota” envenenó las cosas en Cataluña, donde además el partido nacionalista moderado, dominante desde el 80, estaba frustrado por la pérdida de la Generalitat. Hacer política a corto (ganar las próximas elecciones) con un asunto vidrioso como el encaje de una nacionalidad (Constitución dixit) en una nación, es insensato. Aunque lo hagan políticos que presumen de templados.

Lo mas grave fue que después algo votado por el Parlament, por las dos cámaras españolas y por el pueblo catalán, fue anulado en parte –tras años de esperpéntico espectáculo- por el Tribunal Constitucional. Que el cainismo (AP llevaba al Constitucional, al que convertía en tercera cámara, todo lo que el PSOE aprobaba) provocara que el PSOE liquidara el recurso previo de inconstitucionalidad (que una ley recurrida no entre en vigor hasta su revisión por el Constitucional) es algo curioso. Y de lo que el Estatut no tenía ninguna culpa.

Rajoy –aparte de los errores del catalanismo y del PSC- recurrió el Estatut para satisfacer al nacionalismo español y para liquidar a Zapatero. Y luego este no logró (¿por desidia?, ¿por falta de convencimiento?) que el Constitucional avalara lo que él –como presidente del Gobierno español- pactó y dijo que era un paso histórico. Fue (crisis aparte) su gran fracaso político. La consecuencia es que en muchos catalanes que no votan al PPC y al PSC -la mayoría en las elecciones catalanas pero no en las legislativas- haya subido la desafección. Y el nacionalismo se ha radicalizado.

Ahí estamos. ¿Por qué no constatar que la exacerbación del conflicto no ayuda a resolver los problemas de la España y la Cataluña del 2012? Claro que lo miro no con asepsia pero si recordando una definición de Timothy Garton Ash, que no comparto pero que creo que tiene cierta dosis de verdad: una nación es un conjunto de ciudadanos a los que une la antipatía hacia sus vecinos y algunas erróneas creencias sobre su pasado.

martes, 3 de abril de 2012

¡Yo aviso!

Por Carlos Gorostiza, parlamentario vasco.

Aviso a Seat, Renault, Vw, Ford, Opel… de que he reparado mi viejo coche y que ya he descartado completamente cambiarlo. Aviso al BBVA, Santander, La Caixa, Kutxa…de que he renunciado a aquella compra que tenía pensada y que no necesitaré ya pedir ningún crédito. Aviso a Bimbo, Danone, Nestlé, Campofrío, Henkel, Fairy, Ariel... de que me he convertido en un experto en marcas blancas, que son las únicas que llenan ahora mi carro.
Aviso a El Corte Inglés, Inditex, Cortefiel, Hispanitas....de que ya solo compro ropa en outlets o en rebajas. Ah! y que conozco todas las modistas de arreglos de mi barrio. Aviso a Cepsa, BP, Repsol, Shell, Petronor, Avia… de que me acostumbré a conducir despacio cuando la limitación a 110 y que ahora paso de largo por muchas gasolineras. Y, por supuesto, en los viajes largos uso el bus.
Aviso a Prisa, Vocento, Mediapro, Mediaset, Euskaltel y Movistar que la TV de pago ni siquiera la tengo como opción y que he descubierto que se vive perfectamente sin comprar todos los días todos los periódicos. Aviso a las cadenas Barceló, Sol, Zenith, Meliá… de que ya he reservado plaza en un camping para este verano en lugar del hotel de playa de los pasados años.

Soy un privilegiado. Tengo un buen sueldo, excelente en comparación con el de la mayoría de mis amigos, así que estas decisiones no son nada comparadas con las que, sí o sí, han de tomar ellos y otros muchos millones de consumidores. Porque -señores- no olviden que austeridad es NO COMPRAR.
Quienes hoy aplauden entusiasmados esta reforma laboral que precariza los empleos, que expulsa a la clase media del mercado, que destroza la esperanza de los jóvenes más preparados que miran al extranjero como hicieron sus abuelos, mejor harían en no recalentarse las manos con tanta ovación porque tal vez las necesiten para cavar con ellas la tumba de los negocios que hasta ahora les hicieron ricos.

Quien paga sueldos nimileuristas no puede ser tan tonto como para creer que el resto de empresas no harán lo mismo que él y que, por lo tanto, al cabo no habrá consumidores capaces de comprar lo que él tanto necesita vender. Es obvio. Falta solo saber cuánto tardarán en darse cuenta y a cuánta gente habrán destrozado para entonces.
Aviso de que mi huelga particular empezó antes del 29 y que se prolongará mucho después. ¿Y la de usted?