Publicado en El Mundo (20/07/2011)
Entre la indignidad y la dimisión, Camps ha optado por la segunda de las opciones que Rajoy le puso encima de la mesa. Incluso para un hombre tan místico y alejado de la realidad como Camps, declararse culpable de un delito y confesar públicamente que es un mentiroso era demasiado.
Hay que reconocerle al que pronto será ex presidente de la Generalitat valenciana que, situado al borde del abismo, ha tenido un rasgo de dignidad. Tal vez la mañana del miércoles, cuando se disponía a dirigirse al tribunal superior para declararse culpable, Camps se mirara al espejo y pensara en las terribles consecuencias que tendría el paso que se había comprometido a dar. Para él, para su familia y para su partido. Quizá su mujer y sus hijos le dijeron que no podía aceptar el oprobio de arrastrarse por el fango porque no podría volver a salir a la calle.
Camps se debatió durante toda la mañana entre la vida y la muerte. O, mejor dicho, entre la muerte y la muerte. La dirección del PP le puso una pistola encima de la mesa para que la usara. Y Camps decidió usarla, disparando contra su cargo público, no contra sí mismo.
El diputado Federico Trillo ha estado en tareas de mediador para resolver el problema, como amigo y abogado defensor de Camps y también como hombre de confianza de Rajoy para estas cosas. Trillo le dijo a Camps que la decisión dependía de él y de su propia conciencia.
A una cierta hora de la mañana, Camps se decantó por anunciar su dimisión para evitar la vergüenza. La dirección del PP le ha hecho luz de gas al presidente valenciano, como Charles Boyer intentaba volver loca a Ingrid Bergman a base de hacer parpadear las luces de la casa.
La estrategia de Mariano Rajoy de dejar correr el tiempo para que las personas de las que se quiere librar acaben ahorcándose ha dado resultado, una vez más. Para ello, el PP no ha tenido empacho en obligar a Víctor Campos y Betoret, compañeros de causa de Camps, a hacer el más espantoso de los ridículos. Ellos aceptaron su delito y pagar la multa, como precursores de lo que después tendría que hacer el presidente.
Podría decirse que Camps les ha dejado tirados, pero es más correcta la interpretación de que Trillo y el PP les han obligado a presentarse en el Tribunal Superior de Justicia para dejar en evidencia a Camps y situarle ante el precipicio: o te tiras te tiramos.
La tensión y la incertidumbre alcanzaron el clímax en el PP valenciano. Pero Trillo ha sido más rápido en sacar el arma y una vez que el resto de los acusados dio el paso, a Camps se le cerraron todas las salidas.
El que mejor le conoce porque además le ha sufrido es el inefable Ric Costa, que habiéndose comprometido con la dirección del PP a reconocer el delito, no quiso ir al tribunal hasta que no fuera su jefe. Él si que sabe.
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