(Publicado en el Diario de Cádiz el martes 30 de Noviembre de 2010)
Cada vez que se aborda, por quien tiene la competencia para hacerlo, es decir, Gobierno, Ayuntamientos, entidades bancarias, y establecimientos públicos o privados, la posibilidad de instalar cámaras de video vigilancia, aparecen voces en contra con el argumento de que tal acción supone la: “Violación de la intimidad de las personas”
Vamos con algunas definiciones: Según la RAE “Intimidad: Zona espiritual intima y reservada de una persona o de un grupo”, o “Ámbito de la vida privada que se tiene derecho a proteger de cualquier intromisión”
Garantías Constitucionales: Art. 18 “Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen”, especificando en el mismo articulo… “los ámbitos” concretos a los que se refiere, cuando cita expresamente, “el domicilio es inviolable”, el “secreto de las comunicaciones…postales, telegráficas, telefónicas…informática…”
Y en cuanto a “la publicación y difusión de imágenes personales”, que no su “captación”, hay sentencias para todos los gustos: exculpatorias porque “el factor determinante que hace a estas fotografías legales es el hecho de haber sido tomadas en un lugar publico como lo es la playa” y por el contrario, sobre la misma cuestión, condena al autor de otras fotos porque las personas fotografiadas “no se encontraban en una playa concurrida sino en un lugar de difícil acceso”.
La Agencia Española de Protección de Datos, en su memoria de 2009, ha subrayado que la video vigilancia ha experimentado, solo en el último año, un crecimiento del 240 por ciento.
La proliferación de estos, y otros más sofisticados, sistemas de vigilancia es innegable, desde el simple cajero automático, los grandes centros comerciales, las carreteras, instalaciones militares, joyerías, viviendas privadas, y todo tipo de comercios, hasta un largo etcétera.
Nadie parece intimidado en su vida cotidiana por la existencia de estos miles de sistemas, cuyo objetivo, no se olvide, es garantizar, precisamente, la seguridad de los ciudadanos y de sus bienes.
Estos dispositivos han evitado multitud de actos delictivos o, en algunos casos, ha servido para la identificación de sus autores. Lo mismo terroristas preparando o perpetrando un atentado, que delincuentes comunes manipulando un cajero automático o realizando cualquier otro de delito.
Ninguna persona honrada tiene nada que temer de la existencia de estos sistemas de vigilancia. Mas bien todo lo contrario, agradecer su existencia que, tal vez directamente, le evite un desagradable incidente o sirva para identificar a quienes lo han realizado.
Los propios cuerpos de Seguridad del Estado y las policías locales, aconsejan la utilización de video cámaras o incluso los servicios de empresas de seguridad privadas, para proteger los bienes o instalaciones.
Llama la atención que una cuestión tan extendida en el mundo entero, mas sofisticadas e indetectables cuanto mas nivel tecnológico es posible contratar, levante alguna protesta, por muy minoritaria y localizada que sea. La intimidad a la que aluden en defensa de sus posturas estaría reservada a espacios privados, no a la vía pública, donde todos somos libres de comportarnos como nos apetezca, sin invadir espacios ajenos de ninguna naturaleza. Con un comportamiento así no hay nada que temer de cámaras, vigilantes, policías…
Contaré, para terminar, si me lo permiten, una experiencia propia: En una empresa de la que era Gerente, se detectaron varios robos en las taquillas de los vestuarios. La plantilla era de unas 250 personas trabajando a tres turnos rotativos y los robos no seguían una pauta determinada de horario o fecha.
Tuvimos una reunión con el comité de Empresa y se estudiaron varias propuestas (se contaba ya con un servicio de vigilancia de una empresa privada, que no había detectado, en sus frecuentes rondas, nada extraño) y, tras un corto debate, se acordó por unanimidad, la instalación de tres cámaras de vigilancia, naturalmente fuera del los vestuarios, espacio privado, enfocando las 24 horas del día a sus puertas de entrada y salida.
Se instalaron en lugares inaccesibles, pero muy visibles para todos. Se informó públicamente de su instalación, aunque eran tan visibles que no hacia falta en realidad. En la fábrica ya existían, desde hacia tiempo, otras cámaras en cabinas de accesos, zonas reservadas, oficinas, etc. Solo se planteó la duda cuando hubo de delimitarse “el espacio privado”, en este caso el interior de los vestuarios.
¿Hace falta decir que los robos cesaron en los vestuarios de la empresa? No volvieron a repetirse, ni allí ni en ninguna otra dependencia de la fábrica. Y todos lo agradecieron…todos menos, naturalmente, sus autores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario