NO puedo ni quiero leerme cada día toda la prensa andaluza, por lo que es posible que la noticia se me haya escurrido ante los ojos a pesar de mis esfuerzos -y de los de mi buscador de internet- por encontrarla en ella, pero ha tenido que ser uno de esos confidenciales mayormente madrileños el que me ha puesto sobre la pista de La Resistencia, una agrupación de andaluces -me resisto a llamarla lobby como gusta a mi fuente-, al margen de los partidos políticos que se proponen trabajar conjuntamente para intentar eliminar la corrupción de la vida pública, defender el Estado de derecho y restaurar la justicia social. ¿Otra movida más en la estela del fallido 15-M? Es de esperar que los trescientos andaluces que, al parecer, se han sumado ya a la convocatoria de La Resistencia hayan aprendido de los errores de lo que sólo hace dos años despertó tantas expectativas y hoy se debate en una crisis mayor aún que la había venido a denunciar.
De momento, una buena señal es que La Resistencia no se propone cambiar el mundo y las esferas remotas, sino centrarse en algunos de los muladares más próximos y, por así decir, familiares: la Junta, las diputaciones y municipios de Andalucía, todas aquellas instituciones en las que el olor a caca se expande por encima de los vistosos ropajes ideológicos. De momento, y no es poca cosa cuando se acaba de empezar la faena, ha conseguido que el fiscal general de Andalucía se haya interesado por tres asuntos de peso: el reparto ilegal de subvenciones en agencias de la Junta de Andalucía, los contratos a dedo del Gobierno andaluz y el especialmente sangrante y escandaloso, cuando tanta demagogia se está desplegando desde San Telmo sobre este problema, de los desahucios presuntamente ilegales llevados a cabo por la empresa pública del suelo de la Junta.
No todo está perdido. Es esperanzador que iniciativas así surjan aún del seno de una ciudadanía plural en sus ideas pero unánime en su exigencia de limpieza en la vida pública. Garantizar en ellas la perduración de su espíritu abierto, evitar caer en manos de redes de activistas al servicio de ideologías liberticidas es su gran reto. Ojalá dentro de dos años podamos ver en La Resistencia no ya una esperanza, sino una realidad inequívoca de que la ciudadanía crítica ha sido capaz de madurar sus proyectos y sus procedimientos. Andalucía se lo agradecerá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario