Por S. McCoy
Publicado en Cotizalia (14/09/2011)
A través de mi amigo Fernando Suárez, cuyo Teatro del Dinero es una de las columnas más añoradas de Cotizalia, llego al último documento publicado por Willem Buiter, en la actualidad economista jefe de Citigroup. El que fuera durante años corresponsal económico del Financial Times se despacha con un paper de 56 páginas en el que trata de hacer su propia contribución a la solución del problema europeo, no sin antes pasar por las distintas opciones que hay sobre la mesa en la actualidad, desde la implantación de una improbable Unión Fiscal a la costosa salida desordenada o el abandono voluntario del euro de Grecia o Alemania. Se trata de un texto trufado de referencias legales y financieras que está llamado a ser guía para todos aquellos interesados en las implicaciones de cualquiera de los outputs finales del incierto devenir comunitario. Está Biblia de la Ruptura del Euro la encuentran en abierto en la propia web del autor: The future of the euro area: fiscal unión, break-up or blundering towards a “you break it, you own it Europe”, 09/09/2011.
Nuestro gozo en un pozo, Buiter censura -al principio del Capítulo 2 y profusamente en el 4- la depreciación ordenada y temporal de las divisas más débiles que proponíamos ayer como vía para corregir los desequilibrios de partida en la configuración de la moneda única, snif (Valor Añadido, ¡Emergencia! Euro rico, euro pobre, ¿la única salida a la crisis?, 12/09/2011). Se centra, por el contrario, en mecanismos que dependen de una voluntad de los estados miembros en tela de juicio en los últimos meses, vista la oposición parlamentaria a las ayudas en algunos de ellos o la exigencia de garantías bilaterales adicionales de otros. Parece olvidar que es éste un problema, en su resolución, esencialmente político y que invocar, como hace, la fórmula de Cooperación Reforzada (hasta ahora utilizada solo en patentes; Valor Añadido, Pasen y vean la última y grave metedura de pata de un gobierno incapaz, 12/11/2010) no haría sino alterar aún más el ya alborotado gallinero de la Eurozona.
Aún así propugna mecanismos para cercenar cualquier contagio desde el principio: líneas especiales de liquidez para situaciones puntuales de falta de acceso al mercado, mediante el uso del Banco Europeo de Inversiones y la emisión de eurobonos para fines concretos y tasados; restructuración soberana y bancaria acorde con la verdadera realidad de los balances públicos y privados, a fin de aparcar de una vez por todas la incertidumbre existente sobre una potencial transferencia ilimitada de fondos desde el core europeo a la periferia; financiación del BCE reducida al fondo de rescate, con exclusión específica de acción directa sobre la deuda de países concretos a fin de evitar esa discriminación negativa que tanta oposición está generando en algunas naciones. Se trataría de romper con la polaridad “mucha o poca Europa” para situarla en su “justa cantidad, mínimo institucional, fiscal y regulatorio para asegurar su supervivencia”. Un compendio de buenas ideas cuya adopción en este momento de la crisis es cuestionada por el propio autor. Vaya. No en vano concluye su Introducción con un significativo “pónganse el casco”.
Sin embargo su propuesta le sirve de excusa para el desarrollo de esos apartados realmente mollares que apuntábamos al inicio de este post: Integración o Segregación. Respecto de la primera identifica a lo largo de 17 páginas beneficios potenciales y obstáculos reales y escribe sobre el papel de los eurobonos o los tres billones de euros de capacidad de absorción de pérdidas del BCE. Muy interesante. Dedica a la segunda el mismo espacio en un recorrido que va desde cuestiones legales sobre el abandono o la expulsión de la Eurozona, al impacto económico tanto para el estado afectado como para el conjunto del área de la misma, con particular desarrollo de lo que él denomina falacias keynesianas de competitividad y estabilidad por manipulación de tipo de cambio (ya te vale, ¿no?), o las consecuencias globales de la pérdida de la marca Europa. Una guía imprescindible, técnica y ligera a la vez, que les recomiendo encarecidamente.
Hoy, en esta columna, servidor es portavoz más que autor. Cesión que, sin duda, merece la pena.
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