Por Jose Antonio Zarzalejos
Publicado en El Confidencial (24/09/2011)
Resulta tan paradójico como real: el PSOE está alarmado por el derrumbe electoral que le auguran las encuestas, y el PP sumamente preocupado por una victoria electoral apabullante porque deja en sus manos toda la responsabilidad de reactivar un país colapsado. Si se siguen las crónicas de Gonzalo López Alba en el diario Público –uno de los periodistas más solventes en el conocimiento interno del PSOE— es posible hacerse una idea precisa de la situación de los socialistas. Según López Alba en la sede de la calle Ferraz se preparan para un resultado similar al del año 2000, es decir, por debajo de los 130 escaños. Con Almunia los socialistas lograron 125 y el PP de Aznar alcanzó los 183. Sólo en 1977, con 118 diputados y en 1979 con 121, los socialistas se comportaron peor que en las generales de 2000. Teniendo en cuenta la mala campaña preelectoral de Pérez Rubalcaba -pinchazo con la reforma constitucional y con el impuesto sobre el patrimonio y enormes líos en la confección de listas- en este momento, el PSOE ya estaría por debajo de la frontera de los 130 escaños y, en consecuencia, el PP partiría de salida con la mayoría absoluta asegurada.
Este derrumbe del PSOE provocaría lo que Miguel Ángel Aguilar -otro analista irónico, culto e informado de lo que sucede en la izquierda española- ha denominado stravincere, expresión italiana traducible como victoria rotunda e inapelable de los populares y que el publicista dice sería mejor evitar para “defender al triunfador de sí mismo”. En otras palabras, la conjunción de una victoria XXL -enorme, de hasta 3/5 de la Cámara (210 de 350)- permitiría al PP un gobierno sin necesidad de pacto parlamentario alguno porque dispondría del quórum reforzado que la Constitución exige para las leyes orgánicas, designación de miembros del Tribunal Constitucional, del Consejo General del Poder Judicial y otros organismos decisivos. Es decir, un potencial e histórico rodillo que sume al PSOE en una inquietud extrema. No parece que el PP, aun con mayoría absoluta alcance semejante registro.
En la calle Génova la cautela y la preocupación se añaden a la satisfacción por una victoria cantada. Y cobra todo su sentido la prudencia de Rajoy que, pese a las enormes expectativas generadas por las encuestas internas y externas, se esfuerza en mantener una presencia pública de moderación y cercanía. No quiere que se cante victoria y detesta que se ofrezca una imagen prepotente. Sabe -y lo advierte- que España se ha convertido para él y su futuro Gobierno en un colosal problema de difícil manejo que requerirá decisiones duras con poco margen de maniobra. Encarar este futuro inmediato con “la mano tendida” ha sido el mensaje fundamental de su periplo por Cataluña -Rajoy espera mucho de la capacidad de entendimiento entre PP y CiU- y el propósito último de los mensajes, aparentemente inocuos, que incorpora su autobiografía (En confianza) en la que él mismo se presenta como un hombre más de acuerdos que de discrepancias y enemigo del conflicto -en tanto en cuanto lo pueda eludir-.
El previsible descalabro del PSOE no le permitirá -hasta que no se rehaga de sus crisis interna- desempeñar eficazmente el papel de oposición. La izquierda no convencional, intelectual, esa que se mueve en el mundo de las artes escénicas, la que anida en los movimientos sociales, los sindicatos y los colectivos de distinta naturaleza, están ya velando armas para sustituir al PSOE y comportarse como empalizada frente al PP. Los conservadores saben -como saben los socialistas- que la agitación en la calle, las huelgas y las protestas, recibirán, sin dar ni una mínima tregua, las medidas inevitablemente polémicas que deberá adoptar un eventual Gobierno del PP.
La huelga de los docentes de la red pública en Madrid es política, como sostiene Esperanza Aguirre, y puede verse en las movilizaciones y en los argumentos que se esgrimen una especie de ensayo ante las futuras políticas conservadoras. El modelo educativo es un terreno muy ideológico y de tradicional confrontación. Sin embargo, las medidas de la Comunidad de Madrid tienen una lógica relevante. Se han incrementado en dos las horas lectivas de los docentes (estaban en 18 y pasan a 20, pudiendo llegarse hasta las 21); no es cierto que se haya despedido a interinos, sino que no se han vuelto a contratar a los 1.700 (no 3.200 como se ha dicho) del curso pasado, pero sí a más de 700; es incierto que haya más escolares este año en la ESO; hay menos (viene descendiendo su número desde hace años: 143.000 en el curso 1999-2000; 120.000 en el curso 2011-2012); se ha aumentado el número de profesores en primaria (más de 100 respecto del curso pasado) y el ratio de alumnos por profesor (en Madrid de 9,7) es más bajo que en Corea (18,4), Finlandia (13,2), Nueva Zelanda (14,8), Japón (13,3), Australia (12,3) y Países Bajos (15,8) que pasan por ser los países de alta calidad educativa porque tienen menor fracaso escolar.
En el informe Pisa, Madrid está a la cabeza de las comunidades españoles, dato de no poca importancia. Lucía Figar, consejera del ramo, es una mujer razonable e inteligente que, seguramente, intenta componer la situación frente a la resistencia de los huelguistas. Su difícil comparecencia ayer en la comisión correspondiente de la Asamblea autonómica le acredita en estos momentos difíciles.
Huelga ideológica y política
En este contexto, podrá reprocharse –se lo han reprochado desde el PP- que Esperanza Aguirre se pase de frenada en algunas declaraciones y luego haya de recoger velas, pero lo cierto es que no hay razones objetivas para una huelga como la que hemos vivido esta semana. Más aún cuando, como desveló este diario, el propio sindicato UGT-FETE elaboró un severísimo informe sobre “los recortes en educación del proyecto de ley de presupuestos generales del Estado para el año 2011”, que no merecieron movilizaciones ni huelgas. En los Presupuestos, que Ángel Gabilondo ha de conocerse al dedillo, se establecían previsiones muy duras, aunque explicables: no a la contratación temporal salvo casos excepcionales (no, pues, a la contratación de funcionarios interinos), recorte salarial a los docentes, recorte a la enseñanza concertada y a las partidas dedicadas a educación en general del orden del 8%.
No cabe demasiada duda de que el componente ideológico y político en la huelga de la enseñanza en Madrid busca una confrontación con el PP que pretende objetivos que van más allá de los confesados. La irrupción en la escena de cineastas y escritores que el pasado día 12, al modo habitual, manifiesto incluido, se alzaban en custodios de la enseñanza pública y reprochaban al Gobierno autónomo madrileño sus decisiones -de nuevo, se olvidaron del Gobierno de Zapatero- confirma que estamos ante un debate extremadamente simulado por los convocantes de la huelga, sea cual fuere el seguimiento que haya tenido que, en todo caso, va a menos. Parece buscarse un clima de opinión que ofrezca verosimilitud a los mensajes según los cuales el PP podaría los servicios públicos básicos del Estado del Bienestar, presentando al conservadurismo político como un neoliberalismo desalmado.
La victoria de grandes proporciones del PP el 20-N provocará a su vez una consecuencia de dimensiones replicantes. Y la misión del Gobierno de Rajoy consistirá en lidiar con los problemas socio-económicos de España y la previsible reacción de la izquierda más militante en la calle. Un hombre como Rajoy, que según todos los que le conocen está mejor dotado para presidir el Gobierno que para liderar la oposición (si hay una victoria XXL del PP ese mantra se caería por su base), parece el adecuado para este escenario en el que la firmeza debe ser compatible con el diálogo y la rapidez en la gestión con explicaciones suficientes, tanto al Parlamento como a la opinión pública.
Por una vez, ¿será posible que la izquierda acepte su derrota sin revolverse en la calle y que la derecha gobierne con templanza? Vamos a verlo, advirtiendo que la herencia de Zapatero -dialécticamente castigado hasta la crueldad por sus afines, como el consejero-delegado de Prisa y Presidente del El País, Juan Luis Cebrián, según el cual “no hemos contado con el líder adecuado” y por eso “España se encuentra en una fase desprestigio” y por Jordi Sevilla-, es tan envenenada como sintetizó en siete puntos Mariano Rajoy en la última sesión de control parlamentario al Gobierno. Y es que Zapatero es historia, pero como ha dicho José María Aznar “no deja nada por continuar y todo por rehacer”. Vamos a irnos preparando para una alternancia extremadamente complicada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario