Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

martes, 20 de julio de 2010

Con las horas contadas

Por Manuel Muela*, publicado en El Confidencial (20/07/10).

El último debate de política general en el Congreso de los Diputados ha puesto de manifiesto, una vez más, que España no solo esta mal gobernada, sino que carece de respuesta institucional a tal circunstancia: es una nación que se sostiene por las inercias casi mecánicas de una economía medianamente desarrollada, arropadas por la superestructura política y mediática, que se empeña en transmitir a la sociedad mensajes simplistas, de película de buenos y malos, para encubrir las carencias y las amenazas que se ciernen sobre la vida y el bienestar de los españoles. No sabemos cuándo se bajará el telón de la farsa, aunque cada día que pasa parece más claro que el final se aproxima: la desconfianza, fundada, crece y no se barrunta siquiera el rumor de un cambio de signo.
El debate ha coincidido, además, con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña que, en su afán por atenuar la crisis constitucional, ha dejado a la norma catalana sumida en el caos interpretativo que, además de esterilizante, resulta letal para crear las condiciones mínimas de seguridad jurídica, que permitan sacar a Cataluña de su aguda crisis económica y de sus problemas de cohesión social. Las consecuencias de ello no solo son malas para esa región, también lo son, y mucho, para el resto de España. El Estatuto fue una aventura o divertimento emprendido en tiempos de bonanza económica y, al final, ha quedado convertido con la crisis y la sentencia en algo parecido a esas promociones inmobiliarias inacabadas que siembran nuestra geografía. Un monumento más de la desmesura. Frente a esa triste realidad poco o nada puede hacer la retórica; aunque parezca prosaico lo que se juega en los días y meses venideros es que la Generalidad, también otras administraciones españolas, puedan seguir atendiendo sus obligaciones con proveedores y empleados públicos.

Caída del negocio bancario
La tutela de la Unión Monetaria sobre España, iniciada el pasado mes de mayo, no es el pasaporte para traspasar la frontera de nuestros problemas: las potencias europeas, alarmadas, han dado un serio toque de atención al gobierno, pero carecen de medios y capacidad suficiente para ordenar nuestros quebrantos. Porque, con independencia de otras consideraciones, la propia Unión Monetaria se enfrenta al problema de su supervivencia con su configuración actual: puede que varíe el número de sus integrantes y que el euro se acomode a esa nueva circunstancia. Demasiadas incertidumbres para ejercer una tutela eficaz sobre los socios menesterosos.
En materia económico-financiera, los datos disponibles sobre actividad, inversión en bienes de equipo y empleo son de estancamiento. Seguimos en la deriva de las incertidumbres, pendientes de otro hito, o mito, que son las traídas y llevadas pruebas de esfuerzo de las entidades crediticias. No llegará la sangre al río por la cuenta que les tiene a los gobiernos y a las autoridades supervisoras; todos procuraran ganar tiempo proponiendo algunas capitalizaciones selectivas a cargo del erario público. Creo que se continuará bordeando el problema que, en el caso de España, se resume en conocer la magnitud de los activos dañados o irrecuperables de las entidades crediticias, más de 300.000 millones de euros en crédito promotor y alrededor de 150.000 millones en deuda pública. Eso, unido a la alarmante caída del negocio bancario, es nuestra prueba de esfuerzo. Que cada cual saque sus conclusiones.
Ya son tres años de resistencia los que lleva el sistema crediticio echando mano de la despensa y no se esperan nuevas viandas, salvo las que lleguen de las exhaustas arcas públicas. El alargamiento de los problemas va estrechando el margen de maniobra, incluso el de los administradores más experimentados. Por eso, debería tomar cuerpo el proyecto de sacar de los balances todo el lastre acumulado para recuperar la viabilidad de las entidades. En mi opinión, poco se gana parcheando con dinero bueno los balances dañados.
Los que mandan en España, que son los de siempre y que han sido los grandes beneficiarios de las políticas especulativas, practican la abstención en el esfuerzo fiscal y se sienten aparentemente cómodos con unos gobernantes que, salvo alguna proclamación retórica, recurren a las carteras de empleados públicos y pensionistas, intentándoles convencer de que sus nietos se lo agradecerán, versión laica del Dios se lo pagará de los cristianos. Eso sí, la exigencia y la moderación para los responsables del desaguisado todavía no toca. La cuerda se seguirá estirando; mientras, los patrimonios importantes continuarán a buen recaudo en otras latitudes.
La nación con un Estado decrépito y mal administrado asiste, no se si perpleja o confiada, a la sobreactuación de sus diputados, aplaudiéndose a si mismos o, mejor dicho, a quienes hacen posible sus prebendas. Nada nuevo en nuestra historia, aunque es lamentable y desazonador comprobar la fortaleza del sentimiento oligárquico, ya en la política ya en la economía y las finanzas patrias. El pulso parece tan débil que ni siquiera se teme la ira de los justos.

El espejismo del verano
El Gobierno, dispuesto a hacer lo que le mandan sin molestar a los mandantes, aunque sea a trancas y barrancas, se siente aparentemente cómodo con la lealtad casi granítica de su afición. Al menos de momento. Por su parte, la leal oposición denuncia algunos males, pero no utiliza los instrumentos parlamentarios, en este caso la moción de censura, porque, según una perversión que ha tomado estado de naturaleza en esta democracia singular, la censura solo se presenta cuando se puede ganar. En resumen, indolencia, mistificación democrática y a verlas venir. Mal para España y tranquilidad añadida para el Gobierno.
No obstante, sabe el Gobierno que hay pocas bazas positivas en el futuro inmediato, y pudiera ser que, si no aparecen problemas especiales, aproveche el espejismo del verano para lanzarse a una convocatoria electoral en otoño, haciendo coincidir las elecciones catalanas con las generales y puede que también las andaluzas. Es posible que eso fuera bueno para el Gobierno y su partido. Para España es dudoso. Ya expresé mi opinión en un comentario anterior. De todas formas, habrá quienes piensen que a falta de pan, un gobierno serio de gestión, buenas son tortas, las elecciones anticipadas.
Creo que la sociedad española va adquiriendo conciencia de que tiene inoculado un veneno mortal para su porvenir. Como Edmond O’Brien, el protagonista de la película que da título a este comentario, la cuestión es saber encontrar el antídoto en éste cálido verano.

*Manuel Muela es economista

No hay comentarios:

Publicar un comentario