Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

jueves, 19 de enero de 2012

España y el "Manifiesto de los economistas aterrados"

Por Jose Antonio Zarzalejos

Publicado en El Confidencial (18/01/2011)

Resulta desolador: el Gobierno acaba de acordar la no disponibilidad presupuestaria de casi 9.000 millones de euros y decretar una subida de impuestos (IRPF e IBI) para ingresar 6.000 millones adicionales, y la agencia de rating S&P nos retira dos escalones de solvencia y a Francia y al Fondo de Rescate su triple A. ¿Qué pretenden S&P y sus colegas que hagamos? ¿Cuándo mereceremos sus parabienes? ¿Cuál es la razón de su poder, mantenido y sostenido a pesar de sus catastróficos errores en sus calificaciones del sistema financiero estadounidense poco antes de desatarse la Gran Crisis? Es difícil sustraerse a la idea -cada vez más extendida- de que los mercados registran altísimos grados de manipulación especuladora en beneficio de selectas minorías inversoras que, por razones ocultas o, al menos, veladas, se sirven de las agencias de rating contra las que ya se están pronunciando hasta las autoridades financieras alemanas.

En éstas estaba cuando he releído “Manifiesto de economistas aterrados”, una obrita escrita en 2011 en Francia por cuatro economistas galos -Philippe Askenazy, Thomas Coutrot, André Orléan y Henri Sterdyniak-, lanzada en España en abril pasado y al que se han adherido ya más de tres mil doscientos colegas. En el manifiesto se denuncian las diez falsas evidencias que “se invocan para justificar las políticas que actualmente se llevan a cabo en Europa”. El análisis de estos economistas, aunque formulado con aliento socialdemócrata, conecta con una percepción que tiende a generalizarse. Porque constatan que, pese a la crisis, “no se han puesto de ninguna manera en cuestión los fundamentos del poder de las finanzas”, por lo que esta recesión requiere “la refundación del pensamiento económico”.

Para los “aterrados” expertos son falsas las siguientes evidencias: 1) la de que los mercados financieros sean eficientes; 2) la de que los mercados financieros favorezcan el crecimiento económico; 3) la de que los mercados son buenos jueces de la solvencia de los Estados; 4) la de que el alza excesiva de la deuda pública es consecuencia de un exceso de gasto; 5) la de que hay que reducir los gastos para reducir la deuda pública; 6) la de que la deuda pública transfiere el precio de nuestros excesos a nuestros nietos; 7) la de que hay que tranquilizar a los mercados financieros para poder financiar la deuda pública; 8) la de que la Unión Europea defiende el modelo social europeo; 9) la de que el euro es un escudo contra la crisis, y 10) la de que la crisis griega ha permitido por fin avanzar hacia un gobierno económico y una verdadera solidaridad europea.

Obviamente, no todas “las falsas evidencias” de los “economista aterrados” son por igual convincentes, pero lo es el predominio que ellos denuncian: la política neoliberal como única opción que viene impuesta desde los mismos centros de decisión en los que se gestó la crisis. No se trata de un problema ideológico sino empírico: el ajuste infinito nos lleva a una recesión de profundidad incalculable. El análisis de la cuestión no puede estar constreñido por un aprisionamiento ideológico. Los liberales y conservadores deberían ser conscientes de que los excesos de la desregulación nos condujeron a la crisis y que el ajuste de caballo contraindica el crecimiento; y los socialdemócratas han de asumir que el gasto público al estilo keynesiano ha derivado en despilfarros presupuestarios temerarios. Y unos y otros, reconocer que la brutalidad codiciosa de grupos incrustados en la invisibilidad de los mercados hace su agosto.

Relata Matt Taibbi (“Gleptopía” página 29) que en Estados Unidos “el 1% más rico de la población ha visto su participación en el total de la riqueza nacional saltar de un 34,6% antes de la crisis, en 2007, a un 37,1% en 2009. Mientras tanto, la riqueza del norteamericano medio se desplomó (…)”. Estos datos no han sido cuestionados en su veracidad y rigor, pese a que el libro de Taibbi -que merece una mayor extensión en su referencia- haya sido escrutado al detalle por los periódicos americanos más importantes.

Si seguimos en esta desconcertante dinámica de sobresaltos -volatilidad de la prima de riesgo, del mercado bursátil y del cambio de divisa- no habrá gobierno que sea capaz de implementar políticas sostenidas en el tiempo porque se encontrará -haga una cosa o su contraria- al albur de energías subterráneas, irreconocibles, que se alzarán como poderes de último recurso ante los legítimos de los Estados democráticos. Quizás en España debamos atender la advertencia de los “economistas aterrados” que aseguran que ésta es también “una crisis social, que se destaca sobre el fondo de las crisis ecológica y geopolítica y, que, sin duda, viene a confirmar una ruptura histórica”.

Reflexión acaso un tanto críptica pero seriamente admonitoria. El terror paraliza, pero la inquietud y el temor, agudizan el ingenio. Habrá que tenerlo despierto porque los ciudadanos han pasado de la “indignación” al “yo no pago”. Y esto no ha hecho más que empezar.

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