Por S. McCoy
Publicado en Cotizalia (31/01/2012)
Tengo la ocasión de mantener un encuentro con uno de los mayores especialistas nacionales en materia laboral en general y en restructuraciones de compañías en particular. Una cita apasionante en el contexto actual, toda vez que está en la sala de partos esa Reforma del Mercado de Trabajo que, junto con la financiera y la presupuestaria, han sido consideradas por el gobierno popular como perentorias para comenzar a corregir el rumbo del país. Las tres son importantes pero el haber asociado los efectos de ésta a una huelga general aumenta las expectativas.
Servidor ha defendido su necesidad en múltiples ocasiones, siempre bajo la premisa de que no se debe confundir flexibilidad con facilidad de contratación y/o despido. Por el contrario, ha de entenderse como una mayor capacidad del sistema para mantener empleo en el tiempo. Limitar el análisis a modalidades contractuales con sus costes asociados sin abordar materias de jornada, salario, costes de Seguridad Social, movilidad geográfica, funcional, absentismo, productividad, judicialización y similares supondría, desde ese punto de vista, coger el nabo por las hojas.
Pues bien, el fruto de la conversación no ha podido ser más desesperanzador. Sin embargo, creo que de la misma se pueden extraer una serie de elementos para el debate que les invito a iniciar en el foro de este post. Voy con ellos.
1.Mi interlocutor parte de una reflexión preliminar: si uno compara las tasas de paro del País Vasco y, por ejemplo, Canarias -cuatro veces superiores, tanto en absoluto como en desempleo juvenil- se da rápida cuenta que la misma legislación produce efectos muy distintos en función de la región en la que se aplica. Hay un impacto fiscal indudable pero la divergencia norte-sur es, en cualquier caso, evidente. Por tanto, no se puede hacer de esta materia condición necesaria sino suficiente. No es prioritaria sino subsidiaria. Sorpresa.
2.Desde ese punto de vista, afirma que "la reforma laboral, tal y como está planteada, no creará ni un solo puesto de trabajo". Permitirá en todo caso hacerlo cuando las circunstancias reviertan y hay que trabajar para que lo hagan cuanto antes. No es la piedra filosofal. Nadie va a contratar por el mero hecho de su implantación. Más cuando se trata de una negociación entre grandes compañías y sindicatos que representan a una parte limitada de los empleadores y empleados de España y son ajenos a la realidad de muchos negocios de menor tamaño. Despierten.
3.Por eso, el foco debería dirigirse hacia quien verdaderamente contrata personal en nuestro país: la pequeña y la mediana empresa. Considera imprescindible un abaratamiento de los costes laborales asociados -mayores bonificaciones por los nuevos contratos o rebaja de las cotizaciones sociales- que permita aflorar la enorme masa de empleo sumergido existente que, a su juicio, se debe en buena parte a la imposibilidad de estos agentes económicos para hacerles frente. Obviamente, salvaguardando los derechos fundamentales de los trabajadores.
4.Sería importante, del mismo modo, establecer un mecanismo de resolución de los conflictos que por esta materia se susciten fuera del ámbito judicial. Los costes asociados a tales procesos suponen, en muchos casos, mover el fiel de la balanza hacia el cierre y no permitir a la continuidad de la firma o el autónomo afectados. La protección jurídica a la que tiene derecho cualquier profesional no es incompatible con alternativas como el arbitraje o cualquier otro tipo de mediación rápida.
5.No hay nada que no esté inventado. A lo largo de la historia en España se han adoptado medidas que podían replicarse en el momento actual, exenciones y primas. Sin embargo, ahora es, más que nunca, momento de tomar decisiones atrevidas que permitan dar algo de esperanza a los jóvenes. "Antes, al menos, cabía el recurso al empleo público a través de las oposiciones. Pero hasta éstas se han congelado". El capital humano es el principal activo de un país. Y todo lo que no se cuida, en términos de oportunidades, se pierde. Hay que arbitrar fórmulas muy enfocadas en este segmento poblacional.
Las dinámicas propias del mercado de trabajo, donde cualquier decisión que se adopta es prospectiva, tiene que sentar las bases para que, una mínima mejora en la condición económico financiera del país, vaya acompañada de la creación de empleo. Que la contratación sea un indicador adelantado de confianza. Pero que nadie espere milagros de carácter inmediato. En 2010 y 2011 ya hubo dos intentos fracasados. El grado de expectación que se ha ido alimentando en las últimas semanas deja poco hueco para la decepción. Es hora de sembrar. Pero no de forma timorata sino decisiva. A ver si es verdad.
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