Por S. McCoy
Publicado en Cotizalia (23/01/2012)
Michael Pettis, tras años augurando un colapso económico chino que se resiste en llegar, ha decidido poner sus ojos en el que sí parece inminente o, al menos, más probable: el de la Eurozona. Y lo ha hecho de forma acertada, a través de un post de imprescindible lectura que no me resisto a compartir con ustedes. En “Si no cambiamos las dinámicas de comercio, ¿cuándo lo vamos a hacer?”, advierte del craso error que están cometiendo los dirigentes de la Europa al confundir consecuencias con causas y empeñarse en corregir las primeras -déficits fiscales y/o exceso de endeudamiento-, sin poner remedio a las segundas -desequilibrios comerciales y, por ende, de la balanza de capital- entre el centro y la periferia. El fruto de tan mal encaminado esfuerzo no puede ser, a juicio del autor, si no una perpetuación de los problemas y, al final del camino, la ruptura del euro.
Para evitar tan fatal desenlace propone una convergencia entre el ahorro del norte y la promiscuidad consumista del sur en un doble proceso. Incentivo al consumo y la inversión en Alemania y adyacentes de modo que, además, puedan absorber domésticamente la menor demanda de sus socios monetarios y se aseguren el pago de lo por ellos debido, imposible de permanecer el actual desfase entre ventas y compras. De modo simultáneo se hace necesario que aquellas naciones que han vivido de prestado estos últimos años mejoren su productividad interna y competitividad exterior por dos vías: ajustando precios y salarios en sectores de bajo valor añadido y/o transformando el modelo hacia otro caracterizado por una mayor aportación de conocimiento, tecnología o una mezcla de ambos. Vamos, lo que se viene en llamar I+D+i.
Y es aquí donde entra en juego de nuevo la visión de estado de Mariano Rajoy Brey que, en su primera oleada de decisiones como Presidente del Gobierno de España acompañó la mayor subida de impuestos en varias décadas con un recorte simultáneo de esta partida presupuestaria en 600 millones de euros, un 7% del total. Sigue a una caída del 8% en 2010 y del 15% en 2009. Una medida, cuando menos, sorprendente toda vez que el cambio de estructura productiva con base en este motor ha sido una reivindicación constante por la mayoría de analistas y expertos dentro y fuera de nuestras fronteras desde el inicio de la crisis. Y el apoyo a la internacionalización y a la innovación, junto con la educación cualificada, una reclamación insistente de los distintos agentes económicos, como pone de manifiesto el último Informe de KPMG, España Empresas 2010-2011, en el que el 75% de los empresarios consultados las sitúan en cabeza de su lista de prioridades.
Sorprende aún más cuando se tiene en cuenta que el I+D+i tiene un periodo de maduración generalmente plurianual, requiere de un personal y unas instalaciones especializadas que no son de quita y pon, permite atraer talento foráneo y conservar el nacional y es fuente de prestigio y reconocimiento al estado que los impulsa. Es verdad que no ofrece una rentabilidad económica o social a priori -avanza en la mayoría de los casos mediante ensayo y error- pero no es menos cierto que estamos ante la pescadilla que se muerde la cola: sin frutos no hay fondos, sin fondos no hay frutos. La reducción de las partidas destinadas a subvenciones y créditos blandos amenaza con paralizar una actividad que presenta unos datos pobres sobre P.I.B. en comparación en Europa e irrisorios si al número de patentes por cada millón de habitantes nos referimos. Mal comienzo del apellido Competitividad en el Ministerio de Economía. Obras son amores.
Es verdad que a cualquier dirigente que aterriza a un nuevo cargo se le otorgan 100 días de gracia. Pero es una tregua válida en circunstancias normales. Las actuales no lo son. Hay que apretar antes de que nos aprieten. Y da la sensación de que, como ocurría con el gobierno anterior, aquí se está gestionando la coyuntura a base de ocurrencias que dan primacía a lo urgente y relegan a un segundo plano lo importante. Menos I+D+i, igual sobre-estructura administrativa. Vaya. Sin embargo, tras las banderillas iniciales, es la hora de cambiar de tercio. Llega la prueba de fuego de las dos grandes reformas que hay encima de la mesa: la laboral y la financiera. De la primera solo sabemos que ha vencido el primer plazo y que no da la sensación de que haya un diseño gubernamental encima de la mesa, si nos atenemos a las correcciones fraternas, hasta ahora, interministeriales. No será porque no han tenido tiempo de prepararse la cuadrilla durante el frío invierno opositor. Con la banca parece que la faena está más encaminada, aunque los actores y fondos necesarios pueden hacer que termine en puerta grande o cogida grave. Veremos.
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