Por Carles Navales
Publicado en La Factoría Digital (08/02/2011)
Durante la última semana de enero me llamaron la atención varias noticias que pivotaban sobre un elemento común: la red social de Internet.
Por supuesto, la rebelión del norte de África; en Europa, los 35.000 manifestantes que desfilaron por Bruselas para expresar mediante el lema “Vergüenza” lo que pensaban de sus políticos; y, como no, esta España mía, esta España nuestra, que dejó perpleja a la columnista Sandrine Morel, de Le Monde, al ver a nuestros senadores usando pinganillo para entenderse entre ellos.
La rebelión árabe tiene en la red su común denominador comunicacional; como también la manifestación belga, mixtura de flamencos y valones, que desde ambas comunidades convocaron conjuntamente la protesta; y, respecto a nuestros honorables senadores, la reacción indignada de los internautas de todo el mundo que no entendían nada: “Suprimen los 426 euros de los parados para dedicarlos a jugar a no se sabe qué en el Senado”, es una de las frases más elocuentes que circularon por la red.
En los tres casos Internet es quién interactúa. Ya sucedió en la campaña presidencial de Obama y en tantas y tantas movilizaciones. Las redes sociales son el marco donde se construyen las barricadas de este nuevo siglo, el lugar en el que explotan los motines de hoy, motines que si van sumándose pueden acabar en insurrección.
Nos dice Victor Hugo ((1802 – 1885) en ‘Los miserables’ que el motín es hambre y la insurrección es política. El ataque de la fracción contra el todo es el motín, mientras la guerra del todo contra una fracción es la insurrección: la necesidad primaria da paso a la necesidad de cambio. Siempre muchos motines preceden a la insurrección, que, si prospera, se erige en Revolución: es cuando la revuelta da paso a la epopeya. Y si el final se convierte en fracaso, los hábiles (al decir del coloso de Besanzón) se presentan como hombres de estado y son quienes sacan tajada del suceso. Pero si triunfa el pueblo, y eleva a sus representantes al frente de la nación, entonces es cuando la gesta alcanza toda su grandeza.
¿Dónde se encuentra el punto que determina una u otra cosa? Pues donde ha estado siempre, tanto antes como ahora: que haya o no una organización sociopolítica, llámese partido o sindicato, que convierta los deseos en poder, en gobierno; que estructure la masa social organizándola para hacer política, para proponer y vigilar, para decir y escuchar: para decidir. Pero no olvidemos que en muchas ocasiones la protesta la ha capitalizado una estructura del régimen a batir: el KGB en la nueva Rusia; el ejército en el inicio de las insurrecciones de hoy. Así fue también en el pasado reciente del mundo árabe.
Es por eso que la red social, cuando sólo promueve la protesta, corre el peligro de quedarse a mitad de camino. Funciona cuando la sociedad se articula políticamente para alcanzar algo concreto.
Estos interrogantes que nos hacemos hoy, ya se los hicieron otros hace siglos.
Justo coinciden estos días con el veinticinco aniversario del fallecimiento de Enrique Tierno Galván. El viejo profesor nos regaló sugerentes ideas, como la del socialismo como “motor utópico”, eso sí, entendiendo por utopía la utopía realizable, como él logró en parte con su “revolución cultural” en el Madrid del que fue Alcalde. Siempre detestó la utopía irrealizable, que consideraba reaccionaria, que sólo podía conducir a callejones sin salida, siendo la consecuencia el fortalecimiento de formas conservadoras de autoridad.
Me dicen que pronto saldrán los últimos volúmenes de la obra completa. Podremos releer sin cortes su ‘Babeuf y los Iguales: un episodio del socialismo premarxista’ (Tecnos, 1967). Ustedes se preguntarán, ¿y a qué viene todo esto? Pues sacio su perplejidad. Viene a propósito de que el profesor y alcalde Tierno nos hizo conocer a fondo al revolucionario francés que entendió, teorizó e intentó conseguir que la revuelta se sustentara en una estructura para que no fracasase, para que culminara en “la toma del poder” por el pueblo organizado y representado. François-Noël Babeuf (1760 - 1797) quiso dotar de una organización a su “teoría de los iguales” para que ese ideario convocara una rebelión organizada, que desplazara del poder al viejo régimen en favor del pueblo, representado por él y los suyos, lo que pasa es que su organización se quedó en conspirativa, nunca fue de masas -eran otros tiempos- y, la consecuencia, que sus componentes se vieran descubiertos y puestos a los pies de Madame Guillotine, aquella vieja dama.
Sí, Babeuf, Victor Hugo y tantos otros ya se ocuparon del tema. Como ven, la cosa viene de lejos, y sucede que en el fondo lo que se repite suele ser lo mismo con otras formas, lo que no deja de ser también una acertada y positiva interpretación de la tan manida frase de Giuseppe Tomasi, Príncipe de Lampedusa: “Se trata de cambiarlo todo para que todo siga igual”.
En el panorama actual la cuestión está en cómo casar red social y política, y la primera evidencia es que necesitamos el casamiento. ¿Qué comportará? Sin duda, que los partidos políticos metamorfoseen sus formas de organización y que los usurarios de la red social adquieran un compromiso utópico, pero de la utopía de lo realizable. ¿Ha de ser esta metamorfosis la desaparición de viejas estructuras? El tiempo dirá qué desaparece, qué nace, qué se rehace y qué se mantiene. Sin duda, y durante un largo período coexistirán diferentes formas, que se combinarán y complementarán entre sí.
Pero no seamos ingenuos. La nueva realidad digital, lo es para todos. La derecha también le está sacando partido. Como he referido otras veces, en el año 1980, Alvin Toffler sorprendió a todos con su excelente ensayo "La tercera ola". La prensa progresista europea dedicó elogiosos artículos a la nueva visión de la sociedad y al diagnóstico que el pensador norteamericano hacía de las nuevas tendencias de la era de la comunicación. Los grupos monotemáticos, definidos como los nuevos colectivos que formarían la nueva red de la sociedad civil activa, produjo un gran encantamiento. Y ha resultado cierto. Sin embargo, la conjunción del diagnóstico prospectivo de Alvin Toffler y la audacia mesiánica del líder republicano estadounidense Newt Gingrich forjaron la alianza política -los norteamericanos progresistas la llamaron el "gingrichsmo-tofflerismo"- que se concretó en el contrato por América y que llevó a la victoria en las dos cámaras (el congreso y el senado) a los republicanos en 1994, y que hoy se expresa mediante el Tea Party, la gran red ultraconservadora del mundo digital.
Pero, ¿y el escenario actual? No se escapa a lo expuesto: de la insurrección se beneficiará quien tenga medios para transformarla en acción política y de gobierno. En Túnez quizá sean las nuevas élites que tenían en las anteriores el tapón que les impedía emerger, o los sindicatos, o viejos partidos, o los integristas, que han moderado su lenguaje: todo es posible. En Egipto la cosa está más dura, a la corta quizá los evolucionistas del Régimen con el ejército, y en el medio plazo, quizá los integristas ‘Hermanos Musulmanes’, que Alá no lo quiera. África es un continente estallido de juventud (en Egipto la media es de 22 años) y, a la vez, donde los gobernantes se disputan el récord de longevidad en el poder y en este mundo.
Si algo notamos a faltar es el objetivo de un proceso constituyente definido claramente, que culmine en la construcción de un Estado de derecho garante de la alternancia mediante el sufragio universal, la libertad de expresión, los derechos humanos y la participación ciudadana en la vida social y política.
“Nada está escrito”, decía el coronel Thomas Edward Lawrence (1888 – 1935). Incluso hay veces que la insurrección actúa como elemento higienizante para el régimen establecido, que se ve confirmado y con más fuerza para proseguir tras derrotarla.
¿Y entre nosotros? Pues esta nueva realidad digital también nos hará cambiar. Deberán hacerlo los partidos mayoritarios, en especial los socialistas, y, a la vez, aparecerán refundaciones de las izquierdas postcomunistas y de nuevo cuño. En España, por citar un caso, ya se habla de una nueva formación, de nombre electoral “Nueva Izquierda”, que está concitando el encuentro doctrinal de poscomunismo, oenegés alternativas, ecologistas orgánicos y toda clase de familias del izquierdismo (etimológicamente, claro: izquierdismo: istmo de la izquierda) liderada por el juez Garzón, que colgaría definitivamente los hábitos para entregarse por completo a la política. Pero esa es otra historia, a la que no dudo volveremos un día u otro.
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