Por Antonio Casado
Publicado en El Confidencial (22/07/2011)
Va a dar mucho juego esta comedia de puertas que aún no ha bajado el telón. Continuará. En lo judicial, con una vista pública ante jurado en la que dos procesados (Camps y Costa) defienden su inocencia mientras que otros dos (Campos y Betoret), sobre una misma relación de hechos y las mismas pruebas, reconocen su culpabilidad. Cuanto menos, surrealista. En vísperas de unas elecciones generales. O en plena campaña. Suficiente para desengañar a Rajoy de que la dimisión de Camps, no pedida desde Génova, marca la salida del laberinto.
Aún así me parece más coherente la posición de Camps que la de la dirección nacional del PP. Si el ya expresidente valenciano está convencido de su inocencia y dispuesto a defenderla “donde sea” (sería más creíble si hablase de demostrar y no de defender), hizo bien en rechazar el allanamiento (reconocimiento de culpabilidad) aunque significase renunciar al cargo.
Menos acomodo mental tiene la posición de Génova, inspirada en los análisis político-judiciales de su enviado especial a Valencia, el ex ministro Federico Trillo. Por la mañana le pide a Camps que se reconozca culpable y por la tarde le declara inocente. Eso ocurrió el miércoles, mientras se acosaba al presidente valenciano con el argumento de que el PP se estaba jugando el Gobierno de España. Y ahora no sirven los distingos del portavoz, González Pons, entre justicia material y justicia formal, para poder decir que Camps está formalmente procesado pero es materialmente inocente (“o no culpable”, matiza).
Tampoco sirven los esfuerzos orientados a minimizar la conducta supuestamente delictiva de Camps mediante el socorrido argumento de los “cuatro trajes”. El presunto delito por el que va a ser juzgado es bastante más grave de lo que decía el Código Penal cuando se produjeron los hechos (entre 2005 y 2008), según doctrina oficial del PP. Así se desprende de la reforma pactada hace un año con el PSOE para castigar el cohecho impropio con penas de un año de cárcel y tres de inhabilitación.
El endurecimiento de penas ya no alcanzará a Camps y los otros tres procesados, si todos resultaran condenados por sentencia o por reconocimiento previo de culpabilidad. Tendrían que pagar una multa cuantiosa, pero sin cárcel ni inhabilitación, lo cual no oculta la opinión que al PP, o a su brazo parlamentario, le merecen quienes en el ejercicio de su cargo aceptan regalos hechos en razón del cargo que ocupan.
También ha decaído la apelación a los resultados de las últimas elecciones autonómicas, en las que Camps fue mayoritariamente elegido para un nuevo periodo de cuatro años, a pesar de haber perdido 70.000 votos. Doctrina Berlusconi pura y dura. Como si los votos de los ciudadanos tuvieran valor absolutorio o condenatorio, en relación con las malas prácticas de un gobernante.
Por higiene democrática hemos de saludar el apagón de aquel “las urnas me absolverán” instalado en la mente de Camps antes del 22 de mayo, mimetizando al sentencioso Fidel Castro de 1953 que, después del asalto al cuartel de Moncada, pronunció ante el tribunal la célebre frase: “La historia me absolverá”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario