Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

lunes, 18 de octubre de 2010

EL TOQUE DE ORACIÓN artículo de Alfonso Ussia

Abuchear al Presidente del Gobierno antes y después de un acto institucional es un derecho. Hacerlo durante su desarrollo y en el momento más solemne, una grosería. El toque de oración resume el homenaje a todos los soldados caídos con honor por España. Falta de educación pavorosa ante el Rey y los militares. Pero también lo es quemar banderas de España y mirar hacia otro lado.
Lo vengo diciendo desde años atrás. La Mili. El Servicio Militar formaba y educaba. Los que la hicimos sabemos muy bien lo que significa el toque de oración. En mis quince meses de servicio, allá en Camposoto, saludé emocionado al ocaso más de cuatrocientos días. Se arría la Bandera, e inmediatamente después, se oye el toque de oración. Nadie ordena ni vigila. Y cada militar, jefe, oficial, suboficial o soldado, se vuelve hacia el sol que se esconde y saluda en posición de firmes mientras dura el toque de oración, el recuerdo a nuestros muertos, el homenaje a sus sacrificios.
Un minuto milagroso donde no se oye ni el viento. Cuando el toque de oración se lleva a cabo en un acto militar que celebra la Fiesta Nacional, adquiere una solemnidad especial. Es el Rey el que deposita en el apoyo del mástil que domina la Bandera la corona de flores en recuerdo a los caídos. Lo hace junto a los familiares de los últimos héroes de España, militares y guardias civiles. Un toque de oración floreado que impone respeto, emoción y silencio. Y acompañan al Rey el Presidente del Gobierno democráticamente elegido por los españoles, nos guste o no nos guste, y los presidentes del Congreso de los Diputados y del Senado, las cámaras legislativas conformadas de acuerdo a la soberanía popular.
En ese instante, no hay colores ni ideologías encontradas. Los colores son los de la Bandera de todos y el objeto de la solemnidad no es otro que recordar a nuestros muertos, de todos también. Quebrar la armonía de esta ceremonia con gritos, abucheos e insultos aprovechando el silencio imperante es una gamberrada, una clamorosa grosería. Otra cosa es abuchear al Presidente del Gobierno, en este caso con todo merecimiento, al llegar y al abandonar el lugar de la celebración. Pero enturbiar el homenaje a los caídos no tiene perdón, y mucho me extraña que los dirigentes del Partido Popular no hayan sido lo suficientemente claros y tajantes en la calificación de la irrespetuosa gansada.
Pero eso del nuevo protocolo para respetar a la Bandera y los caídos en los actos solemnes e institucionales me suena a broma, cuando llevamos décadas asistiendo con estupor a la calcinación sistemática de banderas nacionales por parte de los nacionalistas. La «puta España» de Rubianes. El «Yo soy Rubianes» pronunciado días después por Carmen Chacón, solidarizándose con el fallecido cómico. No es necesario protocolo alguno y sí una educación cívica que brilla por su ausencia, y que dejaron de recibir los jóvenes españoles cuando el Servicio Militar desapareció de entre los deberes y derechos de las nuevas generaciones.
Nadie que haya servido en un campamento, un cuartel, un regimiento o un buque de la Armada quiebra un toque de oración. Y si lo hace, es un malnacido. Consecuencias del antimilitarismo «buenista» y progre que tanto han cuidado y crecido las supuestas izquierdas durante años. Los pitos y abucheos, a su tiempo y en su sitio.

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