Por Antonio Casado
Publicado en El Confidencial (21/06/2011)
Con el reparto de papeles decidido en la Ejecutiva Federal la dirección del PSOE avanzó ayer en una de sus dos grandes tareas pendientes: la presentación en sociedad de su candidato a la Moncloa, Pérez Rubalcaba, que se formalizará el próximo 9 de julio. Tarea de carácter orgánico que incluye hoja de ruta y elaboración de programa. La otra es de carácter institucional y pasa por la luz verde del Congreso a los Presupuestos del Estado para 2012 y la culminación del plan de reformas en los mercados nacionales del capital y del trabajo.
Ya conocemos a los primeros compañeros de viaje de Rubalcaba. La actual secretaria de Relaciones Internacionales del PSOE, Elena Valenciano, el vicepresidente de la Fundación Ideas, Jesús Caldera, y la embajadora de España en la OCDE, Cristina Narbona, como coordinadores de la campaña, el programa y la ponencia marco de la conferencia política de septiembre, respectivamente, serán los encargados de aplicar los términos de la difícil ecuación enunciada por Rubalcaba: continuidad y cambio. Ya veremos en qué condiciones afrontarán el reto de hacerlos compatibles: ¿Cómo diferenciarse de Rodríguez Zapatero (cambio) sin renegar de haber sido su escudero hasta cinco minutos antes (continuidad)?
Estar por encima de Zapatero y Rajoy en las escalas de valoración de líderes nacionales puede ser un buen comienzo en la incierta aventura electoral que le espera pero no es suficiente. Rubalcaba necesita un proyecto nuevo que ofrezca algo distinto de lo que se despacha. En este sentido son lógicas las dudas de los votantes propios, ahora hundidos en el desaliento, respecto a la credibilidad de quien ha estado y está comprometido hasta las cejas con las políticas que han ahuyentado a una buena parte del electorado socialista.
Un ejemplo: la nueva normativa sobre contratación colectiva, cabo suelto de la reforma laboral de hace un año, que se tramita como ley en el Congreso. Mal empezaría el intento de recuperar votantes propios si se traslada la impresión de que el Gobierno, cuyo vicepresidente es el aspirante socialista a la Moncloa, abraza las tesis de la patronal en nombre de ese Pacto del Euro denostado por los indignados del 15-M.
La candidatura de Rubalcaba sólo tendrá recorrido si se asienta sobre un proyecto de recuperación de la izquierda, que pasa por redefinirla. O sea, por volver a darle un sentido. Uno de sus referentes aquí y ahora tendría que ser necesariamente la conexión con el espíritu del mentado movimiento urbano que denuncia la corrupción política, pide una democracia más participativa, exige que se aplique el principio de división de poderes y detesta el injusto reparto de los efectos de la crisis.
Si los partidos de izquierda se justifican cuando la confrontación entre capital y trabajo se ha quedado en el desván de la historia será por sus políticas de inclusión social, el acercamiento del gobernante al gobernado y su compromiso contra las malas prácticas. Lo que no tiene ningún sentido es hacer políticas de derechas en nombre de la izquierda, que es lo que ha causado la bancarrota electoral del PSOE en las recientes elecciones territoriales del 22 de mayo.
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