Por Antonio Casado
Publicado en El Confidencial (29/06/2011)
Aires de despedida del casi ex presidente por la mañana y subidón por la tarde, cuando protagonizó un vivo debate con el casi presidente. Entonces se reanimaron las tribunas y sus señorías se levantaron de los asientos, como en los toros, ora a favor, ora en contra, según las preferencias, la faena o el diestro en cuestión. Contra todo pronóstico, la mejor parte de crítica y público se la lleva el que se despide de los ruedos, no el que está a punto de confirmar su alternativa en la Moncloa.
Sólo en la sesión de la mañana caló la sensación irremediable de Legislatura terminada. El cuerpo a cuerpo Zapatero-Rajoy de la tarde, sin embargo, fue tan intenso que el partido parecía estar en lo mejor, aún lejos del pitido final. Una apariencia que Zapatero quiso reforzar al hilo de los caballerosos deseos de Rajoy por un futuro mejor en lo personal y en lo familiar. Aquél le devolvió el cumplido para que también a Rajoy le vaya bien en lo personal y en lo familiar, “pero no en lo político”. Un minuto antes le había reprochado que su programa económico, como líder de la oposición, continúa siendo “tan inédito como sus victorias electorales”.
Ya entonces, en el tercero de los cruces, había cundido la impresión de que Mariano Rajoy estaba perdiendo la oportunidad de proyectarse hacia el futuro como un casi presidente y pasar por encima de un casi ex presidente cargado de pasado. No ocurrió. Por la agresividad de la esgrima practicada por Zapatero y la escasa frescura de las réplicas de Rajoy, daba la impresión de que los papeles estaban cambiados. No obstante, y aunque Zapatero mostrase un mayor dominio de la situación, los problemas de credibilidad que aquejan, irreversibles a mi juicio, sólo permiten hablar de canto del cisne. Aún así ayer dio la impresión de estar más pendiente del futuro que Rajoy.
En lo argumental, ninguna sorpresa. Enésimo despliegue del mismo discurso. Por ambos lados. Zapatero, en positivo, como es lógico en quien todavía tiene la responsabilidad de gestionar los intereses generales. Rajoy, en negativo, con más soflamas que propuestas concretas. Y más centrado en explicar lo mal que hace las cosas el Gobierno socialista que en lo bien que podría hacerlo un Gobierno del PP. Algo que, por desgracia, se suele considerar lógico en un jefe de oposición que asienta su ventaja electoral en los dramáticos datos de la situación económica.
Enésima petición de elecciones anticipadas por parte de Rajoy porque cada día más de “agonía”, según él, significa también “más deuda, más paro, más desconfianza”. Y enésima reprobación de Zapatero a la incapacidad del PP para arrimar el hombro en los planes anticrisis. El casi ex presidente acusó al casi presidente de optar por lo fácil, que es reclamar elecciones, y renunciar a lo más esforzado, que es presentar propuestas. Y la eterna excusa de Rajoy: “No nos puede pedir que, como oposición, nos sumemos a sus errores”.
Y así sucesivamente.
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