Por Viçenc Navarro
Publicado en Público (29/09/2011)
Se están haciendo en España recortes muy sustanciales del gasto público social que financia las transferencias públicas (tales como las pensiones y las ayudas a las familias) y los servicios públicos (tales como la sanidad, la educación, los servicios de ayuda a las personas con dependencia, las escuelas de infancia, los servicios sociales, entre otros) que representan la mayor reducción del Estado del bienestar español que éste haya sufrido en los 33 años de democracia. Estos recortes los está realizando el Gobierno central, así como gran número de gobiernos autonómicos, habiendo sido particularmente acentuados en Catalunya.
Tres observaciones tienen que hacerse a raíz de estos hechos. Una es que ninguno de estos recortes estaba anunciado en los programas electorales de los partidos gobernantes que los están haciendo. En realidad, todos ellos subrayaron en sus campañas electorales que no realizarían recortes en las transferencias y servicios que están siendo recortados. La segunda observación es que estos recortes se presentan, tanto por el establishment político como por el mediático, como inevitables y necesarios, y responden –según tales establishments– a la presión externa de los mercados financieros, los cuales señalan la necesidad de realizar tales recortes. Este argumento de inevitabilidad y necesidad ha calado en la opinión popular como consecuencia de una promoción masiva por parte de los medios de información de mayor difusión (tanto públicos como privados) del país, que han estado respaldando tales recortes. Uno de los rotativos de mayor difusión presentó anteayer unas encuestas mostrando que, puestos a escoger, había más españoles que, para reducir el déficit, preferían los recortes a la subida de impuestos. Parecería, pues, que los recortes que se están llevando a cabo tienen el apoyo popular que los legitimiza.
Este argumento de inevitabilidad, sin embargo, es profundamente erróneo. Y la percepción de apoyo popular está también equivocada. Miremos primero el argumento de que los recortes tan intensos del gasto público social se deben a la presión de los mercados. La lectura de los informes de las agencias de valoración de bonos y de los mayores centros financieros muestra una variabilidad de opiniones. Así, en ocasiones expresan inquietud sobre el tamaño del déficit y de la deuda pública, pero en otras ocasiones, como ahora, muestran gran preocupación por la falta de crecimiento económico. En cuanto a la reducción del déficit, tales instituciones financieras no indican cómo debería realizarse. Una manera es mediante los recortes de gasto público social, pero no es ni la única ni la mejor manera de conseguirlo. Una alternativa es aumentando los impuestos. Así, en lugar de congelar las pensiones (con lo que se intentan ahorrar 1.200 millones de euros), se podrían haber conseguido 2.100 millones de euros manteniendo el Impuesto del Patrimonio, o 2.552 millones si se hubieran anulado las rebajas de los impuestos de sucesiones, o 2.500 millones si se hubiera revertido la bajada de impuestos de las personas que ingresan más de 120.000 euros al año, recortes de los impuestos apoyados –todos ellos– por los partidos que ahora hacen estos recortes de gastos.
O en lugar de los enormes recortes en sanidad que intentan conseguir un ahorro de 6.000 millones, podrían haber anulado la bajada del Impuesto de Sociedades de las grandes empresas que facturan más de 150 millones de euros al año (y que representan sólo el 0,12% de todas las empresas), recogiendo 5.300 millones de euros. O en lugar de recortar los servicios públicos como sanidad, educación y servicios sociales (logrando un total de 25.000 millones de euros), podrían haber corregido el fraude fiscal de las grandes fortunas, de la banca y de las grandes empresas (que representa el 71% de todo el fraude fiscal), recogiendo mucho más, es decir, 44.000 millones.
O, en lugar de reducir los servicios de ayuda a las personas con dependencia (intentando ahorrar 600 millones de euros), podrían haber reducido el subsidio del Estado a la Iglesia católica para impartir docencia de la religión católica en las escuelas públicas, o eliminar la producción de nuevo equipamiento militar, como los helicópteros Tigre y otros armamentos.
El hecho de que se escogiera hacer los recortes citados sin ni siquiera considerar estas alternativas no tiene nada que ver (insisto, nada que ver) con las presiones de los mercados financieros. La reducción del déficit público podría haberse logrado revirtiendo las enormes rebajas de impuestos que han beneficiado primordialmente a las rentas superiores (una persona que ingrese más de 300.000 euros al año ha visto reducir sus impuestos durante el periodo en que España estuvo gobernada por Aznar y por Zapatero un 37%, mientras que la gran mayoría de la población apenas notó esta bajada).
El supuesto apoyo popular a tales recortes no puede derivarse de la pregunta sesgada y tendenciosa de preguntarle a la población si para reducir el déficit prefieren los recortes en el Estado del bienestar o el aumento de los impuestos. La palabra “impuestos”, sin aclarar de quién, genera siempre una respuesta predecible de rechazo. Pero si, en lugar de utilizar el término genérico “impuestos”, se utilizara el aumento de impuestos citados en este artículo, que se centra primordialmente en las rentas superiores (revirtiendo las enormes reducciones que les beneficiaron) y que no afecta a la gran mayoría de la ciudadanía, la respuesta sería opuesta a la que aquella pregunta tendenciosa indica. Que estas alternativas no tengan la centralidad política o la exposición mediática que tienen los recortes se debe a que las rentas superiores, la banca y la gran patronal, tienen mucho más poder sobre el Estado español que las clases populares, que son las que están más afectadas por los recortes
Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.
viernes, 30 de septiembre de 2011
jueves, 29 de septiembre de 2011
La motosierra entra en campaña pero Rajoy no se moja
Por Antonio Casado
Publicado en El Confidencial (29/09/2011)
Parece un reflejo fiel de la realidad que las ganas de echar a los socialistas barren por diez a uno a las dudas que suscita Mariano Rajoy como gobernante. A partir de ese intangible se ha instalado la sensación de que todo el pescado está vendido. Solo al Alcoyano se le ocurriría pedir prórroga después de ir perdiendo por diez a uno.
Sobre ese telón de fondo vimos ayer una mala comedia, falsa, aburrida y poco creíble. Me refiero al cruce de acusaciones, pliegos de cargo y cintas de vídeo sobre el manejo de la guadaña en los servicios públicos que se dedicaron entre el PSOE y el PP. Y no digo entre sus primeros actores, Rubalcaba y Rajoy, por incomparecencia del segundo, que sigue a la espera de que el tiempo pase sin que pase nada.
Así que el candidato socialista, que había planteado el reto al grito de ¡que viene el PP con la motosierra!, volvió a dar la patada al aire en su intento de hacerse el encontradizo con Rajoy y tuvo que conformarse con meritorios encabezados por González Pons. Al portavoz oficial del PP le tocó salir al paso de las declaraciones en las que Rubalcaba aseguró que su eventual plan de recortes no afectaría en ningún caso a la Educación ni a la Sanidad. Y que el PP, en su muestrario autonómico, ya ha empezado a mover los dos pilares del llamado Estado del Bienestar. Pons, la lengua más afilada del partido de Rajoy, habló de la “cara dura” del candidato socialista por denunciar los recortes sociales de otros después de haber respaldado “el mayor hachazo social de la democracia”.
Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y hay que ponerse al día. Volver al tanto tengo tanto gasto. Vale. Es justo y necesario. Pero el quid de la cuestión es dónde dar el corte. Y ahí entra la política
Y así es como el ruido de la motosierra ha entrado en la campaña electoral. Lógico, por otra parte. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y hay que ponerse al día. Volver al tanto tengo tanto gasto. Vale. Es justo y necesario. Pero el quid de la cuestión es dónde dar el corte. Y ahí entra la política, que consiste en jerarquizar y decidir. No todos los partidos jerarquizan del mismo modo, según sus respectivos idearios. Se aplica la motosierra según un orden de prioridades.
El tronco del árbol es el Estado del Bienestar, en una concepción socialdemócrata. Básicamente, Sanidad y Educación. Dos tareas propias del Estado como ente gestor del bien común. Pero eso es discutible y discutido en partidos que se tienen por liberales, como el PP o los nacionalistas de CiU. Sin ir más lejos, el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, acaba de defender la necesidad de reducir el Estado a la mínima expresión. Y eso confiere sentido a los ajustes que están decidiendo los gobernantes autonómicos del PP en materia de Educación o los de CiU en materia de Sanidad.
Bajo esa luz se entenderá mejor que Esperanza Aguirre se ponga brava defendiendo la necesidad de prescindir de profesores interinos, en nombre de la austeridad sin decir ni media palabra sobre la deuda millonaria de Telemadrid. Se entenderá igualmente que Artur Mas defienda con tanta convicción los recortes en Sanidad mientras guarda silencio sobre los costes millonarios de la inversión lingüística, los doblajes al catalán o las sedes “diplomáticas” de Cataluña en el extranjero
Publicado en El Confidencial (29/09/2011)
Parece un reflejo fiel de la realidad que las ganas de echar a los socialistas barren por diez a uno a las dudas que suscita Mariano Rajoy como gobernante. A partir de ese intangible se ha instalado la sensación de que todo el pescado está vendido. Solo al Alcoyano se le ocurriría pedir prórroga después de ir perdiendo por diez a uno.
Sobre ese telón de fondo vimos ayer una mala comedia, falsa, aburrida y poco creíble. Me refiero al cruce de acusaciones, pliegos de cargo y cintas de vídeo sobre el manejo de la guadaña en los servicios públicos que se dedicaron entre el PSOE y el PP. Y no digo entre sus primeros actores, Rubalcaba y Rajoy, por incomparecencia del segundo, que sigue a la espera de que el tiempo pase sin que pase nada.
Así que el candidato socialista, que había planteado el reto al grito de ¡que viene el PP con la motosierra!, volvió a dar la patada al aire en su intento de hacerse el encontradizo con Rajoy y tuvo que conformarse con meritorios encabezados por González Pons. Al portavoz oficial del PP le tocó salir al paso de las declaraciones en las que Rubalcaba aseguró que su eventual plan de recortes no afectaría en ningún caso a la Educación ni a la Sanidad. Y que el PP, en su muestrario autonómico, ya ha empezado a mover los dos pilares del llamado Estado del Bienestar. Pons, la lengua más afilada del partido de Rajoy, habló de la “cara dura” del candidato socialista por denunciar los recortes sociales de otros después de haber respaldado “el mayor hachazo social de la democracia”.
Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y hay que ponerse al día. Volver al tanto tengo tanto gasto. Vale. Es justo y necesario. Pero el quid de la cuestión es dónde dar el corte. Y ahí entra la política
Y así es como el ruido de la motosierra ha entrado en la campaña electoral. Lógico, por otra parte. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y hay que ponerse al día. Volver al tanto tengo tanto gasto. Vale. Es justo y necesario. Pero el quid de la cuestión es dónde dar el corte. Y ahí entra la política, que consiste en jerarquizar y decidir. No todos los partidos jerarquizan del mismo modo, según sus respectivos idearios. Se aplica la motosierra según un orden de prioridades.
El tronco del árbol es el Estado del Bienestar, en una concepción socialdemócrata. Básicamente, Sanidad y Educación. Dos tareas propias del Estado como ente gestor del bien común. Pero eso es discutible y discutido en partidos que se tienen por liberales, como el PP o los nacionalistas de CiU. Sin ir más lejos, el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, acaba de defender la necesidad de reducir el Estado a la mínima expresión. Y eso confiere sentido a los ajustes que están decidiendo los gobernantes autonómicos del PP en materia de Educación o los de CiU en materia de Sanidad.
Bajo esa luz se entenderá mejor que Esperanza Aguirre se ponga brava defendiendo la necesidad de prescindir de profesores interinos, en nombre de la austeridad sin decir ni media palabra sobre la deuda millonaria de Telemadrid. Se entenderá igualmente que Artur Mas defienda con tanta convicción los recortes en Sanidad mientras guarda silencio sobre los costes millonarios de la inversión lingüística, los doblajes al catalán o las sedes “diplomáticas” de Cataluña en el extranjero
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Rajoy, Pedro J. y la obscena promiscuidad políticos-periodistas
Por José L. Lobo
Publicado en El Confidencial (28/09/2011)
La impúdica cohabitación entre políticos y periodistas exhibida el pasado lunes en los majestuosos salones de la Embajada de Francia, testigos del photocall montado por Pedro J. Ramírez para promocionar su último libro, no sólo ha herido la sensibilidad de muchos lectores de El Confidencial. También le ha hecho un flaco favor al auténtico periodismo, que vive sus horas más bajas carcomido por el cáncer de la falta de credibilidad e independencia, y a un sistema democrático que no anda sobrado de ética ni estética, incapaz siquiera de tapar -o al menos disimular- sus propias vergüenzas.
Entre quienes se daban codazos por rendir pleitesía al todavía poderoso director de El Mundo no faltaban editores y directores de medios de comunicación, los mismos que luego lamentan el declive imparable de la prensa tradicional y acuden sin recato a los poderes públicos en busca de ayudas económicas para salvar sus negocios, como si ellos mismos no fueran los sepultureros; ni tampoco políticos de todos los pelajes, ésos que de cuando en cuando se dan golpes de pecho y derraman lágrimas de cocodrilo por la indiferencia, cuando no el desprecio, que los ciudadanos sienten hacia ellos y los partidos a los que representan.
A nadie sorprendió la empalagosa presencia de un José Bono en presunta retirada, aderezo inevitable de todas las salsas y cada día más encantado de haberse conocido; o de una Esperanza Aguirre militante de su propio partido, que coquetea con Ramírez con la misma vehemencia que pone en irritar y desafiar a la dirección del PP, léase sus desplantes innecesarios a los profesores en huelga de la Comunidad de Madrid o su pasión confesable por el proscrito Francisco Álvarez Cascos. Al fin y al cabo, el presidente del Congreso y la presidenta madrileña tienen sobrados motivos para estar en deuda con el periodista riojano: el uno porque desde las páginas de El Mundo le han sacado de más de un apuro, y la otra porque Ramírez trató -sin éxito- de llevarla en volandas a la cúpula de Génova.
No, a casi nadie escandaliza ya que políticos como Bono y Aguirre se revuelquen en el mismo lecho que Ramírez. O que el Grupo Prisa ponga todas sus terminales mediáticas al servicio del candidato Alfredo Pérez Rubalcaba. O que Vocento haya convertido la centenaria cabecera de Abc en el órgano oficioso de propaganda del PP. Pero otra cosa bien distinta es que ustedes -nosotros- sean capaces de contener la náusea. Por eso llamó tanto la atención que Mariano Rajoy acudiese el lunes al indecoroso aquelarre político-mediático montado alrededor de la investidura de Ramírez como historiador honoris causa de la Revolución Francesa, porque el líder del PP sí que no le debe nada al director de El Mundo.
"No soy rencoroso"
Tal vez sea porque "por suerte para algunos", como confesó el pasado agosto en una entrevista, "no soy una persona rencorosa"; o quizá porque el candidato del PP pretendía devolver el favor a su anfitrión, que hace una semana se dejó caer por el acto de presentación de En confianza, las insípidas memorias de Rajoy; o simplemente porque éste, que se ve ya coronado en La Moncloa por una abrumadora mayoría absoluta, prefiere tragar bilis y suponer que su genuflexión ante Ramírez le servirá de salvoconducto -¡qué candidez!- para sortear futuras campañas de acoso y derribo del capo de Unidad Editorial.
Es probable que Rajoy no sienta rencor hacia un enemigo de tanto fuste y tan probada saña -presunta virtud que ni mucho menos comparten sus más cercanos colaboradores-, pero es seguro que tiene memoria. Y no habrá olvidado que el ahora historiador se refería a él en 2008, tras su segunda derrota a manos de Zapatero y en plena noche de cuchillos largos para desalojarlo de Génova, como "un mediocre que quiere aferrarse al poder" y "un niñato grande que actúa con modales despóticos", al tiempo que animaba a dirigentes del PP como Gustavo de Arístegui o Juan Costa a "encabezar una sublevación contra el líder popular".
El pasado domingo, víspera de autos, El País recordaba aquel intento fallido de golpe palaciego en una entrevista-río con Rajoy. Y un colaborador del presidente del PP -al que el diario no identificaba- confesaba que "hubo una conspiración para echar a Mariano Rajoy a empujones en la que participaron José María Aznar, Esperanza Aguirre, el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, y Jiménez Losantos". Tres de ellos -Aguirre, Losantos y el propio Ramírez- coincidieron el lunes en el procaz maridaje prensa-poder escenificado en la legación diplomática francesa. Y el más que probable próximo presidente del Gobierno cometió el grave error -ignoro si por voluntad propia o pésimamente aconsejado por sus asesores- de dilapidar una parte de su magro crédito político en un acto tan frívolo y mundano como inapropiado para un país que no está para muchas alegrías.
Publicado en El Confidencial (28/09/2011)
La impúdica cohabitación entre políticos y periodistas exhibida el pasado lunes en los majestuosos salones de la Embajada de Francia, testigos del photocall montado por Pedro J. Ramírez para promocionar su último libro, no sólo ha herido la sensibilidad de muchos lectores de El Confidencial. También le ha hecho un flaco favor al auténtico periodismo, que vive sus horas más bajas carcomido por el cáncer de la falta de credibilidad e independencia, y a un sistema democrático que no anda sobrado de ética ni estética, incapaz siquiera de tapar -o al menos disimular- sus propias vergüenzas.
Entre quienes se daban codazos por rendir pleitesía al todavía poderoso director de El Mundo no faltaban editores y directores de medios de comunicación, los mismos que luego lamentan el declive imparable de la prensa tradicional y acuden sin recato a los poderes públicos en busca de ayudas económicas para salvar sus negocios, como si ellos mismos no fueran los sepultureros; ni tampoco políticos de todos los pelajes, ésos que de cuando en cuando se dan golpes de pecho y derraman lágrimas de cocodrilo por la indiferencia, cuando no el desprecio, que los ciudadanos sienten hacia ellos y los partidos a los que representan.
A nadie sorprendió la empalagosa presencia de un José Bono en presunta retirada, aderezo inevitable de todas las salsas y cada día más encantado de haberse conocido; o de una Esperanza Aguirre militante de su propio partido, que coquetea con Ramírez con la misma vehemencia que pone en irritar y desafiar a la dirección del PP, léase sus desplantes innecesarios a los profesores en huelga de la Comunidad de Madrid o su pasión confesable por el proscrito Francisco Álvarez Cascos. Al fin y al cabo, el presidente del Congreso y la presidenta madrileña tienen sobrados motivos para estar en deuda con el periodista riojano: el uno porque desde las páginas de El Mundo le han sacado de más de un apuro, y la otra porque Ramírez trató -sin éxito- de llevarla en volandas a la cúpula de Génova.
No, a casi nadie escandaliza ya que políticos como Bono y Aguirre se revuelquen en el mismo lecho que Ramírez. O que el Grupo Prisa ponga todas sus terminales mediáticas al servicio del candidato Alfredo Pérez Rubalcaba. O que Vocento haya convertido la centenaria cabecera de Abc en el órgano oficioso de propaganda del PP. Pero otra cosa bien distinta es que ustedes -nosotros- sean capaces de contener la náusea. Por eso llamó tanto la atención que Mariano Rajoy acudiese el lunes al indecoroso aquelarre político-mediático montado alrededor de la investidura de Ramírez como historiador honoris causa de la Revolución Francesa, porque el líder del PP sí que no le debe nada al director de El Mundo.
"No soy rencoroso"
Tal vez sea porque "por suerte para algunos", como confesó el pasado agosto en una entrevista, "no soy una persona rencorosa"; o quizá porque el candidato del PP pretendía devolver el favor a su anfitrión, que hace una semana se dejó caer por el acto de presentación de En confianza, las insípidas memorias de Rajoy; o simplemente porque éste, que se ve ya coronado en La Moncloa por una abrumadora mayoría absoluta, prefiere tragar bilis y suponer que su genuflexión ante Ramírez le servirá de salvoconducto -¡qué candidez!- para sortear futuras campañas de acoso y derribo del capo de Unidad Editorial.
Es probable que Rajoy no sienta rencor hacia un enemigo de tanto fuste y tan probada saña -presunta virtud que ni mucho menos comparten sus más cercanos colaboradores-, pero es seguro que tiene memoria. Y no habrá olvidado que el ahora historiador se refería a él en 2008, tras su segunda derrota a manos de Zapatero y en plena noche de cuchillos largos para desalojarlo de Génova, como "un mediocre que quiere aferrarse al poder" y "un niñato grande que actúa con modales despóticos", al tiempo que animaba a dirigentes del PP como Gustavo de Arístegui o Juan Costa a "encabezar una sublevación contra el líder popular".
El pasado domingo, víspera de autos, El País recordaba aquel intento fallido de golpe palaciego en una entrevista-río con Rajoy. Y un colaborador del presidente del PP -al que el diario no identificaba- confesaba que "hubo una conspiración para echar a Mariano Rajoy a empujones en la que participaron José María Aznar, Esperanza Aguirre, el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, y Jiménez Losantos". Tres de ellos -Aguirre, Losantos y el propio Ramírez- coincidieron el lunes en el procaz maridaje prensa-poder escenificado en la legación diplomática francesa. Y el más que probable próximo presidente del Gobierno cometió el grave error -ignoro si por voluntad propia o pésimamente aconsejado por sus asesores- de dilapidar una parte de su magro crédito político en un acto tan frívolo y mundano como inapropiado para un país que no está para muchas alegrías.
lunes, 26 de septiembre de 2011
Una victoria XXL
Por Jose Antonio Zarzalejos
Publicado en El Confidencial (24/09/2011)
Resulta tan paradójico como real: el PSOE está alarmado por el derrumbe electoral que le auguran las encuestas, y el PP sumamente preocupado por una victoria electoral apabullante porque deja en sus manos toda la responsabilidad de reactivar un país colapsado. Si se siguen las crónicas de Gonzalo López Alba en el diario Público –uno de los periodistas más solventes en el conocimiento interno del PSOE— es posible hacerse una idea precisa de la situación de los socialistas. Según López Alba en la sede de la calle Ferraz se preparan para un resultado similar al del año 2000, es decir, por debajo de los 130 escaños. Con Almunia los socialistas lograron 125 y el PP de Aznar alcanzó los 183. Sólo en 1977, con 118 diputados y en 1979 con 121, los socialistas se comportaron peor que en las generales de 2000. Teniendo en cuenta la mala campaña preelectoral de Pérez Rubalcaba -pinchazo con la reforma constitucional y con el impuesto sobre el patrimonio y enormes líos en la confección de listas- en este momento, el PSOE ya estaría por debajo de la frontera de los 130 escaños y, en consecuencia, el PP partiría de salida con la mayoría absoluta asegurada.
Este derrumbe del PSOE provocaría lo que Miguel Ángel Aguilar -otro analista irónico, culto e informado de lo que sucede en la izquierda española- ha denominado stravincere, expresión italiana traducible como victoria rotunda e inapelable de los populares y que el publicista dice sería mejor evitar para “defender al triunfador de sí mismo”. En otras palabras, la conjunción de una victoria XXL -enorme, de hasta 3/5 de la Cámara (210 de 350)- permitiría al PP un gobierno sin necesidad de pacto parlamentario alguno porque dispondría del quórum reforzado que la Constitución exige para las leyes orgánicas, designación de miembros del Tribunal Constitucional, del Consejo General del Poder Judicial y otros organismos decisivos. Es decir, un potencial e histórico rodillo que sume al PSOE en una inquietud extrema. No parece que el PP, aun con mayoría absoluta alcance semejante registro.
En la calle Génova la cautela y la preocupación se añaden a la satisfacción por una victoria cantada. Y cobra todo su sentido la prudencia de Rajoy que, pese a las enormes expectativas generadas por las encuestas internas y externas, se esfuerza en mantener una presencia pública de moderación y cercanía. No quiere que se cante victoria y detesta que se ofrezca una imagen prepotente. Sabe -y lo advierte- que España se ha convertido para él y su futuro Gobierno en un colosal problema de difícil manejo que requerirá decisiones duras con poco margen de maniobra. Encarar este futuro inmediato con “la mano tendida” ha sido el mensaje fundamental de su periplo por Cataluña -Rajoy espera mucho de la capacidad de entendimiento entre PP y CiU- y el propósito último de los mensajes, aparentemente inocuos, que incorpora su autobiografía (En confianza) en la que él mismo se presenta como un hombre más de acuerdos que de discrepancias y enemigo del conflicto -en tanto en cuanto lo pueda eludir-.
El previsible descalabro del PSOE no le permitirá -hasta que no se rehaga de sus crisis interna- desempeñar eficazmente el papel de oposición. La izquierda no convencional, intelectual, esa que se mueve en el mundo de las artes escénicas, la que anida en los movimientos sociales, los sindicatos y los colectivos de distinta naturaleza, están ya velando armas para sustituir al PSOE y comportarse como empalizada frente al PP. Los conservadores saben -como saben los socialistas- que la agitación en la calle, las huelgas y las protestas, recibirán, sin dar ni una mínima tregua, las medidas inevitablemente polémicas que deberá adoptar un eventual Gobierno del PP.
La huelga de los docentes de la red pública en Madrid es política, como sostiene Esperanza Aguirre, y puede verse en las movilizaciones y en los argumentos que se esgrimen una especie de ensayo ante las futuras políticas conservadoras. El modelo educativo es un terreno muy ideológico y de tradicional confrontación. Sin embargo, las medidas de la Comunidad de Madrid tienen una lógica relevante. Se han incrementado en dos las horas lectivas de los docentes (estaban en 18 y pasan a 20, pudiendo llegarse hasta las 21); no es cierto que se haya despedido a interinos, sino que no se han vuelto a contratar a los 1.700 (no 3.200 como se ha dicho) del curso pasado, pero sí a más de 700; es incierto que haya más escolares este año en la ESO; hay menos (viene descendiendo su número desde hace años: 143.000 en el curso 1999-2000; 120.000 en el curso 2011-2012); se ha aumentado el número de profesores en primaria (más de 100 respecto del curso pasado) y el ratio de alumnos por profesor (en Madrid de 9,7) es más bajo que en Corea (18,4), Finlandia (13,2), Nueva Zelanda (14,8), Japón (13,3), Australia (12,3) y Países Bajos (15,8) que pasan por ser los países de alta calidad educativa porque tienen menor fracaso escolar.
En el informe Pisa, Madrid está a la cabeza de las comunidades españoles, dato de no poca importancia. Lucía Figar, consejera del ramo, es una mujer razonable e inteligente que, seguramente, intenta componer la situación frente a la resistencia de los huelguistas. Su difícil comparecencia ayer en la comisión correspondiente de la Asamblea autonómica le acredita en estos momentos difíciles.
Huelga ideológica y política
En este contexto, podrá reprocharse –se lo han reprochado desde el PP- que Esperanza Aguirre se pase de frenada en algunas declaraciones y luego haya de recoger velas, pero lo cierto es que no hay razones objetivas para una huelga como la que hemos vivido esta semana. Más aún cuando, como desveló este diario, el propio sindicato UGT-FETE elaboró un severísimo informe sobre “los recortes en educación del proyecto de ley de presupuestos generales del Estado para el año 2011”, que no merecieron movilizaciones ni huelgas. En los Presupuestos, que Ángel Gabilondo ha de conocerse al dedillo, se establecían previsiones muy duras, aunque explicables: no a la contratación temporal salvo casos excepcionales (no, pues, a la contratación de funcionarios interinos), recorte salarial a los docentes, recorte a la enseñanza concertada y a las partidas dedicadas a educación en general del orden del 8%.
No cabe demasiada duda de que el componente ideológico y político en la huelga de la enseñanza en Madrid busca una confrontación con el PP que pretende objetivos que van más allá de los confesados. La irrupción en la escena de cineastas y escritores que el pasado día 12, al modo habitual, manifiesto incluido, se alzaban en custodios de la enseñanza pública y reprochaban al Gobierno autónomo madrileño sus decisiones -de nuevo, se olvidaron del Gobierno de Zapatero- confirma que estamos ante un debate extremadamente simulado por los convocantes de la huelga, sea cual fuere el seguimiento que haya tenido que, en todo caso, va a menos. Parece buscarse un clima de opinión que ofrezca verosimilitud a los mensajes según los cuales el PP podaría los servicios públicos básicos del Estado del Bienestar, presentando al conservadurismo político como un neoliberalismo desalmado.
La victoria de grandes proporciones del PP el 20-N provocará a su vez una consecuencia de dimensiones replicantes. Y la misión del Gobierno de Rajoy consistirá en lidiar con los problemas socio-económicos de España y la previsible reacción de la izquierda más militante en la calle. Un hombre como Rajoy, que según todos los que le conocen está mejor dotado para presidir el Gobierno que para liderar la oposición (si hay una victoria XXL del PP ese mantra se caería por su base), parece el adecuado para este escenario en el que la firmeza debe ser compatible con el diálogo y la rapidez en la gestión con explicaciones suficientes, tanto al Parlamento como a la opinión pública.
Por una vez, ¿será posible que la izquierda acepte su derrota sin revolverse en la calle y que la derecha gobierne con templanza? Vamos a verlo, advirtiendo que la herencia de Zapatero -dialécticamente castigado hasta la crueldad por sus afines, como el consejero-delegado de Prisa y Presidente del El País, Juan Luis Cebrián, según el cual “no hemos contado con el líder adecuado” y por eso “España se encuentra en una fase desprestigio” y por Jordi Sevilla-, es tan envenenada como sintetizó en siete puntos Mariano Rajoy en la última sesión de control parlamentario al Gobierno. Y es que Zapatero es historia, pero como ha dicho José María Aznar “no deja nada por continuar y todo por rehacer”. Vamos a irnos preparando para una alternancia extremadamente complicada.
Publicado en El Confidencial (24/09/2011)
Resulta tan paradójico como real: el PSOE está alarmado por el derrumbe electoral que le auguran las encuestas, y el PP sumamente preocupado por una victoria electoral apabullante porque deja en sus manos toda la responsabilidad de reactivar un país colapsado. Si se siguen las crónicas de Gonzalo López Alba en el diario Público –uno de los periodistas más solventes en el conocimiento interno del PSOE— es posible hacerse una idea precisa de la situación de los socialistas. Según López Alba en la sede de la calle Ferraz se preparan para un resultado similar al del año 2000, es decir, por debajo de los 130 escaños. Con Almunia los socialistas lograron 125 y el PP de Aznar alcanzó los 183. Sólo en 1977, con 118 diputados y en 1979 con 121, los socialistas se comportaron peor que en las generales de 2000. Teniendo en cuenta la mala campaña preelectoral de Pérez Rubalcaba -pinchazo con la reforma constitucional y con el impuesto sobre el patrimonio y enormes líos en la confección de listas- en este momento, el PSOE ya estaría por debajo de la frontera de los 130 escaños y, en consecuencia, el PP partiría de salida con la mayoría absoluta asegurada.
Este derrumbe del PSOE provocaría lo que Miguel Ángel Aguilar -otro analista irónico, culto e informado de lo que sucede en la izquierda española- ha denominado stravincere, expresión italiana traducible como victoria rotunda e inapelable de los populares y que el publicista dice sería mejor evitar para “defender al triunfador de sí mismo”. En otras palabras, la conjunción de una victoria XXL -enorme, de hasta 3/5 de la Cámara (210 de 350)- permitiría al PP un gobierno sin necesidad de pacto parlamentario alguno porque dispondría del quórum reforzado que la Constitución exige para las leyes orgánicas, designación de miembros del Tribunal Constitucional, del Consejo General del Poder Judicial y otros organismos decisivos. Es decir, un potencial e histórico rodillo que sume al PSOE en una inquietud extrema. No parece que el PP, aun con mayoría absoluta alcance semejante registro.
En la calle Génova la cautela y la preocupación se añaden a la satisfacción por una victoria cantada. Y cobra todo su sentido la prudencia de Rajoy que, pese a las enormes expectativas generadas por las encuestas internas y externas, se esfuerza en mantener una presencia pública de moderación y cercanía. No quiere que se cante victoria y detesta que se ofrezca una imagen prepotente. Sabe -y lo advierte- que España se ha convertido para él y su futuro Gobierno en un colosal problema de difícil manejo que requerirá decisiones duras con poco margen de maniobra. Encarar este futuro inmediato con “la mano tendida” ha sido el mensaje fundamental de su periplo por Cataluña -Rajoy espera mucho de la capacidad de entendimiento entre PP y CiU- y el propósito último de los mensajes, aparentemente inocuos, que incorpora su autobiografía (En confianza) en la que él mismo se presenta como un hombre más de acuerdos que de discrepancias y enemigo del conflicto -en tanto en cuanto lo pueda eludir-.
El previsible descalabro del PSOE no le permitirá -hasta que no se rehaga de sus crisis interna- desempeñar eficazmente el papel de oposición. La izquierda no convencional, intelectual, esa que se mueve en el mundo de las artes escénicas, la que anida en los movimientos sociales, los sindicatos y los colectivos de distinta naturaleza, están ya velando armas para sustituir al PSOE y comportarse como empalizada frente al PP. Los conservadores saben -como saben los socialistas- que la agitación en la calle, las huelgas y las protestas, recibirán, sin dar ni una mínima tregua, las medidas inevitablemente polémicas que deberá adoptar un eventual Gobierno del PP.
La huelga de los docentes de la red pública en Madrid es política, como sostiene Esperanza Aguirre, y puede verse en las movilizaciones y en los argumentos que se esgrimen una especie de ensayo ante las futuras políticas conservadoras. El modelo educativo es un terreno muy ideológico y de tradicional confrontación. Sin embargo, las medidas de la Comunidad de Madrid tienen una lógica relevante. Se han incrementado en dos las horas lectivas de los docentes (estaban en 18 y pasan a 20, pudiendo llegarse hasta las 21); no es cierto que se haya despedido a interinos, sino que no se han vuelto a contratar a los 1.700 (no 3.200 como se ha dicho) del curso pasado, pero sí a más de 700; es incierto que haya más escolares este año en la ESO; hay menos (viene descendiendo su número desde hace años: 143.000 en el curso 1999-2000; 120.000 en el curso 2011-2012); se ha aumentado el número de profesores en primaria (más de 100 respecto del curso pasado) y el ratio de alumnos por profesor (en Madrid de 9,7) es más bajo que en Corea (18,4), Finlandia (13,2), Nueva Zelanda (14,8), Japón (13,3), Australia (12,3) y Países Bajos (15,8) que pasan por ser los países de alta calidad educativa porque tienen menor fracaso escolar.
En el informe Pisa, Madrid está a la cabeza de las comunidades españoles, dato de no poca importancia. Lucía Figar, consejera del ramo, es una mujer razonable e inteligente que, seguramente, intenta componer la situación frente a la resistencia de los huelguistas. Su difícil comparecencia ayer en la comisión correspondiente de la Asamblea autonómica le acredita en estos momentos difíciles.
Huelga ideológica y política
En este contexto, podrá reprocharse –se lo han reprochado desde el PP- que Esperanza Aguirre se pase de frenada en algunas declaraciones y luego haya de recoger velas, pero lo cierto es que no hay razones objetivas para una huelga como la que hemos vivido esta semana. Más aún cuando, como desveló este diario, el propio sindicato UGT-FETE elaboró un severísimo informe sobre “los recortes en educación del proyecto de ley de presupuestos generales del Estado para el año 2011”, que no merecieron movilizaciones ni huelgas. En los Presupuestos, que Ángel Gabilondo ha de conocerse al dedillo, se establecían previsiones muy duras, aunque explicables: no a la contratación temporal salvo casos excepcionales (no, pues, a la contratación de funcionarios interinos), recorte salarial a los docentes, recorte a la enseñanza concertada y a las partidas dedicadas a educación en general del orden del 8%.
No cabe demasiada duda de que el componente ideológico y político en la huelga de la enseñanza en Madrid busca una confrontación con el PP que pretende objetivos que van más allá de los confesados. La irrupción en la escena de cineastas y escritores que el pasado día 12, al modo habitual, manifiesto incluido, se alzaban en custodios de la enseñanza pública y reprochaban al Gobierno autónomo madrileño sus decisiones -de nuevo, se olvidaron del Gobierno de Zapatero- confirma que estamos ante un debate extremadamente simulado por los convocantes de la huelga, sea cual fuere el seguimiento que haya tenido que, en todo caso, va a menos. Parece buscarse un clima de opinión que ofrezca verosimilitud a los mensajes según los cuales el PP podaría los servicios públicos básicos del Estado del Bienestar, presentando al conservadurismo político como un neoliberalismo desalmado.
La victoria de grandes proporciones del PP el 20-N provocará a su vez una consecuencia de dimensiones replicantes. Y la misión del Gobierno de Rajoy consistirá en lidiar con los problemas socio-económicos de España y la previsible reacción de la izquierda más militante en la calle. Un hombre como Rajoy, que según todos los que le conocen está mejor dotado para presidir el Gobierno que para liderar la oposición (si hay una victoria XXL del PP ese mantra se caería por su base), parece el adecuado para este escenario en el que la firmeza debe ser compatible con el diálogo y la rapidez en la gestión con explicaciones suficientes, tanto al Parlamento como a la opinión pública.
Por una vez, ¿será posible que la izquierda acepte su derrota sin revolverse en la calle y que la derecha gobierne con templanza? Vamos a verlo, advirtiendo que la herencia de Zapatero -dialécticamente castigado hasta la crueldad por sus afines, como el consejero-delegado de Prisa y Presidente del El País, Juan Luis Cebrián, según el cual “no hemos contado con el líder adecuado” y por eso “España se encuentra en una fase desprestigio” y por Jordi Sevilla-, es tan envenenada como sintetizó en siete puntos Mariano Rajoy en la última sesión de control parlamentario al Gobierno. Y es que Zapatero es historia, pero como ha dicho José María Aznar “no deja nada por continuar y todo por rehacer”. Vamos a irnos preparando para una alternancia extremadamente complicada.
jueves, 22 de septiembre de 2011
Cómo conseguir que escampe (I)
Por José M. de la Viña
Publicado en Cotizalia (22/09/2011)
Comencemos con algunas recetas tradicionales de aplicación local. Cada país o región necesitará las suyas propias. Para crecer, ya lo dijimos, se necesita innovación, emprendedores, así como un país con una hoja de ruta industrial y productiva clara. Y, por supuesto, un marco laboral, legal, jurídico y fiscal adecuado. Y nada de eso tenemos.
El marco laboral
Disfrutamos de un mercado laboral bipolar, donde unos privilegiados tienen aseguradas las lentejas a costa de todos los demás. Donde los trabajadores eventuales permanentes subvencionan sin enterarse a los empleados fijos perpetuos. A cambio, nadie quiere contratar por miedo a cargar con un oneroso lastre a razón de muchos días por año trabajado. Sobre todo las pequeñas empresas, que no se lo pueden permitir y no tienen capacidad de negociar unos anacrónicos convenios colectivos, inasumibles para muchas.
Solo el Estado carga con cualquiera y no puede deshacerse de nadie. Es el anatema. Los funcionarios nacieron para que un grupo de profesionales pudiera mantener a los políticos bajo control sin temor a represalias. El sistema se ha ido prostituyendo con el tiempo. Hoy en día cualquier grupo profesional es funcionario, tenga o no tenga responsabilidad.
Funcionarios deberían ser solo los profesionales muy cualificados, técnicos y gestores; los cargos que dependen directamente del poder político; los que controlan los dineros públicos y tienen el deber de fiscalizarlos, con capacidad para oponerse a dispendios inútiles y enfrentarse a los que mandan, como los interventores; los que dan fe, como los secretarios de los ayuntamientos; los jueces y fiscales, o los abogados del Estado, por ejemplo.
En general, todo aquel colectivo cuya función sea mantener a raya y evitar los desmanes de los políticos con cargo, o impartir justicia y orden. Labor que no están cumpliendo muchos de ellos. Véase ese Tribunal de Cuentas nominal que no fiscaliza como debiera ser su deber los agujeros autonómicos.
El número de funcionarios debería ser reducido, el estrictamente necesario. Tendrían que estar bien pagados y tener seguridad en el empleo a cambio de exigirles cumplir un deber con mucha responsabilidad y a veces ingrato. Porque enfrentarse al poder siempre lo es.
Y, los demás, personal laboral bajo las mismas leyes que rigen para el resto de los mortales, con las mismas prebendas y similares deberes. Con posibilidad de ponerlos de patitas en la calle si no cumplen ni se reciclan, si su trabajo ya no se justifica, o si no hay dinero. Así acabaría el vuelva usted mañana y se podrían adelgazar unas administraciones que cuanto más engordan más ineficaces son, empobreciendo el país.
El marco normativo
No nos podemos permitir diez y siete parlamentos escupiendo leyes incompatibles sobre lo mismo. Para afirmar la identidad tribal a base de normas hilarantes y punitivas destinadas a los que no piensan o no hablan como una minoría cazurra o fundamentalista desea; que desincentivan el comercio y la movilidad de los trabajadores y los ciudadanos al promover comunidades cerradas y homogéneas, puro aldeanismo.
Es necesario que sus señorías dejen de perder el tiempo en asuntos que deberían gestionarse coordinadamente y con racionalidad. Como la sanidad, la educación, la justicia, el transporte y tantos otros.
Las unidades regionales son útiles, las tienen todos los países. Siempre y cuando legislen asuntos adecuados a su escala geográfica y fomenten la cercanía con el ciudadano.
No nos podemos permitir la multiplicidad de órganos y entes actual. Todo lo que promueva la desintegración debería ser abolido. Junto con lo que potencie la rotura de mercados, asunto que debería ser competencia de ámbitos superiores, nacionales o mejor europeos y universales. Jamás de las regiones.
Es preciso encontrar el término medio de este péndulo kafkiano llamado España. Hemos pasado de un estado centralizado a otra cosa que es lo opuesto. Donde cada región campa por sus fueros a costa de la eficacia, penalizando la economía.
Huyendo de la buena vecindad que siempre ha existido entre todas las regiones, en épocas trágicas, pero también en las boyantes. En la historia reciente de España no ha habido conflictos étnicos ni tribales excepto los creados artificialmente por los amigos canallas del infausto Zapatero. Acólitos ahora en desbandada y en pleno realineamiento táctico, cual ratas que abandonan el barco que se está hundiendo.
Padecemos unos nacionalismos catetos y trogloditas, añorantes de una historia legendaria que jamás existió. De unas costumbres recientemente inventadas que pretenden fomentar diferencias inexistentes en el pasado.
Eternas víctimas de no se sabe qué afrentas; quejicas con sus exigencias permanentes; sanguijuelas cuando se trata de arramplar; insolidarios con casi todo; fabricantes de aldeanos en el peor sentido del término con sus programas educativos, mejor dicho, adoctrinadores, que solo enseñan el estrecho ombligo propio ensombrecido por el talud negro de la supuesta diferencia y el rencor hacia unos agravios que jamás se produjeron.
Reminiscencias de la España profunda y cerril, antieuropea en espíritu e ignorante por convicción, alérgica a los principios de la Ilustración y al honor, que no somos capaces de superar ni hemos abandonado.
En un mundo gobernado por la ley de la selva, donde las naciones grandes y los bloques imponen su ley, ¿dónde pretendemos ir con tanta nacioncita deslavazada? O es que acaso nuestros políticos, con tal de resaltar lo que nos diferencia en vez de lo que nos une; de mandar y de mantener innumerables poltronas, de gestionar aunque sea miseria y caos son capaces de acabar enviando este país a la irrelevancia. Porque yendo cada uno por su lado es a lo que estamos destinados.
Hace falta un gobierno y un estado fuertes. Capaces de medirse de igual a igual con los grandes, en Europa y fuera de ella. Con una estrategia clara. Que controle firmemente las finanzas públicas. Todas, incluidas las taifas autonómicas y los quebrados ayuntamientos. Que exija rectitud. Una justicia eficaz que obligue a pagar por los desmanes causados a sus responsables cuando se salgan del tiesto.
Porque con tanta nacioncita que ejerce de tal y que ha fagocitado al estado, el cual ha sido terminado de dinamitar por Rodríguez con los delirantes estatutos reivindicativos y excluyentes, entre otras muchas cafradas recientes, no podremos llegar muy lejos.
¿Cargarnos las diputaciones? Si es para aligerar estructura, sí. Si lo es para reforzar los gobiernos de los diez y siete centralismos patrios, para que cada uno continúe haciendo la guerra por su lado, mejor no hacerlo. Hemos pasado de tener un único estado a tener diez y siete estaditos.
Un político que no acata las resoluciones judiciales, que pretende imponer sus creencias, aptitudes, costumbres, idiomas o neuras no puede considerarse demócrata por mucho que haya ganado unas elecciones. No es menos fundamentalista que aquel que obliga a todos los ciudadanos a comportarse o a vestir de una determinada manera, que pretende que todos piensen o sientan lo mismo, u obligue a cumplir la sharia más extrema bajo pena de muerte.
Tales actitudes uniformizadoras y excluyentes por decreto no son muy diferentes de las aplicadas durante el franquismo y menos aún del fascismo o el estalinismo. Desgraciadamente, padecemos muchas imposiciones de ese estilo políticamente correctas. ¡Cuánta democracia queda por aprender!
Mejores reguladores
Cambiando de cantinela. Hacen falta organismos reguladores eficaces y honestos en vez de los que padecemos. Libres de tanto chanchullo y compadreo con aquellos que deben vigilar. Aligerados de incompetencia interesada y estulticia grotesca.
Que garanticen la competitividad y la seguridad de aquellos sectores e industrias estratégicos que, por sus propias características y relevancia, no pueden disfrutar de un mercado libre real, como la energía y las telecomunicaciones; sean potencialmente peligrosos, como la industria nuclear; o incluyan en su seno mortíferas armas de destrucción masiva, como la financiera.
Seguiremos tarifando el próximo día.
Publicado en Cotizalia (22/09/2011)
Comencemos con algunas recetas tradicionales de aplicación local. Cada país o región necesitará las suyas propias. Para crecer, ya lo dijimos, se necesita innovación, emprendedores, así como un país con una hoja de ruta industrial y productiva clara. Y, por supuesto, un marco laboral, legal, jurídico y fiscal adecuado. Y nada de eso tenemos.
El marco laboral
Disfrutamos de un mercado laboral bipolar, donde unos privilegiados tienen aseguradas las lentejas a costa de todos los demás. Donde los trabajadores eventuales permanentes subvencionan sin enterarse a los empleados fijos perpetuos. A cambio, nadie quiere contratar por miedo a cargar con un oneroso lastre a razón de muchos días por año trabajado. Sobre todo las pequeñas empresas, que no se lo pueden permitir y no tienen capacidad de negociar unos anacrónicos convenios colectivos, inasumibles para muchas.
Solo el Estado carga con cualquiera y no puede deshacerse de nadie. Es el anatema. Los funcionarios nacieron para que un grupo de profesionales pudiera mantener a los políticos bajo control sin temor a represalias. El sistema se ha ido prostituyendo con el tiempo. Hoy en día cualquier grupo profesional es funcionario, tenga o no tenga responsabilidad.
Funcionarios deberían ser solo los profesionales muy cualificados, técnicos y gestores; los cargos que dependen directamente del poder político; los que controlan los dineros públicos y tienen el deber de fiscalizarlos, con capacidad para oponerse a dispendios inútiles y enfrentarse a los que mandan, como los interventores; los que dan fe, como los secretarios de los ayuntamientos; los jueces y fiscales, o los abogados del Estado, por ejemplo.
En general, todo aquel colectivo cuya función sea mantener a raya y evitar los desmanes de los políticos con cargo, o impartir justicia y orden. Labor que no están cumpliendo muchos de ellos. Véase ese Tribunal de Cuentas nominal que no fiscaliza como debiera ser su deber los agujeros autonómicos.
El número de funcionarios debería ser reducido, el estrictamente necesario. Tendrían que estar bien pagados y tener seguridad en el empleo a cambio de exigirles cumplir un deber con mucha responsabilidad y a veces ingrato. Porque enfrentarse al poder siempre lo es.
Y, los demás, personal laboral bajo las mismas leyes que rigen para el resto de los mortales, con las mismas prebendas y similares deberes. Con posibilidad de ponerlos de patitas en la calle si no cumplen ni se reciclan, si su trabajo ya no se justifica, o si no hay dinero. Así acabaría el vuelva usted mañana y se podrían adelgazar unas administraciones que cuanto más engordan más ineficaces son, empobreciendo el país.
El marco normativo
No nos podemos permitir diez y siete parlamentos escupiendo leyes incompatibles sobre lo mismo. Para afirmar la identidad tribal a base de normas hilarantes y punitivas destinadas a los que no piensan o no hablan como una minoría cazurra o fundamentalista desea; que desincentivan el comercio y la movilidad de los trabajadores y los ciudadanos al promover comunidades cerradas y homogéneas, puro aldeanismo.
Es necesario que sus señorías dejen de perder el tiempo en asuntos que deberían gestionarse coordinadamente y con racionalidad. Como la sanidad, la educación, la justicia, el transporte y tantos otros.
Las unidades regionales son útiles, las tienen todos los países. Siempre y cuando legislen asuntos adecuados a su escala geográfica y fomenten la cercanía con el ciudadano.
No nos podemos permitir la multiplicidad de órganos y entes actual. Todo lo que promueva la desintegración debería ser abolido. Junto con lo que potencie la rotura de mercados, asunto que debería ser competencia de ámbitos superiores, nacionales o mejor europeos y universales. Jamás de las regiones.
Es preciso encontrar el término medio de este péndulo kafkiano llamado España. Hemos pasado de un estado centralizado a otra cosa que es lo opuesto. Donde cada región campa por sus fueros a costa de la eficacia, penalizando la economía.
Huyendo de la buena vecindad que siempre ha existido entre todas las regiones, en épocas trágicas, pero también en las boyantes. En la historia reciente de España no ha habido conflictos étnicos ni tribales excepto los creados artificialmente por los amigos canallas del infausto Zapatero. Acólitos ahora en desbandada y en pleno realineamiento táctico, cual ratas que abandonan el barco que se está hundiendo.
Padecemos unos nacionalismos catetos y trogloditas, añorantes de una historia legendaria que jamás existió. De unas costumbres recientemente inventadas que pretenden fomentar diferencias inexistentes en el pasado.
Eternas víctimas de no se sabe qué afrentas; quejicas con sus exigencias permanentes; sanguijuelas cuando se trata de arramplar; insolidarios con casi todo; fabricantes de aldeanos en el peor sentido del término con sus programas educativos, mejor dicho, adoctrinadores, que solo enseñan el estrecho ombligo propio ensombrecido por el talud negro de la supuesta diferencia y el rencor hacia unos agravios que jamás se produjeron.
Reminiscencias de la España profunda y cerril, antieuropea en espíritu e ignorante por convicción, alérgica a los principios de la Ilustración y al honor, que no somos capaces de superar ni hemos abandonado.
En un mundo gobernado por la ley de la selva, donde las naciones grandes y los bloques imponen su ley, ¿dónde pretendemos ir con tanta nacioncita deslavazada? O es que acaso nuestros políticos, con tal de resaltar lo que nos diferencia en vez de lo que nos une; de mandar y de mantener innumerables poltronas, de gestionar aunque sea miseria y caos son capaces de acabar enviando este país a la irrelevancia. Porque yendo cada uno por su lado es a lo que estamos destinados.
Hace falta un gobierno y un estado fuertes. Capaces de medirse de igual a igual con los grandes, en Europa y fuera de ella. Con una estrategia clara. Que controle firmemente las finanzas públicas. Todas, incluidas las taifas autonómicas y los quebrados ayuntamientos. Que exija rectitud. Una justicia eficaz que obligue a pagar por los desmanes causados a sus responsables cuando se salgan del tiesto.
Porque con tanta nacioncita que ejerce de tal y que ha fagocitado al estado, el cual ha sido terminado de dinamitar por Rodríguez con los delirantes estatutos reivindicativos y excluyentes, entre otras muchas cafradas recientes, no podremos llegar muy lejos.
¿Cargarnos las diputaciones? Si es para aligerar estructura, sí. Si lo es para reforzar los gobiernos de los diez y siete centralismos patrios, para que cada uno continúe haciendo la guerra por su lado, mejor no hacerlo. Hemos pasado de tener un único estado a tener diez y siete estaditos.
Un político que no acata las resoluciones judiciales, que pretende imponer sus creencias, aptitudes, costumbres, idiomas o neuras no puede considerarse demócrata por mucho que haya ganado unas elecciones. No es menos fundamentalista que aquel que obliga a todos los ciudadanos a comportarse o a vestir de una determinada manera, que pretende que todos piensen o sientan lo mismo, u obligue a cumplir la sharia más extrema bajo pena de muerte.
Tales actitudes uniformizadoras y excluyentes por decreto no son muy diferentes de las aplicadas durante el franquismo y menos aún del fascismo o el estalinismo. Desgraciadamente, padecemos muchas imposiciones de ese estilo políticamente correctas. ¡Cuánta democracia queda por aprender!
Mejores reguladores
Cambiando de cantinela. Hacen falta organismos reguladores eficaces y honestos en vez de los que padecemos. Libres de tanto chanchullo y compadreo con aquellos que deben vigilar. Aligerados de incompetencia interesada y estulticia grotesca.
Que garanticen la competitividad y la seguridad de aquellos sectores e industrias estratégicos que, por sus propias características y relevancia, no pueden disfrutar de un mercado libre real, como la energía y las telecomunicaciones; sean potencialmente peligrosos, como la industria nuclear; o incluyan en su seno mortíferas armas de destrucción masiva, como la financiera.
Seguiremos tarifando el próximo día.
martes, 20 de septiembre de 2011
Cinco condiciones para que España vea la luz a final de 2012
Por S. McCoy
Publicado en Cotizalia (19/09/2011)
Que 2011 es un año perdido es axioma de aceptación general. La pregunta que flota en el aire es qué nos deparará el olímpico 2012, si una tragedia económica aún mayor que la actual o, por el contrario, el principio de la recuperación. Se trata de una interpelación ligada en España a la figura de Mariano Rajoy y las políticas del PP, toda vez que una amplia mayoría da por descontado su aterrizaje y el de su partido en el poder. Las dudas alrededor de la capacidad del personaje no esconden una sensación general de última oportunidad. Ahora o nunca. Confianza y seguridad sirven de antídotos al temor colectivo. Escasa ha sido la contribución del gallego a ambas, de momento, estrategia timorata pero obligada de nadar y guardar la ropa. Sin embargo, el clavo ardiendo de su figura es el último asidero para muchos que han tenido o tienen la tentación de arrojar la toalla. Esperanza frente a desesperación. ¿Responderá a las expectativas?
No va a ser un camino fácil. Su discurso de puertas adentro está trufado de voluntarismo del tipo sé lo que tengo que hacer, estoy dispuesto a aceptar el coste social de mis decisiones, tengo las personas idóneas para ello y un control de las distintas capas de la administración que va a facilitar mi tarea. Pasar de las musas al teatro será cosa bien distinta toda vez que heredará un estado intervenido en el que las políticas y los objetivos estarán determinados de antemano. Ser capaz de dar la vuelta a esa tortilla y ser él quién lidere el proceso exigirá, primero, de estabilidad parlamentaria, resultado de una mayoría suficiente con un mandato específico de poner el país patas arriba para arreglar sus males de manera transversal, y, en segundo lugar, de un programa de actuaciones que simultanee la necesidad de ajuste de la economía y la sociedad españolas a su nueva realidad con sentar los principios para su reactivación futura. Ambas son condiciones necesarias para que “la ilusión se cumpla”.
Sin un resultado en las urnas que garantice una gobernabilidad no dependiente de las fuerzas minoritarias de corte nacionalista, cualquier deseo de cambio efectivo, especialmente en el modelo de estado, será una quimera de difícil materialización. Un programa tan centrado en el hoy que se olvide del mañana produciría el rechazo de una amplia masa de población, incluidos sus propios votantes. Hay conciencia y voluntad de sacrificio pero no de inmolación; los pasos atrás han de permitir con el tiempo avanzar más rápido. Lograr convencer a los agentes sociales y resistir los embates de la calle será el tercer reto al que se enfrentará el líder conservador. Se auguran dos primeros tercios de 2012 terribles. Los que permanecieron callados y complacientes durante ocho años están ya abonando el terreno para lo que está por venir. Las movilizaciones tendrán impacto en la confianza ciudadana, en la inversión empresarial o en el flujo de fondos hacia nuestro país. Ser enérgico y didáctico, alinear intereses comunes y resistir la presión interior y exterior serán fundamentales para el éxito de su legislatura. Dos años para perder, dos para recuperar. Extraña lógica electoral.
A ello se unirán factores ligados con los demonizados mercados. Las reformas perentorias y estructurales habrán de ser “definitivas”. Una de las palas con las que el gobierno socialista de José Luís Rodríguez Zapatero ha cavado su propia tumba ha sido la sucesión de medidas oportunistas y deslavazadas, propiciadas más por la mayor o menor presión de los inversores en nuestra deuda que por la convicción de estar haciendo lo idóneo para poner España en la órbita de los grandes. No hace falta que recordemos aquí cuáles han sido las consecuencias de unas políticas contingentes pero escasamente convincentes en el ámbito laboral, bancario o fiscal, por poner solo tres ejemplos. De la ley de sostenibilidad al Plan E pasando por las ayudas a fondo perdido. Ya no hay tiempo para más escaramuzas que distraigan a los “especuladores” de su objetivo principal. Es hora de sacar la artillería pesada y abordar los distintos frentes con determinación, de salir de las trincheras y pasar a la ofensiva. No hay minuto que perder. La elección de los profesionales que han de abordar esta tarea se antoja esencial, la piedra de toque que dará idea de la verdadera intención del futuro primer ejecutivo de España, S.A.
Mayoría suficiente, programa compensado, suficiencia del mismo y permanencia en el tiempo son condiciones todas para el éxito que dependerán exclusivamente de la capacidad para llegar al poder y ejercerlo de manera responsable de Mariano Rajoy. Hay, por el contrario, un doble elemento ajeno a su control que será esencial para el juicio que de su tarea se haga en el futuro. Por una parte, Europa. Es evidente que con riesgo de avalancha es mucho más difícil escalar una cima. A la responsabilidad y altura de miras individual se ha de unir la comunitaria. El colapso colectivo haría vano cualquier intento de despegue unitario. Por otra, una economía mundial expansiva en mayor o menor grado en la que encuentren acomodo los frutos de las iniciativas de productividad y competitividad planteadas por el nuevo gobierno. Una recesión global convertiría en opción la depresión nacional, con todo lo que eso implica. Si ambos factores exógenos dan tregua, y se cumplen el resto de los requisitos a los que hemos hecho referencia, el cuarto trimestre de 2012 será el momento en el que España comenzará a ver la luz. La estadística, con su favorable base comparativa, y la canalización de la actividad pública y privada hacia un objetivo definido contribuirán a que así sea. Ojalá.
Publicado en Cotizalia (19/09/2011)
Que 2011 es un año perdido es axioma de aceptación general. La pregunta que flota en el aire es qué nos deparará el olímpico 2012, si una tragedia económica aún mayor que la actual o, por el contrario, el principio de la recuperación. Se trata de una interpelación ligada en España a la figura de Mariano Rajoy y las políticas del PP, toda vez que una amplia mayoría da por descontado su aterrizaje y el de su partido en el poder. Las dudas alrededor de la capacidad del personaje no esconden una sensación general de última oportunidad. Ahora o nunca. Confianza y seguridad sirven de antídotos al temor colectivo. Escasa ha sido la contribución del gallego a ambas, de momento, estrategia timorata pero obligada de nadar y guardar la ropa. Sin embargo, el clavo ardiendo de su figura es el último asidero para muchos que han tenido o tienen la tentación de arrojar la toalla. Esperanza frente a desesperación. ¿Responderá a las expectativas?
No va a ser un camino fácil. Su discurso de puertas adentro está trufado de voluntarismo del tipo sé lo que tengo que hacer, estoy dispuesto a aceptar el coste social de mis decisiones, tengo las personas idóneas para ello y un control de las distintas capas de la administración que va a facilitar mi tarea. Pasar de las musas al teatro será cosa bien distinta toda vez que heredará un estado intervenido en el que las políticas y los objetivos estarán determinados de antemano. Ser capaz de dar la vuelta a esa tortilla y ser él quién lidere el proceso exigirá, primero, de estabilidad parlamentaria, resultado de una mayoría suficiente con un mandato específico de poner el país patas arriba para arreglar sus males de manera transversal, y, en segundo lugar, de un programa de actuaciones que simultanee la necesidad de ajuste de la economía y la sociedad españolas a su nueva realidad con sentar los principios para su reactivación futura. Ambas son condiciones necesarias para que “la ilusión se cumpla”.
Sin un resultado en las urnas que garantice una gobernabilidad no dependiente de las fuerzas minoritarias de corte nacionalista, cualquier deseo de cambio efectivo, especialmente en el modelo de estado, será una quimera de difícil materialización. Un programa tan centrado en el hoy que se olvide del mañana produciría el rechazo de una amplia masa de población, incluidos sus propios votantes. Hay conciencia y voluntad de sacrificio pero no de inmolación; los pasos atrás han de permitir con el tiempo avanzar más rápido. Lograr convencer a los agentes sociales y resistir los embates de la calle será el tercer reto al que se enfrentará el líder conservador. Se auguran dos primeros tercios de 2012 terribles. Los que permanecieron callados y complacientes durante ocho años están ya abonando el terreno para lo que está por venir. Las movilizaciones tendrán impacto en la confianza ciudadana, en la inversión empresarial o en el flujo de fondos hacia nuestro país. Ser enérgico y didáctico, alinear intereses comunes y resistir la presión interior y exterior serán fundamentales para el éxito de su legislatura. Dos años para perder, dos para recuperar. Extraña lógica electoral.
A ello se unirán factores ligados con los demonizados mercados. Las reformas perentorias y estructurales habrán de ser “definitivas”. Una de las palas con las que el gobierno socialista de José Luís Rodríguez Zapatero ha cavado su propia tumba ha sido la sucesión de medidas oportunistas y deslavazadas, propiciadas más por la mayor o menor presión de los inversores en nuestra deuda que por la convicción de estar haciendo lo idóneo para poner España en la órbita de los grandes. No hace falta que recordemos aquí cuáles han sido las consecuencias de unas políticas contingentes pero escasamente convincentes en el ámbito laboral, bancario o fiscal, por poner solo tres ejemplos. De la ley de sostenibilidad al Plan E pasando por las ayudas a fondo perdido. Ya no hay tiempo para más escaramuzas que distraigan a los “especuladores” de su objetivo principal. Es hora de sacar la artillería pesada y abordar los distintos frentes con determinación, de salir de las trincheras y pasar a la ofensiva. No hay minuto que perder. La elección de los profesionales que han de abordar esta tarea se antoja esencial, la piedra de toque que dará idea de la verdadera intención del futuro primer ejecutivo de España, S.A.
Mayoría suficiente, programa compensado, suficiencia del mismo y permanencia en el tiempo son condiciones todas para el éxito que dependerán exclusivamente de la capacidad para llegar al poder y ejercerlo de manera responsable de Mariano Rajoy. Hay, por el contrario, un doble elemento ajeno a su control que será esencial para el juicio que de su tarea se haga en el futuro. Por una parte, Europa. Es evidente que con riesgo de avalancha es mucho más difícil escalar una cima. A la responsabilidad y altura de miras individual se ha de unir la comunitaria. El colapso colectivo haría vano cualquier intento de despegue unitario. Por otra, una economía mundial expansiva en mayor o menor grado en la que encuentren acomodo los frutos de las iniciativas de productividad y competitividad planteadas por el nuevo gobierno. Una recesión global convertiría en opción la depresión nacional, con todo lo que eso implica. Si ambos factores exógenos dan tregua, y se cumplen el resto de los requisitos a los que hemos hecho referencia, el cuarto trimestre de 2012 será el momento en el que España comenzará a ver la luz. La estadística, con su favorable base comparativa, y la canalización de la actividad pública y privada hacia un objetivo definido contribuirán a que así sea. Ojalá.
jueves, 15 de septiembre de 2011
La Eurozona como el Titanic
Por Manuel Muela
Publicado en El Confidencial (15/09/2011)
La falta de confianza en el porvenir de la Unión Monetaria y del euro es ya un hecho aceptado, que tiene cada vez más cercana su materialización con todo el dramatismo que ello conlleva. Sin embargo, los más obligados a enfrentar esa realidad, dirigentes y numerosos medios de opinión, siguen con la idea de que estamos ante un proyecto indestructible, de ahí lo del Titanic, cuyos problemas se arreglan con proclamas del estilo “Se requiere más Europa” o “Los eurobonos son la solución” que, en mi opinión, representan un ejercicio de cinismo o una mera maniobra de distracción. Creo, por ello, que estamos ante un dilema: dejar que se produzca el hundimiento desordenado o poner los medios para ordenarlo. Ambas opciones son dramáticas, pero no quedan otras cartas que jugar.
El proyecto europeo, la Unión Europea y su Unión Monetaria, ha estado impregnado de grandes dosis de voluntarismo, que tenían como objetivo convertir un área de librecambio, integrada por un limitado número de países con estructuras políticas y económicas homogéneas, en una unión política y monetaria con mayor número de países, de estructuras bastante heterogéneas. Nos hemos pasado 20 años dedicados a ésta empresa, desde Maastricht, que ahora muestra su fragilidad cercana a la ruina, como en su día advirtieron, y no esta de más recordarlo, aquellos países que se negaron a participar: Reino Unido, Dinamarca y Suecia.
La experiencia horrenda de la Segunda Guerra Mundial, que fue la culminación trágica de una historia de guerras y enfrentamientos entre las grandes potencias europeas, especialmente Francia y Alemania, justificó las iniciativas de hombres como Schumann, francés, Adenauer, alemán, y De Gasperi, italiano, en pro de modelos de cooperación y unidad para lograr la reconciliación, sobre todo entre alemanes y franceses.
Aquellos deseos alumbraron la realidad del Mercado Común Europeo, a finales de los años cincuenta del pasado siglo, nucleado en torno a Francia y Alemania. Italia y el Benelux formaban el acompañamiento que facilitaba el entendimiento entre los dos grandes competidores y enemigos históricos. Los esfuerzos de los fundadores y la mejora económica que ello produjo atrajeron el interés de otros países hacia ese modelo de cooperación, llegando a un conjunto de quince miembros después de un proceso de 40 años, ampliado, deprisa y corriendo, a 27 en ésta década.
El derrumbe de la Unión Soviética y la unificación de Alemania en 1989 impulsaron un proyecto político y monetario más ambicioso que pretendía la superación definitiva de la cooperación económica y el librecambio, que eran los dos anclajes de la entonces Comunidad Económica Europea, a través de una rápida Unión Monetaria y la unión política subsiguiente. Los resultados de ello fueron los Tratados de Maastricht y de Ámsterdam, y la implantación del euro como moneda única en enero de 1999.
A partir de entonces se iniciaron las políticas crediticias expansivas e indiscriminadas, que han producido aumentos considerables de la deuda pública y privada de países, los llamados periféricos, a los que la contracción crediticia ha metido en la depresión económica y fiscal para largo tiempo. Y a ese problema real e indiscutido se le pretende dar solución con el aumento de las políticas depresivas, también indiscriminadas, que, a mi juicio, tienen poco que ver con la exigencia de orden y estabilidad en las cuentas públicas y con el saneamiento de los sistemas crediticios: la tecno estructura europea, por una parte, y las exigencias de los prestamistas, por otra, han alumbrado unas monstruosas políticas de rescate, que llevan en su seno el fracaso financiero y el desorden político y social.
Es lógica la preocupación, dentro y fuera de Europa, sobre lo que se está cociendo en la caldera de la Unión Monetaria: su caída desordenada y alocada nos situaría en un escenario muy conflictivo, de esos que solo Europa es capaz de fabricar y que otros tienen que ayudar a arreglar. La inquietud expresada por el presidente Obama tiene ese fundamento y debería obligar a los dirigentes europeos a hacer un ejercicio de realismo y de humildad, pidiendo el concurso de la comunidad económica internacional para ordenar los cambios monetarios y crediticios necesarios, que hagan menos dolorosa la salida del atolladero.
La historia nos enseña que muchos sistemas y regímenes políticos han presumido de su intangibilidad y permanencia, la realidad fue cambiando esa apreciación o propósito, unas veces pacíficamente y otras violentamente. No caigamos, por ello, en el mismo error, pensando que lo de ahora es distinto: eso sería iniciar el camino a la perdición.
Publicado en El Confidencial (15/09/2011)
La falta de confianza en el porvenir de la Unión Monetaria y del euro es ya un hecho aceptado, que tiene cada vez más cercana su materialización con todo el dramatismo que ello conlleva. Sin embargo, los más obligados a enfrentar esa realidad, dirigentes y numerosos medios de opinión, siguen con la idea de que estamos ante un proyecto indestructible, de ahí lo del Titanic, cuyos problemas se arreglan con proclamas del estilo “Se requiere más Europa” o “Los eurobonos son la solución” que, en mi opinión, representan un ejercicio de cinismo o una mera maniobra de distracción. Creo, por ello, que estamos ante un dilema: dejar que se produzca el hundimiento desordenado o poner los medios para ordenarlo. Ambas opciones son dramáticas, pero no quedan otras cartas que jugar.
El proyecto europeo, la Unión Europea y su Unión Monetaria, ha estado impregnado de grandes dosis de voluntarismo, que tenían como objetivo convertir un área de librecambio, integrada por un limitado número de países con estructuras políticas y económicas homogéneas, en una unión política y monetaria con mayor número de países, de estructuras bastante heterogéneas. Nos hemos pasado 20 años dedicados a ésta empresa, desde Maastricht, que ahora muestra su fragilidad cercana a la ruina, como en su día advirtieron, y no esta de más recordarlo, aquellos países que se negaron a participar: Reino Unido, Dinamarca y Suecia.
La experiencia horrenda de la Segunda Guerra Mundial, que fue la culminación trágica de una historia de guerras y enfrentamientos entre las grandes potencias europeas, especialmente Francia y Alemania, justificó las iniciativas de hombres como Schumann, francés, Adenauer, alemán, y De Gasperi, italiano, en pro de modelos de cooperación y unidad para lograr la reconciliación, sobre todo entre alemanes y franceses.
Aquellos deseos alumbraron la realidad del Mercado Común Europeo, a finales de los años cincuenta del pasado siglo, nucleado en torno a Francia y Alemania. Italia y el Benelux formaban el acompañamiento que facilitaba el entendimiento entre los dos grandes competidores y enemigos históricos. Los esfuerzos de los fundadores y la mejora económica que ello produjo atrajeron el interés de otros países hacia ese modelo de cooperación, llegando a un conjunto de quince miembros después de un proceso de 40 años, ampliado, deprisa y corriendo, a 27 en ésta década.
El derrumbe de la Unión Soviética y la unificación de Alemania en 1989 impulsaron un proyecto político y monetario más ambicioso que pretendía la superación definitiva de la cooperación económica y el librecambio, que eran los dos anclajes de la entonces Comunidad Económica Europea, a través de una rápida Unión Monetaria y la unión política subsiguiente. Los resultados de ello fueron los Tratados de Maastricht y de Ámsterdam, y la implantación del euro como moneda única en enero de 1999.
A partir de entonces se iniciaron las políticas crediticias expansivas e indiscriminadas, que han producido aumentos considerables de la deuda pública y privada de países, los llamados periféricos, a los que la contracción crediticia ha metido en la depresión económica y fiscal para largo tiempo. Y a ese problema real e indiscutido se le pretende dar solución con el aumento de las políticas depresivas, también indiscriminadas, que, a mi juicio, tienen poco que ver con la exigencia de orden y estabilidad en las cuentas públicas y con el saneamiento de los sistemas crediticios: la tecno estructura europea, por una parte, y las exigencias de los prestamistas, por otra, han alumbrado unas monstruosas políticas de rescate, que llevan en su seno el fracaso financiero y el desorden político y social.
Es lógica la preocupación, dentro y fuera de Europa, sobre lo que se está cociendo en la caldera de la Unión Monetaria: su caída desordenada y alocada nos situaría en un escenario muy conflictivo, de esos que solo Europa es capaz de fabricar y que otros tienen que ayudar a arreglar. La inquietud expresada por el presidente Obama tiene ese fundamento y debería obligar a los dirigentes europeos a hacer un ejercicio de realismo y de humildad, pidiendo el concurso de la comunidad económica internacional para ordenar los cambios monetarios y crediticios necesarios, que hagan menos dolorosa la salida del atolladero.
La historia nos enseña que muchos sistemas y regímenes políticos han presumido de su intangibilidad y permanencia, la realidad fue cambiando esa apreciación o propósito, unas veces pacíficamente y otras violentamente. No caigamos, por ello, en el mismo error, pensando que lo de ahora es distinto: eso sería iniciar el camino a la perdición.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
La Biblia de la ruptura del Euro lleva la firma del Citigroup
Por S. McCoy
Publicado en Cotizalia (14/09/2011)
A través de mi amigo Fernando Suárez, cuyo Teatro del Dinero es una de las columnas más añoradas de Cotizalia, llego al último documento publicado por Willem Buiter, en la actualidad economista jefe de Citigroup. El que fuera durante años corresponsal económico del Financial Times se despacha con un paper de 56 páginas en el que trata de hacer su propia contribución a la solución del problema europeo, no sin antes pasar por las distintas opciones que hay sobre la mesa en la actualidad, desde la implantación de una improbable Unión Fiscal a la costosa salida desordenada o el abandono voluntario del euro de Grecia o Alemania. Se trata de un texto trufado de referencias legales y financieras que está llamado a ser guía para todos aquellos interesados en las implicaciones de cualquiera de los outputs finales del incierto devenir comunitario. Está Biblia de la Ruptura del Euro la encuentran en abierto en la propia web del autor: The future of the euro area: fiscal unión, break-up or blundering towards a “you break it, you own it Europe”, 09/09/2011.
Nuestro gozo en un pozo, Buiter censura -al principio del Capítulo 2 y profusamente en el 4- la depreciación ordenada y temporal de las divisas más débiles que proponíamos ayer como vía para corregir los desequilibrios de partida en la configuración de la moneda única, snif (Valor Añadido, ¡Emergencia! Euro rico, euro pobre, ¿la única salida a la crisis?, 12/09/2011). Se centra, por el contrario, en mecanismos que dependen de una voluntad de los estados miembros en tela de juicio en los últimos meses, vista la oposición parlamentaria a las ayudas en algunos de ellos o la exigencia de garantías bilaterales adicionales de otros. Parece olvidar que es éste un problema, en su resolución, esencialmente político y que invocar, como hace, la fórmula de Cooperación Reforzada (hasta ahora utilizada solo en patentes; Valor Añadido, Pasen y vean la última y grave metedura de pata de un gobierno incapaz, 12/11/2010) no haría sino alterar aún más el ya alborotado gallinero de la Eurozona.
Aún así propugna mecanismos para cercenar cualquier contagio desde el principio: líneas especiales de liquidez para situaciones puntuales de falta de acceso al mercado, mediante el uso del Banco Europeo de Inversiones y la emisión de eurobonos para fines concretos y tasados; restructuración soberana y bancaria acorde con la verdadera realidad de los balances públicos y privados, a fin de aparcar de una vez por todas la incertidumbre existente sobre una potencial transferencia ilimitada de fondos desde el core europeo a la periferia; financiación del BCE reducida al fondo de rescate, con exclusión específica de acción directa sobre la deuda de países concretos a fin de evitar esa discriminación negativa que tanta oposición está generando en algunas naciones. Se trataría de romper con la polaridad “mucha o poca Europa” para situarla en su “justa cantidad, mínimo institucional, fiscal y regulatorio para asegurar su supervivencia”. Un compendio de buenas ideas cuya adopción en este momento de la crisis es cuestionada por el propio autor. Vaya. No en vano concluye su Introducción con un significativo “pónganse el casco”.
Sin embargo su propuesta le sirve de excusa para el desarrollo de esos apartados realmente mollares que apuntábamos al inicio de este post: Integración o Segregación. Respecto de la primera identifica a lo largo de 17 páginas beneficios potenciales y obstáculos reales y escribe sobre el papel de los eurobonos o los tres billones de euros de capacidad de absorción de pérdidas del BCE. Muy interesante. Dedica a la segunda el mismo espacio en un recorrido que va desde cuestiones legales sobre el abandono o la expulsión de la Eurozona, al impacto económico tanto para el estado afectado como para el conjunto del área de la misma, con particular desarrollo de lo que él denomina falacias keynesianas de competitividad y estabilidad por manipulación de tipo de cambio (ya te vale, ¿no?), o las consecuencias globales de la pérdida de la marca Europa. Una guía imprescindible, técnica y ligera a la vez, que les recomiendo encarecidamente.
Hoy, en esta columna, servidor es portavoz más que autor. Cesión que, sin duda, merece la pena.
Publicado en Cotizalia (14/09/2011)
A través de mi amigo Fernando Suárez, cuyo Teatro del Dinero es una de las columnas más añoradas de Cotizalia, llego al último documento publicado por Willem Buiter, en la actualidad economista jefe de Citigroup. El que fuera durante años corresponsal económico del Financial Times se despacha con un paper de 56 páginas en el que trata de hacer su propia contribución a la solución del problema europeo, no sin antes pasar por las distintas opciones que hay sobre la mesa en la actualidad, desde la implantación de una improbable Unión Fiscal a la costosa salida desordenada o el abandono voluntario del euro de Grecia o Alemania. Se trata de un texto trufado de referencias legales y financieras que está llamado a ser guía para todos aquellos interesados en las implicaciones de cualquiera de los outputs finales del incierto devenir comunitario. Está Biblia de la Ruptura del Euro la encuentran en abierto en la propia web del autor: The future of the euro area: fiscal unión, break-up or blundering towards a “you break it, you own it Europe”, 09/09/2011.
Nuestro gozo en un pozo, Buiter censura -al principio del Capítulo 2 y profusamente en el 4- la depreciación ordenada y temporal de las divisas más débiles que proponíamos ayer como vía para corregir los desequilibrios de partida en la configuración de la moneda única, snif (Valor Añadido, ¡Emergencia! Euro rico, euro pobre, ¿la única salida a la crisis?, 12/09/2011). Se centra, por el contrario, en mecanismos que dependen de una voluntad de los estados miembros en tela de juicio en los últimos meses, vista la oposición parlamentaria a las ayudas en algunos de ellos o la exigencia de garantías bilaterales adicionales de otros. Parece olvidar que es éste un problema, en su resolución, esencialmente político y que invocar, como hace, la fórmula de Cooperación Reforzada (hasta ahora utilizada solo en patentes; Valor Añadido, Pasen y vean la última y grave metedura de pata de un gobierno incapaz, 12/11/2010) no haría sino alterar aún más el ya alborotado gallinero de la Eurozona.
Aún así propugna mecanismos para cercenar cualquier contagio desde el principio: líneas especiales de liquidez para situaciones puntuales de falta de acceso al mercado, mediante el uso del Banco Europeo de Inversiones y la emisión de eurobonos para fines concretos y tasados; restructuración soberana y bancaria acorde con la verdadera realidad de los balances públicos y privados, a fin de aparcar de una vez por todas la incertidumbre existente sobre una potencial transferencia ilimitada de fondos desde el core europeo a la periferia; financiación del BCE reducida al fondo de rescate, con exclusión específica de acción directa sobre la deuda de países concretos a fin de evitar esa discriminación negativa que tanta oposición está generando en algunas naciones. Se trataría de romper con la polaridad “mucha o poca Europa” para situarla en su “justa cantidad, mínimo institucional, fiscal y regulatorio para asegurar su supervivencia”. Un compendio de buenas ideas cuya adopción en este momento de la crisis es cuestionada por el propio autor. Vaya. No en vano concluye su Introducción con un significativo “pónganse el casco”.
Sin embargo su propuesta le sirve de excusa para el desarrollo de esos apartados realmente mollares que apuntábamos al inicio de este post: Integración o Segregación. Respecto de la primera identifica a lo largo de 17 páginas beneficios potenciales y obstáculos reales y escribe sobre el papel de los eurobonos o los tres billones de euros de capacidad de absorción de pérdidas del BCE. Muy interesante. Dedica a la segunda el mismo espacio en un recorrido que va desde cuestiones legales sobre el abandono o la expulsión de la Eurozona, al impacto económico tanto para el estado afectado como para el conjunto del área de la misma, con particular desarrollo de lo que él denomina falacias keynesianas de competitividad y estabilidad por manipulación de tipo de cambio (ya te vale, ¿no?), o las consecuencias globales de la pérdida de la marca Europa. Una guía imprescindible, técnica y ligera a la vez, que les recomiendo encarecidamente.
Hoy, en esta columna, servidor es portavoz más que autor. Cesión que, sin duda, merece la pena.
Ganan las finanzas, pierde la economía real: el futuro ya está aquí
Por J. Jacks
Publicado en Cotizalia (14/09/2011)
Durante las últimas décadas se ha venido produciendo un cambio en las economías occidentales. Del capitalismo industrial se ha pasado al financiero, de la preeminencia de la actividad productiva a la crediticia y de mercados.
Acaba de concluir su primera fase que ha implicado la casi desaparición de la economía “real” en favor de la financiera y la concentración de poder en reducidas manos de este sector. Para ello se ha usado la ilusión monetaria que logró convencer a los ciudadanos que endeudarse significaba ser más rico, sin que, en realidad, se operara cambio alguno en su situación. Pero claro, cuanta más deuda, más dependencia del sector financiero.
Ahora, con esta crisis, se está entrando en la segunda fase de esta transformación, la de la total ocupación de los fondos públicos. ¿Cómo lo logran?
Primero, a través del miedo. Los trabajadores ven el despido tan cerca (según la OIT, el desempleo está en su nivel más alto nunca registrado) y se encuentran con tan poco ahorro y tan escasas posibilidades de encontrar otro trabajo, que aceptan cualquier medida económica por dañina que les resulte.
Empecemos por el descenso de los costes salariales. Según Greenspan, la deuda “cura” el problema laboral y está en la génesis de la contracción de la retribución a los empleados. Vaya, haber empezado por ahí cuando fue Presidente de la Reserva Federal.
Sigamos con el déficit público. En los Estados Unidos, la Comisión de Responsabilidad Fiscal está más preocupada por el agujero presupuestario que por el crecimiento. El mismo título del estudio asusta: “El Momento de la verdad”. ¿De qué “verdad”? ¿La “verdad” de que su gobierno puede, siempre, pagar su deuda al endeudarse en su propia moneda? ¿La “verdad” que Estados Unidos jamás entrara en bancarrota, a menos que así lo desee? ¿Qué es esto?
Entre los miembros de esta Comisión hay ex vicepresidentes de la FED, ex directivos de Morgan Stanley y profesionales de perfil similar. Gente preparada que sabe que están mintiendo a sus compatriotas. Interesa transmitir la idea de que unos gobiernos sumamente ineptos y proclives a dispendios sin control convierten todo gasto público en improductivo.
Se busca convencer a los ciudadanos de que la situación actual no permite el déficit del Estado, que son inviables las estructuras públicas de pensiones o de salud. No se explica que no todo el gasto de la administración es dispendio ni que la falta de superávit comercial implica déficit del sector privado o el público, como recordamos hace quince días en esta misma columna.
El resultado es que los ciudadanos han asimilado que si no aceptan las medidas de austeridad, sufrirán la mayor recesión de la Historia. Si no acatan resignadamente los recortes, el límite de la deuda USA no se podrá aprobar (dicho por el mismo partido que lo aumentó en diez ocasiones anteriores). Sin ajustes, sus pensiones corren peligro.
El objetivo es destinar los recursos públicos y el endeudamiento del Estado a apoyar el rescate de las entidades financieras y evitar minusvalías en las carteras de las entidades.
El sector financiero sabe que el sistema no da más de sí. Puede aguantar un poco más, coger el dinero del nuevo QE y moverlo hacia Asia donde está el futuro gracias a una población ávida por consumir y endeudarse. Pero sabe que la deuda total, tanto en los EEUU como en la UE, no puede pagarse.
En esta operación, el papel del BCE es fundamental. La labor principal de un banco central es la de financiar el gasto del Estado con la compra de su deuda. El BCE es diferente: tiene prohibido la compra en el mercado primario. Su tarea se limita a controlar la inflación.
Así, los países de la UE, en lugar de endeudarse a través de su banco central como ocurre en Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Noruega… lo hacen pagando el 5% a los bancos comerciales que después venden la misma deuda al BCE. McCoy ya lo denunció en su columna. Mientras, Estados Unidos se financia a través de la FED al 0%.
¿Si los 114.000 millones de euros emitidos en el 2011 lo hubieran sido al, digamos, 0,5%, cuanto dinero se habría ahorrado el Estado? Según los Presupuesto Generales del Estado, 27.400 millones para el pago de intereses. ¿Quién gana con este mecanismo? ¿El ciudadano?
Ante todos estos cambios, la respuesta propuesta por unos y por otros pasa por un gobierno único europeo. Todavía más centralización del poder, menos democracia. ¿Tanto sufrimiento inflingido para acabar en esto?
Publicado en Cotizalia (14/09/2011)
Durante las últimas décadas se ha venido produciendo un cambio en las economías occidentales. Del capitalismo industrial se ha pasado al financiero, de la preeminencia de la actividad productiva a la crediticia y de mercados.
Acaba de concluir su primera fase que ha implicado la casi desaparición de la economía “real” en favor de la financiera y la concentración de poder en reducidas manos de este sector. Para ello se ha usado la ilusión monetaria que logró convencer a los ciudadanos que endeudarse significaba ser más rico, sin que, en realidad, se operara cambio alguno en su situación. Pero claro, cuanta más deuda, más dependencia del sector financiero.
Ahora, con esta crisis, se está entrando en la segunda fase de esta transformación, la de la total ocupación de los fondos públicos. ¿Cómo lo logran?
Primero, a través del miedo. Los trabajadores ven el despido tan cerca (según la OIT, el desempleo está en su nivel más alto nunca registrado) y se encuentran con tan poco ahorro y tan escasas posibilidades de encontrar otro trabajo, que aceptan cualquier medida económica por dañina que les resulte.
Empecemos por el descenso de los costes salariales. Según Greenspan, la deuda “cura” el problema laboral y está en la génesis de la contracción de la retribución a los empleados. Vaya, haber empezado por ahí cuando fue Presidente de la Reserva Federal.
Sigamos con el déficit público. En los Estados Unidos, la Comisión de Responsabilidad Fiscal está más preocupada por el agujero presupuestario que por el crecimiento. El mismo título del estudio asusta: “El Momento de la verdad”. ¿De qué “verdad”? ¿La “verdad” de que su gobierno puede, siempre, pagar su deuda al endeudarse en su propia moneda? ¿La “verdad” que Estados Unidos jamás entrara en bancarrota, a menos que así lo desee? ¿Qué es esto?
Entre los miembros de esta Comisión hay ex vicepresidentes de la FED, ex directivos de Morgan Stanley y profesionales de perfil similar. Gente preparada que sabe que están mintiendo a sus compatriotas. Interesa transmitir la idea de que unos gobiernos sumamente ineptos y proclives a dispendios sin control convierten todo gasto público en improductivo.
Se busca convencer a los ciudadanos de que la situación actual no permite el déficit del Estado, que son inviables las estructuras públicas de pensiones o de salud. No se explica que no todo el gasto de la administración es dispendio ni que la falta de superávit comercial implica déficit del sector privado o el público, como recordamos hace quince días en esta misma columna.
El resultado es que los ciudadanos han asimilado que si no aceptan las medidas de austeridad, sufrirán la mayor recesión de la Historia. Si no acatan resignadamente los recortes, el límite de la deuda USA no se podrá aprobar (dicho por el mismo partido que lo aumentó en diez ocasiones anteriores). Sin ajustes, sus pensiones corren peligro.
El objetivo es destinar los recursos públicos y el endeudamiento del Estado a apoyar el rescate de las entidades financieras y evitar minusvalías en las carteras de las entidades.
El sector financiero sabe que el sistema no da más de sí. Puede aguantar un poco más, coger el dinero del nuevo QE y moverlo hacia Asia donde está el futuro gracias a una población ávida por consumir y endeudarse. Pero sabe que la deuda total, tanto en los EEUU como en la UE, no puede pagarse.
En esta operación, el papel del BCE es fundamental. La labor principal de un banco central es la de financiar el gasto del Estado con la compra de su deuda. El BCE es diferente: tiene prohibido la compra en el mercado primario. Su tarea se limita a controlar la inflación.
Así, los países de la UE, en lugar de endeudarse a través de su banco central como ocurre en Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Noruega… lo hacen pagando el 5% a los bancos comerciales que después venden la misma deuda al BCE. McCoy ya lo denunció en su columna. Mientras, Estados Unidos se financia a través de la FED al 0%.
¿Si los 114.000 millones de euros emitidos en el 2011 lo hubieran sido al, digamos, 0,5%, cuanto dinero se habría ahorrado el Estado? Según los Presupuesto Generales del Estado, 27.400 millones para el pago de intereses. ¿Quién gana con este mecanismo? ¿El ciudadano?
Ante todos estos cambios, la respuesta propuesta por unos y por otros pasa por un gobierno único europeo. Todavía más centralización del poder, menos democracia. ¿Tanto sufrimiento inflingido para acabar en esto?
lunes, 12 de septiembre de 2011
Poner patas arriba la educación es rentable y necesario
Por S. McCoy
Publicado en Cotizalia (12/09/2011)
Hay debates que se agotan en su semántica. Es el caso del recorte de interinos en el que los más osados han tratado de ver un quebranto sustancial del modelo educativo español. Como si éste fuera un dechado de virtudes al que esta medida desproveyera de su carácter sin tacha. Lo que hay que oír. Define la Real Academia en su primera acepción al interino como aquél “que sirve por algún tiempo la falta de una persona o cosa”, esto es: “que ejerce un cargo o empleo por ausencia o falta de otro”. Se trata de un desempeño, por tanto, eventual y discrecional del contratante. A partir de ahí poco hay que discutir.
Otra cosa es la manía de este país de atribuir a las situaciones temporales carácter de derechos adquiridos hasta el punto de que los ahora afectados podían, es un suponer, haber asumido como definitiva tal temporalidad y organizar erróneamente su vida alrededor de dicha malinterpretación. Si de verdad fueran imprescindibles bastaba con un fraude de ley a la judicatura -manda narices esto también- por el que la experiencia acumulada les diera la posibilidad de entrar por la puerta de atrás en las plantillas de colegios e institutos. Pero no fue el caso. ¿No se daban cuenta, o no se la querían dar, de que lo que ha sucedido ahora podía llegar en cualquier momento?
Además, el hecho de que su no renovación, que no despido, coincida con un recorte de la oferta por oposición a tales desempeños no deja de ser una prueba de que la educación está sobredimensionada, es escasamente rentable socialmente dados los elevados niveles de fracaso escolar y paro juvenil y requiere de una vuelta a principios esenciales para que no nos sigan sacando los colores cada año en Pisa. Hay determinadas cuestiones sobre las que se ha pasado secularmente por encima para no herir sensibilidades. Así nos ha ido. Que sea tan sorpresa que se decida actuar sobre ellas es buena prueba de la adormidera con la que cada día España se desayuna. La educación ha demostrado que el Estado del Bienestar no siempre conduce al Bienestar del Estado. Es hora de revertir el proceso.
No se trata de una cuestión de cantidad, en contra de lo que nos quieren hacer creer. Más bien al contrario. En la génesis de lo que se podía calificar como el mayor fracaso, uno más, de la democracia se encuentra la conversión de un derecho universal, en aras de la defensa del principio de igualdad de oportunidades, en una obligación universal acompañada, en caso de incumplimiento, de sanciones administrativas. Un hecho que nos debería llevar a una seria reflexión por sus nefastas consecuencias. Porque reconociendo la esencialidad de la escolarización, su separación de cualquier exigencia disciplinaria o académica supone la receta idónea para el desastre: igualación del nivel académico por abajo y preeminencia de la excepción frente al grupo para desesperación del profesorado y estupor de parte del alumnado. Quod erat demonstrandum.
Es hora de poner la educación patas arriba. Quizá se está empezando la casa por el tejado pero no deja de ser un comienzo. Todo lo que no cuesta no se valora. El ajuste en los docentes, y el incremento de horas de clases de los profesores titulares, debería servir de base para una racionalización de mucho más calado en el que la gratuidad no sea una característica intrínseca del sistema sino asociada a una correspondencia por parte de aquel que recibe el servicio público. Se trata de alinear el esfuerzo de la Administración con el compromiso familiar (sistemas de fianzas o becas) y el beneficio del alumno a través de una oferta mucho más especializada no estrictamente académica. Si se trata de un tabú, roto queda. A grandes males, grandes remedios. La escuela no puede ser un fin (estar) sino un medio (aprovechar). Ese es el error de partida. La corresponsabilidad es indispensable si no queremos que el modelo siga haciendo aguas. Todo lo que se avance en ese sentido -al final los interinos no dejan de ser apoyo y complemento- bienvenido sea.
Vaya manera de empezar la semana. Que se les dé bien.
Publicado en Cotizalia (12/09/2011)
Hay debates que se agotan en su semántica. Es el caso del recorte de interinos en el que los más osados han tratado de ver un quebranto sustancial del modelo educativo español. Como si éste fuera un dechado de virtudes al que esta medida desproveyera de su carácter sin tacha. Lo que hay que oír. Define la Real Academia en su primera acepción al interino como aquél “que sirve por algún tiempo la falta de una persona o cosa”, esto es: “que ejerce un cargo o empleo por ausencia o falta de otro”. Se trata de un desempeño, por tanto, eventual y discrecional del contratante. A partir de ahí poco hay que discutir.
Otra cosa es la manía de este país de atribuir a las situaciones temporales carácter de derechos adquiridos hasta el punto de que los ahora afectados podían, es un suponer, haber asumido como definitiva tal temporalidad y organizar erróneamente su vida alrededor de dicha malinterpretación. Si de verdad fueran imprescindibles bastaba con un fraude de ley a la judicatura -manda narices esto también- por el que la experiencia acumulada les diera la posibilidad de entrar por la puerta de atrás en las plantillas de colegios e institutos. Pero no fue el caso. ¿No se daban cuenta, o no se la querían dar, de que lo que ha sucedido ahora podía llegar en cualquier momento?
Además, el hecho de que su no renovación, que no despido, coincida con un recorte de la oferta por oposición a tales desempeños no deja de ser una prueba de que la educación está sobredimensionada, es escasamente rentable socialmente dados los elevados niveles de fracaso escolar y paro juvenil y requiere de una vuelta a principios esenciales para que no nos sigan sacando los colores cada año en Pisa. Hay determinadas cuestiones sobre las que se ha pasado secularmente por encima para no herir sensibilidades. Así nos ha ido. Que sea tan sorpresa que se decida actuar sobre ellas es buena prueba de la adormidera con la que cada día España se desayuna. La educación ha demostrado que el Estado del Bienestar no siempre conduce al Bienestar del Estado. Es hora de revertir el proceso.
No se trata de una cuestión de cantidad, en contra de lo que nos quieren hacer creer. Más bien al contrario. En la génesis de lo que se podía calificar como el mayor fracaso, uno más, de la democracia se encuentra la conversión de un derecho universal, en aras de la defensa del principio de igualdad de oportunidades, en una obligación universal acompañada, en caso de incumplimiento, de sanciones administrativas. Un hecho que nos debería llevar a una seria reflexión por sus nefastas consecuencias. Porque reconociendo la esencialidad de la escolarización, su separación de cualquier exigencia disciplinaria o académica supone la receta idónea para el desastre: igualación del nivel académico por abajo y preeminencia de la excepción frente al grupo para desesperación del profesorado y estupor de parte del alumnado. Quod erat demonstrandum.
Es hora de poner la educación patas arriba. Quizá se está empezando la casa por el tejado pero no deja de ser un comienzo. Todo lo que no cuesta no se valora. El ajuste en los docentes, y el incremento de horas de clases de los profesores titulares, debería servir de base para una racionalización de mucho más calado en el que la gratuidad no sea una característica intrínseca del sistema sino asociada a una correspondencia por parte de aquel que recibe el servicio público. Se trata de alinear el esfuerzo de la Administración con el compromiso familiar (sistemas de fianzas o becas) y el beneficio del alumno a través de una oferta mucho más especializada no estrictamente académica. Si se trata de un tabú, roto queda. A grandes males, grandes remedios. La escuela no puede ser un fin (estar) sino un medio (aprovechar). Ese es el error de partida. La corresponsabilidad es indispensable si no queremos que el modelo siga haciendo aguas. Todo lo que se avance en ese sentido -al final los interinos no dejan de ser apoyo y complemento- bienvenido sea.
Vaya manera de empezar la semana. Que se les dé bien.
viernes, 9 de septiembre de 2011
Rescate válido
Editorial de El País (08/09/2011)
El Tribunal Constitucional (TC) alemán se ha pronunciado a favor del apoyo del Gobierno al primer paquete de rescate de Grecia. La desestimación de la demanda que se interpuso contra esa decisión de 2010 despeja uno de los obstáculos que se interponen a la normalización de la difícil situación en la eurozona. Ese tribunal ha declarado, además, que los avales al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) son conformes a la ley. Al reconocer que las decisiones del Gobierno no violan las competencias de la Comisión Presupuestaria del Parlamento alemán, el temido tribunal elimina uno de los principales obstáculos para que Alemania aporte más avales a la ampliación de la FEEF y al segundo rescate de Grecia, acordadas el 21 de julio por los 17 países del euro en la cumbre extraordinaria de Bruselas. Será esa Comisión parlamentaria la que tenga que autorizar en lo sucesivo decisiones similares.
Los más críticos con la contribución alemana al salvamento de las economías afectadas por la inestabilidad en los mercados de deuda pública han considerado que esa sentencia admite de hecho esa "Unión de Transferencias" en la que temían se pudiera convertir la eurozona, correspondiendo al contribuyente alemán el papel de donante permanente. Una desconfianza que también encuentra arraigo entre algunos de los miembros de una coalición gobernante que no se encuentra precisamente muy cohesionada respecto a este asunto. Presunciones tales, sin embargo, no disponen de mucho fundamento. Alemania, la prosperidad de sus ciudadanos y la economía de sus contribuyentes, dependen de que la zona monetaria común siga presidida por la estabilidad, tal como ha ocurrido hasta la traslación a Europa de la crisis desencadenada en el sistema bancario estadounidense. Esa estabilidad ha permitido que Alemania exhiba sus ventajas competitivas vendiendo sus bienes y servicios en la zona monetaria común.
Aunque, como el propio TC ha advertido, esa decisión no puede interpretarse como un cheque en blanco para la actuación discrecional del Gobierno, sí debería ser aprovechada para acelerar el fortalecimiento de la FEEF. La ampliación de sus recursos, desde los 440.000 millones de euros actuales, y de sus funciones en la resolución de la crisis abierta en los mercados de deuda soberana es esencial. Desde luego para liberar al BCE de las excepcionales actuaciones que lleva a cabo comprando en el mercado secundario cantidades significativas de deuda pública de algunos países. La potenciación de esta institución es decisiva para propiciar una mayor integración fiscal. La capacidad para poner en común la solvencia de los Gobiernos y emitir deuda conjunta justificaría las cesiones de soberanía de los Estados en materia presupuestaria, propias de una verdadera federación. Es la única salida a esa asimetría que explica la extensión de esta crisis en los mercados de bonos públicos: la determinada por la existencia de una unión monetaria completa, pero la ausencia de integración económica o fiscal.
El Tribunal Constitucional (TC) alemán se ha pronunciado a favor del apoyo del Gobierno al primer paquete de rescate de Grecia. La desestimación de la demanda que se interpuso contra esa decisión de 2010 despeja uno de los obstáculos que se interponen a la normalización de la difícil situación en la eurozona. Ese tribunal ha declarado, además, que los avales al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) son conformes a la ley. Al reconocer que las decisiones del Gobierno no violan las competencias de la Comisión Presupuestaria del Parlamento alemán, el temido tribunal elimina uno de los principales obstáculos para que Alemania aporte más avales a la ampliación de la FEEF y al segundo rescate de Grecia, acordadas el 21 de julio por los 17 países del euro en la cumbre extraordinaria de Bruselas. Será esa Comisión parlamentaria la que tenga que autorizar en lo sucesivo decisiones similares.
Los más críticos con la contribución alemana al salvamento de las economías afectadas por la inestabilidad en los mercados de deuda pública han considerado que esa sentencia admite de hecho esa "Unión de Transferencias" en la que temían se pudiera convertir la eurozona, correspondiendo al contribuyente alemán el papel de donante permanente. Una desconfianza que también encuentra arraigo entre algunos de los miembros de una coalición gobernante que no se encuentra precisamente muy cohesionada respecto a este asunto. Presunciones tales, sin embargo, no disponen de mucho fundamento. Alemania, la prosperidad de sus ciudadanos y la economía de sus contribuyentes, dependen de que la zona monetaria común siga presidida por la estabilidad, tal como ha ocurrido hasta la traslación a Europa de la crisis desencadenada en el sistema bancario estadounidense. Esa estabilidad ha permitido que Alemania exhiba sus ventajas competitivas vendiendo sus bienes y servicios en la zona monetaria común.
Aunque, como el propio TC ha advertido, esa decisión no puede interpretarse como un cheque en blanco para la actuación discrecional del Gobierno, sí debería ser aprovechada para acelerar el fortalecimiento de la FEEF. La ampliación de sus recursos, desde los 440.000 millones de euros actuales, y de sus funciones en la resolución de la crisis abierta en los mercados de deuda soberana es esencial. Desde luego para liberar al BCE de las excepcionales actuaciones que lleva a cabo comprando en el mercado secundario cantidades significativas de deuda pública de algunos países. La potenciación de esta institución es decisiva para propiciar una mayor integración fiscal. La capacidad para poner en común la solvencia de los Gobiernos y emitir deuda conjunta justificaría las cesiones de soberanía de los Estados en materia presupuestaria, propias de una verdadera federación. Es la única salida a esa asimetría que explica la extensión de esta crisis en los mercados de bonos públicos: la determinada por la existencia de una unión monetaria completa, pero la ausencia de integración económica o fiscal.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
La distracción mortal
Por Paul Krugman
Publicado en El País (06/09/2011)
El viernes dejó dos datos que deberían hacer que todo el mundo en Washington esté ahora diciendo: "Dios mío, ¿qué hemos hecho?".
Uno de estos datos fue cero: el número de empleos creados en agosto. El otro es dos: la tasa de interés de los bonos a 10 años de EE UU, casi el nivel más bajo al que ha estado nunca. En conjunto, estas cifras nos dicen a gritos que los políticos se han estado preocupando por motivos equivocados y, como resultado, ha causado graves daños.
Desde que la fase aguda de la crisis financiera terminó, no ha sido el desempleo el asunto que ha ocupado el centro del debate político en Washington, sino los supuestos peligros del déficit público. Los expertos y los medios de comunicación insistían en que el mayor riesgo que afrontaba EE UU era la retirada de fondos por parte de los inversores en deuda. Por ejemplo, The Wall Street Journal publicó en mayo de 2009 que los "vigilantes de bonos se vuelven como una venganza". Avisaban así a sus lectores de que el "colosal derroche" de la Administración de Obama dispararía los tipos de interés.
Cuando se publicó ese artículo, el tipo de interés era del 3,7%. A partir del viernes, el que ya he mencionado: tan solo un 2%.
No pido que se descarten las preocupaciones sobre el panorama presupuestario de EE UU a largo plazo. Si nos fijamos en las perspectivas fiscales de, por ejemplo, los próximos 20 años, son profundamente preocupantes, sobre todo por el aumento del coste sanitario. Pero la experiencia de los últimos dos años ha confirmado de manera abrumadora lo que algunos tratamos de argumentar desde el principio: el déficit que tenemos en estos momentos -el que debemos tener, porque los déficits en tiempos de crisis ayudan a sostener a una economía deprimida- no supone una amenaza.
Y por culpa de la obsesión por una amenaza inexistente, Washington ha hecho mucho más grande el problema real: el desempleo masivo, que corroe los cimientos de nuestra nación.
A pesar de que usted nunca se habría enterado escuchando a los fanáticos, el año pasado fue una buena prueba para la teoría de que reducir de manera drástica el gasto público crea puestos de trabajo. La obsesión por el déficit bloqueó la muy necesaria segunda ronda de estímulos fiscales. Y con este gasto evaporándose, hemos experimentado de facto la austeridad fiscal. En concreto, los Gobiernos estatales y locales han reaccionado a las pérdidas de ayudas federales cortando programas y despidiendo a muchos trabajadores, especialmente maestros de escuela.
A la vista de este sector público encogido, el sector privado no ha respondido con júbilo a estos despidos y no se ha embarcado en una fiebre por contratar.
Vale. Ya sé qué dirán los sospechosos habituales: que los temores de mayores impuestos y más regulaciones echan atrás a los empresarios. Pero esto es solo una fantasía de la derecha. Varias encuestas han mostrado que la falta de demanda -que se ve agravada por los recortes del Gobierno- es el problema real al que se enfrentan los empresarios, muy por encima de la regulación y los impuestos.
Por ejemplo, cuando los periódicos del grupo McClatchy sondearon hace poco a unos cuantos dueños de pequeños negocios para averiguar qué factores les perjudicaban, ni uno solo respondió sobre la regulación en su sector, y unos pocos se quejaron sobre los impuestos. ¿Y he mencionado que los beneficios después de impuestos sobre la renta nacional están en niveles récord?
Así que los déficits a corto plazo no son el problema, sino la falta de demanda. Y los recortes de gastos están empeorando mucho las cosas. ¿Tal vez sea hora de cambiar de rumbo?
Esto me lleva directamente al discurso sobre economía que va a pronunciar el presidente Barack Obama.
Me parece útil reflexionar sobre tres preguntas: ¿qué debemos hacer para crear puestos de trabajo? ¿En qué van a estar de acuerdo los republicanos que se sientan en el Congreso? Y teniendo en cuenta esta realidad política, ¿qué debería proponer el presidente?
La respuesta a la primera pregunta es que el Gobierno federal tiene que gastar mucho dinero para generar empleo. Y emplear ese gasto sobre todo en la muy necesaria tarea de mejorar y modernizar las infraestructuras del país. ¡Ah! Y necesitamos más ayuda a los Gobiernos estatales y locales para que puedan dejar de despedir a maestros de escuela.
Pero, ¿en qué van a estar de acuerdo los republicanos? Eso es fácil de responder: en nada. Se opondrán a cualquier cosa que proponga Obama, incluso aunque eso pudiera servir claramente de ayuda a la economía. O quizás debería decir: especialmente si eso fuera a ayudar a la economía, ya que el desempleo les beneficia a ellos políticamente.
Esta realidad hace que la tercera pregunta -sobre lo que debe proponer el presidente- sea difícil de responder, ya que nada de lo que diga va a poder ponerlo en marcha a corto plazo. Así que personalmente estoy dispuesto a conceder a Obama un gran margen de confianza en los detalles de su propuesta, siempre y cuando esta sea contundente y logre grandes titulares. Sobre todo porque lo que tiene que hacer ahora es cambiar de conversación y hacer que Washington vuelva a hablar sobre empleos y sobre qué puede hacer el Gobierno para crearlos.
Por el bien de la nación, y especialmente por los millones de estadounidenses desempleados que ven pocas posibilidades de encontrar otro trabajo, espero que lo logre.
Publicado en El País (06/09/2011)
El viernes dejó dos datos que deberían hacer que todo el mundo en Washington esté ahora diciendo: "Dios mío, ¿qué hemos hecho?".
Uno de estos datos fue cero: el número de empleos creados en agosto. El otro es dos: la tasa de interés de los bonos a 10 años de EE UU, casi el nivel más bajo al que ha estado nunca. En conjunto, estas cifras nos dicen a gritos que los políticos se han estado preocupando por motivos equivocados y, como resultado, ha causado graves daños.
Desde que la fase aguda de la crisis financiera terminó, no ha sido el desempleo el asunto que ha ocupado el centro del debate político en Washington, sino los supuestos peligros del déficit público. Los expertos y los medios de comunicación insistían en que el mayor riesgo que afrontaba EE UU era la retirada de fondos por parte de los inversores en deuda. Por ejemplo, The Wall Street Journal publicó en mayo de 2009 que los "vigilantes de bonos se vuelven como una venganza". Avisaban así a sus lectores de que el "colosal derroche" de la Administración de Obama dispararía los tipos de interés.
Cuando se publicó ese artículo, el tipo de interés era del 3,7%. A partir del viernes, el que ya he mencionado: tan solo un 2%.
No pido que se descarten las preocupaciones sobre el panorama presupuestario de EE UU a largo plazo. Si nos fijamos en las perspectivas fiscales de, por ejemplo, los próximos 20 años, son profundamente preocupantes, sobre todo por el aumento del coste sanitario. Pero la experiencia de los últimos dos años ha confirmado de manera abrumadora lo que algunos tratamos de argumentar desde el principio: el déficit que tenemos en estos momentos -el que debemos tener, porque los déficits en tiempos de crisis ayudan a sostener a una economía deprimida- no supone una amenaza.
Y por culpa de la obsesión por una amenaza inexistente, Washington ha hecho mucho más grande el problema real: el desempleo masivo, que corroe los cimientos de nuestra nación.
A pesar de que usted nunca se habría enterado escuchando a los fanáticos, el año pasado fue una buena prueba para la teoría de que reducir de manera drástica el gasto público crea puestos de trabajo. La obsesión por el déficit bloqueó la muy necesaria segunda ronda de estímulos fiscales. Y con este gasto evaporándose, hemos experimentado de facto la austeridad fiscal. En concreto, los Gobiernos estatales y locales han reaccionado a las pérdidas de ayudas federales cortando programas y despidiendo a muchos trabajadores, especialmente maestros de escuela.
A la vista de este sector público encogido, el sector privado no ha respondido con júbilo a estos despidos y no se ha embarcado en una fiebre por contratar.
Vale. Ya sé qué dirán los sospechosos habituales: que los temores de mayores impuestos y más regulaciones echan atrás a los empresarios. Pero esto es solo una fantasía de la derecha. Varias encuestas han mostrado que la falta de demanda -que se ve agravada por los recortes del Gobierno- es el problema real al que se enfrentan los empresarios, muy por encima de la regulación y los impuestos.
Por ejemplo, cuando los periódicos del grupo McClatchy sondearon hace poco a unos cuantos dueños de pequeños negocios para averiguar qué factores les perjudicaban, ni uno solo respondió sobre la regulación en su sector, y unos pocos se quejaron sobre los impuestos. ¿Y he mencionado que los beneficios después de impuestos sobre la renta nacional están en niveles récord?
Así que los déficits a corto plazo no son el problema, sino la falta de demanda. Y los recortes de gastos están empeorando mucho las cosas. ¿Tal vez sea hora de cambiar de rumbo?
Esto me lleva directamente al discurso sobre economía que va a pronunciar el presidente Barack Obama.
Me parece útil reflexionar sobre tres preguntas: ¿qué debemos hacer para crear puestos de trabajo? ¿En qué van a estar de acuerdo los republicanos que se sientan en el Congreso? Y teniendo en cuenta esta realidad política, ¿qué debería proponer el presidente?
La respuesta a la primera pregunta es que el Gobierno federal tiene que gastar mucho dinero para generar empleo. Y emplear ese gasto sobre todo en la muy necesaria tarea de mejorar y modernizar las infraestructuras del país. ¡Ah! Y necesitamos más ayuda a los Gobiernos estatales y locales para que puedan dejar de despedir a maestros de escuela.
Pero, ¿en qué van a estar de acuerdo los republicanos? Eso es fácil de responder: en nada. Se opondrán a cualquier cosa que proponga Obama, incluso aunque eso pudiera servir claramente de ayuda a la economía. O quizás debería decir: especialmente si eso fuera a ayudar a la economía, ya que el desempleo les beneficia a ellos políticamente.
Esta realidad hace que la tercera pregunta -sobre lo que debe proponer el presidente- sea difícil de responder, ya que nada de lo que diga va a poder ponerlo en marcha a corto plazo. Así que personalmente estoy dispuesto a conceder a Obama un gran margen de confianza en los detalles de su propuesta, siempre y cuando esta sea contundente y logre grandes titulares. Sobre todo porque lo que tiene que hacer ahora es cambiar de conversación y hacer que Washington vuelva a hablar sobre empleos y sobre qué puede hacer el Gobierno para crearlos.
Por el bien de la nación, y especialmente por los millones de estadounidenses desempleados que ven pocas posibilidades de encontrar otro trabajo, espero que lo logre.
lunes, 5 de septiembre de 2011
Minimizar los daños
Editorial de El País (04/09/2011)
El Congreso de los Diputados aprobó ayer la primera reforma sustancial de la Constitución de 1978, que ahora deberá seguir su trámite en el Senado. El acuerdo entre socialistas y populares impidió que prosperasen las enmiendas de los restantes grupos parlamentarios, algunos de los cuales se ausentaron de la Cámara durante la votación para expresar su oposición. Los intentos de los partidos mayoritarios para que CiU se sumara al acuerdo concluyeron en fracaso. Y aunque los diputados socialistas aceptaron la disciplina de voto con solo dos excepciones, la fijación de un techo de gasto en la Constitución ha abierto heridas que transmitieron una imagen de resignación y de fractura interna.
El Gobierno y el Partido Popular han justificado la reforma por la necesidad de incrementar la confianza en la economía española. Se trata de un discurso para salir del paso, en la medida en que solo de manera remota puede tener influencia sobre las actuales necesidades de financiación una medida que no entrará en vigor hasta 2020, y que además depende para su concreción de lo que establezca una ley orgánica. La reforma no es un mensaje a los sedicentes mercados, sino a los dos miembros de la eurozona que han sido más reticentes a la compra de deuda española e italiana por parte del Banco Central Europeo y que también se han mostrado más reacios a la imprescindible creación de los eurobonos. Es decir, Francia y Alemania.
Poco ganan socialistas y populares sustituyendo la explicación política de la reforma por un lenguaje mágico que ofrece sacrificios para conjurar los males que acechan a la economía española. Si la inclusión del artículo 135 en la Constitución era una condición necesaria para avanzar en la eventual creación de los eurobonos, los ciudadanos, que además no podrán expresarse en referéndum, tenían derecho a saberlo. La maltrecha construcción europea también habría ganado si, en lugar de adoptar una medida aislada y en un único país, la reforma se hubiera enmarcado en una estrategia común a la eurozona. Es probable que, tras el gesto español, otros países sigan esa senda, necesaria por lo demás. Pero el orgullo de pioneros no es razón suficiente para renunciar de antemano a un acuerdo de la eurozona. En Europa hoy, no son las instituciones y los procedimientos lo que impera, sino que es posible que dos Estados miembros formulen algo parecido a un ultimátum y que los demás emprendan una desordenada carrera para plegarse a él.
En cualquier caso, la reforma está lanzada y el objetivo es ahora minimizar los daños políticos que ha provocado, sean muchos o pocos los beneficios económicos que reporte. Hasta ahora, la Constitución había soportado la desafección de grupos heterogéneos, desde los nacionalistas hasta los críticos de la transición, tanto de derechas como de izquierdas. A partir de este momento se puede enfrentar, además, a una desafección social, la de quienes, pese a la reforma, seguirán pagando las consecuencias más graves de la crisis.
El Congreso de los Diputados aprobó ayer la primera reforma sustancial de la Constitución de 1978, que ahora deberá seguir su trámite en el Senado. El acuerdo entre socialistas y populares impidió que prosperasen las enmiendas de los restantes grupos parlamentarios, algunos de los cuales se ausentaron de la Cámara durante la votación para expresar su oposición. Los intentos de los partidos mayoritarios para que CiU se sumara al acuerdo concluyeron en fracaso. Y aunque los diputados socialistas aceptaron la disciplina de voto con solo dos excepciones, la fijación de un techo de gasto en la Constitución ha abierto heridas que transmitieron una imagen de resignación y de fractura interna.
El Gobierno y el Partido Popular han justificado la reforma por la necesidad de incrementar la confianza en la economía española. Se trata de un discurso para salir del paso, en la medida en que solo de manera remota puede tener influencia sobre las actuales necesidades de financiación una medida que no entrará en vigor hasta 2020, y que además depende para su concreción de lo que establezca una ley orgánica. La reforma no es un mensaje a los sedicentes mercados, sino a los dos miembros de la eurozona que han sido más reticentes a la compra de deuda española e italiana por parte del Banco Central Europeo y que también se han mostrado más reacios a la imprescindible creación de los eurobonos. Es decir, Francia y Alemania.
Poco ganan socialistas y populares sustituyendo la explicación política de la reforma por un lenguaje mágico que ofrece sacrificios para conjurar los males que acechan a la economía española. Si la inclusión del artículo 135 en la Constitución era una condición necesaria para avanzar en la eventual creación de los eurobonos, los ciudadanos, que además no podrán expresarse en referéndum, tenían derecho a saberlo. La maltrecha construcción europea también habría ganado si, en lugar de adoptar una medida aislada y en un único país, la reforma se hubiera enmarcado en una estrategia común a la eurozona. Es probable que, tras el gesto español, otros países sigan esa senda, necesaria por lo demás. Pero el orgullo de pioneros no es razón suficiente para renunciar de antemano a un acuerdo de la eurozona. En Europa hoy, no son las instituciones y los procedimientos lo que impera, sino que es posible que dos Estados miembros formulen algo parecido a un ultimátum y que los demás emprendan una desordenada carrera para plegarse a él.
En cualquier caso, la reforma está lanzada y el objetivo es ahora minimizar los daños políticos que ha provocado, sean muchos o pocos los beneficios económicos que reporte. Hasta ahora, la Constitución había soportado la desafección de grupos heterogéneos, desde los nacionalistas hasta los críticos de la transición, tanto de derechas como de izquierdas. A partir de este momento se puede enfrentar, además, a una desafección social, la de quienes, pese a la reforma, seguirán pagando las consecuencias más graves de la crisis.
Un patriota anda suelto
Por Carlos Sánchez
Publicado en El Confidencial (04/09/2011)
Hannah Arendt lo llamó ‘colapso moral’. La pensadora alemana acuñó este término para referirse a la sociedad europea, y, en particular, a la germana, que miraba para otro lado cuando millones de ciudadanos -convertidos previamente en apátridas- eran desplazados hacia el Este para su exterminio.
La expresión hizo furor en su día. Y recientemente la utilizó el primer ministro británico para describir los sucesos de este verano en Londres. Cameron aplicó el término colapso moral para explicar el comportamiento de quienes atacan la convivencia ciudadana sólo para hacer daño, para desestabilizar. Sin un objetivo claro o mínimamente articulado. Probablemente, como diría, Andy Warhol, en busca de quince minutos de gloria. Los incidentes de Tottenham no se dirigieron contra los grandes propietarios o los banqueros que alimentaron la burbuja financiera, sino contra pequeños comerciantes que viven en el mismo barrio que los indignados y que, por lo tanto, sufren las mismas miserias. Arendt vinculó esa conducta a la expresión ‘banalidad del mal’, y así subtituló su imprescindible libro sobre el criminal nazi Eichmann, ahorcado por el Estado de Israel tras ser secuestrado en un suburbio de Buenos Aires.
Luis del Rivero sabe de puentes y de regadíos como nadie desde sus tiempos de Ferrovial, pero su aventura equinoccial sobre Repsol, como la denomina Bernaldo de Quirós, sólo demuestra que la banalidad del mal existe. También en el mundo económico. El murciano tiene un problema de 4.908 millones con los bancos sólo por la operación Repsol, y otro de 11.194 millones (dos billones de pesetas) si se incorporan las deudas totales del grupo Sacyr, y, como Nerón, está dispuesto a incendiar Roma para salvar sus reales. Sabe que no lo tiene fácil. Pero como buen hijo de militar ha decidido tirar por la calle de en medio -presionado por los acreedores- para escapar del desastre con el silencio cómplice de ese lumbreras que es Miguel Sebastián, que todavía no se explica por qué Zapatero (que anda escamado y ya no está para este tipo de guerras) no le hizo en su día ministro de Economía.
Del Rivero sabe que ningún Gobierno con dos dedos de frente aceptaría convertir a Pemex en la prima donna de ese complejo industrial que es Repsol, y por eso masculló el acuerdo con la mexicana tras el adelanto electoral anunciado a finales de julio por Zapatero. Pero sobre todo, tras comprobar el día 31 de ese mismo mes que no había prórroga automática del mastodóntico crédito, y que por lo tanto había que renegociar con una banca canina a la que le traen sin cuidado los conglomerados industriales, como es santo y seña en el Santander desde que el viejo Don Emilio salió escaldado de las crisis de los años 80. Algo que sin duda explica por qué estamos donde estamos, que diría Ortega.
La sustitución de un modelo industrial heredado del franquismo por otro que acabó por convertir el sistema eléctrico (con Javier de Paz como embajador plenipotenciario) en objeto del deseo de los señores del ladrillo, ha hecho el resto. Sólo así se justifica la presencia de Sacyr en Repsol. El pelotazo de los Entrecanales en Endesa o el asalto de Florentino a Iberdrola.
No ha sido ajeno a este movimiento desesperado del murciano la propia debilidad de un Brufau en horas bajas por la debacle de los socialistas del PSC, que ni mandan ya en Cataluña ni tendrán influencia alguna en Madrid a la vuelta del 20-N. Hasta Fainé (wait and see) se enteró de la que se le venía encima prácticamente por los periódicos y cuando todo el pescado estaba vendido.
Cerebro en la sombra
Hete aquí, sin embargo, paradojas de la política, que un hombre cercano al PP, como es Nemesio Fernández-Cuesta, aparece ahora como clave para Brufau. El antiguo secretario de Estado de Energía en tiempos de Aznar es el cerebro en la sombra del giro copernicano que ha dado la petrolera desde el descubrimiento de los yacimientos de Brasil. Repsol está volcada en actividades de exploración y producción de hidrocarburos, y eso pasa, necesariamente, por aumentar las inversiones aún a costa de moderar el reparto de dividendos. Al frente de esa división está Fernández-Cuesta, el flotador al que se agarra Brufau para sobrevivir. Sin duda con buen criterio, toda vez que la supervivencia de la compañía (demasiado pequeña en un sector muy concentrado) pasa por aumentar la producción, particularmente en los yacimientos de la cuenca de Santos, cuya explotación es muy costosa debido a la enorme profundidad en que se encuentran los hidrocarburos.
El asalto a Repsol no tendría nada de particular si Pemex y Sacyr lanzaran una opa sobre el 100% de Repsol, pero ocurre que los dos socios están tiesos, y por eso han decidido usar de forma torticera la ley retorciendo el espíritu del legislador. Mientras los mexicanos quieren quitarse de encima una competidor en Latinoamérica (Repsol posee importantes yacimientos no sólo en Brasil, sino también en el Golfo de México o Venezuela), la constructora pretende meterle mano a la caja -vía dividendos- para poder pagar a los bancos. Pero como no hay suficiente caja, todo pasa por desguazar la compañía. Por ejemplo, desprendiéndose de su 31% en Gas Natural.
Del Rivero esgrime que mucho upstream pero poco parné, y en verdad que la cotización de Repsol no recoge el valor de los importantes yacimientos; pero para recoger hay que sembrar, y el tiempo se le echa encima al murciano. Repsol, además, no está para sacarles las castañas del fuego a los gestores de Pemex, mosqueados con Brufau por el desinterés mostrado en la privatización de algunos pozos de petróleo en Tabasco. Aunque bien es cierto que les quedan dos telediarios ante el avance imparable de ese partido-Estado que en su día fue el PRI.
La operación es, en todo caso, el último as que le queda bajo la manga a Del Rivero a la vista de que su compañía está con respiración asistida después de ruinosas operaciones como la ampliación del canal de Panamá. Y ya ni siquiera Nin -el capo de la Caixa con permiso de Fainé- se le pone al teléfono para sacar un conejo de la chistera antes de que el 21 de diciembre expiren los créditos. Y muchos menos Rajoy, que no quiere saber nada de lobbys y de conspiradores profesionales. Qué tiempos aquellos en que todo estaba por hacer. De Murcia al cielo. Cuando Loureda, Riezu y Del Rivero montaron Sacyr con 40 millones de pesetas (12 millones el murciano). Ahora no puede colocar su paquete en Repsol ni siquiera, según algunos, con la ayuda de Agag, buen amigo de Javier de Paz, y con quien ha colaborado en algunas operaciones; y mira que lo ha intentado. Con los rusos, con los indios, con los emiratos… Rien de rien.
La operación tiene pocos visos de salir adelante, pero ilustra hasta qué punto el país se ha puesto en manos de patriotas que para salvar su cuenta de resultados están dispuestos a agujerear un proyecto industrial (como sucedió en Endesa). Y todo ello con el nihil obstat de Sebastián, que en lugar de poner pie en pared, habla de forma vacua y con medias verdades de mantener la españolidad de la marca (¿qué pasó con Cepsa?), pero sin aclarar si eso pasa porque una compañía constitucionalmente pública como es Pemex pueda decidir la política de inversiones en el extranjero o el posicionamiento estratégico de Repsol.
Sebastián y Del Rivero, en todo caso, demuestran que la historia es circular. El ministro conspiró con el murciano para apartar a FG de la presidencia del BBVA, y ahora rinde sus últimos favores. Y ya hay quien piensa que acabará sus días como su amigo Taguas, que después de abrir la Moncloa al ‘ladrillo’ ha acabado siendo presidente de la patronal. Es lo que tiene vivir en un país con una democracia consolidada y a prueba de escándalos.
En este juego de patriotas no faltan Abelló y Carceller, peleados con Del Rivero en Sacyr, pero que no le hacen ascos al desguace de Repsol si cae la pasta. En una palabra, el célebre toma el dinero y corre se impone, aunque ello suponga el reforzamiento del enemigo íntimo. Al menos hasta que el próximo Gobierno juegue al nacionalismo y obligue al triunvirato de Sacyr y a la propia Pemex a sacar sus manos de Repsol. No lo va tener fácil. Los muñidores andan estos días desplegando su talento.
Publicado en El Confidencial (04/09/2011)
Hannah Arendt lo llamó ‘colapso moral’. La pensadora alemana acuñó este término para referirse a la sociedad europea, y, en particular, a la germana, que miraba para otro lado cuando millones de ciudadanos -convertidos previamente en apátridas- eran desplazados hacia el Este para su exterminio.
La expresión hizo furor en su día. Y recientemente la utilizó el primer ministro británico para describir los sucesos de este verano en Londres. Cameron aplicó el término colapso moral para explicar el comportamiento de quienes atacan la convivencia ciudadana sólo para hacer daño, para desestabilizar. Sin un objetivo claro o mínimamente articulado. Probablemente, como diría, Andy Warhol, en busca de quince minutos de gloria. Los incidentes de Tottenham no se dirigieron contra los grandes propietarios o los banqueros que alimentaron la burbuja financiera, sino contra pequeños comerciantes que viven en el mismo barrio que los indignados y que, por lo tanto, sufren las mismas miserias. Arendt vinculó esa conducta a la expresión ‘banalidad del mal’, y así subtituló su imprescindible libro sobre el criminal nazi Eichmann, ahorcado por el Estado de Israel tras ser secuestrado en un suburbio de Buenos Aires.
Luis del Rivero sabe de puentes y de regadíos como nadie desde sus tiempos de Ferrovial, pero su aventura equinoccial sobre Repsol, como la denomina Bernaldo de Quirós, sólo demuestra que la banalidad del mal existe. También en el mundo económico. El murciano tiene un problema de 4.908 millones con los bancos sólo por la operación Repsol, y otro de 11.194 millones (dos billones de pesetas) si se incorporan las deudas totales del grupo Sacyr, y, como Nerón, está dispuesto a incendiar Roma para salvar sus reales. Sabe que no lo tiene fácil. Pero como buen hijo de militar ha decidido tirar por la calle de en medio -presionado por los acreedores- para escapar del desastre con el silencio cómplice de ese lumbreras que es Miguel Sebastián, que todavía no se explica por qué Zapatero (que anda escamado y ya no está para este tipo de guerras) no le hizo en su día ministro de Economía.
Del Rivero sabe que ningún Gobierno con dos dedos de frente aceptaría convertir a Pemex en la prima donna de ese complejo industrial que es Repsol, y por eso masculló el acuerdo con la mexicana tras el adelanto electoral anunciado a finales de julio por Zapatero. Pero sobre todo, tras comprobar el día 31 de ese mismo mes que no había prórroga automática del mastodóntico crédito, y que por lo tanto había que renegociar con una banca canina a la que le traen sin cuidado los conglomerados industriales, como es santo y seña en el Santander desde que el viejo Don Emilio salió escaldado de las crisis de los años 80. Algo que sin duda explica por qué estamos donde estamos, que diría Ortega.
La sustitución de un modelo industrial heredado del franquismo por otro que acabó por convertir el sistema eléctrico (con Javier de Paz como embajador plenipotenciario) en objeto del deseo de los señores del ladrillo, ha hecho el resto. Sólo así se justifica la presencia de Sacyr en Repsol. El pelotazo de los Entrecanales en Endesa o el asalto de Florentino a Iberdrola.
No ha sido ajeno a este movimiento desesperado del murciano la propia debilidad de un Brufau en horas bajas por la debacle de los socialistas del PSC, que ni mandan ya en Cataluña ni tendrán influencia alguna en Madrid a la vuelta del 20-N. Hasta Fainé (wait and see) se enteró de la que se le venía encima prácticamente por los periódicos y cuando todo el pescado estaba vendido.
Cerebro en la sombra
Hete aquí, sin embargo, paradojas de la política, que un hombre cercano al PP, como es Nemesio Fernández-Cuesta, aparece ahora como clave para Brufau. El antiguo secretario de Estado de Energía en tiempos de Aznar es el cerebro en la sombra del giro copernicano que ha dado la petrolera desde el descubrimiento de los yacimientos de Brasil. Repsol está volcada en actividades de exploración y producción de hidrocarburos, y eso pasa, necesariamente, por aumentar las inversiones aún a costa de moderar el reparto de dividendos. Al frente de esa división está Fernández-Cuesta, el flotador al que se agarra Brufau para sobrevivir. Sin duda con buen criterio, toda vez que la supervivencia de la compañía (demasiado pequeña en un sector muy concentrado) pasa por aumentar la producción, particularmente en los yacimientos de la cuenca de Santos, cuya explotación es muy costosa debido a la enorme profundidad en que se encuentran los hidrocarburos.
El asalto a Repsol no tendría nada de particular si Pemex y Sacyr lanzaran una opa sobre el 100% de Repsol, pero ocurre que los dos socios están tiesos, y por eso han decidido usar de forma torticera la ley retorciendo el espíritu del legislador. Mientras los mexicanos quieren quitarse de encima una competidor en Latinoamérica (Repsol posee importantes yacimientos no sólo en Brasil, sino también en el Golfo de México o Venezuela), la constructora pretende meterle mano a la caja -vía dividendos- para poder pagar a los bancos. Pero como no hay suficiente caja, todo pasa por desguazar la compañía. Por ejemplo, desprendiéndose de su 31% en Gas Natural.
Del Rivero esgrime que mucho upstream pero poco parné, y en verdad que la cotización de Repsol no recoge el valor de los importantes yacimientos; pero para recoger hay que sembrar, y el tiempo se le echa encima al murciano. Repsol, además, no está para sacarles las castañas del fuego a los gestores de Pemex, mosqueados con Brufau por el desinterés mostrado en la privatización de algunos pozos de petróleo en Tabasco. Aunque bien es cierto que les quedan dos telediarios ante el avance imparable de ese partido-Estado que en su día fue el PRI.
La operación es, en todo caso, el último as que le queda bajo la manga a Del Rivero a la vista de que su compañía está con respiración asistida después de ruinosas operaciones como la ampliación del canal de Panamá. Y ya ni siquiera Nin -el capo de la Caixa con permiso de Fainé- se le pone al teléfono para sacar un conejo de la chistera antes de que el 21 de diciembre expiren los créditos. Y muchos menos Rajoy, que no quiere saber nada de lobbys y de conspiradores profesionales. Qué tiempos aquellos en que todo estaba por hacer. De Murcia al cielo. Cuando Loureda, Riezu y Del Rivero montaron Sacyr con 40 millones de pesetas (12 millones el murciano). Ahora no puede colocar su paquete en Repsol ni siquiera, según algunos, con la ayuda de Agag, buen amigo de Javier de Paz, y con quien ha colaborado en algunas operaciones; y mira que lo ha intentado. Con los rusos, con los indios, con los emiratos… Rien de rien.
La operación tiene pocos visos de salir adelante, pero ilustra hasta qué punto el país se ha puesto en manos de patriotas que para salvar su cuenta de resultados están dispuestos a agujerear un proyecto industrial (como sucedió en Endesa). Y todo ello con el nihil obstat de Sebastián, que en lugar de poner pie en pared, habla de forma vacua y con medias verdades de mantener la españolidad de la marca (¿qué pasó con Cepsa?), pero sin aclarar si eso pasa porque una compañía constitucionalmente pública como es Pemex pueda decidir la política de inversiones en el extranjero o el posicionamiento estratégico de Repsol.
Sebastián y Del Rivero, en todo caso, demuestran que la historia es circular. El ministro conspiró con el murciano para apartar a FG de la presidencia del BBVA, y ahora rinde sus últimos favores. Y ya hay quien piensa que acabará sus días como su amigo Taguas, que después de abrir la Moncloa al ‘ladrillo’ ha acabado siendo presidente de la patronal. Es lo que tiene vivir en un país con una democracia consolidada y a prueba de escándalos.
En este juego de patriotas no faltan Abelló y Carceller, peleados con Del Rivero en Sacyr, pero que no le hacen ascos al desguace de Repsol si cae la pasta. En una palabra, el célebre toma el dinero y corre se impone, aunque ello suponga el reforzamiento del enemigo íntimo. Al menos hasta que el próximo Gobierno juegue al nacionalismo y obligue al triunvirato de Sacyr y a la propia Pemex a sacar sus manos de Repsol. No lo va tener fácil. Los muñidores andan estos días desplegando su talento.
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