Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

sábado, 21 de agosto de 2010

Y el ciudadano dimitió...

Por Ángel Guisado
Cuando crece la preocupación de todos los estamentos gaditanos por la cercana celebración del Bicentenario de la Constitución de 1812, me permito una serie de reflexiones que vengo rumiando desde hace años.

El gaditano, y el español en general, hace tiempo que ha enterrado su voluntad y su libre albedrío como ciudadano. La democracia ha venido a aportar el ejercicio del derecho a voto como un salvoconducto a la pasividad y a la resignación. Esperamos que nuestros políticos solucionen todo, lleven la iniciativa en todo, decidan qué es lo importante y qué es lo que no. Y nos hemos acostumbrado a no ejercer nuestra voluntad como capacidad de impulso y de iniciativa. Seamos sinceros, la iniciativa ciudadana se ha dormido. Curiosamente, se critica al político de turno –y a la oposición de turno- porque no recoge nuestros intereses o inquietudes incluso cuando no hemos revelado al que acusamos cuál es nuestro interés. El estamento político procura gobernar –gestionar- en función de unos intereses partidistas, de “calculadora de votos” o de ideas adoptadas con desigual fortuna y más que dudosa honestidad de intenciones en algunos casos….pero nadie se hace responsable de sus propios actos. Ningún ciudadano reconoce que ha entregado su voluntad sin exigir resultados, sin aportar su propio impulso, sin reconocer que cada individuo está obligado moralmente a aportar lo mejor que tenga en pos del bien común.

Reconocida nuestra dimisión de voluntad, yo me pregunto: ¿no hay solución a esta dejadez? En teoría, la iniciativa ciudadana existe –o debería- a través de asociaciones (de vecinos, culturales, etc.) pero para eso hay que ser independiente y valiente. Valor e independencia….suena a lema de ciudad sitiada en el Siglo XIX. Valor para exigir y valor para arriesgarse a hacer algo. Independencia para tener voz sin miedo a perder subvenciones, influencias, favores más o menos confesables. Un pueblo oprimido es un pueblo mudo. El poder no reside hoy en las armas, existe en el adecuado manejo de los miedos colectivos e individuales: perder una subvención, perder un apoyo político, perder un local cedido, perder un favor discrecional…..y así es como el ciudadano ha perdido la fe en sí mismo, la seguridad en sus propias fuerzas y acciones porque teme la represalia ante sus palabras. Es vox populi que el Bicentenario se acerca y que no se están haciendo los deberes. Algunos “valientes” ya lo han denunciado y se les mira de soslayo o con temor colectivo a la respuesta que pueden provocar de los “dueños y señores” (estamento político). Quizás sería una buena oportunidad para rescatar lo que queda de iniciativa ciudadana si cada asociación, colectivo, etc…empezase a hacer sus propios deberes respecto al Bicentenerio. Sería una buena oportunidad para que cada uno en su entorno empezase a promover su propia celebración. ¡Empecemos a andar antes de que se cree una nueva comisión! Si cada colegio profesional, asociación de vecinos, club deportivo, asociación cultural-recreativa (vulgo “peña”), asociación “deloquesea” empieza a programar sus actos y acciones de preparación…..veremos dos cosas: a) El estamento político rápidamente querrá tomar la iniciativa antes de quedarse fuera (y la cara “colorada”); y b) habremos sido capaces de recuperar un poco de dignidad ciudadana. Ahí queda el envite…… Las excusas para no hacer nada son infinitas: falta de apoyo social (dicen los políticos cuando no les interesa promover algo), crisis (decimos todos cuando hay que poner un euro para algo en vez de recibirlo "gratis total" mientras nos gastamos veinte veces más en cuestiones absolutamente prescindibles…), falta de tiempo (decimos todos cuando realmente no justificamos en qué sí empleamos -malgastamos- el tiempo-….), falta de rigor científico (dicen algunos "elefantes universitarios" cuando no se trata del tema que les interesa o no son ellos los que obtienen las rentas del hallazgo….), etc.

Las excusas para no hacer nada son demasiadas y las ganas de hacer algo suelen escasear cuando se trata de tener iniciativa individual con un pequeño esfuerzo. Desde hace demasiado tiempo el pueblo gaditano -y el español en general- se ha ido replegando sobre sí mismo y esperando la subvención, a que le den todo resuelto hasta llegar a una situación de parálisis cuasi absoluta. O me lo dan hecho o no hago nada, no arriesgo nada. Por lo visto, en el momento en que haya que arriesgar un poco de tiempo o algo del dinero propio, ya no es un asunto que nos afecte. El ciudadano ha llegado a la pasividad absoluta por miedo a tener una idea que moleste y miedo a que la idea necesite un esfuerzo para su ejecución. El ciudadano ya no se equivoca porque no se atreve a hacer nada por miedo a los demás y por miedo a sí mismo. Quizás sea la sensación que lo que no reporta beneficio inmediato no merece la pena (lo que el estamento político traduce como la "calculadora de votos a corto plazo"). Pero no conozco éxito duradero que no haya venido precedido de imaginación, esfuerzo, inversión y energía (y no siempre estamos hablando de inversiones económicas millonarias…muchas veces esa inversión es tiempo y dedicación).

Si recordamos algunos debates de las Cortes de Cádiz debería darnos….motivos para pensar. Había diputados que hablaban por voz de la utopía, de una patria más justa, más equitativa, más progresista (en algunos aspectos de indudable calado). Hoy, el ciudadano ha olvidado su iniciativa y la utopía. A fuerza de ver frustradas sus mudas esperanzas se ha resignado a callar en público y protestar con el amigo en la barra del bar. Se hinchan las venas “arreglando el mundo”….sin mucho convencimiento íntimo y sin ninguna fe en sus propias capacidades para “arreglar SU parte del mundo”. Quizás sería un buen momento para empezar por nuestro propio mundo. Si cada gaditano impulsase su propia celebración del Bicentenario en su ámbito más cercano, el éxito estaría asegurado. Resulta contradictorio hablar de Cádiz como “cuna de la libertad” y ver que toda la experiencia vivida entre sus calles solamente sirva para alimentar la resignación y la indignación de barra de bar ¿para tan poco nos ha servido ser la ciudad que acogió las Cortes de 1812? Personalmente, me niego a creer que no haya dignos herederos de aquella época. Desde el principio de mi reflexión tengo una propuesta de iniciativa ciudadana: extender e impulsar el Bicentenario en mi entorno y ver los resultados de mi propio esfuerzo en la mañana del 1 de enero de 2012. Intentarlo merece la pena porque nuestra ciudad merece honra. Pero lo más importante es que nosotros mismos como ciudadanos nos merecemos darnos lo mejor de nuestras propias capacidades. Yo creo en la utopía hecha realidad. ¡Hagámosla!

3 comentarios:

  1. Julian Roig21/8/10 22:53

    No puedo estar mas de acuerdo en todo, menos en algo fundamental:Para lograr algo (al margen de esas mega organizaciones que son los partidos politicos)es imprescindible la unión de la sociedad civil. Es decir, todas esas "fundaciones, organizaciones, asociaciones,etc. civiles" se unan de alguna manera para hacer valer la fuerza de esa sociedad civil tan cómoda e indolente. Pero insisto, esa movilizacion necesaria, tiene que estar motivada y coordinada. El Foro de Debate Cadiz 2012, lleva años trabajando, son grandes profesionales, lo hacen sin ayudas...pero son pocos y los resultados...Si nos agruparamos muchos mas alrededor de esas ideas, por ejemplo, o de otras similares, seguro que conseguiriamos lo que nos propusieramos, pero los francotiradores solos no llegan muy lejos.
    Yo me apunto, desde ya, pero hay que hacer numero. Los partidos solo se mueven si ven que el numero de votos en juego es importante

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  2. De acuerdo en parte, pues el problema es que todos esos movimientos sin intereses, terminan pidiendo una subvención, y ahí es donde pierden fuerza y otorgan su fortaleza a las instituciones regidas por políticos.

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  3. Juan Miguel24/8/10 21:05

    Es cierto que si aplicamos una posible diferenciación de la Utopía, la temporal y la espacial, parece, por un lado, que el ideal es cuestión de tiempo. Lo mejor está, estará por venir. O bien si aplicamos en el otro sentido la versión localista de la Utopía, el ideal está en la zona, la miña terra o aquella allende los mares.

    Quizás es posible que malinterpretemos la utopía y nos dejemos embaucar por los sueños de Calderón, desvirtualizando una gran idea convirtiendola en una trágica realidad.

    Esa tragirrealidad es el alimento de los coleccionistas de votos, excelentes demagogos modernos.

    El Cádiz del 12, del 2012, parece que será lo que quieran ellos porque cada peña, cada asociación, cada colegio profesional... solo recaudará las almas cautivas del ocio dirigido, facilón e intrascendente.

    Sr Guisado, voto por un alma como la suya, o dos, o más y es posible entonces que la Utopía del gaditano deje la temporalidad de febrero y la espacialidad del Gran Teatro Falla como referencia, buscando en su interior el mejor mundo para él, los suyos y los de más allá.

    Un día lo hicimos...

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