Articulo de Luis María Ansón publicado en el periódico El Mundo, ayer día 2 de septiembre de 2010, en su seccion habitual "Canela Fina".
HABLEMOS sin los eufemismos de Pepiño Blanco, sin los sofismas de Zapatero, sin las hipocresías monclovitas. La verdad, que nos hace libres, no se puede arrumbar en los desvanes de la política. O en el zaquizamí de la historia, como suele escribir Anson para evitar que este vocablo se suprima del Diccionario académico por falta de uso.
El Partido Nacionalista Vasco, con Urkullu a la cabeza, con Arzallus y su marioneta Ibarreche frotándose las manos, está sometiendo a Zapatero a un ignominioso chantaje. Fracasadas las negociaciones subterráneas de Rubalcaba, el presidente dadivoso ha tomado el timón de la nave cuestionada, dispuesto a conceder las mercedes que le aseguren la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Dará lo que le pidan. Rubalcabeará hasta la extenuación. Se esforzará por enmascarar las dádivas que está dispuesto a otorgar pero los nacionalistas vascos saben que pueden jugar fuerte frente a la debilidad zapatética.
Ortega y Gasset se lo dijo a Manuel Azaña, en aquel Parlamento republicano de la oratoria brillante, que presidió la vida española en los años 30 del siglo pasado hasta el fracaso estrepitoso de la II República, que no fue una forma de Estado sino una ideología revolucionaria, en camino acelerado hacia la fascinación intelectual de la época: el socialismo real, el comunismo.
El gran filósofo español, que desentrañó a Leibniz, le explicó a Azaña que sólo la secesión saciaría la voracidad de los nacionalistas catalanes y vascos. Sus palabras mantienen sagaz actualidad.
No querría ser injusto ni caer en la crítica sin matices. Desde 1978 todos los presidentes del Gobierno, salvo en caso de mayoría absoluta, han sido chantajeados por los nacionalistas vascos y catalanes.
Zapatero no es un caso único. Está padeciendo acentuadamente lo mismo que sufrieron sus antecesores. La Constitución sabia de 1978 escondía una espina entre tantas rosas. El Estadode las Autonomías debió quedar cerrado en dos a tres años sin que se pudieran hacer nuevas concesiones ni transferencias, pues lo contrario significaba el campo abierto para el chantaje y la frivolidad. Y así ha sido.
Zapatero ha demostrado ya que está dispuesto a vender la unidad de España por el plato de lentejas de los escaños catalanes. Ahora entregará a Urkullu lo que le pida para salvar el escollo presupuestario. Ya lo hizo el año pasado. A los ciudadanos nos cuesta un riñón la factura de los votos parlamentarios que, con el dinero de los impuestos, abona Zapatero.
Este año tal vez haya que conceder algo más que pasta gansa, que esos 480 millones de euros que reclama el PNV.
Nos lo ocultarán pero terminaremos descubriendo qué nuevas cuotas de autogobierno,
qué chalaneo con la caja única de la Seguridad Social, otorga la generosidad zapateresca. López sabe que puede ser la víctima propiciatoria que Zapatero sacrifique en el altar de las dádivas. Y levita como alma en pena.
Urkullu parece dispuesto a apretar la soga nacionalista hasta el último día. El presidente rehén irá cediendo para no terminar ahorcado. Aspira a continuar escuchando los trinos de Sonsoles en el palacio de la Moncloa.
Rajoy, como casi siempre, en su lugar de descanso, es decir, en Babia, cuando debería haber hecho ya cien declaraciones denunciando el atropello. Pero en ese juego estamos: una oposición torpe y un Gobierno débil para regocijo del secesionismo vasco y catalán.
Y que Benedicto XVI nos coja confesados cuando visite esta España desnortada y con el desgobierno que cabalga ya a galope tendido.
Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española
No hay comentarios:
Publicar un comentario