Publicad en El País (09/11/2010)
No puede decirse que los últimos discursos que Mohamed VI ha pronunciado en los aniversarios de la Marcha Verde hayan aportado nada positivo a la solución del problema del Sáhara. El de hace un año tensó la cuerda de tal modo, acusando de traidor al que no afirmara la marroquinidad del Sáhara, que provocó el caso Aminetu Haidar. Ella sola desafió a todo el Estado marroquí, desacreditando al monarca y su Gobierno, que tuvieron que dar marcha atrás al admitir su regreso a El Aaiún, de donde había sido expulsada y privada de la nacionalidad marroquí.
El discurso del sábado pasado ha vuelto a gozar de la inoportunidad. Pronunciado en plena crisis del acampamiento de Agdaym Izik, a dos jornadas del primer encuentro entre el Frente Polisario y Marruecos que con mucha dificultad había logrado Christopher Ross reunir para discutir de una salida negociada, no ha sido capaz de confortar a los millares de acampados con unas palabras de reconocimiento de sus reivindicaciones y con la esperanza de hallar una solución a un problema que se ha convertido, como decía el poeta marroquí Abdellatif Laâbi, en la enfermedad de Marruecos. Ni una palabra dedicada a los protagonistas de esta "revuelta de los oriundos", que habían logrado contener su protesta en un tono de demanda social, ocultando o aplazando un fondo político que apenas emergía en la exigencia de control sobre las riquezas del territorio.
Mohamed VI se limitó en su discurso a las mismas promesas de hace un año, la reestructuración de comisiones, consejos o agencias de desarrollo que en el año transcurrido han sido incapaces de aportar salida alguna al problema.
Es posible que esta actitud de avestruz haya desbordado el vaso. En el día de ayer, al día siguiente del discurso real, un comunicado surgido del campamento improvisado acababa con la contención en que el movimiento se había mantenido, transformando la protesta social en protesta política que descubría sin ambages "el derecho inalienable a la libertad y a la autodeterminación". La respuesta de las autoridades marroquíes no se ha hecho esperar, en un asalto sin precedentes al campamento que lo ha arrasado por completo y costado varias víctimas.
El primer análisis que puede hacerse de este hecho es que Marruecos ha reventado conscientemente las negociaciones de Nueva York, perdiendo toda credibilidad en su apuesta por hallar una salida realista en su proyecto de autonomía. Pero ha matado en el huevo también cualquier propuesta que la Comisión Real para la regionalización, presidida por Omar Azziman, deberá presentar en las próximas semanas con un proyecto de autonomía para el Sáhara. Es cierto que un proyecto semejante choca con el escollo de que sin una democratización real de Marruecos, dicha autonomía carecerá de sentido. Y esa es, sin duda, la clave de todo el problema. Sin democracia, no habrá salida alguna al problema del Sáhara.
La gran pregunta es quién, en el entorno del monarca, está tan ciego que apuesta por el suicidio de todo un país.
Bernabé López García es catedrático de Historia del Islam Contemporáneo en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
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